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Ante el asalto más grande contra el aborto en casi 50 años: Centrarse en “abortos autogestionados” es una receta para la catástrofe

El 1º de septiembre, mientras Estados Unidos se despertaba ante la prohibición más draconiana, punitiva y fascista al aborto en los casi 50 años transcurridos desde su despenalización, diferentes personas empezaron a exponer su mejor comprensión de lo que estamos enfrentando... y de lo que hay que hacer. En esta época extraordinariamente peligrosa y tensa, es de crucial importancia que este debate se abra y se toree.

MEME in Spanish, Silence on Texas law is deafening

 

En este sentido, una escritora de Texas llamada Andrea Grimes nos hizo a todos un favor al sacar un artículo ese día titulado “Stop It With the Fucking Coat Hangers” [Dejen de hacerlo con los malditos ganchos de ropa]. Por “favor” no quiero decir que ella haya evaluado acertadamente el peligro al que nos enfrentamos o lo que hay que hacer. Más bien, su artículo concentra una lógica adoptada por demasiadas personas, pero que —independientemente de sus intenciones— sólo puede acelerar el desastre al que nos enfrentamos ahora. Es por ello que hay que refutarlo.

El argumento principal de Grimes, concentrado en su título, es que debido a la existencia de píldoras abortivas que pueden usarse sanamente fuera de un entorno médico profesional, las cosas no serán realmente tan malas como lo eran antes de que Roe contra Wade despenalizara el aborto. Ella le dice a la gente: “Dejen de lado el alarmismo en torno a los ganchos de ropa y, en su lugar, compartan buena información sobre la atención para los abortos autogestionados médicamente sanos con las píldoras”.

Dado que su argumento está impregnado de un legítimo desprecio por el sistema legal de Estados Unidos —que está impregnado de la supremacía blanca y el patriarcado y que ahora promete recompensas para demandar a cualquiera que ayude a una mujer a abortar—, el enfoque de Grimes quizá parezca “radical” a los ojos de algunas personas. En realidad, es lo más alejado de ello.

¿Es “alarmista” advertir del uso de los ganchos de ropa y cosas peores?

Es cierto que no estamos ante un retorno a los feos días anteriores a Roe. Lo que enfrentamos ahora es inconmensurablemente peor.

En primer lugar, no hay manera de que la atención al aborto autogestionado pueda ayudar a más de una pequeña fracción de las mujeres que necesitan un aborto. Los medicamentos sólo funcionan bien en una fase relativamente temprana del embarazo y, si no se detiene esta trayectoria, conllevará un riesgo legal cada vez mayor. Además, un gran número de mujeres no tienen direcciones postales (digamos que viven en su coche) — o direcciones que pueden utilizar con seguridad (digamos que viven con su abusador o con su padre fundamentalista). Por una multitud de razones, centrarse sólo —o incluso principalmente— en la promoción del aborto con medicamentos condenará a la gran mayoría de las mujeres a una maternidad obligatoria, a opciones no sanas, a la posibilidad del encarcelamiento y a una vida truncada de asfixia.

La dura realidad es que no han hecho más que empezar los fascistas cristianos que están detrás de esta ley, la mayoría fascista de la Corte Suprema que la avaló oficialmente para que entrara en vigor, violando su propio “superprecedente”, y los ejércitos de fanáticos desquiciados que hostigan a las mujeres en todas las clínicas de Estados Unidos que ya han matado a 11 personas relacionadas con la atención al aborto y que ahora mismo están anotando los números de las matrículas de los vehículos fuera de las clínicas de aborto con la esperanza de cobrar una recompensa de 10.000 dólares. Este movimiento fascista cristiano —como el Talibán en Afganistán— se rige por una creencia fanática en una religión de la Edad de las Tinieblas que considera a las mujeres como propiedad de los hombres e incubadoras de niños, y no se detendrá hasta que se le dé toda la fuerza de la ley y se aplaste violenta y despiadadamente toda oposición.

Pero ni siquiera eso es el panorama completo. Esta guerra contra las mujeres no es más que una de las piedras angulares de una reconfiguración general de la sociedad que avanza rápidamente. ¿Recuerdan la insurrección violenta del 6 de enero con su dogal para Mike Pence y probablemente Nancy Pelosi y otros, sus descaradas banderas de la Confederación esclavista supremacistas blancas y sus cruces teocráticas en alto? Desde ese entonces, el Partido Republicano se ha purgado. NO de aquellos que apoyaron e impulsaron la insurrección, sino de aquellos que no lo hicieron. Han llenado los tribunales y las legislaturas con fascistas y tienen una base de millones de personas endurecidas en torno a su determinación de utilizar la violencia si es necesario para consolidar con candado su pesadilla fascista vengativa supremacista blanca, supremacista masculina, teocrática y anticientífica.

De Bob Avakian ESTE ES UN MOMENTO POCO COMÚN EN QUE LA REVOLUCIÓN  SE VUELVE POSIBLE — POR QUÉ ES ASÍ,  Y CÓMO APROVECHAR ESTA OPORTUNIDAD POCO COMÚN

 

Aquí, cabe citar extensamente un artículo reciente del líder revolucionario Bob Avakian titulado ESTE ES UN MOMENTO POCO COMÚN EN QUE LA REVOLUCIÓN SE VUELVE POSIBLE — POR QUÉ ES ASÍ, Y CÓMO APROVECHAR ESTA OPORTUNIDAD POCO COMÚN:

Los republicanos se han convertido en un partido fascista —un partido basado en la abierta y agresiva supremacía blanca, supremacía masculina y otras relaciones opresivas— un partido convencido de que es el único que se merece gobernar, que actúa para manipular las elecciones y suprimir los votos con el fin de conseguir y aferrarse al poder, que se niega a aceptar los resultados de las elecciones que no gana, que está decidido a destripar y pervertir el “estado de derecho”, pisotear los derechos de la gente y adoptar lo que constituye una dictadura capitalista indisimulada, que está listo a utilizar la violencia no sólo contra las masas de personas sino también contra sus rivales en la clase dominante.

Estos republicanos han movilizado a un sector importante de la población que cree, con una pasión intensa e irracional, que hay que defender e imponer firmemente la supremacía blanca, la supremacía masculina y otras relaciones opresivas (así como el desenfrenado saqueo del medio ambiente). Esa gente ha sido impulsada hasta entrar en un estado de demencia cruel, al abrazar todo tipo de teorías conspirativas lunáticas, junto con un fundamentalismo cristiano enloquecido, como respuesta a la amenaza que ven a su posición de privilegio (o “ordenada por dios”) y su insistencia en que algunas concesiones adicionales a la lucha contra la opresión destruirán lo que ha “hecho que Estados Unidos tenga grandeza”.

Declaracion de Ano Nuevo de Bob Avakian

 

Como se dice en Una Declaración, un Llamamiento a que se organice ahora para una revolución real que fue publicado hace poco por los Revcom:

[S]ólo es posible resolver la crisis y las profundas divisiones de la sociedad con medios radicales, de un tipo u otro — ya sea medios radicalmente reaccionarios, mortíferamente opresivos y destructivos o medios revolucionarios radicalmente emancipadores.

¡La legalidad del aborto importa! (¿Realmente tenemos que hacer este argumento?)

Grimes agrega una explicación con mucho detalle de que “sano” y “legal” no son la misma cosa:

La atención al aborto no tiene por qué ser “legal” para ser sana. Y la atención al aborto que es “ilegal” no es necesariamente no sana. Cuando confundimos “sano” con “legal” —diciendo, por ejemplo, que “su donativo a Planificación Familiar ayuda a proteger el aborto sano y legal”—, perpetuamos un sistema legal patriarcal capitalista supremacista blanco que se construyó para servir a los más privilegiados de entre nosotros... Estamos diciendo que dejaremos que el estado determine lo que es bueno y sano para nosotros, aunque el propio estado es el que dice: ve a cobrar una recompensa de 10.000 dólares por denunciar el aborto de su vecina.

No es por ponerme demasiado semántico, pero la razón por la que se utilizan ambas palabras —“sano” y “legal”— es precisamente porque no se refieren a la misma cosa. (Nadie va por ahí diciendo “que el aborto esté sano y no peligroso”.) Pero el que el aborto esté sano —y disponible— está estrechamente relacionada con su legalidad.

¿Realmente necesitamos argumentar que cuando el aborto es ilegal —cuando todo el poder del estado se pone a favor de la prevención y el castigo a aquellos que participan en un aborto—, se vuelve no sano para la gran mayoría de las mujeres? No sano porque no todos los abortos con medicamentos funcionan. No sano en el sentido de que, incluso cuando funcionan, sólo lo hacen hasta las 10 u 11 semanas del embarazo. No sano porque pronto podría ser ilegal recibir píldoras abortivas por correo postal1. No sano en el sentido de que los elementos criminales a los que les importan un bledo las mujeres tratarán de dominar este mercado, como hicieron antes de Roe y como hacen con la mayoría de los mercados clandestinos. No sano en el sentido de que cualquiera que se atreva a ayudar a una mujer podría ser arruinado financiera y socialmente por hacerlo. No sano en el sentido de que, a medida que el aborto se penaliza cada vez más y se le amontona cada vez más humillación y vergüenza, la inmensa mayoría de las mujeres no sabrán la manera de acceder a la píldora y recurrirán a medios aún más desesperados — sí, ganchos de ropa, pero también beber lejía y Purell, tirarse por las escaleras y cosas peores. No sano en el sentido de que obligar a las mujeres y a las niñas a vivir en el miedo y el silencio y la vergüenza, a que se trunquen sus sueños debido a la maternidad obligatoria, a que se arriesguen al aislamiento y al encarcelamiento, es... fundamentalmente no sano.

Se logra deshacerse de un “sistema legal patriarcal, capitalista y supremacista blanco” derrocándolo, y no ignorándolo

Lo más absurdo y nocivo del argumento de Grimes es su implicación de que si nos negamos a reconocer la importancia de lo que hace el estado, podemos impedir que determine nuestra vida. Que se lo digan a los más de dos millones de personas que languidecen en la cárcel ahora mismo. Dígaselo a las familias de aquellos cuyos seres queridos han sido asesinados por la policía. ¿Todas estas personas podrían haberse evitado esta represión y violencia del estado si simplemente se hubieran acordado de no perpetuar el sistema reconociendo que sus leyes son importantes? ¡Por favor, hágame el favor! El estado tiene colmillos de verdad, lo reconozcas o no.

Si se quiere detener que las leyes injustas determinen la vida de la gente... hay que luchar contra ellas y derrotarlas. Hay que movilizar la indignación de aquellos cuya vida resultará arruinada por ello y de todos aquellos a los que se puede ganar para que se tomen partido con ellos. Hay que hacer sonar la alarma, sacudir a la gente con toda la impactante verdad, llamarla a las calles, no calmarla con cuentos de hadas ilusorios sobre que “no será tan malo”.

En lo aún más fundamental, si se quiere poner fin a lo que Grimes describe acertadamente como un “sistema jurídico patriarcal, capitalista supremacista blanco”, hay que reconocer que NO fue “construido para servir a los más privilegiados de entre nosotros”, como afirma muy equivocadamente. El “sistema jurídico patriarcal, capitalista supremacista blanco” en el que vivimos se construyó para reflejar y servir al sistema subyacente del capitalismo-imperialismo. Claro, este sistema engendra nichos relativos de privilegio (grandes nichos en un país imperialista como Estados Unidos), pero el sistema sirve a la clase capitalista-imperialista. El capitalismo-imperialismo funciona —y sólo puede funcionar— por medio de la explotación despiadada de cientos de millones de personas en redes globales de maquiladoras y campos y minas y cadenas de suministro por todo el mundo. Este sistema tiene el patriarcado, la supremacía blanca, la destrucción del medio ambiente, las guerras por el imperio y el terror contra los inmigrantes entretejidos en su trama.

Constitution for the New Socialist Republic in North America cover

 

Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte
(Proyecto de texto)

De la autoría de Bob Avakian, y adoptada por el Comité Central del PCR

Descargue y lea el pdf

Si se quiere poner fin a todo eso —y nosotros sí tenemos que ponerle fin—, existe únicamente una manera de hacerlo: Hay que derrocar el sistema por medio de una revolución real que haga nacer un sistema radicalmente diferente con una nueva base económica, una nueva cultura, nuevas relaciones sociales y un sistema legal radicalmente diferente establecido al servicio de ello. Esto es lo que el líder revolucionario y arquitecto del nuevo comunismo, Bob Avakian, ha desarrollado una estrategia para hacerlo realidad. También ha forjado un enfoque científico que todos pueden hacer suyo para formar parte de este proceso y hacerlo avanzar, así como una Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte sobre la manera en que lo haríamos diferente y mucho mejor. Y ha identificado la manera en que esta cuestión —de romper las cadenas que atan a las mujeres y toda la opresión basada en el género y la orientación sexual— es una parte clave para impulsar esta revolución hacia adelante. Todo el que quiera ver esto tiene que explorar su obra y aceptar su dirección. Es notable —y no fortuito— que Bob Avakian también se destaque por haber analizado y advertido durante décadas sobre el peligro del fascismo cristiano que siempre ha estado ligado al asalto al derecho al aborto de las mujeres.

LO QUE SE NECESITA URGENTEMENTE AHORA

A medida que la conmoción por la Prohibición del Aborto en Texas, con su aval de la Corte Suprema y sus recompensas justicieras fascistas, va calando forzosamente en la conciencia de la gente de todo Estados Unidos, es necesario hacer profundizar la alarma que empieza a extenderse. Sin una histeria vacía, sino con una comprensión científica de toda la profundidad y el rumbo de lo que estamos enfrentando y de lo que está en juego negativamente si “jugamos a lo seguro” o simplemente operamos dentro del terreno cada vez más reducido que queda (por ahora) para ayudar a unas pocas mujeres, y en su lugar actuar con una comprensión firme de lo que está en juego positivamente si nos atrevemos a luchar en su contra y por el futuro que queremos.

Frente a esto, lo que defienden personas como Grimes es claudicar ante un futuro en el que el aborto esté prohibido en grandes extensiones de Estados Unidos y, como mínimo, sea objeto de ataques en los demás lugares.

Para profundizar e impulsar el necesario despertar, se necesitan urgentemente dos cosas:

Hay que convocar a la indignación de millones de personas y movilizarla para DETENER este asalto al derecho al aborto y todo lo que concentra. Hay que trazar una línea. Los artistas, los académicos, los escritores, los médicos y todos los que tengan una plataforma pública deberían utilizarla no sólo para denunciar este asalto a la vida de la mitad de la humanidad, sino para llamar a la gente a salir a las calles para hacer “buenos problemas”. Todos los que recuerdan los nefandos días previos a Roe deberían estar hablando y advirtiendo de lo que eso significó. Los estudiantes, alumnos y jóvenes tienen que estar tomándose las calles, junto con otras personas de todas las edades, negándose implacablemente (no sólo una vez, simbólicamente) a que esto se lleve a cabo.

Al mismo tiempo, y de aún más importancia, las personas de todos los ámbitos de la vida las que esta situación y otros choques que están brotando por toda la sociedad están sacudiendo, tienen que explorar seriamente por qué es necesaria una revolución, qué supone esta revolución y qué tipo de sociedad se propone. Miles de personas ahora, y millones de personas pronto, tienen que levantar la vista y organizarse activamente en la revolución que se necesita, y que es inminentemente posible, especialmente a medida que la sociedad se está desgarrando cada vez más, para llevar a la humanidad a una época mucho mejor, a un mundo que de veras esté libre de la supremacía blanca, el patriarcado y la explotación de todo tipo.

 


1. Hace poco, la legislatura de Texas ratificó un proyecto de ley precisamente para hacer esto y ahora está a la espera de la firma del gobernador para que se convierta en ley. [volver]

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