Desde que el Talibán fundamentalista islámico llegó al poder en 2022 en Afganistán, ha impuesto una medida esclavizadora tras otra contra las mujeres: les prohíben ir a la escuela después del sexto año y toda la educación universitaria y superior, viajar sin un familiar varón, trabajar con organizaciones no gubernamentales (una importante fuente de empleo e ingresos que afecta a 11.6 millones de mujeres en Afganistán) y mucho más.
El 80% de las jóvenes y niñas afganas en edad escolar —unos 2.5 millones de personas— están obligadas a permanecer sin estudios. Las mujeres afganas están cada vez más recluidas en sus hogares —donde tiene lugar el 95 por ciento de la violencia en contra de las mujeres— y las protecciones legales para quienes huyen de la violencia doméstica han desaparecido en gran medida.
Un nuevo informe de la ONU sobre Afganistán condena estos y otros abusos contra las mujeres, como la detención arbitraria de manifestantes femeninas e incluso la prohibición de utilizar los parques públicos. El informe concluye que el Talibán ha “normalizado” la violencia sistémica y los abusos contra los derechos humanos de mujeres y niñas, acciones que pueden constituir un crimen contra la humanidad.
El 6 de marzo, un valiente grupo de mujeres jóvenes protestó contra la prohibición del Talibán a la educación femenina sentándose en el suelo frente a la Universidad de Kabul y leyendo sus libros en señal de desafío. Un acto así requiere una enorme valentía, ya que el Talibán tortura, detiene, golpea, secuestra e incluso mata a las mujeres que protestan en la calle.
La periodista afgana Zahra Nader declaró a Democracy Now!:
Las mujeres que protestaron ayer en Kabul saben a lo que se enfrentan. Saben que cuando salen a las calles y solicitan sus derechos.... Podrían ser asesinadas en la calle, y nada va a cambiar, pero aún así están dispuestas a correr ese riesgo.... Esta es una lucha para que resistan por sus derechos y por lo que quieren. Aunque eso les cueste la vida, están dispuestas a asumirlo1.