La cultura y la moral — un campo crítico de lucha
Retomando lo que este discurso trató al principio (en la primera parte) sobre las relaciones entre la base económica y la superestructura política-ideológica de la sociedad: si bien en última instancia y en lo fundamental, la base establece el marco, y los límites, de la superestructura —la cual tiene que estar de acuerdo, a fin de cuentas, con la base económica subyacente—, el hecho de que esa relación encierra contradicciones y de que existe un grado importante de "autonomía" y de iniciativa en la esfera de la superestructura, es muy real y tiene consecuencias muy concretas. Se puede, y se debe, luchar —y darle vida a una alternativa viva y concreta— en la esfera de la cultura y la ideología (incluyendo la moral), incluso ahora, antes de barrer con el sistema actual — y como una parte crítica de construir un movimiento para la revolución que arrase con el sistema actual.
El parasitismo, el "suburbanismo" y las fuerzas fascistas
En el contexto de construir ese movimiento —para la revolución— una importante dimensión de eso es la lucha en la esfera ideológica, cultural y moral contra el consumismo parasítico. Aquí cabe referirse al número especial de Revolución (#199, 6 de abril de 2010) sobre el medio ambiente —particularmente la sección "Luchar contra el consumismo" en "Algunos principios claves del desarrollo socialista sustentable"— y reflexionar sobre sus implicaciones para la lucha aun en esta etapa.
Cabe notar que de Tocqueville, en sus escritos sobre la democracia estadounidense en la primera mitad del siglo 19, comentó que, aun en aquel tiempo, los estadounidenses medían todo en respuesta a esta sola pregunta: ¿cuánto dinero generará? Así que esto ha sido un rasgo distintivo de esta sociedad no solamente con el parasitismo intensificado de las décadas más recientes, sino desde su fundación. (En vez de adentrarme más en esta idea en particular, les remito a la sección de Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr? que trata los escritos de de Tocqueville y este punto básico de que le llamó la atención que los estadounidenses se obsesionaban con los bienes materiales y la riqueza1).
En el contexto particular de Estados Unidos en el período histórico actual, en cuanto a la lucha en la esfera de la ideología, la cultura y la moral —y la gestación de una cultura y una ideología (incluyendo la moral) radicalmente diferentes— es importante oponernos al "suburbanismo"2. No quiero decir que debemos convencer a todo el mundo, en particular la juventud, a abandonar los suburbios, aunque eso podría ser un aspecto de un desarrollo positivo, en la medida en que se convirtiera en un fenómeno significativo. En cambio, más bien estoy hablando del "suburbanismo" como un estilo de vida, un "etos", por decirlo así, una fuerza ideológica.
En esta conexión, cabe hacer referencia a un libro de Lisa McGirr, Suburban Warriors: The Origins of the New American Right (Guerreros suburbanos: Los orígenes de la nueva derecha estadounidense) (Princeton University Press, 2001), en el cual ella analiza con bastante perspicacia (así como ciertas limitaciones) la base social y el contenido social de las fuerzas fascistas suburbanas (aunque no las describe con esas palabras), en particular su desarrollo pronunciado en el condado de Orange en California desde los años 50 (tras la Segunda Guerra Mundial y el resultado de esa guerra) hasta la actualidad. Si bien McGirr se enfoca, con cierta profundidad, en las expresiones particulares de este fenómeno en el condado de Orange, en un sentido mayor dicha región sirve de una especie de "laboratorio" del fenómeno más amplio del desarrollo de las fuerzas fascistas en Estados Unidos, en particular en el período después de la Segunda Guerra Mundial3.
McGirr nota que de hecho esta base social fascista no estaba compuesta de sectores de bajos recursos o pocos estudios ni de la clase media baja, sino sectores relativamente acomodados y educados, pero (y repito que es un fenómeno muy marcado en este tipo de contexto) si bien cuentan con estudios, son estudios con cierta base estrecha. Muchas de las personas que la autora describe, que son la base social de dicho fenómeno, son ingenieros, técnicos y gente en profesiones similares — frecuentemente, cabe señalar, en las industrias de alta tecnología que surgieron solamente en los años 50. También es muy significativo que ese desarrollo estaba vinculado, en alto grado, a veces indirecta pero a menudo directamente, a las fuerzas militares y a las corporaciones fuertemente vinculadas con ellas que se cebaban de "los gastos de defensa". Y no es de sorprenderse que el anticomunismo de la guerra fría fuera un importante pilar ideológico del fenómeno — de lo que de hecho constituía una fuerza fascista en su desarrollo posterior a la Segunda Guerra Mundial, en lugares como el condado de Orange.
También es digno de atención el análisis de McGirr de que un gran porcentaje de los nuevos residentes de los suburbios en el oeste de Estados Unidos (en las zonas como el condado de Orange), habían migrado desde los estados centrales y el Sur, trayendo los "valores tradicionales" de esas regiones, los cuales tomaron nuevas formas, y de hecho cobraron una nueva virulencia, en las condiciones de la existencia social en los suburbios del oeste en la posguerra. La base material para esto era, en un grado significativo, la capacidad de esas personas de lograr cierta "movilidad social ascendente" —y su ascenso social en la realidad— y un mejor estatus social en los suburbios del oeste, y el vínculo estrecho entre todo eso y la Segunda Guerra Mundial (ese último análisis es mío, pero concuerda con importantes puntos que McGirr menciona). Este ascenso gira específicamente alrededor del triunfo y el ascenso de Estados Unidos entre los imperialistas por medio de esa guerra y, como señala McGirr por su parte, de los proyectos públicos y gastos públicos —en particular gastos "relacionados con la defensa"— tras esa guerra, y con la intensificación de la guerra fría. Esos gastos incluían cosas como la legislación de beneficios al veterano —la cual tenía como aspecto importante una base integral de discriminación y supremacía blanca (hablaré más sobre el asunto a continuación)— así como inversiones en la construcción de extensas carreteras, subsidiadas por el gobierno federal, relacionadas con "los gastos de defensa" por una parte y que por otra, eran indispensables para el desarrollo y mantenimiento de la vida suburbana.
McGirr habla del fenómeno de "la creación de la suburbanización de la Franja del Sol" [el Sur y el Suroeste de Estados Unidos] y explícitamente el "contraataque blanco" (p. 13) —el racismo, para hablar claro— en la forma en que reaccionó contra el movimiento en pro de los derechos civiles que surgió en la posguerra. También habla, de modo importante, de los orígenes de este fenómeno en "los legados ideológicos evangélicos y antiestatistas más antiguos profundamente enraizados en la vida estadounidense" (p. 271). Repito, este fenómeno tomó una forma particular y cobró una virulencia particular en esa conjunción de diferentes fuerzas e influencias sociales en los suburbios del oeste en el período después de la Segunda Guerra Mundial.
Lo que he mencionado hasta ahora sugiere que todo eso encierra ciertas ironías bastante llamativas. Estas personas gozaban de una posición objetiva —y una movilidad ascendente y el hecho concreto de haber mejorado su estatus económico y social, por decirlo así— que dependía de los gastos públicos y giraba sobre ellos, en un grado muy alto, en particular los gastos militares, en marcado contraste con las aseveraciones pretenciosas individualistas de parte de estas personas y la mitología de que se superaron "por sus propios esfuerzos solitos". En otras palabras, para hablar sin pelos en la lengua, los subsidiaban, su posición se debía en una medida muy grande a los gastos de gobierno; sin embargo, no dejaban de afirmar fuertemente esa mitología del individualismo y de que consiguieron todo "por sus propios esfuerzos solitos". Acuérdense de lo que comenté anteriormente4 sobre el papel del gobierno federal a lo largo de la historia de este país y el papel del gobierno al cual esas personas se han opuesto, de forma férrea y virulenta — pero por otro lado sí estaban a favor del papel del gobierno y sus enormes gastos siempre y cuando subsidiaran su ascenso a un estatus social y una posición económica mejores.
Junto con esa afirmación del individualismo, la mitología de haberse superado "por sus propios esfuerzos solitos" y esa actitud contradictoria hacia el gobierno federal, se daba un "rechazo al ‘colectivismo’ en todas sus formas" (p. 35), como lo describe McGirr. Incluía un rechazo a todo el punto de vista liberal, el cual esos reaccionarios consideraban una promoción de "colectivismo" y "estatismo" en beneficio de los "indignos". (Y no hace falta explicarlo más para que sea obvio quiénes son los "indignos" a los ojos de esas personas.) O sea: una férrea oposición a los gastos públicos para ciertos grupos. He aquí de nuevo el fenómeno del "contraataque blanco" —o en términos más directos, el racismo— y cierta vileza santurrona basada en el parasitismo.
Junto con esto, McGirr describe algo importante — en palabras suyas, "las comunidades artificiales... las visiones que ponían de relieve la privacidad individual, la propiedad privada y los espacios públicos definidos por el consumo" (p. 40). Ahora bien, eso es muy significativo: "la privacidad individual, la propiedad privada y los espacios públicos definidos por el consumo" — y no el papel de las personas como ciudadanos de una democracia sino consumidores, patrocinados en alto grado por los gastos del gobierno, como he venido recalcando.
McGirr también habla de una "extraña mezcla del tradicionalismo y la modernidad" (p. 8) que caracteriza ese punto de vista general y el movimiento fascista que cobró fuerza en esos sectores de la población — no todas las personas en esos sectores han formado parte de este fenómeno fascista, pero dicho fenómeno ha sido importante y ha tenido una base entre esas personas, y entre esas personas de hecho se da una "extraña mezcla del tradicionalismo y la modernidad", como lo describe McGirr. Además está la noción del "sentido común" (en palabras de McGirr otra vez) basado en el libertarismo (y más específicamente el "libertarismo del oeste" en el caso de las zonas como el condado de Orange y las encarnaciones similares de ese fenómeno en el oeste) "combinado con un conservadurismo social y cultural teóricamente incompatible" (p. 9). Lo vemos en estos movimientos fascistas de hoy — la continuación de este fenómeno, ese extraño brebaje que revuelve "el sentido común libertario" con "un conservadurismo social y cultural teóricamente incompatible".
McGirr menciona el papel de las iglesias —y es importante añadir, y subrayar, las iglesias cristianas cada vez más fundamentalistas— que sirven de "piedra angular para desarrollar un sentido de comunidad" (p. 48). Así que el consumismo (o un culto al consumo) va de la mano con el cristianismo fundamentalista y sus iglesias que desempeñan el papel de poner o servir de "piedra angular" para desarrollar "un sentido de comunidad" en estos suburbios que en los demás aspectos causan fragmentación y aislamiento.
En el marco de ese desarrollo del suburbanismo después de la Segunda Guerra Mundial, como un rasgo importante del terreno de Estados Unidos (tanto el terreno en el sentido literal como en el sentido social y político) vemos el desarrollo de este tipo de movimiento fascista plagado de esas ironías o contradicciones bastante llamativas — que incluyen, cabe repetir, la forma general en que se subsidió y fomentó todo eso mediante las políticas gubernamentales conscientes: los gastos de defensa, los subsidios para carreteras y para el crecimiento de los suburbios, la legislación intrínsecamente racista y discriminatoria para beneficios al veterano y la manera en que eso promovía la segregación y la supremacía blanca5.
Los rasgos que he venido definiendo se siguen resaltando —y hoy día se resaltan muy marcadamente— como expresiones importantes del fenómeno del "suburbanismo" y en particular la importante expresión social y política derechista de ello. El "suburbanismo" es, como parte del paquete completo, una expresión y un reatrincheramiento del individualismo y el vacío "antisocialismo" (en los dos sentidos de la palabra) — en que de nuevo el consumismo y la religión fundamentalista llenan el vacío, la ausencia de comunidad, por decirlo así: el fundamentalismo religioso desempeña ese papel como expresión del "suburbanismo" y como "fuerza socializadora" que concuerda con el etos del "suburbanismo" y lo fomenta. Por supuesto, todo eso se entrelaza con un "patriotismo" agresivo, que está vinculado directamente con el militarismo y, por su parte, la promoción del fundamentalismo cristiano dentro de las fuerzas armadas estadounidenses, un fenómeno marcado durante las últimas décadas. Así que todo eso huele a un extraño brebaje tóxico.
Al mismo tiempo, como ha ocurrido en períodos anteriores —incluso tomando en cuenta las diferencias muy notables entre la actualidad y los años 60 en particular—, existe una gran necesidad, y una posibilidad y un potencial reales, de una rebelión, especialmente de la juventud, en oposición a todo aquello —especialmente contra sus expresiones de derecha pero también en general contra las suposiciones y la dinámica, las motivaciones y el etos, en el corazón del "suburbanismo"— lo que es de hecho todo un estilo de vida basado en el saqueo imperialista el cual imprime, para usar la frase de Lenin otra vez, el "sello del parasitismo" sobre la sociedad en conjunto. Lo que se necesita es una rebelión que no termine por servir a estratagemas reformistas y utópicas, que no alimente y refuerce más el fundamentalismo religioso sino que, en oposición a todo eso, contribuya a un movimiento para la revolución, inspirado por las metas y la visión, y sí, la moral y la cultura, del comunismo.
A esta luz, cabe examinar algo sobre el carácter y las tendencias contradictorios en por lo menos una parte de la "rebelión juvenil" y la "contracultura", y el fenómeno "jipi" en particular, de los años 60 y los principios de los 70. Entre los jóvenes blancos de la clase media en los años 60 surgió un fenómeno realmente "generacional" de revuelta en masa contra los valores dominantes y sí, el "zeitgeist" (por usar este término) de la sociedad en aquellos tiempos (al mismo tiempo que otras personas de la misma generación, como George W. Bush o William Kristol, tomaron el rumbo opuesto, en reacción —usando esa palabra en dos sentidos— contra esa revuelta sumamente positiva y con una defensa rígida y obstinada de todo a lo cual se oponía esa rebelión justa.)
En esa revuelta positiva, no sólo en la esfera política sino la cultural, participaron muchos jóvenes de los suburbios, cuyos padres en algunos casos eran liberales (o incluso "izquierdistas" del tipo revisionista o social-demócrata), pero además, muchos de ellos que eran "conservadores" o incluso tipos abiertamente fascistas. Yo mismo conocí a muchas personas cuyos padres eran republicanos simpatizantes de Goldwater las cuales se radicalizaron mucho en un sentido positivo en unos pocos años a finales de los 60. Si la ven, la película Taking Woodstock retrata algo de ese fenómeno, con su carácter contradictorio pero principalmente positivo.
Sin embargo, especialmente tras el reflujo de la gran sublevación de los años 60, las fuerzas cristianas derechistas lograron cooptar y canalizar algo de eso —aunque, por supuesto, no todo— hacia el fundamentalismo cristiano, un fenómeno fortalecido por el hecho de que la revuelta de los 60 y su empuje revolucionario no lograron "abrirse paso hacia el otro lado", y hacer la revolución en la realidad. Esto me hace recordar de algo que siempre me daba risa (más risa en aquel tiempo que ahora): a fines de los 60 y principios de los 70 salió un afiche que irónicamente comentó ese fenómeno —un afiche titulado "Billy Graham y los jipis se dan la mano"— en el cual salió Billy Graham que sermoneaba como siempre acerca de Jesús y la "salvación" y etcétera, y en el público hay todos esos jipis diciendo: "Vaya, qué padre, ‘mano". La idea es que esas fuerzas cristianas derechistas lograron encontrar ciertos puntos en común con algunos aspectos —aunque aspectos secundarios en los mejores momentos— de esa rebelión cultural de los años 60 o la "revolución contracultural", entendida en su sentido correcto.
Y más allá de eso, parece muy probable que uno de los motivos y objetivos principales de por qué ciertos sectores de la clase dominante y fuerzas vinculadas a ésta han promovido y apoyado tan agresivamente el fascismo fundamentalista cristiano durante las décadas posteriores a la revuelta de los 60, es para prevenir el tipo de revuelta juvenil positiva y "contracultura" que cobraron tanta fuerza durante la sublevación de los 60 —para canalizar en una dirección reaccionaria la enajenación muy real que tanto agobia a muchos jóvenes, incluyendo en los suburbios hoy— para desviarla a canales reaccionarios, pretendiendo "consolidarlo" ideológicamente con una concepción del mundo absolutista. Aparte del fenómeno del "rock cristiano" y los varios festivales cristianos para jóvenes y etcétera, también hacen cosas como campamentos de verano para jóvenes cristianos graduados de la prepa que se preparan para ir a la universidad. Los mandan a esas sesiones de entrenamiento en los campamentos de verano para "vacunarlos" antes de ir a la universidad donde se expondrán a todo tipo de "males", como la ciencia de la evolución y el "adoctrinamiento político izquierdista". Así que esto parece ser otro ejemplo de cómo estas fuerzas —las fuerzas de la clase dominante, en particular del tipo fascista— han tratado de aprender del período de los 60 y de prevenir otra sublevación juvenil, en un sentido radical positivo.
Continuará
1. Bob Avakian, Democracy: Can’t We Do Better Than That? (Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr?), Banner Press, 1986; vean especialmente el capítulo 4, "Estados Unidos como ejemplo democrático… líder de la pandilla", y en particular la sección, "La ‘situación especial’ de Estados Unidos históricamente", pp. 116-127. Las citadas observaciones de de Tocqueville están en su libro La democracia en América (México: Fondo de Cultura Económica, 1984). [regresa]
2. Nota de la redacción: En Estados Unidos, el "suburbanismo" se refiere al fenómeno en las afueras de las ciudades descrito en la entrega de esta semana. [regresa]
3. Otro libro (que Frank Rich mencionó hace poco en una columna en el New York Times), Invisible Hands, The Businessmen’s Crusade Against The New Deal, de Kim Phillips-Fein (Nueva York: Norton, 2009), también arroja luz sobre el papel de lo que en esencia son fuerzas fascistas en Estados Unidos, y más específicamente la promoción y el respaldo a estas fuerzas por sectores de la clase dominante, durante varias décadas, desde el Nuevo Trato de los años 30. Si bien la autora centra su análisis en la esfera económica, y en las fuerzas reaccionarias que se puede identificar como "conservadores empresariales" en lugar de "conservadores sociales", y en particular en lugar de los fundamentalistas cristianos —que en gran medida se ocupan de defender fuertemente las relaciones tradicionales de género y de lanzar su principal ataque contra el aborto (y el control de la natalidad) así como la homosexualidad y los derechos de los gays—, el análisis de Phillips-Fein sí se contrapone, en algunos sentidos importantes, a la noción de que en esencia se puede atribuir el creciente poder e influencia de los movimientos reaccionarios en Estados Unidos a un "contraataque" o "reacción" contra las revueltas de los años 60. [regresa]
4. Esto alude a una observación hecha en la primera parte, Revolución y el estado, en la sección "La peculiar historia de los Estados Unidos: Esclavitud, ‘derechos de los estados’ y gobierno federal". [regresa]
5. En esta conexión, cabe mencionar el libro de Thomas Sugrue, The Origins of the Urban Crisis: Race and Inequality in Postwar Detroit (Los orígenes de la crisis urbana: Raza y desigualdad en el Detroit de la posguerra), un estudio del caso de Detroit como un ejemplo de lo que ocurrió en zonas urbanas importantes en el período después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los negros luchaban para integrar ciertas zonas residenciales y los blancos se les oponían, muchas veces violentamente, y aumentó la "fuga de los blancos" hacia los suburbios. También los libros, When Affirmative Action Was White: An Untold Story of Racial Inequality in Twentieth Century America (Cuando la acción afirmativa era blanca: La historia sin contar de la desigualdad racial en los Estados Unidos del siglo veinte), de Ira Katznelson, y Working Toward Whiteness: How America’s Immigrants Became White (Trabajando por la blancura: Cómo los inmigrantes de los Estados Unidos se hicieron blancos), de David R. Roediger, ilustran el papel de la legislación de beneficios al veterano para promover concretamente la segregación; y eso, de nuevo, está vinculado al desarrollo de suburbanización y de la configuración social y política que ha venido caracterizando cada vez más a los Estados Unidos durante las últimas décadas. [regresa]
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