Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui
EL CRIMEN:
Llegaron al amanecer. El 29 de noviembre de 1864. 700 soldados fuertemente armados de la III Caballería de Colorado, encabezados por el coronel John Chivington, descendieron a plena galope sobre una aldea cheyenne cerca de Sand Creek (Arroyo de Arena). A los indígenas fue una sorpresa total, ya que unos meses antes representantes del gobierno de Estados Unidos se habían reunido con su jefe, Black Kettle (Olla Negra), lo animó a instalar a su gente cerca del arroyo, y les habían prometido a él y a su gente la paz y la seguridad. Cuando los soldados se acercaban, Black Kettle se apuró para levantar la bandera de Estados Unido sobre su vivienda en señal de solidaridad mientras otros levantaron banderas blancas en señal de rendirse. A los soldados, no importaba.
Los soldados abrieron fuego con carabinas y cañones, matando a por lo menos 130 de los indígenas, dos tercios de estos siendo mujeres, niños y ancianos. La mayoría de los hombres jóvenes estaban de caza al momento de la masacre; sino muchos más hubieran muerto. Antes de irse, los soldados quemaron la aldea y mutilaron los cadáveres.
El capitán Silas Soule, un ferviente abolicionista anti-esclavitud se quedó horrorizado por el ataque, que para él era una traición del acuerdo que Estados Unidos y las autoridades de Colorado habían hecho con Black Kettle. Soule se negó a disparar ni ordenar a sus soldados al combate. En vez, denunció la masacre: “Cientos de mujeres y niños se nos acercaban, se ponían de rodillas pidiendo piedad”, escribió Soule. No obstante, “hombres que afirman ser civilizados les partían los sesos” y los dispararon. Soule calculó que mataron a 200 indígenas, todos menos 60 de ellos siendo mujeres y niños. Escribió que los soldados no solo les arrancaron la cabellera a los cadáveres, sino que a algunos les cercenaron las “Orejas y Partes Privadas”.
Otro testigo horrorizado dijo: “Vi cadáveres en el suelo cortados en pedazos, la peor mutilación que jamás haya visto; mujeres cortadas en pedazos… con cuchillos; la caballera arrancada; los sesos estrellados; criaturas de dos o tres meses; de todas las edades ahí tirados, de infantes a guerreros…”.
El coronel Chivington y sus soldados adornaron sus armas, sombreros y equipo con caballeras arrancadas y otras partes del cuerpo como los senos y las vaginas que habían cercenado. Además, desplegaron esos “trofeos de guerra” durante los intermedios en el teatro público de Denver, así como en tabernas cercanas.
LOS CRIMINALES:
El gobierno de Estados Unidos: Bajo el tratado del Fuerte Laramie de 1851, a los pueblos cheyenne y arapaho se les había concedido y garantizado un territorio grande en el este de Colorado. Pero en 1858, oleadas de inmigrantes blancos invadieron esos territorios buscando oro. Para 1861, las tensiones entre los que buscaban oro, muchos de quienes habían decidido instalarse en esos territorios, y los indígenas a quienes les habían prometido el territorio, se habían intensificado, a veces estallando en conflictos violentos. El gobierno de Estados Unidos violó el acuerdo, apoyó a los colonos blancos y se apoderó del territorio de los indígenas. En febrero de 1861, obligó a los líderes cheyenne y arapaho, entre ellos Black Kettle, a firmar un nuevo acuerdo en que los indígenas renunciarían su derecho a ese territorio a cambio de una reserva de 1550 kilómetros cuadrados y pagos de anualidad. Muchos de los cheyenne rechazaron el nuevo acuerdo, viéndolo como una traición.
El gobernador de Colorado John Evans: En 1864, Evans, designado gobernador del territorio de Colorado por el presidente Lincoln, les prometió santuario a los “indios amistosos”. Al mismo tiempo, hizo público una proclamación que autorizaba “a todos los ciudadanos de Colorado… a perseguir a todos los indios hostiles [y] matar y destruir a todos los enemigos del país”, cual posición contaba con el apoyo de Lincoln. Por tanto, en abril de 1864, con el apoyo del gobierno federal, soldados de Colorado empezaron a atacar y destruir campamentos “hostiles” de los cheyenne, cumpliendo las órdenes de Evans. Al mismo tiempo, Evans intentó aislar a los militantes invitando a los “indios amistosos” a acampar cerca de los fuertes y prometiéndoles que no serían atacados. Black Kettle seguía aspirando por la paz y accedió a mudar a su gente cerca del Fuerte Lyon y Sand Creek. En realidad, Evans no veía ninguna diferencia entre los indígenas como Black Kettle, dispuestos a entrar en acuerdos, y los indígenas que seguían en pie de lucha. Por tanto, después de la masacre de Sand Creek Evans decoró a Chivington y sus hombres por “valor en el sometimiento de los salvajes”.
El coronel John Chivington: Ex ministro metodista e íntimo amigo de Evans, Chivington encabezó la masacre de Sand Creek. Para él, al igual que para Evans, no había diferencia entre los grupos pacíficos y los militantes — a todos había que “darles una lección”. Como dijo Chivington:
“¡Al carajo con quienquiera que se simpatice con los indios!... He venido para matar a indios, y pienso que es justo y honorable matar a los indios usando todos los medios bajo el cielo de Dios para matar a los indios…. Matar y arrancarles la caballera a todos, grandes y pequeños: las liendres se hacen piojos”.
El Congreso y las fuerzas armadas yanquis: Cuando la noticia de la masacre de Sand Creek llegó a Washington a principios de 1865, el Congreso se vio obligado a investigarla, principalmente debido a una enorme indignación popular. Después de escuchar el testimonio ocular del capitán Soule y otros, su investigación concluyó que Chivington —quien insistió en que había combatido contra feroces guerreros en lugar de masacrar a mujeres, niños y ancianos indefensos— había “planeado y ejecutado deliberadamente una masacre cruel y vil”, y que había “sorprendido y asesinado a sangre fría” a personas indígenas que “tenían motivo suficiente para creer que estaban bajo la protección de las autoridades estadounidenses”.
Sin embargo, el Congreso no hizo nada para castigar a Chivington. De hecho, tal denuncia de parte del Congreso fue completamente fuera de lo común, en vista de que el gobierno de Estados Unidos y sus fuerzas armadas habían violado un sinnúmero de acuerdos con los pueblos indígenas, como por ejemplo el Tratado del Fuerte Laramie de 1851, y habían llevado a cabo un ataque genocida tras otro con el fin de exterminar toda resistencia indígena.
El ejército yanqui también investigó a Chivington y concluyó que no existía ninguna base para someterlo a un tribunal militar porque, para entonces, ya se había jubilado. Chivington no pasó ni un día encarcelado ni fue castigado en ninguna forma, excepto que perdió sus esperanzas, anteriormente prometedoras, de una carrera política,
El Congreso también criticó a John Evans, pero tampoco lo castigó, excepto que tenía que renunciar como gobernador del territorio de Colorado. Pero luego logró enriquecerse con la construcción y gestión de los ferrocarriles de Colorado. Hoy llevan su nombre las ciudades de Evanston, Wyoming; Evans, Colorado; y Evanston, Illinois, y fue uno de los fundadores de la Universidad Northwestern, donde hoy el mayor honor que se le puede galardonar a un profesor es la cátedra John Evans.
LA COARTADA:
Evans, Chivington y otros alegaron que el jefe Black Kettle y sus seguidores estaban violando el acuerdo de vivir y cazar cerca del Fuerte Lyon y Sand Creek. También afirmaron que era casi imposible distinguir entre los indígenas pacíficos y los hostiles, y que las quejas de los colonos de crecientes ataques contra sus territorios y ganado obligaron a las autoridades y a los militares a ampliar e intensificar sus ataques.
EL VERDADERO MOTIVO:
Fueron el gobierno de Estados Unidos y los colonos blancos los que violaban con regularidad los acuerdos y pactos antes de la masacre de 1864 con el fin de robar y explotar los territorios prometidos a los cheyenne y los arapaho.
El descubrimiento de oro en 1858 fue el factor inmediato que provocó los sucesos y la traición que dieron lugar a la masacre. Pero en un sentido más fundamental fue una expresión grotesca de la compulsión del capitalismo para expandirse, y del papel que desempeño la conquista de los territorios occidentales del continente (que incluían enormes territorios de México robados mediante la guerra de 1846) en fraguar y sostener la supremacía blanca que ha servido como una fuerza aglutinadora para mantener la cohesión de la sociedad estadounidense.
(En las décadas antes de la guerra de Secesión de 1861-1865, en Colorado y aún más en otros estados, la expansión de los asentamientos blancos y el genocidio de los pueblos indígenas también reflejaban el conflicto subyacente entre la arraigada clase dominante esclavista en el Sur y la naciente y creciente clase capitalista en el Norte. El dilema que los dos enfrentaban era: ¿Cuál de estos dos ganaría?, y para ambos, la clave era extenderse hacia el oeste. Para 1864, las fuerzas capitalistas que estaban a favor de la Unión, el Norte, se habían hecho dominantes en estados como Colorado).
Esta asesina expansión y conquista se justificó bajo la doctrina del “Destino Manifiesto”, una frase acuñada en 1845 para expresar la idea de que Estados Unidos (es decir, los cristianos blancos) estaban dotados por el derecho divino de gobernar al continente entero “de un mar resplandeciente al otro” — y sería un pecado a los ojos de Dios desistir de ejercer ese “derecho”.
Fuentes:
Ari Kelman, A Misplaced Massacre: Struggling Over the Memory of Sand Creek [Una masacre extraviada: Luchar sobre la memoria de Sand Creek], Harvard University Press, 2013
“¿Qué es el estilo de guerra estadounidense? Los obscenos actos de una guerra injusta, revcom.us, 29 de enero de 2012
“November 29, 1864: Sand Creek massacre,” [29 de noviembre de 1864: La masacre de Sand Creek; en inglés] history.com
“Sand Creek massacre,” [La masacre de Sand Creek; en inglés], wikipedia.com
“The Horrific Sand Creek Massacre Will Be Forgotten No More” [Ya no se olvidará la horrenda masacre de Sand Creek], smithsonian.com