Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui
El crimen:
En Indonesia, Malasia y otras partes del sur de Asia, enormes empresas agroindustriales multinacionales y corporaciones de alimentos de Estados Unidos y otros países impulsan un proceso implacable de apoderarse de tierras antiguas, preciosas e irreemplazables de la selva tropical. A los pueblos indígenas los expulsan y destruyen sus comunidades. A las hermosas selvas las arrasan y queman, destruyendo su rica ecología y su hermosa y abundante vida silvestre de animales y plantas.
Esto acelera de manera significativa la crisis ambiental mundial que amenaza a todo el planeta descargando enormes cantidades de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero a la vez que destruye las selvas que absorben el CO2. Todo esto se hace para sacar ganancias de la producción del aceite de palma para el mercado mundial.
El aceite de palma proviene de la fruta de la palma que abunda en climas tropicales como el de la selva tropical del sur de Asia. Es valorado por su versatilidad, longevidad, nutrición y otras calidades. Además de ser más fácil de extraer que otros aceites de vegetal, su producción es más barata. En primer lugar, proviene de un árbol perenne (de larga vida) a diferencia de una planta anual, como la soya o la canola, que solo dura una temporada de cultivación. Pero el que sea barato y lucrativo depende de grandes extensiones de tierra barata y de mano de obra barata. El saqueo de la tierra y de los pueblos de la tierra es una parte esencial de la historia del aceite de palma, y es indispensable para una amplia gama de productos como los cosméticos, jabones, jabón de lavandería, dentífrico, helado, cosas hornadas, chocolate y los bio-combustibles. La mitad de los productos en cualquier tienda de Estados Unidos contiene aceite de palma. Desde 1990, el consumo mundial del aceite de palma ha crecido cinco veces y sigue creciendo.
Debido a las gigantescas empresas agrarias capitalistas mundiales que impulsan la producción y uso, los agricultores han deforestado enormes extensiones de las ricas selvas tropicales del mundo para las masivas plantaciones de palmas. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza, cada hora se destruye una zona de la selva tropical del tamaño de 300 canchas de fútbol en Indonesia, Malasia y otras regiones ecuatoriales. Se informa que en 2012 Indonesia perdió 840.000 hectáreas (8400 kilómetros cuadrados) de selva. La producción del aceite de palma es la principal causa, en años recientes, de la desaparición de hasta el 50% de las selvas tropicales del mundo.
La pérdida de las selvas tropicales causa la degradación generalizada de hábitats y la masiva pérdida de biodiversidad. Se calcula que 10 hectáreas de tierra baja de selva tropical contienen la misma cantidad de especies que América del Norte en su conjunto, mientras que las plantaciones mono-culturales, de un único producto, el aceite de palma, sustentan solo a una especie de árbol, la palma africana del aceite. Solo el 10% de los mamíferos que suelen vivir en una selva tropical aun entran en una plantación de aceite de palma.
La deforestación de la selva tropical ha resultado en la cruel destrucción de millones de animales y pone en peligro ecosistemas enteros. Por ejemplo, en años recientes, la población en peligro de extinción de orangutanes, que dependen de la selva tropical, se ha reducido 50%, y si nada cambia podrían desaparecer en los próximos 5 a 10 años. Los orangutanes desempeñan un papel crucial que contribuye a la salud del ecosistema de la selva tropical. Muchas semillas de la selva tropical de Indonesia solo pueden germinar una vez que han atravesado las tripas de un orangután. Así que el primate es indispensable para la existencia, y la regeneración, de la selva misma.
En las selvas de las islas indonesias de Borneo y Sumatra existen 300.000 distintas especies de animales. La deforestación deja a muchos de los animales heridos, muertos o desplazados. Entre las especies son el tigre de Sumatra, el rinoceronte de Sumatra, el oso malayo, el elefante pigmeo, la pantera nebulosa y el mono narigudo.
La destrucción de las comunidades indígenas que viven en la selva tropical de Indonesia y otros países es un prerrequisito para la rentabilidad y éxito de la industria del aceite de palma. En Indonesia, las comunidades indígenas que por miles de años han sobrevivido y prosperado en la selva tropical han sido expulsadas y reemplazadas por pequeños agricultores. A partir de la década de los 1980, reformas agrarias obligaron a los pequeños agricultores a entregar la mitad de su tierra a las empresas de aceite de palma, a cambio de parcelas más pequeñas de 2 o 3 hectáreas.
Las plantaciones de aceite de palma en Indonesia son vastas, unas de más de 100.000 hectáreas. Por lo general, estas enormes operaciones capitalistas les hacen disponible a los pequeños agricultores préstamos subvencionados por el gobierno para comprar semillas, fertilizantes y otros suministros. Pero esto simplemente obliga a estos agricultores a depender de la producción y venta del aceite de palma, haciéndoles poco más que eslabones insignificantes en un enorme proceso mundial de producción dominado por la agroindustria multinacional y las corporaciones de alimentos que procesan, transportan y venden el aceite. Pasan unos 7 años antes de que florezca la palma. Mientras tanto, se contratan a los pequeños agricultores como trabajadores de bajo salario. Cuando las palmas florecen y dan el aceite, estos pequeños agricultores se encuentran a merced de los precios fluctuantes del mercado de aceite.
En algunos casos, las gigantescas multinacionales estadounidenses devastan directamente a las comunidades indígenas. PT Harapan Sawit Lestari (localmente conocida como HSL) es una plantación de aceite de palma que pertenece a la multinacional estadounidense Cargill. Rainforest Action Network [Red de Acción por la Selva Tropical] informa:
HSL es una de las más antiguas plantaciones de palma de Borneo; la tajaron de selva tropical primaria hace 17 años, en 1993. Su larga y polémica historia es típica de las miles de plantaciones de palma en Indonesia, donde se han destruido selvas tropicales de extraordinaria biodiversidad para allanar el camino para el aceite de palma, al mismo tiempo que se ha obligado a la gente que vive ahí a abandonar las selvas y tierras agrícolas comunitarias…. Cuando HSL destruyó la selva, también destruyó la cuenca que proveía agua limpia al pueblo dayak que habita esa región. Pak Gladu, desde detrás de su casa de tablas de madera, señala un hilo de agua lodosa que dice que una vez fue un chorro de agua clara. “Nuestro río está destruido. Las palmas beben mucho. Y la fábrica del aceite de palma consume aún más”, explicó Pak Gladu. Sin ninguna otra fuente de agua, Pak Gladu y sus 12 hijos y nietos no tenían otra opción sino que seguir usando esa agua. “Una vez, después de bañarme, me salieron ronchas horrorosas. Fui al hospital por muchos días. Lo hizo el molino de aceite de palma de HSL, a solo 500 metros de distancia. Fui a las oficinas de HSL para exigir que me pagaran por el tratamiento, pero se quedaron sentados en silencio”.
Cuando se destruyen las selvas tropicales, se destruye el ambiente que sustenta a los pueblos indígenas quienes tienen que volverse esclavos asalariados en las plantaciones de palmas o ser descartados por completo. Otros abusos, como el trabajo infantil, proliferan en las zonas remotas de las plantaciones de Indonesia y Malasia. A los niños les obligan a cargar bultos pesados de fruta, desmalezar los campos, y pasar horas cada día agachados recogiendo fruta del suelo de la plantación. También son comunes el agotamiento por el calor, y los cortes y moretones como resultado de escalar las espinosas palmas. Es muy frecuente que a los niños o no les paguen o les paguen poco por su trabajo.
La destrucción de las selvas tropicales para allanar el camino para la mono-cultura de la palma tiene otras consecuencias devastadoras. Por ejemplo, en 1997 y 1998 rugían incendios forestales durante meses por todo Indonesia, cubriendo la región con una nube de humo. Han acusado a más de 100 compañías de aceite de palma de prender incendios para deforestar, desdibujar fronteras, y expandir las plantaciones bajo su control. En Indonesia, han quemado más de 25.000 kilómetros cuadrados de selvas tropicales, emitiendo así a la atmósfera grandes cantidades de dióxido de carbono. Y solo en 2015, así como otros gases invernaderos, agregaron a la atmósfera 2000 millones de toneladas de CO2. Los incendios prendidos para deforestar zonas de tierra turbosa (tierra pantanosa de capas de vegetación parcialmente descompuesta que subyace la mayor parte de la zona hasta una profundidad de 20 metros) pueden arder por meses y hasta años. La degradación de la selva y las zonas muy turbosas responden por el 60% de las emisiones de carbono en Indonesia, el tercero país del planeta en la emisión de gases de efecto invernadero. Las zonas turbosas en Indonesia cubren menos de 0,1% de la superficie del planeta, pero representan el 4% de las emisiones anuales. Ya han deforestado y drenado 22,5 millones de hectáreas de tierra turbosa en Indonesia.
Las aguas residuales de las refinerías de aceite de palma emiten mucho metano, un gas de efecto invernadero 34 veces más poderoso que el dióxido de carbono. En total, la deforestación tropical, buena parte debida a la producción del aceite de palma, representa el 10% de las emisiones de carbono a nivel mundial, acelerando la crisis climática global.
La búsqueda frenética de las máximas ganancias es la fuerza motriz de la producción a gran escala del aceite de palma, un producto alimentario sumamente lucrativo, y deja una enorme secuela de destrucción que amenaza la existencia misma de la humanidad.
Los criminales
Los monopolios agroindustriales estadounidenses como Archer Daniels Midland y Cargill (así como conglomerados capitalistas monopolistas de otros países) son grandes productores y vendedores del aceite de palma. Cargill, la mayor importadora de aceite de palma a Estados Unidos, es dueño y operador de plantaciones en Indonesia, y compra y vende aceite de palma en el mercado mundial. Archer Daniels Midland (ADM) compra aceite de palma de molinos donde Amnistía Internacional ha documentado graves abusos de derechos laborales.
Subway, MacDonald’s, Yum!, Taco Bell, KFC, Wendy’s, Dairy Queen, Burger King y otras compañías estadounidenses de comida rápida (así como grandes corporaciones de alimentos empaquetados, de cosméticos y otras) usan aceite de palma rutinariamente sin ninguna preocupación por los daños que causa al medio ambiente, a las comunidades indígenas, y a los trabajadores que dependen de esa industria para sobrevivir. En marzo de 2014, la Union of Concerned Scientists [Unión de Científicos Preocupados] publicó una tabla de evaluación para calificar las compañías estadounidenses de alimentos que usan aceite de palma en sus productos. De las 10 compañías de comida rápida examinadas con respecto a la deforestación y la transparencia y trazabilidad de la cadena de suministro, solo Subway y MacDonald’s recibieron puntos algunos, y esos se encontraron bajo en la escala de 0 a 100 puntos. Yum!, Taco Bell, KFC, Wendy’s, Dairy Queen y Burger King recibieron 0 puntos.
PepsiCo, Campbell Foods, Kraft y Heinz están entre las muy reconocidas marcas que compran grandes cantidades de aceite de palma de compañías como Wilmar, una empresa de mala fama por abusos contra sus trabajadores y el medio ambiente. PepsiCo usa 450.000 toneladas métricas de aceite de palma al año en productos como las barritas energéticas Quaker, las papitas Frito Lay, y galletas.
El gobierno de Indonesia. Indonesia es un país dominado por el imperialismo, especialmente el imperialismo estadounidense, y las acciones del gobierno de Indonesia refleja esa relación. De forma rutinaria les concede concesiones a multinacionales de Estados Unidos y otros países para la producción de aceite de palma en la selva, con el resultado de la deforestación generalizada en Sumatra y Kalimantan. El gobierno de Indonesia arrenda tierra bajo condiciones favorables a un grupo élite e influyente de grandes capitalistas como el imperio de la poderosa familia Widjaja que tiene buenas conexiones internacionales y ha sido por buen tiempo el blanco de fuertes críticas de grupos ambientalistas por contribuir a la masiva deforestación y poner en peligro a la vida silvestre.
La coartada
En junio de 2014, cinco productores grandes de aceite de palma, entre ellos Cargill, hicieron público un Manifiesto sobre el Aceite de Palma Sustentable (SPOM por las siglas en inglés), en el cual afirman que están aplicando métodos de producción que no perjudican ni a la Tierra ni a la gente. Esto sigue otras iniciativas de los productores de aceite de palma como la Mesa Redonda para el Aceite de Palma Sustentable (RSPO) que afirma que producen “aceite de palma sustentable certificado” para “disminuir el impacto negativo del cultivo del aceite de palma sobre el medio ambiente y las comunidades de las regiones donde se produce el aceite de palma”.
El verdadero motivo
Estos manifiestos de la agroindustria capitalista-imperialista y otros conglomerados de alimentos que producen y usan el aceite de palma son una farsa. Greenpeace Internacional ha denunciado la RSPO por ser “apenas un engaño verde”, señalando que varios de los productores certificados por la RSPO llevan a cabo la deforestación intensa y destructiva. Y una investigación de Amnistía Internacional descubrió que la RSPO sirve de escudo para bloquear el escrutinio de las prácticas opresivas y destructivas de producción.
La producción del aceite de palma, al igual que la producción de todas las mercancías capitalistas, es gobernada por las reglas del capitalismo. Estas dictan que el afán por las ganancias, en competencia con otros capitalistas, es la meta más esencial y sagrada de la producción. En un mundo dominado por países imperialistas industrializados con enormes cantidades de capital a su disposición, los países y regiones menos poderosos y “avanzados” se convierten en una fuente de recursos baratos pero esenciales, y los países imperialistas utilizan su poderío económico, político y militar para asegurar condiciones favorables para sus inversiones. Esta es la relación que hace de la producción de las cosas esenciales para los seres humanos, como la comida, una fuente de miseria y aún peor para buena parte de la humanidad. Estados Unidos, como una de las principales potencias imperialistas, está metido hasta las cachas en esta letal práctica económica sin salida.
Carta de un lector:
Sobre “Crimen Yanqui, Caso #100: El Masacre en Indonesia, 1965”
Aprendí mucho de la serie Crimen Yanqui de esta semana sobre Indonesia (en esta página). ¡Ese sí que es un crimen yanqui! Pero además de las corporaciones yanquis que se benefician de la destrucción del medio ambiente para obtener el aceite de palma, debía haber mencionado el gobierno yanqui como el criminal preeminente. El sangriento golpe de estado de 1965 orquestado por la CIA puso en el poder un régimen que en ese entonces, así como hoy, recurría al terror descarado para hacer cumplir los intereses del imperialismo yanqui. Los motivos en 1965, como dice el artículo “Crimen Yanqui, Caso # 100: El Masacre en Indonesia, 1965”, eran geopolíticos: parar —llenando los ríos de Indonesia con los cadáveres de comunistas asesinados— la oleada de la revolución mundial que recorría por Asia en ese entonces, inspirada y apoyada por la revolución comunista de Mao en China. Pero el golpe de estado también logró instalar un régimen completamente servil a los intereses económicos de Estados Unidos. Las políticas económicas indonesias que obligaron a los pequeños agricultores de Indonesia a deforestar la tierra para la producción del aceite de palma sirven a los intereses de las corporaciones estadounidenses. Eso no se debe solo ni principalmente a que los gobernadores de Indonesia sean corruptos; los parámetros básicos de qué tipo de gobierno se permitiría ejercer el poder en Indonesia fueron establecidos a través del golpe de estado. Y siguen vigentes hasta la fecha.
Tenía una amiga que pertenecía a la organización Rainforest Action Network [Red de Acción por la Selva Tropical] en Papúa (antes conocida como Irian Jaya), Indonesia. Hace unos años, debido a relaciones familiares, fue invitada a una función en la embajada estadounidense, dónde ella criticó directamente a un funcionario del gobierno de Indonesia sobre la deforestación de la selva tropical en Irian Jaya por una conglomerada maderera japonesa (que tuvo un impacto devastador, parecido al de las plantaciones del aceite de palma). En el instante, un funcionario de la embajada yanqui la apartó y le dijo que en Indonesia matan o torturan a las personas por decir cosas así en público, y que en este caso su pasaporte estadounidense y conexiones familiares probablemente lo evitarían, pero que no se atreva a volver a hacerlo. Indonesios comunes que denuncian y protestan no tienen tal protección.
En última instancia, son las fuerzas armadas de Estados Unidos, y los regímenes aliados con Estados Unidos y las fuerzas armadas de esos regímenes (a menudo entrenadas por Estados Unidos), que son los responsables de las condiciones políticas que hacen posible los crímenes como la producción del aceite de palma.