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El texto de un corto:

Los Cinco Altos: por qué no es posible reformar este sistema
Únicamente una revolución real puede efectuar el cambio fundamental que se necesita

del POR QUÉ NOS HACE FALTA UNA REVOLUCIÓN REAL Y
COMO CONCRETAMENTE PODEMOS HACER LA REVOLUCIÓN

Un discurso de Bob Avakian

En 2012, en ¡REVOLUCIÓN, Y NADA MENOS!, hablé del escandaloso asesinato de Ramarley Graham ese mismo año — acribillado en su propio hogar en El Bronx por la policía de Nueva York. Tenía 18 años nada más. ¡¿Tengo que decirles de qué “raza” era?! Su mamá no paraba de decir: “¡Esto tiene que PARAR!”. Y su padre repetía una y otra vez, “¡¿POR QUÉ mataron a mi hijo?! ¡¿POR QUÉ mataron a mi hijo?!”. Luego los policías se juntaron para apoyar a voz en cuello a su colega puerco que mató a Ramarley a sangre fría, burlándose vilmente de la familia y seres queridos de Ramarley, así mostrando una vez más la fea verdad de que, en la manera en que Estados Unidos fue construido, y para los de arriba en este país, la humanidad del pueblo negro nunca ha contado para nada — nunca los han valorado como seres humanos, sino objetos nada más, para ser explotados, oprimidos y reprimidos. Seis años después, tras una cadena continua de asesinatos policiales a sangre fría, yo repetiré lo que dije en ese entonces: ¿Cuántas veces más tiene que ocurrir esto? ¡¿Cuántas veces más tienen que brotar las lágrimas y los llantos de angustia y rabia de los corazones dolidos de las personas?! ¡¿Cuántas veces más, tras otro más de estos escandalosos asesinatos perpetrados por la policía, tenemos que escuchar esas palabras que echan gasolina sobre las llagas que ya nos arden: “homicidio justificado, uso justificado de la fuerza” por la policía?! ¡¿Cuántas veces más?!

Ramarley Graham... Nicholas Heyward, Jr.... Tamir Rice... Eric Garner... Darius Pinex... Oscar Grant... Manuel Díaz... Joel Acevedo... Laquan McDonald... Aiyana Stanley-Jones... Sandra Bland... Jack Sun... Renee Davis... Michael Brown... Freddie Gray… Maurice Granton Jr.... Harith Augustus... la lista sigue… y sigue… y sigue — de miles y miles, especialmente negros y latinos, e indígenas.

¡Si esto fuera lo único que este sistema tiene de malo, sería más que suficiente motivo para barrerlo de la faz de la Tierra!

Pero esto es sólo una parte de los ultrajes intolerables que este sistema perpetra sin parar, los que causan tanto sufrimiento innecesario para las masas de la humanidad. Así que, volvamos a “por qué” — y qué se requerirá para poner fin, de verdad, a todos los ultrajes.

¿Por qué los negros, latinos e indígenas están sometidos a la persecución genocida, la encarcelación en masa, la brutalidad y asesinato policial?

¿Por qué hay degradación patriarcal, deshumanización y subyugación de todas las mujeres en todas partes, y opresión a base de la orientación sexual o de género?

¿Por qué hay guerras de imperio, ejércitos de ocupación y crímenes contra la humanidad?

¿Por qué satanizan, criminalizan y deportan a los inmigrantes, y militarizan la frontera?

¿Por qué están destruyendo el medio ambiente de nuestro planeta?

Estos son los que llamamos los “5 ALTOS” — contradicciones profundas y determinantes de este sistema, con todo el sufrimiento y destrucción que provocan, contra los cuales habremos de protestar y oponernos de manera poderosa, con una verdadera determinación de ponerles fin, pero que sólo se eliminarán por fin acabando con este propio sistema.

¿Por qué, con todo esto, vivimos en un mundo donde sectores grandes de la humanidad viven en una pobreza extrema, en que 2.3 miles de millones de personas carecen hasta de inodoros rudimentarios o letrinas y enormes números padecen enfermedades prevenibles, en que millones de niños mueren cada año de estas enfermedades y de inanición, mientras obligan a 150 millones de niños en el mundo a dedicarse al trabajo infantil despiadadamente explotado, y toda la economía mundial se apoya en una vasta red de maquiladoras que emplean grandes números de mujeres que están sometidas de rutina al acoso y agresión sexual, un mundo en que 65 millones de refugiados han sido desplazados por guerras, pobreza, persecución y los efectos del calentamiento global?

¿Por qué es así el estado de la humanidad?

Hay una razón fundamental: la naturaleza básica del sistema del capitalismo-imperialismo bajo el cual vivimos y la manera, por su propia naturaleza, en que continuamente perpetra un horror tras otro. Y, en términos fundamentales, tenemos dos opciones: o vivir con todo eso —y condenar a las generaciones futuras a lo mismo, o a cosas peores, si es que siquiera tengan un futuro— o¡hacer la revolución!

Pero, ¿qué es la base científica para decir que este sistema es la fuente de todo esto, que está entretejido en la estructura misma de este sistema y por eso es imposible eliminar estos ultrajes reformando este sistema, y que más bien hay que derrocarlo? Volvamos a esos “5 ALTOS”.

La opresión del pueblo negro y de otra gente de color

Este sistema en Estados Unidos fue fundado en el genocidio y la esclavitud. Desde el principio, trataron a los afroamericanos y los indígenas como “parías”, una casta de personas menos que humanas que no merecían los mismos derechos y oportunidades como los europeos que colonizaron el territorio. Se vertió supremacía blanca en los cimientos y en todas las instituciones de Estados Unidos. La unificación de “Estados Unidos” se logró por medio de una “componenda”, redactada en la Constitución fundadora, que institucionalizó la esclavitud; y durante generaciones el trabajo de los esclavos producía una gran parte de la riqueza de Estados Unidos. Como dije en Lo BAsico 1:1: “Sin la esclavitud, Estados Unidos no existiría tal como lo conocemos hoy. Eso es una verdad simple y básica”. Y luego, cuando ya no era posible contener los conflictos los que en cierta medida esa “componenda” fundadora había mantenido bajo control, estalló la Guerra Civil entre los estados sureños esclavistas y los estados norteños que cada vez más se basaban en la explotación del trabajo asalariado por los capitalistas. Pero, poco después del fin de esa Guerra Civil, se fraguó otra “componenda”, que fue una continuación de la “componenda” original bajo las nuevas condiciones: El país fue reconstruido a base de reafirmar y reforzar la supremacía blanca — subyugando y aterrorizando a las masas del pueblo negro, aún en su inmensa mayoría en el Sur, en la condición de “ciudadanos de segunda clase”, explotados en condiciones muy parecidas a la esclavitud (y a veces todavía literalmente esclavos) por los dueños blancos de plantaciones y dueños de otras propiedades, y se seguía robando tierras y el sustento a los indígenas por medio de la conquista armada y el diezmo de masacres, encierro en reservas y el genocidio cultural, que han resultado en la pobreza, la opresión y la represión las que se sigue infligiendo a los indígenas a la fecha.

Bajo la esclavitud, eran las patrullas y milicias armadas, organizadas por los amos de esclavos, las que cazaban a los esclavos que se rebelaban, o simplemente trataban de escapar, y aterrorizaban a las masas de negros en conjunto. Después de la esclavitud, bajo la segregación Jim Crow, fue el Ku Klux Klan, junto con los sherifatos locales, los que en gran medida desempeñaban este papel. Hoy, en las condiciones en que se encuentran las masas negras en los ghettos de las comunidades urbanas marginadas, el papel que en el pasado desempeñaron las patrullas de cazadores de esclavos y luego el Ku Klux Klan y los sherifatos locales, ahora lo hacen las fuerzas policiales urbanas fuertemente armadas. Esto es una gran parte del papel general de la policía — lo que, como dije en Lo BAsico 1:24:

“...no es de servir y proteger a la gente, es para servir y proteger el sistema que gobierna sobre la gente. De reforzar las relaciones de explotación y opresión, las condiciones de pobreza, miseria y degradación que el sistema ha impuesto sobre la gente y está determinado a mantenerla allí. La ley y el orden que representa la policía con toda su brutalidad y asesinato es la ley y el orden que refuerza toda esta opresión y locura”.

En los días de la esclavitud, y luego la segregación Jim Crow tras la Guerra Civil, los opresores salvajemente explotaban y aterrorizaban a los negros, asesinando brutalmente a los que consideraron una amenaza, o que “no se quedaban en su lugar”, pero no mataban ni encarcelaban a una enorme parte de la población negra, porque necesitaban de su trabajo como una fuerza vertebral y fuente crucial de ganancias para las plantaciones de algodón y la economía general en el Sur (y en Estados Unidos en su conjunto). Hoy, con la concentración de grandes números de negros en las comunidades urbanas marginadas, y con el traslado de muchas fábricas y otras empresas capitalistas fuera de los centros urbanos, la policía ha matado a miles de negros en las últimas décadas, y desempeñan un papel clave para mantener forzosamente a las masas del pueblo negro en una situación donde, sobre todo los jóvenes a los que el sistema ha robado de todo futuro, miles se están matando unos a otros, y millones están encarcelados o de alguna otra manera están bajo el control del supuesto “sistema de justicia”.

Ya que la supremacía blanca es un elemento tan determinante de Estados Unidos, no son solamente los afroamericanos e indígenas los que están sometidos a la discriminación, degradación y brutalidad, sino la gente de color en general, y ahora esto se aplica en formas muy agudas a los que tienen sus raíces en México, El Salvador y otras partes de Centroamérica y el Caribe, lugares qué están fuertemente atrapados en una red de dominación y explotación por los imperialistas de Estados Unidos, cuyo saqueo de estos países ha obligado a muchos a emigrar al propio Estados Unidos.

La supremacía blanca y el capitalismo han estado totalmente entretejidos y estrechamente “articulados” a lo largo de todo el desarrollo de Estados Unidos, al día de hoy; intentar acabar realmente con la supremacía blanca y al mismo tiempo conservar el sistema del capitalismo, desgarraría todo el tejido del paísLa supremacía blanca y el capitalismo no es posible superar y por fin abolir la primera sin derrocar y por fin abolir el segundo.

La opresión de las mujeres y las relaciones opresivas de género

Aparte de estar completamente entretejida y estrechamente “articulada” la supremacía blanca con el desarrollo del capitalismo en Estados Unidos, la supremacía masculina también está completamente entretejida y estrechamente “articulada” con todo el desarrollo histórico de la división entre explotadores y explotados, opresores y oprimidos, en el mundo entero, incluido el sistema capitalista-imperialista que es dominante en el mundo actual. Hace miles de años, con el desarrollo de sociedades humanas de tal manera que los medios de producción (tierra, animales domesticados, herramientas, etc.) ya no eran el recurso común de la gente sino que se convirtieron en propiedad privada — y la “división del trabajo” resultó en que las mujeres se encargaban de criar a los niños y los hombres dominaban la propiedad de estos medios de producción y deseaban heredar todo esto a sus herederos (masculinos) (y no a los herederos de nadie más) — esto llevó al dominio de la familia patriarcal, en que el hombre tiene el poder sobre su esposa (o esposas) e hijos, y la subordinación de la mujer al hombre en la sociedad en general, con toda la brutalidad y terror, tanto mental como físico, que se han usado para imponer esto y toda la ideología y cultura de la supremacía masculina y la misoginia (que considera a las mujeres como seres despreciados, menores, cuyo propósito esencial es servir al hombre) la que ha racionalizado y reforzado esta desigualdad y opresión. Esta opresión patriarcal también ha estado ligada a la supresión y el castigo a las relaciones entre las personas, incluidas las relaciones íntimas, las que se contraponen y desafían a las relaciones “tradicionales” de género.

Es crucial que se dé una lucha decidida contra esta terrible opresión, en todas sus manifestaciones, pero para por fin abolir y superar todo eso —en la sociedad en conjunto y no en un solo país sino para toda la humanidad— es preciso abolir la propiedad privada de los medios de producción y convertirlos en la propiedad común de la gente en conjunto, y reemplazar la familia patriarcal tradicional con relaciones entre las personas, como las relaciones íntimas, las que se elijan libremente, y que se liberen de todos los vestigios de opresión. Esto, claro, es imposible bajo el capitalismo. Únicamente por medio de la revolución para derrocar este sistema y arrancar de raíz todas las relaciones de explotación y opresión que este sistema encarna, será posible por fin eliminar la división fundamental en la que la mitad de la humanidad está subordinada y dominada por la otra mitad, y toda la brutalidad y agonía que esto conlleva. Por eso, en la nueva sociedad socialista que se creará con el derrocamiento del capitalismo, el objetivo (como lo plantea la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte) debe ser superar: “todas ‘las cadenas de la tradición’ encarnadas en los papeles y divisiones tradicionales de género y en todas las relaciones opresivas correspondientes, en toda esfera de la sociedad, y de facilitar que las mujeres participen y contribuyan, tan plenamente como los hombres, a todo aspecto de la lucha para transformar la sociedad y el mundo con el fin de arrancar de raíz y abolir todas las relaciones de opresión y explotación y emancipar a toda la humanidad”.

Guerras de imperio, ejércitos de ocupación y crímenes contra la humanidad

Es posible encontrar incursiones y otras formas de conflicto violento entre diferentes pueblos desde las sociedades humanas tempranas hace mucho tiempo, pero el surgimiento de sociedades divididas en clases y civilizaciones basadas en la conquista, la esclavitud y otras formas de explotación y opresión, durante milenios ha conducido a guerras que han causado muerte y destrucción a un nivel masivo. Esto ha sido así especialmente a partir del desarrollo en gran escala de la producción e intercambio de mercancías (cosas producidas para el intercambio en vez del uso directo por los que las producen), y el desarrollo de los medios de transporte que posibilitaba el intercambio de mercancías, y la búsqueda activa de mercados para el intercambio, en un territorio grande que se expande cada vez más. Luego, libraban guerras para conquistar mercados y rutas de comercio, así como fuentes de materia prima, y para esclavizar y explotar a pueblos conquistados.

Con el desarrollo del capitalismo durante varios siglos anteriores, la producción y el intercambio de mercancías se han extendido enormemente, y se ha convertido en la forma generalizada en que se lleva a cabo la producción (y el intercambio). (Al pensarlo, todas las cosas o casi todas las cosas que uno utiliza, no son algo que uno fabrica — más bien uno intercambia algo, es decir el dinero, para poder comprar cosas de otra fuente. Y la gente en todo el mundo está haciendo esto en este momento; esto es lo que el capitalismo ha masificado.) Y el capitalismo ha vinculado las cosas más y más estrechamente, bajo su dominación, en un sistema mundial general. Pero este sistema del imperialismo capitalista se caracteriza por divisiones profundas: entre diferentes clases y grupos de personas en cada país; entre un número reducido de países capitalista-imperialistas y los países bajo la dominación de estos imperialistas, especialmente en el tercer mundo (Latinoamérica, África, el Medio Oriente y Asia); y las divisiones entre los países imperialistas mismos, cuya rivalidad se ha centrado, a un grado importante, en su contienda por el control de colonias y de personas a las cuales explotar en el tercer mundo. (Y cuando durante un tiempo en el siglo pasado existían países socialistas, primero en la Unión Soviética y luego también en China, hubo conflicto entre las potencias imperialistas y esos países socialistas, a los cuales los imperialistas trataban de aislar, sofocar y destruir.) Todo eso llevó a dos guerras mundiales en el siglo pasado, en las que se murieron decenas de millones de personas, entre ellas enormes números de civiles. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, las divisiones que caracterizan al mundo, dentro del marco general de la dominación del sistema capitalista-imperialista, han llevado a guerras continuas: guerras en las que las potencias imperialistas han soltado una violencia masiva contra las personas que luchaban para liberarse del imperialismo en los países en el tercer mundo —tales como la guerra de Vietnam, donde Estados Unidos masacró a unos millones de vietnamitas y contaminó una buena parte del suelo de ese país con armas químicas (crímenes de guerra y contra la humanidad que los imperialistas estadounidenses han continuado perpetrando en todas partes del mundo, como hoy en el país mesooriental de Yemen, donde, a causa de los bombardeos y otras acciones de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, con el respaldo, suministro de armas y ayuda de Estados Unidos, un millón de personas, incluidos muchísimos niños, están sufriendo, y muchos están muriendo, de la terrible enfermedad de cólera, y ocho millones de personas, más de una cuarta parte de la población, enfrentan la inanición)— y hay guerras entre diferentes fuerzas opresoras, como las guerras en que las potencias imperialistas se pelean entre sí no directamente sino por medio de “sustitutos”, como la guerra que ha devastado a Siria durante los últimos años, donde Estados Unidos y Rusia han respaldado, armado y ayudado a diferentes facciones. Si bien se ha evitado hasta ahora otra guerra imperialista —la que podría llevar a una destrucción y muerte a una escala masiva, especialmente con los arsenales de armas nucleares en las manos de Estados Unidos, Rusia, China y algunos otros países, y la que incluso podría causar la extinción de la raza humana— siempre que el sistema capitalista-imperialista siga dominando al mundo, y continúen existiendo las profundas divisiones que esto encarna e impone, pues pesa el peligro de una guerra mucho más devastadora que nada que la humanidad haya sufrido anteriormente.

Únicamente mediante el derrocamiento de este sistema, incluido en sus más fuertes centros de poder en los propios países imperialistas —un derrocamiento realizado con el fin de también impedir que estos imperialistas lancen una guerra total de aniquilación— únicamente así podemos avanzar hacia el objetivo de superar las divisiones entre los seres humanos que encarnan la explotación y la opresión y conducen al conflicto violento, y por fin hacer realidad las aspiraciones de tantísimas personas a tener un mundo sin guerra.

La satanización, criminalización y deportaciones de inmigrantes y la militarización de la frontera

Las fronteras de Estados Unidos se establecieron primero mediante la guerra, y se expandieron repetidamente por medio de la conquista armada de territorio, especialmente en guerras contra los pueblos indígenas y una guerra contra México a mediados del siglo 19. Como resultado de esta guerra, Estados Unidos se apoderó de más de la mitad del territorio de México; y combatió con el propósito de expandir la esclavitud así como para agrandar enormemente su territorio. Desde el final del siglo 19, el imperio estadounidense se ha expandido, no solo apoderándose de países (como las Filipinas, Cuba, Puerto Rico y Guam) como colonias o casi colonias, sino también por invasiones y otros medios, instalando a gobernantes dependientes de Estados Unidos y obedientes. Hoy, Estados Unidos tiene fuerzas armadas y agentes de “inteligencia” apostados en más de 100 países del mundo y da apoyo militar y otra ayuda a gobiernos, incluidos regímenes brutalmente opresivos, los que mantiene como parte de su imperio. Y, con la coacción de su poderío militar y económico, el imperialismo estadounidense no sólo sigue dominando políticamente sino explotando y saqueando económicamente a países en todo el tercer mundo. Repito, un blanco especial de todo esto han sido los países latinoamericanos, y en particular México, El Salvador y otras partes de Centroamérica, y el Caribe — que los imperialistas de Estados Unidos consideran arrogantemente su “patio trasero”. Estados Unidos no sólo ha llevado a cabo repetidas invasiones militares y golpes de estado para derrocar gobiernos ahí, y ha respaldado a dictaduras asesinas con sus sanguinarios escuadrones de muerte que aterrorizan al pueblo, sino que ha impuesto “acuerdos” económicos que han desangrado más a estos países e intensificado la miseria de las masas de personas ahí. (Por ejemplo, contrariamente a las mentiras regadas por Donald Trump, el TLCAN [Tratado de Libre Comercio de América del Norte], orquestado bajo la presidencia de Bill Clinton, no ha resultado en que Estados Unidos saliera “jodido”, sino de hecho, en la ruina de muchísimos campesinos en México y el aumento del número de personas desesperadamente pobres ahí, lo que ha sido un factor importante en la expulsión de muchos mexicanos hacia Estados Unidos. Trump sólo quiere empeorar aún más todo esto.)

Por todas estas razones, en combinación con otros factores como el calentamiento global y la crisis acompañante de escasez de agua en muchos países, hoy hay decenas de millones de refugiados en el mundo, obligados a abandonar sus países de origen y a buscar asilo o simplemente una manera de sobrevivir, en Estados Unidos (y en los países capitalistas de Europa). Dado todo esto, en el colmo de la hipocresía y de la crueldad, el gobierno estadounidense, y en particular el régimen de Trump y Pence, hablan del “¡derecho de países de proteger sus fronteras!” —y braman acerca de “construir un muro” para hacerlo— ni hablar de denunciar a las masas de migrantes de un país como México como violadores, narcotraficantes y homicidas, y de promulgar medidas tan atroces como separar hijos, incluso niños muy chiquitos, de sus padres si trataban de entrar en Estados Unidos sin los documentos requeridos, y aunque solicitaran asilo debido a la persecución y la violencia.

En esto, si bien hay que librar una lucha decidida y masiva contra estas acciones inhumanas de Estados Unidos (y de otros gobiernos opresivos), también debe quedar claro que no puede haber ninguna solución, bajo el sistema del capitalismo-imperialismo, a la situación de las masas de migrantes y refugiados. La única solución está en la revolución para derrocar este sistema — una revolución que tiene como objetivo no sólo abolir la opresión, explotación y pobreza y miseria en un país, sino como una meta fundamental abolir todo esto en el mundo entero, y eliminar todas las fronteras y límites que erigen muros entre diferentes partes de la humanidad.

La destrucción del planeta por el capitalismo-imperialismo

El propio hecho de que el calentamiento global es una de las mayores razones por tener, hoy, más refugiados (65 millones) que en ningún otro período desde la Segunda Guerra Mundial, es un fuerte indicador de la severidad de la crisis climática, que se intensifica a un ritmo acelerado. La evidencia científica es contundente. Esta crisis climática representa una amenaza muy real y creciente a la civilización humana; y la actividad humana —en particular la producción y uso del petróleo y otros combustibles fósiles— es una causa importante de esta crisis que se intensifica. El deshielo acelerado de los casquetes polares de Antártida, la destrucción de vastas extensiones de selvas tropicales, la expoliación de otras partes esenciales de la tierra, como los mares, con terribles consecuencias para especies de plantas y animales que también son vitales para la existencia humana — pues todo esto sólo puede continuar, e incluso acelerar más, mientras la sociedad humana siga bajo la dominación del sistema capitalista-imperialista. A pesar de conferencias y acuerdos que dicen lidiar con esta crisis, pero los cuales están bajo la dominación de los países que son los mayores causantes de esta crisis; a pesar de planteamientos, e incluso algunos pasos, para desarrollar fuentes de energía como alternativas a los combustibles fósiles; a pesar de todo esto, la propia naturaleza del sistema capitalista-imperialista dicta que los capitalistas que se compitan entre sí, que controlen miles de millones de dólares de inversiones, y los gobiernos de las grandes potencias mundiales en particular, se vean impelidos a contender entre sí por mercados, mano de obra barata y materia prima, como combustibles fósiles, y por el control de regiones estratégicas del mundo. Esto conduce no sólo a conflictos económicos y políticos, sino a guerras repetidas, que en sí tienen un efecto devastador sobre el medio ambiente. Cabe notar que las fuerzas armadas estadounidenses son el mayor consumidor institucional de petróleo en el mundo.

Lo que empeora aún más la cosa es que este sistema ahora ha llevado al poder a un régimen fascista en Estados Unidos, que está decidido a triturar acuerdos y revocar reglas que establecen protecciones ambientales si bien menores aunque totalmente insuficientes, y a desencadenar fuerzas cuyo efecto sobre el medio ambiente, si se persiste en ellas, de hecho podría conducir a la destrucción de la civilización humana.

Obviamente, solamente contamos con una sola Tierra como un hogar para la humanidad, y únicamente se podría lidiar con esta crisis climática de manera fundamental y en última instancia a escala mundial. Pero se podría dar un primer gran paso, o salto, al arrebatarle el poder al sistema capitalista-imperialista en su baluarte más poderoso, y al convertir esto en una fuente de inspiración y una base de apoyo para la gente del mundo entero, que se levante para derrocar y abolir todos los sistemas y relaciones de explotación, opresión, saqueo y destrucción, del medio ambiente y de los seres humanos, los que sólo pueden seguir existiendo, y floreciendo, por medio de una interacción racional y planificada con el resto de la naturaleza.

De todo esto sobresale muy agudamente que vivimos en un mundo horriblemente desequilibrado — un mundo donde unas pocas docenas de multimillonarios poseen tanta riqueza como la mitad más pobre de la humanidad, y un número reducido de clases dominantes, en un número reducido de países, dominan, oprimen y controlan el destino de las masas de la humanidad, con consecuencias que ya son terribles y pronto podrían ser catastróficas. Y, en todo lo que he venido analizando —respecto al mundo en que vivimos, bajo la dominación del capitalismo-imperialismo— estamos viendo las consecuencias de un sistema basado en la apropiación privada, por centros de capital que se compiten entre sí, de la riqueza que se produce socialmente por medio de redes de producción en que participan inmensos números de personas —miles de millones, en última instancia— por todo el globo, obligadas a trabajar en las relaciones de producción y en las condiciones que los explotan y deshumanizan. No es simplemente la avaricia que impulsa a estos capitalistas a buscar incansablemente maneras para explotar despiadadamente a las personas — es el hecho de que, si no lo hacen, o si otros capitalistas lo hacen con más éxito (es decir, aún más despiadadamente), pues enfrentarán la posibilidad de no solamente quedar atrás sino, de hecho, de desaparecer, consumido por los otros tiburones capitalistas. Es la apropiación privada de la riqueza producida socialmente, y la anarquía —la competencia y contienda febril— que resultan de esto, lo que en última instancia subyace e impulsa a todos los horrores que se concentran en los “5 ALTOS” y las condiciones a las que están sometidas las masas de la humanidad.

La solución es reemplazar a este sistema de apropiación privada por un sistema donde la riqueza producida socialmente también se apropie socialmente (por un gobierno que representa de verdad a las masas de personas, en vez de una clase de explotadores capitalistas), y se use esta riqueza sobre la base de la planificación consciente, al servicio de los intereses y en beneficio de la gente de la sociedad, y, al final, el mundo entero. (Se explica cómo esto se puede hacer en la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte). Esta es la diferencia fundamental entre la sociedad, y el mundo, que tenemos —con el sistema del capitalismo-imperialismo bajo el cual estamos obligados a vivir— y el mundo que podríamos tener. El puente entre estos dos mundos es la revolución, una revolución real. Seamos honestos: Este es un camino difícil. Pero no hay otra manera de por fin acabar con los horrores que este sistema continuamente produce. Y, por difícil que sea, es posible — con tal de que lo emprendamos de la manera correcta, con la visión y enfoque correcto, los objetivos y métodos correctos, la estrategia y plan correcto. Así que, en esto voy a adentrarme en el curso de este discurso

Un corto del discurso:

Los Cinco Altos: por qué no es posible reformar este sistema (en inglés)

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Un corto del discurso:

Los Cinco Altos: por qué no es posible reformar este sistema (en inglés)