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BOB AVAKIAN 
REVOLUCIÓN #54: 
Por qué, aunque fue necesario votar por Biden en 2020, votar por Biden estaría terriblemente equivocado en las venideras elecciones de este año.

La razón por la que votar por Biden en esta ocasión estaría terriblemente equivocado no se debe solamente a sus acciones de dar su apoyo total a Israel y su matanza genocida del pueblo palestino. Por horrendo que eso sea, este sistema del capitalismo-imperialismo perpetra repetidamente crímenes de este tipo — crímenes que están integrados en la naturaleza misma de este sistema y que se derivan de ella. Y, salvo el tipo de circunstancias extraordinarias que existieron en 2020, las que comenté en mi mensaje anterior (número Cincuenta y Tres), la naturaleza monstruosa de este sistema sería motivo más que suficiente para no votar por ningún político que aspire a representar este sistema. Pero, una vez más, como se explicó en ese mensaje anterior, hubo razones particulares —circunstancias excepcionales— por las que fue necesario y correcto votar por Biden en 2020. Y existen razones más grandes por las que eso estaría terriblemente equivocado ahora.

Abordé esta cuestión en mi Declaración de Año Nuevo 2021, Un año nuevo, La necesidad urgente de un mundo radicalmente nuevo — para la emancipación de toda la humanidad (que está disponible en las Obras escogidas de BA en revcom.us):

La derrota electoral del régimen de Trump y Pence sólo “gana cierto tiempo” — tanto en relación al peligro inminente constituido en el fascismo que este régimen representa, como más fundamentalmente en términos de la crisis potencialmente existencial que la humanidad está enfrentando cada vez más a consecuencia de estar atada a las dinámicas de este sistema del capitalismo-imperialismo. Pero, en términos esenciales, el tiempo no juega a favor de la lucha para un futuro mejor para la humanidad. Así que urge no desperdiciar [semejante tiempo] ... en actividades descaminadas que sólo refuerzan a este sistema que perpetúa interminables horrores para las masas de la humanidad y que ha llevado las cosas al borde de una catástrofe muy real.

Y:

Aunque es de importancia crítica que la votación en estas elecciones [de 2020] ha resultado en una derrota decisiva para el régimen de Trump y Pence y para sus esfuerzos por consolidar más completamente un gobierno fascista, no hay que permitir que esto desdibuje esta verdad crucial: La polarización, entre demócratas y republicanos, como se ha manifestado mediante el proceso electoral en Estados Unidos, implica la contienda sobre la mejor manera de defender y perseguir los intereses del sistema capitalista-imperialista y el dominio de la clase capitalista. No representa las divisiones fundamentales en la sociedad y el mundo, ni los intereses fundamentales de las masas de personas, en Estados Unidos y el mundo en su conjunto. Tampoco es posible solucionar los profundos problemas ante la humanidad —de hecho, únicamente podrían agravarse— dentro de los límites de este sistema asesinamente opresivo y explotador y el caos y la destrucción que éste seguirá desatando a una escala masiva, siempre y cuando continúe dominando al mundo.

Aquí la cuestión es clara: con respecto a la coyuntura particular centrada en las elecciones de 2020 —con su peligro inmediato de una continuada consolidación fascista por parte de Trump y las fuerzas que él representa—, esa coyuntura particular ya había transcurrido, y había surgido una nueva situación que definía las cosas después de esas elecciones y con el fracaso del intento de golpe de estado de Trump para mantenerse en el poder tras perder las elecciones.

En los más de tres años transcurridos desde que se hizo esa Declaración de Año Nuevo, he seguido enfatizando que no se debe perder el tiempo tratando de resolver los horrores muy reales a los que se enfrenta la humanidad al permanecer atrapada en los confines y en las dinámicas de este sistema del capitalismo-imperialismo, que es la fuente de estos horrores. Al contrario, con la gran intensificación de las contradicciones que definen este sistema, en el mundo en su conjunto y específicamente al interior de Estados Unidos — incluido el tipo de escisiones profundas y antagónicas al interior de la clase dominante del país que no se han presenciado desde el período justo antes de la Guerra Civil en los años 1860: este es un momento “poco común” cuando una revolución para derrocar este sistema entero, sí, aquí mismo en este poderoso país capitalista-imperialista, no sólo se necesita con urgencia sino que se ha vuelto más posible —la que no es segura, y ciertamente no se hará fácilmente, sino que es posible—, y no se debe desperdiciar (despilfarrar, desaprovechar), sino que lo deben aprovechar activamente todos aquellos que de veras aspiran y anhelan a una forma de vida edificante y emancipadora, fundamentalmente diferente.

Para concentrarnos aquí en la esencia del asunto: fue una política táctica correcta y necesaria, en las circunstancias inmediatas particulares de 2020, votar por Biden en esas elecciones, a fin de impedir una mayor consolidación fascista en ese momento. Pero repetir eso ahora convertiría lo que era una necesidad táctica en una debacle estratégica y una derrota para la causa de la revolución, la que representa la única resolución positiva de las contradicciones profundas y agudas de este sistema. El tiempo avanza y las condiciones cambian. Votar en las elecciones en esta ocasión no significaría simplemente implementar una vez más el ritual repetido de votar por el “mal menor” de los demócratas (o, en el caso de algunas personas, de hecho votar por el mal “mayor”, Trump, debido a una propia repulsión por Biden y los demócratas). Argumentar a favor de votar en estas elecciones, en esencia, convertiría en un principio dejarse caer en la trampa mortal de votar por este sistema (que en realidad es lo que representan estas elecciones). Reforzaría muchísimo la ya poderosa atracción —por mucho que las personas se alienen de este sistema y de las atrocidades que perpetra continuamente, y por mucho que hasta se levanten en resistencia en su contra— nunca se zafarán de los límites de este sistema, porque cada pocos años al participar en sus elecciones, se les atraerá a aceptar los términos de este sistema, y a “validar” sus monstruosos crímenes.

Y, en la práctica, votar por Biden en esta ocasión no es en absoluto ninguna “garantía” de que se impida que Trump llegue al poder e implemente en toda su extensión su agenda verdaderamente horrorosa. En primer lugar, aunque las personas que están asqueadas con Biden “se tapen la nariz” y voten por él, todavía es posible que Trump de hecho podría ganar las elecciones. Y si, tal como se dio en 2020, Biden de hecho gana —no sólo el voto popular total sino el conteo del Colegio Electoral—, definitivamente no habrá garantía de que Trump lo reconozca y lo acepte — de hecho, él casi seguro no lo hará, y es probable que cuente con un apoyo aún más decidido de parte del Partido Republicano y otras instituciones clave para insistir en que él es el ganador “legítimo”, y que actúen en consecuencia. En esta ronda, para nada es difícil imaginar que un Congreso dominado por los republicanos de todos modos simplemente declare a Trump ganador, y para nada es difícil imaginar que la Corte Suprema dominada por los fascistas dictamine que esto es “legal”. Ante eso, o Biden y los demócratas capitularían y permitirían que Trump asumiera el cargo, o se negarían a hacerlo y, en cambio, buscarían imponer la victoria electoral que en realidad Biden obtuvo (pero que Trump y sus aliados se han negado a reconocer). Como he señalado en el mensaje Número Once:

Esto podría conducir a choques armados entre los dos sectores opuestos de la clase dominante, que incluso podrían convertirse en una confrontación militar a gran escala — un nuevo tipo de guerra civil.

En semejante situación, para todo aquel que esté asqueado por las atrocidades perpetradas constantemente por este sistema —y por las “opciones” que ofrece a la gente, que no implican ninguna opción positiva real—, la necesidad urgente sería sumarse a los comunistas revolucionarios, los cuales estarían explicando con agudeza la realidad de lo que está pasando, y por qué, y que estarían dando vida a la única solución positiva a todo esto; actuar, urgente y decisivamente, para cambiar todo el alineamiento, toda la “polarización” en la sociedad —repolarizando rápidamente las cosas de una manera que es cada vez más favorable para la revolución— ganarse a masas de personas, de todos los sectores de la sociedad, para que rompan con todo este sistema y se pongan del lado de la revolución.

En resumen: en términos fundamentales y generales, no existe ninguna buena solución para esto dentro de los límites de este sistema. E incluso en términos de impedir que Trump llegue al poder y consolide un gobierno fascista, votar por Biden no es garantía de ello. Más que eso, dejarse atraer a votar por Biden amarra a las personas al sistema que ha engendrado este fascismo y les impide convertirse en parte de las fuerzas de la revolución que se necesita con urgencia —y que, con una fuerza no sólo de miles, sino de millones de personas, podrían tener una verdadera oportunidad de llevar a cabo esta revolución— derrotando a este fascismo como parte del derrocamiento de todo este monstruoso sistema, que ha engendrado este fascismo, junto con las demás atrocidades espeluznantes que perpetra continuamente.

La conclusión esencial es lo siguiente: llegar a formar parte de esa revolución y trabajar de manera urgente por semejante revolución, ahora, es lo que se requiere para oponernos de manera realmente significativa tanto al fascismo desquiciado y peligroso representado por Trump, como al horror muy real representado por el Genocida Joe Biden y la violencia destructiva que él ha ejercido, y que amenaza con ejercer, en la imposición de los intereses depravados de este sistema. Trabajar activamente por esta revolución es el único medio para barrer este sistema en su totalidad, que es la fuente de la locura y el sufrimiento muy reales que todos estos políticos representan y buscan imponer, por medios verdaderamente monstruosos.