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Escalar las alturas y Volar sin una red de seguridad

Parte 12: Ir contra la corriente... y saber cuándo es correcto hacerlo

Nota de la redacción: Estos pasajes son de una charla de Bob Avakian, grabada a finales del año pasado para militantes y partidarios del partido, especialmente la nueva generación. Nos da mucho gusto compartirlos con nuestros lectores. Hemos editado el texto e insertado las notas.

Por último, quiero abordar varias cuestiones, como ir contra la corriente, otra cuestión que a menudo encierra contradicciones muy complejas. En la Revolución Cultural en China, y especialmente en la última gran batalla que Mao dirigió contra los revisionistas que tomaban el camino capitalista, se popularizó la consigna: "Ir contra la corriente es un principio marxista", lo cual es muy cierto. Y, lamentablemente, se puso de relieve cuando tras la muerte de Mao se perdió la última gran batalla y los revisionistas dieron el golpe y restauraron el capitalismo en ese país. Esos acontecimientos pusieron a prueba a los comunistas del mundo entero, sobre todo a los que valoramos mucho la dirección de Mao. De repente tuvimos la necesidad de "ir contra la corriente", de no dejarnos engatusar ni dejarnos llevar por esos revisionistas, que por un tiempo fingieron defender la línea de Mao y continuar por el camino socialista.

En otras charlas he hablado de cómo respondió el periódico The Guardian ante esa situación. Esa publicación era una especie de "ala izquierda" de los revisionistas en Estados Unidos durante el auge de lucha de los 60 y 70. (¿Se han fijado que a veces una moto tiene una especie de carrito al lado? Bueno, The Guardian era más o menos como un carrito al lado izquierdo de la moto revisionista que servía para "recoger" a los que repudiaron al revisionismo descarado del Partido Comunista de Estados Unidos pero sin repudiar cabalmente esa clase de política e ideología). The Guardian saludó con gran alegría el triunfo del revisionismo en China, y cuando nuestro partido no apoyó el golpe revisionista, dijo que estábamos resentidos porque los nuevos líderes chinos nos hicieron un desaire. Pero la verdad de la situación (y la cronología) es totalmente lo contrario.

La verdad es que cuando se dio el golpe, algunas fuerzas se apuraron a abrazarlo, y a ellas las invitaron a China, les sacaron la foto con los revisionistas y publicaron sus saludos al nuevo gobierno. En cambio, nosotros captamos que se trataba de un acontecimiento monumental y que era necesario emprender estudio y un profundo debate en todo el partido acerca de lo que pasaba en China, lo que representaban las dos partes, digo, los que triunfaron y tomaron control del gobierno y los que aplastaron, los que tildaron de "la banda de los cuatro y sus seguidores", y las implicaciones para las masas de China y el mundo entero. Y fue precisamente por eso, porque no corrimos a abrazar el golpe, que a los nuevos gobernantes no les caíamos nada bien.

El golpe en China

Cuando se dio el golpe, en general los líderes de nuestro partido opinamos que fue muy malo, que representó el triunfo de los revisionistas y la derrota de los revolucionarios en la dirección del partido chino y llevaría a la derrota de la revolución, la destrucción del socialismo y la restauración del capitalismo. Pero un poco más adelante, cuando quedó claro que los revisionistas consolidaban el poder, que la derrota de "la banda de los cuatro y sus seguidores" era definitiva, un grupo de nuestros líderes empezó a manifestar apoyo por los que triunfaron. (Más tarde les pusimos el nombre de "mencheviques" porque su punto de vista, posición y métodos se parecían a los de los mencheviques rusos, un grupo que se opuso a la revolución socialista dirigida por Lenin y los bolcheviques).

Los mencheviques de nuestro partido tomaron esa posición esencialmente por dos razones: primero, adoptaron el clásico método pragmático propio de la burguesía estadounidense; en el fondo su lógica era: bueno como ganaron, seguramente tienen razón, y como "la banda de los cuatro" perdió, debe de estar equivocada. Y segundo, al verse más y más claramente que los revisionistas en el poder echaban por la borda y atacaban la línea y las medidas revolucionarias que se instituyeron con la dirección de Mao para construir el socialismo y ponían en su lugar medidas y métodos capitalistas como estimular la inversión de capital extranjero y todo lo que eso implica, a los mencheviques les gustó porque les pareció más "práctico". (Reconocieron que Deng Xiaoping, el líder de los revisionistas, era un alma gemela, pues dijo que en el desarrollo de la economía daba igual emplear medios socialistas o capitalistas; no importa que el gato sea blanco o negro con tal de que mate ratones). Así que estalló una gran lucha en nuestro partido, concentrada en la dirección, que a la larga llevó a la derrota de la línea menchevique/revisionista y a que el partido declarara su oposición al golpe revisionista y la restauración del capitalismo en China.

Como dije, los líderes que opinamos que "la derrota contundente de la banda de los cuatro y sus seguidores" no era ni más ni menos que un golpe revisionista, reconocimos que era un acontecimiento monumental y que era necesario iniciar un profundo proceso de investigación, estudio y debate en todos los niveles del partido. Y como parte del proceso, mandamos una delegación a China poco después del golpe. Pero nuestra orientación no les cayó nada bien a los revisionistas porque encomendamos a la delegación investigar y aprender, sin tomar posición ni en pro ni en contra. No debía ni apoyar ni oponerse, precisamente porque nuestro partido todavía no resolvía el problema, y la delegación debía aportar al proceso que nos permitiría sacar conclusiones y tomar una posición. Y hay mucho que aprender de los principios y métodos del camarada que encabezó la delegación, de cómo manejó el viaje y las conversaciones con los funcionarios del gobierno chino.

El camarada nos contó que los líderes chinos los llevaron a varios lugares y destacaron la estabilidad y que todo mundo los seguía y apoyaba sus medidas. En la cena de despedida, uno de los integrantes del Comité Central del Partido Comunista se puso de pie y le preguntó al camarada: "Bueno, ustedes han recorrido muchos lugares del país. La prensa extranjera dice que hay mucho tumulto, agitación social y levantamientos, y que no hay estabilidad. Usted, ¿qué opina?". Y el líder de nuestra delegación contestó: "En todos los lugares adonde nos han llevado, parece que reina la estabilidad". Cuando más lo reflexionen, se darán cuenta que fue una respuesta magistral, sobre todo dada la tarea de la delegación de no tomar posición ni en pro ni en contra, sino investigar en una situación en que obviamente existía muchísima presión de dejarse llevar por los revisionistas y darles apoyo (y, además, algunos de los camaradas de la delegación apoyaban la posición de la fracción menchevique de la dirección del partido y, de manera oportunista, bregaban para que la delegación apoyara a los nuevos líderes revisionistas).

Esa fue la última vez que nos invitaron a China, precisamente por los principios y métodos que aplicó nuestra delegación. Pero las invitaciones eran lo de menos. No nos basamos en eso. Por lo contrario, basamos nuestra posición en un análisis de lo que representaban las dos partes y sus respectivas líneas y programas, y las implicaciones para las masas y la lucha revolucionaria en China, en Estados Unidos y en el mundo entero. No nos invitaron más precisamente por nuestros métodos y la posición que adoptamos. Pero todo eso le pasó por alto a gente de la laya de los editores de The Guardian porque, para ellos (como los mencheviques de nuestro partido y los oportunistas en general), la verdad no tiene importancia. En la gran obra filosófica Materialismo y empiriocriticismo , Lenin criticó la noción de que "la verdad es un principio organizador", la cual es muy parecida al pragmatismo. Esencialmente dice que la verdad es lo que nos convenga y que declaramos que algo es verdad a fin de que sucedan ciertas cosas que nos convengan. Es todo lo contrario del concepto científico de que la verdad es un fiel retrato de la realidad objetiva; es todo lo contrario del método científico de bregar por determinar objetivamente qué es y no es cierto, digo, qué es y no es un fiel retrato de la realidad. Nociones como "la verdad es un principio organizador" y otros métodos y conceptos subjetivos y pragmáticos de ese tipo no llevan a conocer la verdad objetiva y, sobre todo ante acontecimientos monumentales que tienen profundos efectos e implicaciones, tal metodología tiene resultados desastrosos. Y los peligros son mayores cuando hay fuertes presiones de dejarse llevar por un triunfo (al menos a corto plazo) que se señala como la prueba de que esto o aquello representa la verdad y lo bueno.

En una situación así es sumamente importante ir contra la corriente, y evidentemente fue muy importante que nuestro partido se opusiera al golpe revisionista y la restauración del capitalismo en China. Fue decisivo para el movimiento internacional que nuestro partido y otros grupos y partidos en varias partes del mundo tomaran esa posición porque, francamente, reinaba la confusión y el movimiento se dividía a diestra y siniestra ante lo que objetivamente era una derrota devastadora. Gracias a esa posición básica, de deslindar tajantemente entre la revolución y la contrarrevolución, entre el marxismo y el revisionismo, ha sido posible mantener en alto la bandera comunista y atraer a otras fuerzas a esa bandera, pues sin tomar esa posición no hubiéramos podido emprender y lograr importantes avances ni reagrupar a las auténticas fuerzas comunistas del mundo ni forjar mayor unidad, digo, basarnos en el marxismo- leninismo-maoísmo para unir al Movimiento Revolucionario Internacionalista y seguir luchando por ganarse a más fuerzas a esa bandera.

Ir contra la corriente y cometer errores

Como señalaron los revolucionarios del Partido Comunista de China, a veces la cuestión de ir contra la corriente es compleja y difícil: ir contra la corriente es un principio marxista, pero primero hay que analizar correctamente qué representa y si debemos ir contra ella o no. Ciertamente, en la historia de nuestro partido y en la lucha por construirlo hay ejemplos importantes de ir contra la corriente, como la posición que tomamos acerca del golpe en China y el proceso y métodos que empleamos en ese caso. Antes, a principios de los 70, luchamos correctamente contra tendencias nacionalistas en el movimiento comunista, trazando deslindes entre el nacionalismo, incluso del tipo más radical o revolucionario, y la ideología internacionalista del comunismo: entre tendencias nacionalistas que pueden jugar un papel positivo en el movimiento de masas (y con las cuales debemos unirnos) y lo que debe ser la base de unidad de una vanguardia comunista. Eso fue decisivo y nos permitió formar un partido que de veras se basa en principios comunistas y tiene la capacidad de representar y dirigir al proletariado y las masas de acuerdo a sus intereses revolucionarios fundamentales. Pero no fue fácil; requirió una lucha muy difícil y dolorosa, pues las tendencias nacionalistas del movimiento comunista, hablando ampliamente, eran una corriente fuerte. No fue fácil ir contra esa corriente, pero fue crucial para forjar una vanguardia comunista como fruto del auge revolucionario de entonces.

Pero por otro lado, objetivamente, no siempre hemos acertado al ir contra la corriente. Por mucho tiempo, a pesar de mucha oposición y crítica, nuestro partido defendió una línea incorrecta sobre la homosexualidad; ahora lo reconocemos. Y créanme, no nos aferramos a esa línea por motivos oportunistas, o sea, no porque nos hacía la vida más fácil. Al contrario, nos causaba muchos problemas y críticas. Fuimos contra la corriente, pero en ese caso nos equivocamos. El hecho es que algunos aspectos de la corriente también eran incorrectos y, al desarrollar nuestra línea y hacer algunos cambios (sin todavía cambiarla fundamentalmente), acertamos más que otras fuerzas en el sentido de señalar ciertos aspectos clave para analizar la cuestión. Entre ellos el aspecto más importante fue que la cuestión de la mujer (su papel en la sociedad y la lucha por eliminar la opresión de la mujer y lograr su emancipación completa) debe ser central en todo análisis de las relaciones íntimas. Esa fue y sigue siendo la orientación clave. También hay que decir que algunas de las críticas tergiversaron aspectos importantes de nuestra posición, pero así y todo, por mucho tiempo no fue esencialmente correcta (aunque tenía importantes elementos positivos) y muchas de las críticas eran válidas.*

Doy ese ejemplo para ilustrar que la cuestión de ir contra la corriente puede ser compleja. Es importante ir contra la corriente, pero lo más importante, repito, es ¿cuál es la realidad objetiva?, ¿cuál es la verdad?, ¿qué es lo correcto y lo incorrecto? ¿Cómo captamos correctamente la realidad para transformarla de acuerdo a los intereses fundamentales del proletariado y las masas? Ir contra la corriente puede ser muy importante y muy bueno, pero obviamente no es bueno ir contra una corriente que es más correcta que nosotros.

Y a veces no es fácil determinarlo. A veces requiere tiempo para analizar, y se demora más de lo que debe por razones objetivas y algunas subjetivas. Quizá no nos damos cuenta de que tenemos una posición errónea debido a errores de enfoque o metodología. Vaya, a veces hemos cometido un error y, como no nos damos cuenta, nos aferramos a él y como que se refuerza. Debemos caer en cuenta, pero no nos cae el veinte hasta que ocurran ciertas cosas. ¿Y cuando caemos en cuenta que hemos cometido un error? ¿Vamos a agachar la cabeza de vergüenza y decir: "Bueno, ahora no podemos ser la vanguardia porque cometimos un error"? ¡Para nada! Ahí cometeríamos otro error, un error más grande. Quizá sería del agrado de algunos, pero no agradaría al proletariado y las masas del mundo, por decirlo así. ¿Qué tal si nos rajáramos porque cometimos errores, incluso errores graves? ¿Qué tal si dijéramos: "No tenemos la capacidad de ser la vanguardia"? Agradaría mucho a la burguesía y los reaccionarios (y quizá algunos más); quizá algunos sentirían un gran alivio, pero sería terrible para el proletariado y las masas.

A lo que voy es: si cometemos un error, incluso un error grave, debemos afrontarlo honestamente. Por eso, vengo recalcando que es necesario escuchar las críticas e "interrogatorios" de los demás e interrogarnos a nosotros mismos para que no repitamos errores, para que aprendamos de los errores que cometimos, ya sean grandes o pequeños, y tratemos de evitarlos o de cometer los menos posibles. Esta es otra unidad de contrarios porque uno podría decir: "Bueno, como no podemos evitar los errores, ¿cuál es la bronca?". Digo, podría servir de justificación para no responder por las consecuencias de nuestras acciones: "Bueno, es una ley de la historia que vamos a cometer errores, ni las vanguardias ni nosotros somos perfectos. Así que, ¿cuál es la bronca?". ¡No, hombre! Eso es escurrirle el bulto al problema. Pero por el otro lado, repito, tampoco dejemos que nos inmovilicen los errores ni el temor a equivocarnos. Si somos buenos para interrogarnos y escuchar los interrogatorios y críticas de los demás, si aprendemos de nuestros errores (no solamente del contenido sino del porqué, la metodología, los errores ideológicos de fondo), si estamos dispuestos a asumir nuestra responsabilidad en ese sentido, cometeremos menos errores y podremos corregirlos más fácilmente y ayudar a los demás a aprender de ellos (otro aspecto que también nos corresponde).

La autocrítica no es una treta ni un simple formulismo. Nuestros errores perjudican a las masas. Eso es cierto para nosotros al igual que cualquiera que influencie a las masas, y no podemos evitarlo. En el caso de un partido que se propone lo que nos proponemos y que pretende influenciar lo máximo posible a las masas, los errores que cometemos perjudicarán a las masas. Esa es la realidad. ¿Nos agrada eso? Claro que no. ¿Acaso nos gusta cometer errores? ¡Para nada! Debemos aprender muy profundamente de nuestros errores y hacer todo lo que podamos para cometer menos, no repetirlos y aprender (y ayudar a otros a aprender) lo más posible de ellos.

Debemos cuestionarnos, aun cuando nos parece que vamos muy bien, y escuchar con la mente abierta a los que dicen que andamos mal, aun cuando estemos casi seguros de que vamos bien. En algunas ocasiones hemos estado casi seguros de que teníamos razón y resultó que no la teníamos. Pero no olvidemos que en muchas ocasiones sí la teníamos , aunque todo mundo nos criticaba a diestra y siniestra. Pero el chiste es: ¿tenemos razón o no? ¿O estamos esencialmente en lo correcto pero hay algunos aspectos que debemos modificar? ¿O de plano estamos equivocados? ¿O teníamos razón, pero la situación ha cambiado y, si nos aferramos a nuestra posición, vamos a caer en un error?

Debemos guardarnos de la autosatisfacción o la actitud pasiva de que "pase lo que pase, está bien porque todo es parte de la experiencia" (como dijo el actor Chevy Chase en la película "Vacaciones navideñas" cuando su hija se congeló porque llevó a la familia a una montaña nevada a cortar un árbol de navidad). ¡Ni modo que dijéramos que no nos importa lo que otros sufran por nuestros errores! "No hay pex. Todo vale porque es parte de la experiencia". ¡No, hombre! Pero en otro sentido es cierto que todo es parte de un proceso. No podemos evitar los errores ni dejarnos inmovilizar por temor a ellos ni porque otros sufran por los errores que cometamos. Ni mucho menos vamos a dejar de ser la vanguardia, de asumir las responsabilidades que eso implica, simplemente porque hemos cometido errores y esos errores han causado daño. Volviendo a lo que dijo Mao, lo importante es ser buenos para aprender, y aprender de nuestros errores, así como nuestros aciertos, y de las críticas que nos hacen, tener la mente abierta y rescatar de esas críticas todo aspecto que valga la pena. Esa es una parte esencial de ser la vanguardia.
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NOTAS:

* Véase el Borrador del Programa (pp.20-21), y los apéndices "La revolución proletaria y la emancipación de la mujer" (pp. 98-102) y "La moral proletaria: Una ruptura radical con las cadenas de la tradición" (pp.127-132).

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