[A]unque ciertamente existe un deseo legítimo y positivo por parte de las personas en todas partes de ir más allá del flagelo de este virus, teniendo en cuenta cuál es la situación real para las masas de la humanidad bajo la dominación “normal” de este sistema, nadie debería desear que las cosas volvieran a la “normalidad” dictada por el sistema capitalista imperialista.
— Bob Avakian, de La asesina ilusión de la “normalidad” y el camino revolucionario hacia adelante
Estas son algunas reflexiones iniciales sobre el impacto de la pandemia de la Covid-19 sobre la economía mundial imperialista y la gente del mundo. Estas reflexiones se ofrecen para contribuir a comprender esta situación sin precedentes y el potencial de trastornos radicales. Saldrán otras reflexiones.
Primera parte
1) Un punto de comprensión y orientación básica. La Covid-19 es un fenómeno biológico natural. Es un virus altamente transmisible y letal. Pero la manera en que se ha desenvuelto esta crisis de salud y la forma en que se le ha respondido... pues, todo eso está muy estrechamente relacionado con el sistema en el que vivimos, y se caracteriza por dicho sistema. Ese sistema es el capitalismo-imperialismo.
La humanidad se enfrenta a una crisis de salud global a una escala sin paralelo desde la pandemia de gripe de 1918. Esa pandemia infectó a un tercio de la población mundial y causó 50 millones de muertes. La Covid-19 (coronavirus) se detectó por primera vez en China en diciembre de 2019, y rápidamente se convirtió en una crisis de salud global. En todo el mundo, ahora hay casi 14 millones de casos confirmados y más de 590.000 muertes (conocidas).
Aún no existe una vacuna para el coronavirus, no hay tratamientos terapéuticos eficaces. No está claro cuánto tiempo (ahora se calcula en años) la humanidad se enfrentará al coronavirus y sus consecuencias. Esta enfermedad está ocurriendo en un sistema económico global —el capitalismo-imperialismo— y la humanidad está fuertemente subordinada a dicho sistema.
Este sistema es la mayor barrera a la posibilidad de hacer frente a esta crisis en correspondencia con los intereses de miles de millones de personas en este planeta. ¿Por qué?
El capitalismo se organiza en torno a la propiedad privada de medios de producción altamente desarrollados y socializados: las fábricas y equipos, las materias primas y tecnología, el transporte y comunicaciones, junto con inmensas redes de distribución. Este sistema tiene una dinámica interna. La competencia impele a los capitalistas a producir ganancias y más ganancias sobre la base de la explotación de trabajadores que no poseen o controlan esos medios de producción.
La competencia impele a los capitales individuales a abaratar los costos y expandir la producción para poder obtener participaciones en el mercado y vencer a los rivales... o salir derrotados. En las telecomunicaciones, Nokia, Apple, Samsung y Huawei se batallan entre sí por los mercados, por las patentes y por la eficiencia de costos en la producción (lo que incluye el trabajo infantil en las minas de El Congo).
Este es un sistema en el que las ganancias rigen, configura y distorsionan las prioridades y decisiones de inversión en todos los sectores de la economía.
Considere estos dos hechos en relación con la prevención y el tratamiento de enfermedades bajo el capitalismo:
- A fines de la década de 1990, 39 de las compañías farmacéuticas más grandes del mundo demandaron al gobierno sudafricano para mantener los medicamentos genéricos asequibles contra el VIH fuera del alcance de las personas afectadas por la enfermedad. Los tratamientos antivirales contra el VIH tardaron años en finalmente llegar a África. ¡Eso es asesinato!
- Ya en 2016, importantes compañías farmacéuticas “optaron por no” desarrollar una vacuna contra el parásito de la malaria que cada año mataba a cientos de miles de niños en los países pobres, especialmente en África. ¿Por qué? Bueno, como se afirma descaradamente en las páginas de negocios del New York Times, “no se puede ganar dinero con una vacuna para niños pobres que no podrían tener posibilidades de pagar la inoculación”*.
No existe planificación económica-ecológica integral y consciente
Bajo este sistema, los recursos y capacidades de la sociedad humana no se utilizan para el beneficio y la mejora de la humanidad mundial. NO existe una planificación económica-ecológica integral y consciente. Por un lado, la economía imperialista-capitalista de hoy día es altamente interdependiente: la GM necesita aluminio y máquinas herramientas, trabajadores capacitados y gente para comprar sus autos. Pero en una economía de propiedad y control privados, de capitales que se compiten entre sí, cada uno con el objetivo de maximizar sus ganancias, esos requisitos se cumplen mediante la compra y venta en el mercado. “Con posterioridad” se descubrirá si las inversiones “rinden”.
Enormes bloques de capital dominan la economía estadounidense en su conjunto, e interactúan entre sí fundamentalmente como rivales. El estado imperialista de Estados Unidos salvaguarda los intereses estratégicos de la clase dominante capitalista (aunque sectores de la clase dominante luchan sobre la manera en que esos intereses deberían satisfacerse o podrían estar cambiando).
Así que, por todas estas razones y otras, bajo este sistema NO es posible satisfacer las grandes necesidades de la humanidad y organizar racionalmente la producción y asignar recursos para satisfacer las necesidades sociales básicas, como alimentos, vivienda y salud, y poner bases para una nutrida vida intelectual y cultural. Eso no es lo que ocurre... y no puede ocurrir. Pero ¡es posible! Al hacer una revolución para derrocar este sistema y al reemplazarlo por el socialismo en transición hacia el comunismo como se establece en la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, de la autoría de Bob Avakian.
En una economía de rápidos cambios en los mercados, en las oportunidades de sacar ganancias y en la competencia de altas apuestas, los horizontes de los capitales individuales son de corto plazo. Tesla, Dell, Microsoft y otras empresas no se preocupan por los impactos ambientales largoplacistas surgidos de la extracción de cobalto para baterías de litio (sin mencionar el costo humano). Una vez más, al nivel de toda la sociedad (y mundo), no existe planificación anticipada, para poder anticipar y prepararse para desastres naturales y sanitarios, al mayor grado posible dado el conocimiento y la capacidad de pronósticos que existen, ni para prepararse para emergencias climáticas (como huracanes y el aumento del nivel del mar a largo plazo); para enfermedades y emergencias sanitarias; y para otros retos de corto y largo plazo.
Así que antes de la pandemia de la Covid-19, había una falta criminal de preparación: poca financiación y poca investigación y desarrollo de tratamientos para los tipos de enfermedades que se transmiten de animales a seres humanos los que han aparecido más recientemente y con mayor frecuencia en todo el mundo... el fracaso abismal en la producción y almacenamiento de equipos y suministros médicos protectores... y ahora la respuesta dispersa y fragmentada a esta crisis... todo lo que se exacerba por un lunático fascista anti-ciencia que está al mando del estado imperialista de Estados Unidos.
Una pandemia que ocurre en un sistema dividido en países opresores y oprimidos
Se trata de un sistema en el que un puñado de países capitalistas poderosos como Estados Unidos, China**, Japón, Rusia y Alemania dominan y saquean a los países pobres del “sur global”. A medida que la emergencia sanitaria del coronavirus se desenvolvía y se agravaba, estas potencias imperialistas se estaban compitiendo entre sí por suministros científicos y médicos, y estaban “ofreciendo más” (pagando un precio más alto) por máscaras, batas, guantes y respiradores. En algunas ciudades de Brasil, los suministros de reactivos químicos para la prueba del virus fueron efectivamente secuestrados hacia Estados Unidos.
Al principio de la crisis, Trump invocó la Ley de Producción de Defensa para restringir las exportaciones estadounidenses de suministros médicos clave, lo que deja a muchos países pobres en una lucha por equipos para contener el virus y proteger a los trabajadores de la salud. El 1º de julio, el Departamento de Salud y Servicios Humanos anunció que había comprado prácticamente todas las existencias mundiales de remdesivir para tres meses, un medicamento que ha reducido los tiempos de recuperación del virus.
A menudo se observa en los grandes medios de comunicación que los sistemas e infraestructura sanitarios de los países pobres de África, Asia y América Latina (el llamado “sur global”) son “frágiles” en estos tiempos de pandemia. Eso es un eufemismo cruel y egoísta para los sistemas de salud truncados y diezmados por el imperialismo.
¡En 2019, 64 países, casi la mitad de ellos en África, erogaron más en pagar su deuda externa a las instituciones de crédito imperialistas que en salud! Estos países han tenido que recortar los presupuestos de salud, la capacitación en salud y la investigación en salud a lo largo de los años como condición para recibir más préstamos de los países imperialistas. Estos préstamos refuerzan y sirven a toda una estructura de dominación imperialista: producción orientada a la exportación, extracción de materias primas y otras formas en que estos países están subordinados para servir a las necesidades del imperialismo. Y con las economías de las naciones pobres que ahora experimentan fuertes caídas económicas, y cuando se necesitan miles de millones de dólares adicionales para hacer frente a esta crisis de salud, el pago de la deuda se convertirá en una carga aún mayor sobre estos países (vea Raymond Lotta, “De apretón de clavijas a apretón de muerte...”).
El imperialismo deforma al mundo
Recordemos que una pandemia es un fenómeno mundial (“pan” significa “en todas partes”). Y en este caso nos encontramos en la pandemia... y el desarrollo de una vacuna que podría prevenir eficazmente la enfermedad es en sí objeto de una intensa rivalidad entre las empresas gigantes farmacéuticas y los estados nacional-imperialistas que las respaldan, especialmente Estados Unidos y China. Según la lógica perversa del capital, “llegar primero” generará enormes ganancias para las empresas que lo hacen (“protegidas” por los llamados derechos de propiedad intelectual). Y “llegar primero” hará devengar un enorme apalancamiento y control a favor de las potencias imperialistas que lo hacen.
Trump ha bautizado la campaña de desarrollo de vacunas de Estados Unidos “Operación Warp Speed” [velocidad que se deforma con el tiempo]. En realidad, los dictados de las ganancias y las maniobras imperialistas “deforman” el desarrollo, la aplicación y el uso de manera sana de la tecnología y el conocimiento científico. ¿Una vacuna para “Estados Unidos Ante Todo”? Que se joda eso... ¡el mundo entero ante todo!
Volviendo al punto básico de entendimiento: esta pandemia es un fenómeno biológico natural, pero la forma en que se ha desenvuelto y la manera en que se está abordando están inextricablemente y horriblemente vinculadas con el sistema bajo el que vivimos: el capitalismo-imperialismo.
2. El mundo está experimentando tanto la pandemia más grande como la contracción económica más grande en 100 años. El detonador inmediato de la crisis económica fue el coronavirus: las interrupciones en la producción y los trastornos en el comercio mundial. Pero el carácter y dinámicas subyacentes de la crisis económica en curso la que está cobrando un enorme saldo contra la vida y el bienestar de miles de millones de personas a lo largo de este planeta... es el sistema basado en las ganancias del capitalismo-imperialismo.
La economía capitalista mundial ya enfrentaba un crecimiento económico débil y una acumulación masiva y desestabilizadora de la deuda antes de la pandemia. La pandemia y las medidas de las grandes potencias imperialistas para contener esta crisis, entre ellas rescates de corporaciones e inyecciones de fondos en el sistema financiero, podrían desestabilizar aún más las cosas.
La rivalidad económica y geopolítica entre el imperialismo estadounidense y el imperialismo chino se estaba intensificando antes de la pandemia, trastornando los flujos mundiales de comercio e inversión. Esta rivalidad se ha agudizado por medio de la pandemia.
Cadenas de suministro imperialistas... “shock” de suministro... y el inicio de la crisis
Comencemos con las cadenas de suministro imperialistas, porque esta crisis se inició en la forma de lo que se llama un “shock de suministro”. La economía capitalista mundial se ha vuelto más globalizada en las últimas décadas.
La mayoría de los productos, ya sean automóviles, aparatos electrónicos, motores de aeronaves o productos farmacéuticos, se producen por medio de una inmensa división global de trabajo en la que diferentes unidades de producción forman parte de un complejo proceso de producción. Las materias primas que se integran en un computador se extraen en África; el montaje puede continuar en China. Target, H&M y Walmart subcontratan a empresas en Bangla Desh para producir camisetas, vestidos y pantalón de mezclilla, en maquiladoras infernales que emplean principalmente a mujeres.
El producto físico se transita por diferentes enlaces y cruza múltiples fronteras en las cadenas de suministro globales. Y en cada fase de producción y transporte, las ganancias se desvían y se concentran hacia el exterior y hacia arriba a los grandes bancos y corporaciones transnacionales, con sede en los países imperialistas, que organizan y controlan estas cadenas de suministro, y a los gobiernos imperialistas. Presionan a múltiples proveedores para que se compitan entre sí para mantener los contratos reduciendo costos, explotando más salvajemente a su fuerza laboral.
En marzo del presente, el coronavirus se estaba propagando por medio de las cadenas de suministro mundiales. Infectaba a los trabajadores y causaba interrupciones en la producción. Las primeras señales fueron el cierre de plantas en China y en partes de Asia. Estaban disminuyendo las existencias de componentes que se integran en la producción en diferentes partes del mundo provenientes de estas cadenas de suministro. China cerró gran parte de su economía. A medida que el virus se propagaba a Europa y Estados Unidos, se tomaron medidas para contener la propagación: restricciones a los viajes, cierres de tiendas, refugiarse en el hogar y cuarentenas. Las órdenes de compra a los proveedores en los países pobres fueron cancelados, lo que resultó en despidos masivos.
Esto condujo con relativa rapidez a un “shock” en la economía capitalista mundial: las empresas recortaron inversiones al enfrentar una demanda decreciente; interrupciones en el suministro; e inciertas perspectivas futuras de ingresos. Despidos masivos siguieron; los bancos dejaron de prestar; sectores clave en los países imperialistas, como la industria de aviación, presenciaron la evaporación total de ingresos; se asomaban quiebras; y muchas pequeñas empresas se cerraron de manera permanente. En los países oprimidos, la actividad económica se paró en seco, se cerraron puertos, se clausuraron fábricas, se cancelaron vuelos y se desocuparon centros turísticos. Como se mencionó anteriormente, los gobiernos de los países dependientes son responsables por miles de millones de dólares en pagos de la deuda.
Algunas medidas de la crisis
Un brazo financiero del Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que muchas de las economías del mundo quizá se hayan contraído en los primeros tres meses de 2020 entre el 25 y el 40 por ciento (a una tasa anual). Según las proyecciones de Perspectivas económicas mundiales del FMI [Fondo Monetario Internacional] de junio de 2020, se espera que el crecimiento en los países capitalistas desarrollados caiga en un 8 por ciento en 2020. En la India, se proyecta que la economía se contraiga en un 4,5 por ciento; se espera que México y Brasil se contraigan en un 10,5 y un 9,1 por ciento, respectivamente. Se espera que el comercio mundial disminuya en un 11,9 por ciento en 2020.
¿Por qué es importante examinar los citados datos, y por qué eso debería importarnos? Porque revela el grave desplome de la actividad económica. Y exactamente por eso, cuando las masas de personas están perdiendo fuentes de ingresos y teniendo que batallar para sobrevivir, sometidas a condiciones sociales y económicas aún más duras, presagia un sufrimiento y empobrecimiento aún peor.
- La Organización Internacional del Trabajo (OIT) informó a fines de junio que la disminución de la actividad económica probablemente haya resultado en una caída del 14 por ciento en las horas de trabajo globales al abril-junio de 2020, el equivalente a 400 millones de empleos a tiempo completo. En Estados Unidos, los empleadores pusieron en la calle o despidieron de 30 a 40 millones de trabajadores. El impacto en el mercado laboral ha sido especialmente agudo para los trabajadores poco calificados que no tienen la opción de trabajar desde casa.
- De los aproximadamente dos mil millones de trabajadores llamados “empleados informalmente”, los que son trabajadores principalmente en los países oprimidos que carecen de horas de trabajo regulares y salarios fijos, y con pocas o sin protecciones y beneficios de seguridad, alrededor del 80 por ciento (1.6 mil millones) de ellos están sufriendo daños masivos a su capacidad de ganarse la vida.
- Este mismo informe de la OIT destaca el efecto desproporcionado de la pandemia en las mujeres. A nivel mundial, el 40 por ciento de todas las mujeres empleadas trabajan en los cuatro sectores más afectados por el coronavirus, en comparación con el 36,6 por ciento de los hombres. El hecho de que las mujeres también estén altamente concentradas en los sectores del trabajo doméstico, la salud y la atención social las ha puesto en mayor riesgo de infección y transmisión del virus y de perder ingresos. Al mismo tiempo, la distribución del trabajo de cuidado de niños se ha vuelto más desigual durante la pandemia, agravada por el cierre de escuelas y servicios de cuidado.
- Antes de la pandemia, 820 millones de personas ya padecían “inseguridad alimentaria crónica”. Pero ahora con los ingresos y la capacidad de migrar gravemente afectados, esta cifra aumentará enormemente. La Organización de las Naciones Unidas advirtió que se estima que 265 millones de personas podrían enfrentar una inseguridad alimentaria aguda (hambre extrema y muerte por hambre) para fines de 2020, en comparación con 135 millones antes de la crisis.
El funcionamiento “normal” de este sistema es intolerable para la humanidad mundial. Esta contracción intensificará y multiplicará los horrores.
La rentabilidad, el estímulo y el parasitismo en los países imperialistas
Con el colapso de la producción y la inversión en marzo, el mercado de valores se tambaleó y los mercados financieros se congelaron. El Banco de la Reserva Federal (el banco central de Estados Unidos que influye en los flujos de dinero y la política financiera, como las tasas de interés) intervino con una inyección masiva de fondos. Esto fue por una suma de $3 millones de millones para impedir un colapso financiero mayor que lo que sucedió en 2008-2009. Efectivamente hizo bajar las tasas de interés a cero para estimular los préstamos corporativos. Compró todo tipo de deuda, cuyo resultado es que millones de millones de dólares fueron canalizados hacia los inversionistas financieros.
En los cuatro meses transcurridos desde ese entonces, el mercado de valores ha alcanzado nuevas alturas. Ha habido una especie de desacoplamiento entre el mercado de valores y la economía subyacente, de la base globalizada de producción sobre la que fundamentalmente descansa y de la que finalmente no puede zafarse (algo a tratarse en otra ocasión). Pero existe esta relativa desconexión: la inmensa acumulación de riqueza financiera en los mercados de acciones y bonos por una capa de inversionistas, basada en todo tipo de especulaciones, mientras la economía subyacente está en crisis, y miles de millones de personas sufren en todo el planeta.
Se trata de un reflejo, y una mayor intensificación, de la situación previa a la pandemia. Como han señalado varios comentaristas, la economía de Estados Unidos había estado en una burbuja impulsada por el crédito durante los diez años transcurridos desde la Gran Recesión de 2008-2009. Estados Unidos y otras economías capitalistas, pero Estados Unidos en particular, han experimentado un bajo crecimiento de las inversiones en la producción y un aumento de la deuda. La rentabilidad, el rendimiento de las inversiones, se ha encogido en los sectores productivos de la economía estadounidense, y esto ha limitado la inversión.
La economía mundial había venido creciendo a tasas más lentas a lo largo de los últimos años. En 2019, el crecimiento global fue el más bajo desde la recesión mundial de 2008-2009. Y en este entorno de bajo crecimiento, ha aumentado la competencia por los mercados, por ventajas tecnológicas y por el control de las cadenas de suministro. La deuda corporativa ya estaba a niveles altos. Ahora, a cuatro meses del inicio de la pandemia y crisis económica, las declaraciones de quiebra corporativa están en su punto más alto desde 2009.
Estas son condiciones financieras y económicas volátiles que podrían conducir a un “choque financiero” y a una crisis que podría socavar la estabilidad del dólar, la principal divisa de la economía mundial.
Escalada de la rivalidad entre Estados Unidos y China
Estas condiciones también son parte de los antecedentes de la creciente rivalidad imperial entre Estados Unidos y China, en los ámbitos económico y militar. La economía de China se ha repuntado ligeramente desde el bajo punto de producción cuando se produjo la pandemia. Se espera que China crezca en un por ciento este año. Dada la esperada disminución del crecimiento en Estados Unidos, eso significa que la brecha entre las economías de Estados Unidos y China se encogerá a favor de China, aunque Estados Unidos siga siendo la potencia económica dominante en el mundo. Las tensiones entre Estados Unidos y China se han intensificado a lo largo de la pandemia: sobre el comercio y el acceso a los mercados, en torno a las nuevas tecnologías de telecomunicaciones y sobre el papel de la Organización Mundial de la Salud en contribuir con la investigación y análisis para resolver la crisis. Y tanto China como Estados Unidos han reforzado sus capacidades militares. Se está acelerando el peligro de un conflicto entre estas dos potencias. Escribiré otras cosas al respecto y sus implicaciones para la gente del mundo.
En un mundo altamente interconectado... en un mundo en el que una pandemia está causando un sufrimiento indecible... en un mundo en el que la cooperación internacional no podría ser más importante... imperan los dictados del imperialismo. Es cruel, es irracional, es innecesario.
*Lifting the Patent Barrier to New Drugs and Energy Sources [Levantando la barrera a las patentes para nuevos medicamentos y fuentes de energía], New York Times, 12 de abril de 2016. [volver]
**La propia República Popular China se autodenomina “socialista”. Pero es una sociedad completamente capitalista, organizada en torno a las ganancias y basada en la explotación. China exporta capital a todo el mundo y ha forjado una red global de explotación e influencia que desafía y contiende con Estados Unidos y otras potencias imperialistas. En 1949, una revolución auténtica dirigida por el revolucionario comunista Mao Zedong llegó al poder. Se creó una sociedad socialista y cientos de millones de personas asumieron la causa de construir una sociedad libre de explotación y opresión. Pero surgió una nueva clase capitalista al interior de las estructuras del Partido Comunista y del estado socialista. Mao emprendió la Revolución Cultural de 1966-1976 para hacer profundizar la revolución e impedir la restauración capitalista. Pero en 1976, esta nueva clase capitalista tomó el poder. China ha evolucionado y llegado a ser una potencia imperialista hoy. [volver]