El siguiente mensaje es de Bob Avakian Oficial en Substack, y la traducción del inglés al español hecha por revcom.us. Escuche en inglés y lea en español los despachos mediáticos de @BobAvakianOfficial
En el mensaje número Cinco, señalé los siguientes hechos esenciales:
El apartheid es el sistema supremacista-blanco al cual estuvo sometido el pueblo africano autóctono en Sudáfrica durante generaciones, hasta inicios de los años 1990. El apartheid es el sistema supremacista-judío que Israel ha impuesto al pueblo palestino, desde la fundación de Israel en 1948 hasta la fecha...
[L]a clase dominante estadounidense [apoyó] al régimen del apartheid en Sudáfrica durante casi todo el tiempo que era el sistema gobernante en Sudáfrica, y ahora Estados Unidos sigue apoyando al estado de apartheid de Israel.
También no fue accidente que, durante los años en que el apartheid era el sistema gobernante en Sudáfrica, Israel era un aliado muy estrecho de Sudáfrica. Israel proveía armamentos y otras formas de apoyo al régimen de apartheid de Sudáfrica para su supresión brutal al pueblo africano en ese país. Los líderes israelíes elogiaban abiertamente al régimen de apartheid sudafricano y lo celebraba como un modelo para el trato israelí al pueblo palestino. (Si no me cree, o quiere saber más al respecto, vaya al sitio web revcom.us y vea el quiz sobre Israel, en particular la Segunda parte de ese quiz: “Comparaciones entre Israel y Sudáfrica bajo el apartheid”.)
Algunas personas bienintencionadas han argumentado que la abolición del apartheid en Sudáfrica puede servir de “modelo” de la manera para poner fin a la opresión tipo apartheid por parte de Israel sobre el pueblo palestino. Pero esto es una ilusión que no tiene en cuenta las razones por las que se pudo poner fin al apartheid, tal como se hizo, en Sudáfrica —sin una revolución real y cabal— y además por qué éste no es un “modelo” para poner fin a la opresión del pueblo palestino por parte de Israel.
El fin del apartheid en Sudáfrica, a principios de los años 1990, no condujo a un cambio fundamental en el sistema económico capitalista de ese país, y no ha liberado a las masas de africanos de las condiciones de explotación y opresión. Los cargos gubernamentales clave en Sudáfrica ahora están ocupados por fuerzas africanas de élite — sin embargo, Sudáfrica sigue caracterizada por profundas desigualdades, con una pequeña minoría blanca que monopoliza las tierras y la riqueza, mientras que las masas de africanos siguen sufriendo en condiciones de terrible pobreza y degradación. Y en lugar de la justa rebelión en oposición al apartheid de las generaciones anteriores, hoy la situación se caracteriza por poderosas pandillas criminales que se ceban de las masas de personas — y el terrible espectáculo de los africanos que en Sudáfrica realizan ataques violentos contra los trabajadores inmigrantes, que se han llevado desde otros países africanos para someterlos brutalmente a la explotación en las minas y otros lugares de trabajo de la economía sudafricana.
Es muy importante entender por qué la terrible situación actual en Sudáfrica es lo que es — la forma en que se logró poner el fin del apartheid, y por qué esto no liberó real y completamente a las masas de personas.
Durante generaciones se dio una lucha militante entre las masas de personas contra el sistema del apartheid en Sudáfrica, y esta lucha alcanzó un punto álgido durante la década de 1980. Esto creó una situación en la que los gobernantes de la minoría blanca del país, y sus partidarios en Estados Unidos (y otros países imperialistas “occidentales”), sintieron la necesidad de hacer algún tipo de cambio — no obstante un cambio que no eliminara las relaciones fundamentales de explotación en el país o la posición básica del país dentro del marco de las relaciones imperialistas dominadas por Estados Unidos.
Las razones básicas por las que este cambio podría implicar el fin del apartheid en Sudáfrica, sin una revolución cabal, están estrechamente relacionadas con las razones por las que esta “solución sudafricana” no es un modelo o un medio para poner fin a la opresión del pueblo palestino por parte de Israel.
Sudáfrica es importante para los imperialistas estadounidenses, particularmente en términos del ejercicio del dominio estadounidense en África, pero Sudáfrica no desempeña el mismo tipo de papel que desempeña Israel, como bastión fuertemente armado de apoyo al imperialismo estadounidense en la estratégica región del “Medio Oriente”. Mantener a Israel como un estado “orientado hacia el Occidente” es de importancia decisiva para los imperialistas estadounidenses y, a su vez, la naturaleza sionista (supremacista judía) de Israel es de importancia crítica para mantener a Israel como este bastión de apoyo para el dominio estadounidense, especialmente en oposición a la influencia de Irán —y más allá de eso, de Rusia, y cada vez más, de China— en esta región estratégica.
La situación de Sudáfrica, con el fin del apartheid en la década de 1990, era muy diferente. El Congreso Nacional Africano (CNA), la organización más importante de oposición al apartheid en Sudáfrica, había estado estrechamente conectado con el Partido Comunista de Sudáfrica, que a su vez estaba estrechamente alineado con la Unión Soviética. Pero para 1990, la Unión Soviética ya se estaba desmoronando y pronto dejaría de existir. (Desde mediados de los años 1950, la Unión Soviética ya había dejado de ser socialista, pero había seguido presentándose como una fuerza socialista opuesta al imperialismo — y, hasta los años 1980, constituyó un poderoso obstáculo a la dominación imperialista estadounidense en el mundo. La Rusia que se quedó, después de que la Unión Soviética ya no existiera, a principios de los años 1990, para entonces ya era un país muy debilitado, que ya no representaba un desafío serio a la dominación estadounidense en ese momento).
Estos fueron los factores que posibilitaron el fin del apartheid en Sudáfrica, y esta fue la base sobre la cual el líder del CNA, Nelson Mandela, después de décadas de encarcelamiento, por fin fue puesto en libertad, y luego se le permitió participar en las elecciones, lo que resultó en que llegara a ser el presidente de Sudáfrica en la década de 1990.
Como he enfatizado, si bien fue importante poner fin al apartheid en Sudáfrica, la base sobre la cual se le puso fin ha significado que no ha llevado a la liberación real y completa para las masas de los africanos, y al contrario la inmensa mayoría hoy sigue sufriendo terribles condiciones de explotación, pobreza, opresión y degradación.
La lección crucial es que, para poner fin finalmente a todo este terrible sufrimiento, es necesario llevar a cabo una revolución cabal y verdaderamente emancipadora.
En su aplicación a la situación actual del pueblo palestino hoy, lo siguiente (de mi mensaje número Seis) señala cuestiones críticas de orientación y enfoque:
La respuesta definitivamente no es “matar a todos los judíos en Israel” o “empujarlos al mar”. La respuesta es abolir el estado de Israel, y en su lugar crear un estado revolucionario en que el gobierno y las leyes no promuevan ninguna religión y no favorezcan a ningún pueblo más que otro, sino en que haya igualdad entre judíos y palestinos.
La respuesta definitivamente tampoco es la “solución de dos estados” promovida por la administración Biden. Semejante “solución de dos estados” en realidad equivaldría a nada menos que un poderoso estado de Israel que continuaría ocupando las tierras robadas al pueblo palestino, mientras el supuesto “estado palestino” creado mediante esta “solución” sería una burla amarga, un estado títere — meramente un mosaico de minúsculos territorios separados, cercados y dominados por Israel, en que el pueblo palestino todavía estaría sometido a una terrible opresión y privaciones.
Una vez más:
La respuesta es que hace falta librar la lucha contra el estado de Israel sobre una base revolucionaria, con el objetivo de poner fin a toda relación opresiva y toda desigualdad entre las personas que se base en la raza y la nacionalidad, el sexo y el género, y toda relación en la que una parte de la sociedad explote a otras. Y lo que se necesita con urgencia es que surja una fuerza revolucionaria para dirigir la lucha sobre esa base.
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