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Los días 6 y 9 de agosto de 1945, el gobierno de Estados Unidos lanzó dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, cometiendo un crimen contra la humanidad como nunca se había visto y que ha tenido de rehén a la humanidad desde entonces. Este fue el punto culminante y final de la Segunda Guerra Mundial, y de la guerra de Estados Unidos contra Japón en particular.
La “bomba A”, una bola de fuego ardiente a una temperatura de un millón de grados, apareció de repente justo encima de la ciudad japonesa de Hiroshima, mató, quemó vivos o vaporizó instantáneamente a decenas de miles de seres humanos. Tormentas de fuego envolvieron a la ciudad. A continuación se produjeron ondas de choque y vientos de más de 1.600 km por hora, que hicieron añicos cuerpos y edificios, y lanzaron por los aires a hombres, mujeres y niños. Casi todas las estructuras resultaron destruidas en la zona hasta un km y medio desde la zona cero. Miles de personas que sobrevivieron a la explosión pronto sufrieron fiebres, diarreas, vómitos y pérdida de cabello y piel — el signo de muerte de la enfermedad por radiación. A fines de 1945, entre 140.000 y 150.000 personas, en su inmensa mayoría civiles, habían perecido en Hiroshima. Cientos de miles más resultaron heridas.
Estados Unidos sabía que Japón se derrumbaría sin una invasión y que Japón había estado pidiendo la paz semanas antes de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. El 12 de julio de 1945, el presidente Harry S. Truman se refirió en su diario privado a un “telegrama del emperador japonés que pedía la paz”. Como muestra la película Oppenheimer, Estados Unidos ni siquiera elegía objetivos militares, sino que optó por incinerar ciudades de civiles. Ningún presidente estadounidense ha pedido disculpas nunca por ello, incluido Biden cuando fue a Hiroshima. Todos lo justifican alegando que “salvó la vida de los soldados estadounidenses”. Dejando a un lado el carácter falso de esta justificación, que acabamos de demostrar, el asesinato en masa de civiles para “salvar la vida” de combatientes es la definición misma de un crimen de guerra.
El gobierno estadounidense bajo la presidencia demócrata de Truman quería controlar totalmente al Japón de la posguerra e impedir que la Unión Soviética ganara más terreno en la Manchuria controlada por los japoneses y tuviera más influencia en el “equilibrio de poder” de la posguerra. El bombardeo de Hiroshima puso fin a la Segunda Guerra Mundial, pero su objetivo era más bien establecer las condiciones para el dominio estadounidense en el mundo de la posguerra. Hiroshima debía servir de advertencia a cualquiera que pensara en desafiar al dominio estadounidense del mundo de la posguerra, escrita con montones de tejido humano carbonizado y muchas decenas de miles de supervivientes horriblemente desfigurados.
En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos consideró y amenazó repetidamente con el uso de armas nucleares para imponer su dominio mundial: en la década de 1950, Estados Unidos planeó una posible guerra nuclear con la Unión Soviética, que según sus cálculos habría matado a 600 millones de personas, y en 1958 planeó activamente utilizar armas nucleares en una crisis con China; en 1958, 1973 y 1980, Estados Unidos puso sus fuerzas en alerta nuclear durante las crisis del Medio Oriente en Irak, Israel e Irán; en 1969, el presidente Richard Nixon amenazó con bombardear a Vietnam con armas nucleares; y antes de la invasión de Irak en 2003, el Pentágono se preparó en secreto para la posibilidad de utilizar armas nucleares. Y luego se tiene la llamada Crisis de los Misiles de Cuba de 1962, en la que Estados Unidos amenazó con una guerra nuclear contra Rusia si mantenía misiles con armas nucleares en Cuba.
Hoy, Estados Unidos está librando una guerra de sustitutos con Rusia en Ucrania, con el objetivo de debilitar a Rusia y su capacidad para desafiar el dominio de Estados Unidos — una guerra que baila peligrosamente cerca del uso concreto de armas nucleares en nombre de la toma de “decisiones difíciles” para infligir una “derrota estratégica” a Rusia.
La película de Christopher Nolan, que retrata la ambigüedad moral de personas como Robert Oppenheimer, quien fabricó el arma y dio paso a esta horrible arma y crimen de guerra —y a la carrera armamentista nuclear que llegó a lamentar—, está a su vez llena de un relativismo moral inaceptable y de apología de lo que Estados Unidos hizo en la Segunda Guerra Mundial. La película nunca se plantea realmente la naturaleza de este crimen, ni siquiera muestra lo que ocurrió en Hiroshima, y sigue propagándolo como una “decisión dura pero necesaria” en una guerra en la que Estados Unidos eran “los buenos” en la “lucha de la democracia contra el fascismo”.
Los verdaderos objetivos de Estados Unidos tenían poca relación con “detener el fascismo” y estaban muy relacionados con extender su dominio más profundamente en Asia y Europa, y obtener el control sobre el mundo. Durante toda la guerra, Estados Unidos se negó a permitir la entrada en su territorio de refugiados que no fueran los mínimos, incluidos los judíos, que sabían que estaban siendo perseguidos y acorralados sistemáticamente, contribuyendo así a condenar al exterminio a millones de personas, y retrasó durante años el ataque a Alemania hasta que los nazis se vieran gravemente debilitados por la Unión Soviética.
Aquí hay que decir que la película retrata más o menos fielmente la forma en que muchas personas que luchaban por causas progresistas y personas que se llamaban a sí mismas comunistas abrazaron el apoyo entusiasta a “sus propios” imperialistas en esta guerra. El apoyo de estos comunistas e “izquierdistas” en realidad ayudó y participó activamente en la creación de armas que eran y son una amenaza existencial a la humanidad. Esta línea política fue un error verdaderamente grave del movimiento de la época que tuvo —y sigue teniendo— unos costos políticos incalculables. Luego, en una amarga ironía, una vez que los imperialistas utilizaron estas bombas con todos sus efectos, esos mismos imperialistas dieron la vuelta para perseguir, poner en listas negras y encarcelar a estas personas en la caza de brujas macartista que tuvo lugar después de la Segunda Guerra Mundial.
Lo que la gente debería extraer de esta experiencia y lo que se tapa en esta “lección de historia” muy ambigua de una película es, en un momento en que las perspectivas de una guerra nuclear son en realidad más altas de lo que han sido desde la Segunda Guerra Mundial, y donde varias potencias imperialistas tienen suficientes armas nucleares para acabar con la existencia de la humanidad muchas veces, sobresale la siguiente verdad esencial de Bob Avakian, el líder revolucionario:
Ya no podemos darnos el lujo de permitir que estos imperialistas dominen al mundo y determinen el destino de la humanidad. Y es un hecho científico que la humanidad no tiene que vivir así.
Aquellos que vean esta película deberían preguntarse si se les está engañando de manera similar para apoyar a Estados Unidos como “los buenos” en la actual guerra en Ucrania y cuánto más cerca que esto esté llevando al mundo al extremo del uso de estas horribles armas de nuevo.
¡No a la guerra de Estados Unidos-la OTAN con Rusia!
¡Alto a las amenazas de Estados Unidos contra China!
¡No a una Tercera Guerra Mundial!
¡Es este sistema, y no la humanidad, el que tiene que volverse extinto!
No aceptamos el futuro de ellos —
Ya es hora de organizarnos para una revolución real
Para obtener más información sobre el crimen de guerra de Hiroshima y el verdadero carácter de la guerra de sustitutos entre Estados Unidos y Rusia en Ucrania, visite revcom.us; escuche a Bob Avakian aquí—
Bob Avakian sobre Biden, Putin y Xi Jinping: Gánsteres imperialistas y ¡la necesidad de una revolución! (vídeo en inglés)
y sintoniza cada semana El Show RNL — ¡Revolución, y Nada Menos! en YouTube.
Busque aquí próximamente una versión de estos puntos en forma de volante.
NOTA:
Una historia de la Segunda Guerra Mundial rebasa el ámbito de este artículo, pero un par de cosas para los antecedentes: La Segunda Guerra Mundial duró de 1939 a 1945. La mayoría de las grandes potencias mundiales entraron en la guerra en algún momento. Un bando incluía a la Alemania nazi, Japón e Italia. El otro bando era una alianza que incluía a la Unión Soviética (a la que correspondió la mayor parte de los combates y muertes), China, Inglaterra y Estados Unidos (que no entró en la guerra hasta 1941).