Una de las cuestiones de mayor importancia para las fuerzas revolucionarias en cualquier parte, y para sus aliados y simpatizantes, es la de los líderes y los dirigentes. ¿Necesita dirigentes individuales el pueblo revolucionario? ¿Qué es lo que define a un dirigente revolucionario? ¿Qué hace que un dirigente sea "mejor" que otros en cuanto a dirigir? ¿Cuál debe ser nuestro criterio para evaluar a los dirigentes y los papeles que desempeñan? Dado el hecho de que los dirigentes como individuos no son superhombres o supermujeres y que pueden tener deficiencias y cometer errores, ¿es recomendable promoverlos? ¿Es cierto que la mayoría de los dirigentes terminan por capitular, quebrarse o morir a manos del enemigo? ¿Por qué promover dirigentes si esto puede llevar a que las masas los vean como dioses y a que después se decepcionen y paralicen ante la captura, traición o aniquilación de los mismos? Promover dirigentes, ¿no termina por impedir que las masas reconozcan la necesidad de tomar conciencia e iniciativa y de ser ellas mismas militantes revolucionarios conscientes y dirigentes? Si abogamos por la colectividad en nuestros métodos de trabajo y nos esforzamos para encarnar un espíritu y forma de vida comunistas, ¿por qué destacamos a dirigentes individuales? En cuanto a la iniciativa en el seno del mismo Partido, ¿promover y reconocer a dirigentes particulares tiende a trabar la iniciativa y plena participación de los miembros de base y de los cuadros de niveles inferiores? ¿Cuál es la relación correcta entre la dirección y los dirigidos?
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Todos estos interrogantes merecen discutirse más a fondo. Cada quien suele contestarlos de acuerdo con la capa social de la que proviene y la experiencia que tenga (sobre todo, con su nivel de experiencia política ).
La mayoría de la gente que seriamente quiere hacer la revolución reconoce la necesidad de que haya cierta estructura, organización y dirección para guiar, coordinar y desarrollar el trabajo revolucionario en forma sistemática, y para tomar el Poder y empezar a construir una sociedad totalmente nueva. La gente básica, sobre todo, por su experiencia con la mano represiva del enemigo, dice sin vacilar que no se puede desafiar ni derrotar el poderío de las autoridades sin una organización disciplinada que cuente con canales precisos de dirección. Pero al mismo tiempo existe entre las masas (especialmente de un país como Estados Unidos, pero no solamente aquí) un grado significativo de desconfianza acerca de los dirigentes revolucionarios: la idea de que los dirigentes "se venden", o si no, el enemigo los agarra, y no hay mucho que se pueda hacer al respecto. Eso se debe combatir trazando la relación que existe entre las masas básicas y la dirección, y las responsabilidades que cada uno tiene con respecto al otro.
Las personas de las capas medias, sobre todo los intelectuales, generalmente son las que tienen muchas "dudas" acerca de si inclusive es "correcto" o no escoger y promover a dirigentes específicos en un movimiento comunista revolucionario. Suelen considerar esta cuestión un tanto en el vacío o de forma abstracta, divorciada de la realidad y las necesidades materiales de la época histórica en que vivimos. Es un hecho de la realidad material que la humanidad todavía no ha alcanzado la etapa en que podrá deshacerse de una división de trabajo estructurada ni de estructuras y jerarquías de dirección. La pregunta más bien debería ser: ¿Cuál es el carácter de estas estructuras y a cuáles intereses sirven?
A veces, un número muy reducido de personas puede deliberar y actuar respecto a unas pocas cuestiones de alcance limitado por medio del "consenso general", sin una estructura de dirección y sin nombrar dirigentes. Pero tan pronto se expanden los objetivos más allá de un radio limitado, abarcando cambios sociales fundamentales y cabales y asumiendo la responsabilidad para efectuarlos, la necesidad de una división formal de trabajo, una estructura y dirección salta a la vista, muy especialmente si se trata de lograr la transformación revolucionaria de la organización de toda la sociedad, y a escala mundial, y ¡máxime dado que los que actualmente tienen el Poder no se quedarán de brazos cruzados!
Si lo anterior es cierto, entonces es algo muy positivo que surjan ciertos revolucionarios individuales como un producto concentrado de este proceso, que sean una expresión concentrada de las mejores cualidades de la dirección revolucionaria: la dedicación desinteresada a la causa revolucionaria y el amor profundo para con las masas, así como una comprensión profunda de la metodología científica que se requiere para desencadenar a las masas y trazar el camino de la revolución de acuerdo con sus intereses objetivos. Esto es muy bueno. ¡No debemos lamentar que exista tal dirigente o tales dirigentes! Al contrario, ¡es motivo de celebración! Tales dirigentes son un elemento de la fortaleza del pueblo.
Paradójicamente, las fuerzas medias que tienen más dudas acerca de "aceptar" la dirección revolucionaria muchas veces no perciben el grado en que ya son "dirigidas" en toda esfera de la vida y la sociedad por la dinámica subyacente del sistema y sus autoridades e instituciones represivas y opresivas. Es necesario que reconozcan que para liberarse de todo esto , la única alternativa viable es escoger una forma de dirección radicalmente diferente, con objetivos radicalmente diferentes, y que ellos mismos aprendan a desempeñar esa clase de dirección.
Esas personas generalmente no toman suficientemente en cuenta las implicaciones prácticas del hecho de que en todo proceso, toda cosa y toda persona se da un desarrollo desigual. Esto se da en las fuerzas de la vanguardia y también en las masas populares en general. ¿Cómo podría ser de otra forma? Pero ese desarrollo desigual no es malo: si lo entendemos correctamente desde la perspectiva del materialismo dialéctico, el desarrollo desigual en sí es una fuente de crecimiento y desarrollo y estimula el avance.
Pero todo esto no quiere decir que no deban discutirse seriamente los interrogantes planteados por muchos intelectuales acerca de la dirección y la promoción de dirigentes en los partidos y movimientos revolucionarios. Por ejemplo, en el movimiento revolucionario se plantean problemas prácticos (y que tienen que ser resueltos reiteradamente por medio de la práctica), como es el caso de cómo desencadenar más cabalmente la iniciativa consciente de las masas y combatir las tendencias que pueden presentarse de preferir "dejar que otros conduzcan". Asimismo, en las filas revolucionarias es importante conjurar que surja una "mentalidad de empleados" por parte de personas que prefieren aceptar pasivamente las líneas o políticas que vengan desde arriba sin espíritu crítico y sin entusiasmo.
Al respecto es importante acordarnos de un punto que el Camarada Avakian ha recalcado reiteradamente: allí donde existe una auténtica dirección revolucionaria , y cuanto más desempeñe su papel correctamente y de acuerdo con los principios del MLM, tanto mayor será la iniciativa consciente de las masas populares.
También existen importantes interrogantes acerca de la mejor forma de forjar unidad con una base revolucionaria, entre las masas y dentro de las fuerzas revolucionarias organizadas. Siempre van a existir desarrollo desigual y discrepancias en torno a muchas cuestiones, y el terreno se complica aún más por los ataques del enemigo y los riesgos de sufrir reveses y derrotas.
Para manejar correctamente la cuestión de la dirección (igual que toda cuestión), tenemos que basarnos firmemente en la ciencia y metodología del MLM: con esa base, y no otra, debemos evaluar líneas y políticas, y determinar qué impulsará positivamente la situación, distinguiéndolo de lo que no lo hará. Y después tenemos que buscar los medios de promover las líneas y políticas que impulsen la situación en un sentido revolucionario, y apoyar en forma concreta a los individuos y organizaciones que las concentren y encarnen en un momento dado.
Nadie nace listo para ser dirigente revolucionario, y no existe una fórmula única y preestablecida para forjarse como tal. Cada dirigente revolucionario es producto de una mezcla compleja de sus propias experiencias y de la experiencia social, sobre todo del movimiento revolucionario. Los dirigentes revolucionarios pueden ser de cualquier raza o nacionalidad, hombres o mujeres, y tener antecedentes muy diversos. Debe aplicarse el mismo criterio objetivo a todos para determinar si un individuo dado es particularmente apto para desempeñar el papel y aceptar las responsabilidades de la dirección revolucionaria: lo esencial es que demuestre la más alta capacidad de captar y aplicar la posición, la concepción del mundo y la metodología del proletariado internacional. Todo esto ha sido comprobado por la experiencia del movimiento comunista internacional; hoy día los partidos MLM de todo el mundo han producido, y seguirán produciendo, numerosos dirigentes, que son una gran fuerza para el avance de la revolución proletaria mundial.
Debido a su propia profunda experiencia, las masas básicas generalmente saben que el poder concentrado del enemigo no puede desafiarse seriamente simplemente con "buenas ideas" y "buenas intenciones", ni con un vago "consenso general" en las filas revolucionarias. Se requiere una organización muy disciplinada y una auténtica dirección política, ideológica y orgánica para desatar, guiar y manejar la energía y combatividad embrionarias del pueblo.
Así que las masas revolucionarias reconocen la necesidad de tener dirigentes. Pero esto no es suficiente. Los auténticos dirigentes revolucionarios son producidos, desarrollados, nutridos y sostenidos por el pueblo revolucionario, y ese mismo pueblo debe comprender más cabalmente tal conexión. Los dirigentes revolucionarios realmente son la flor y el fruto del pueblo revolucionario, que a su vez constituye las raíces y los retoños de la revolución.
Los dirigentes no son nada sin el pueblo revolucionario. Y sin dirigentes revolucionarios auténticos para trazar el sendero por el campo minado, el pueblo no encontrará cómo lograr verdaderos avances revolucionarios cuando se presenten las condiciones necesarias. Si el pueblo carece de dirección revolucionaria, su resistencia será aplastada una y otra vez y no logrará "cruzar el río".
Los dirigentes no son dioses ni seres sobrehumanos. Tienen sus deficiencias como todo el mundo y cometerán errores aun cuando en general desempeñen un buen papel en la dirección de la revolución.
Algunos inclusive harán algo peor, quebrándose en un momento dado o capitulando ante el enemigo, traicionando a la revolución. Y el enemigo arrebatará a algunos, encarcelándolos o asesinándolos.
Todos debemos entender que estas cosas pueden suceder y debemos prepararnos para tales eventualidades con el fin de minimizar la posibilidad de que esos golpes puedan desviar fundamentalmente un proceso revolucionario. Pero no podemos permitir que esas posibilidades nos hagan pensar que la revolución es imposible porque la fortaleza esencial de la revolución es la base revolucionaria, el pueblo revolucionario. Y es cierto que mientras exista la opresión, el pueblo con el tiempo producirá nuevos dirigentes revolucionarios, quienes llenarán los puestos de los que han caído o han sido arrebatados. Pero también debe recalcarse que en un sentido muy real, le corresponde al partido, junto con las masas revolucionarias, la responsabilidad no solo de hacer frente a la situación cuando tales pérdidas ocurran, sino también de evitarlas en la medida posible.
Los mismos dirigentes revolucionarios deben prestar atención a fomentar la mayor colectividad revolucionaria y el mayor crecimiento y desarrollo posibles de las filas revolucionarias y de muchos dirigentes veteranos y nuevos, con el fin de asegurar al mayor grado posible que otros estén listos a tomar su lugar si ellos nos son arrebatados.
Pero por otro lado, no se puede negar: la pérdida de un dirigente revolucionario auténtico es como si se nos arrancara el corazón del pecho colectivo, más aún cuando este individuo ha jugado un papel clave y crítico en la dirección. Cuando suceden estas cosas, hay que hacer frente a la situación: nuevos dirigentes deben pasar al frente y desarrollarse para seguir conduciendo la causa revolucionaria. Pero antes que nada, debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para impedir que eso suceda.
Los dirigentes revolucionarios claves deben ser defendidos y protegidos con todo lo que tengamos a nuestra disposición. De hecho, representan al pueblo revolucionario en una forma concentrada. Encarnan lo mejor de lo mejor del pueblo, lo que el pueblo ha creado y producido en un momento dado de la historia. Respetar, proteger y defender a estos dirigentes revolucionarios es respetar, proteger y defender al mismo pueblo.
Dentro de las filas revolucionarias siempre habrá (y debe haber) discusión y debate sobre muchas cosas y acerca del camino que llevará adelante. Esto es muy bueno e importante y es un reflejo de la línea de masas dentro de las filas revolucionarias. En muchos sentidos este proceso será la fuente de energía que impulsará toda la revolución y la futura sociedad que construiremos.
Pero ante el enemigo, cerramos fuertemente nuestras filas presentándole un muro impenetrable de unidad y lealtad hacia la dirección. Esto le dificulta abrir brecha en nuestras filas.
Al enemigo hay que hacerle sentir en forma muy contundente: perseguir a nuestros dirigentes revolucionarios implica enfrentarse primero con nosotros y con el pueblo revolucionario. Es cosa seria y lo tomamos muy en serio.
¿Qué significa ser un dirigente comunista revolucionario? El partido revolucionario tiene muchos dirigentes de diferentes niveles y capacidades. Encarnan una gama de puntos fuertes. Todos ellos son tanto visionarios como practicantes de la lucha revolucionaria, pero ninguno puede encarnar todas las mejores características del pueblo revolucionario hoy y de la futura sociedad nueva que luchamos por crear. Esto es otro reflejo del hecho de que la energía y la fuerza del partido se expresan mejor por medio de su colectividad.
Sin embargo, todos y cada uno de los dirigentes representan una parte importante del proceso de dar a luz la revolución y la nueva sociedad. Cada uno contribuye su propia mezcla de puntos fuertes y capacidades. Cada uno lucha por estudiar y aplicar la metodología científica del materialismo dialéctico e histórico a los problemas prácticos de la revolución. Cada uno hace muchas cosas correctas y algunas cosas incorrectas, e igual que todas las personas, aprende por medio de la experiencia a fortalecerse y mejorar la capacidad de aplicar el arte de hacer la revolución.
Cada uno se motiva por la visión de cómo podría ser el mundo para satisfacer mejor las necesidades de la gran mayoría de la humanidad, y no por intereses mezquinos y egoístas. Cada uno se cansa a veces, pero brega para volver a trabajar arduamente. Cada uno tiene miedo a veces, pero brega por recuperar su valentía y osadía.
Sobre todo el rasgo más fundamental de todo dirigente comunista revolucionario es el siguiente: la confianza estratégica que mantiene para con las masas, basada en el materialismo dialéctico.
La vida de un dirigente revolucionario es de sacrificio y trabajo arduo, frustraciones frecuentes, dudas de sí mismo y riesgos significativos, pero al mismo tiempo de dedicación desinteresada a las masas y a la lucha por un mundo mejor. Y hay más: sobre todo en esos momentos cuando las masas dejan atrás su desconfianza, su miedo y su desesperación, y avanzan con entusiasmo y con desafío vital sumándose al movimiento revolucionario, ¡en esos momentos el espíritu indomable, la poderosa unidad del pueblo y su expresión revolucionaria late por las filas revolucionarias y levanta el espíritu de todo revolucionario genuino como ninguna otra cosa! Es algo maravilloso, que el frío y desalmado burgués, que vive de chupar la sangre a la gente básica pero que jamás puede nutrirse o sostenerse por su creciente emancipación, nunca podrá disfrutar y que de hecho le infunde terror. Pero para nosotros es lo que hace que todo valga la pena.
Camaradas revolucionarios: debemos defender, apoyar y celebrar nuestro Partido, nuestros dirigentes revolucionarios, nuestro pueblo revolucionario y nuestra visión de un futuro revolucionario. ¡Porque de hecho son indesligables!
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Acerca de Bob Avakian, el Presidente del Comité Central de nuestro Partido:
¿Cómo sabemos a ciencia cierta que el Camarada Avakian, el Presidente del Comité Central, es un gran dirigente revolucionario? Esta pregunta es buena y la debemos responder abierta y francamente.
Sabemos que en última instancia la historia y las acciones de las masas darán la respuesta definitiva. ¡Pero mientras tanto no faltan indicios!
Por ejemplo, es significativo que el organismo colectivo del Comité Central de nuestro Partido, que representa en su forma mejor y más concentrada la colectividad del Partido en su conjunto, a lo largo de muchos años lo sigue escogiendo para dirigir al C.C. y, a través de este, al Partido en su conjunto.
También es significativo que ha acumulado tantos años de práctica revolucionaria, en una sociedad y un mundo cambiantes. Que no se ha rendido ni se ha vendido, nunca ha perdido el camino revolucionario. Cualesquiera que hayan sido las circunstancias en un momento dado, siempre ha sabido identificar las cuestiones políticas e ideológicas claves, así como el sentir de las masas, y lo ha hecho precisamente basándose en el Partido.
Es significativo que ha sido probado y comprobado en varias coyunturas claves: ha resistido el hostigamiento y las amenazas del enemigo burgués. Ha resistido ataques personales y políticos de elementos oportunistas y fuerzas contrarrevolucionarias en el seno del movimiento revolucionario. De hecho, estos ataques lo único que han logrado es fortalecerlos a él y al Partido que dirige.
Su puesto en la dirección no le ha dado arrogancia; jamás ha perdido su amor profundo para con las masas populares ni ha olvidado el hecho de que la calidad y la profundidad de un dirigente revolucionario, así como de la misma revolución, son determinadas por el pueblo que las genera.
Pero nunca ha abdicado sus responsabilidades. En los momentos difíciles algunos se rinden, chillan o le echan la culpa a otros--ya sea a los dirigentes, a las masas o a ambos--por las dificultades que existen. El Camarada Avakian no lo hace: cuando hay problemas, su método es, primero, mantener su confianza estratégica en el Partido y en las masas y, segundo, esforzarse más para aplicar la metodología del MLM para definir con mayor claridad los pasos a seguir. ¡Todo mundo puede aprender de eso!
En tiempos de alzamientos de masas y avances revolucionarios, el Camarada Avakian aplica tremenda energía y entusiasmo, buscando llevar al máximo los logros, tanto en las batallas inmediatas como especialmente para las metas estratégicas a largo plazo; al mismo tiempo, en los momentos de pleno auge y avances siempre busca reflexionar y examinar profundamente las tendencias generales y las cuestiones mayores que plantea o agudiza un levantamiento dado. De esto también debemos aprender.
Dirigir la revolución en gran medida se asemeja a navegar un barco en un arrecife de coral o a conducir un pelotón a través de un campo minado. Cada nuevo día presenta alternativas y decisiones: cuáles son las prioridades, dónde están las trampas, dónde las aperturas. Cómo rechazar los ataques del enemigo y a la vez avanzar al máximo y fortalecer las fuerzas revolucionarias, fijando los ojos en el futuro con la visión más amplia posible.
En varias ocasiones (repetimos, han sido coyunturas críticas para el desarrollo del camino revolucionario tanto en Estados Unidos como a nivel internacional), el Camarada Avakian se ha destacado con su capacidad de aplicar la metodología del MLM para analizar correctamente las condiciones cambiantes y en consecuencia dar orientación y dirección a las fuerzas revolucionarias. Un ejemplo destacado es el análisis que hizo del carácter contrarrevolucionario de los sucesos de China después de la muerte de Mao, y de la inevitable restauración del capitalismo en lo que era una plazafuerte de la revolución, lo que dio gran claridad en un momento de gran confusión, desaliento y desorden en el seno de las fuerzas revolucionarias del movimiento internacional.
En otras ocasiones, el Camarada Avakian ha sabido conducir las fuerzas revolucionarias evitando minas mortales, que han tomado la forma de economicismo, reformismo de diversa índole, aventurismo, socialchovinismo y una variedad de formas más de capitulación, por un lado ante el enemigo visible, y por otro lado ante las líneas y tendencias políticas contrarrevolucionarias que han surgido dentro de las filas de la revolución.
Pero el Camarada Avakian no ha logrado esto con "magia" de ninguna suerte. Lo ha hecho aplicando en forma sistemática y consecuente su capacidad especial de destilar y concentrar las lecciones de la historia y de aplicar los principios fundamentales y la metodología científica del MLM al análisis de las condiciones objetivas y subjetivas siempre cambiantes, y especialmente de las nuevas necesidades del movimiento revolucionario. Aplicando su capacidad especial de conectar una visión histórica amplia y metodología MLM bien afianzada con su conocimiento profundo del sentir de las masas y su profunda comprensión de los problemas prácticos que enfrenta el movimiento revolucionario, el Camarada Avakian repetidas veces nos ha dirigido a distinguir las líneas y tendencias revolucionarias de las contrarrevolucionarias y a fijar los pasos a seguir en la práctica para avanzar hacia las metas estratégicas generales. Aplicando la posición, la concepción del mundo y la metodología del MLM, el Camarada Avakian en muchas ocasiones se ha lanzado contra corrientes erróneas, sin importar la fuerza que tengan en un momento dado, y ha dirigido a las fuerzas revolucionarias de nuestro Partido a librar la lucha de dos líneas y a forjar unidad con todos los que se pueden unir en torno a la línea correcta.
Nadie hace esto mejor que el Camarada Avakian.
Es por esta razón, quizás más que nada, que recibe gran amor y respeto dentro de nuestro Partido. No hay exageración al decir que él es el recurso y arma individual más potente de nuestro Partido. A la vez él entiende, y ha dirigido a los demás para que entiendan, que esas cualidades tienen sus raíces en la colectividad del Partido y en última instancia en las masas populares, a quienes deben servir.