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BOB AVAKIAN 
REVOLUCIÓN #82: 
El sistema en este país no es “democracia”.

Les habla Bob Avakian — REVOLUCIÓN — número Ochenta y Dos.

Si le preguntas a la gente: “¿Cuál es el sistema que tenemos en este país?” — casi todos dirán “democracia”, aunque muchos piensen que esta “democracia” tiene “problemas”, incluso problemas muy serios.

La razón por la que casi todos responderán así se debe a que así han estado condicionados y propagandizados para pensar, desde muy pequeños — por medio del sistema educativo, los políticos, los medios de comunicación y las demás instituciones dominantes en este país.

Bueno, “casi todos” estarían equivocados.

La verdadera respuesta a la pregunta —¿cuál es el sistema que gobierna en este país?— es que es el sistema del capitalismo. La economía capitalista es la base para el sistema entero en este país. Y la “democracia” que existe es la democracia sobre la base de este capitalismo.

En el sistema capitalista, un número relativamente pequeño de personas, la clase capitalista, posee los grandes medios de producción (tierra, fábricas, tecnología y maquinaria, así como la materia prima, que se utilizan en la producción). Aquellos que poseen estos medios de producción lucran con el trabajo de aquellos que no los poseen y que, por lo tanto, están obligados a trabajar para aquellos que sí los poseen. El capitalismo se basa en la explotación. ¿En qué consta esta explotación? En lucrar con el trabajo de otrosen hacer que trabajen en condiciones que creen las mayores ganancias para los capitalistas, sin importar el efecto que esto tenga sobre esos trabajadores. Los propios capitalistas están compelidos a impulsar así a los trabajadores, porque cada capitalista está en una competencia con otros capitalistas.

(Esta es la situación básica — la naturaleza y las relaciones básicas de este sistema. La explico con más detalle en dos artículos sobre la explotación y sobre poner fin a la explotación y la opresión, así como en el artículo Mercancías y capitalismo — y las terribles consecuencias de este sistema — todos los que están disponibles en revcom.us.)

La economía capitalista fija los términos para el sistema en su conjunto, incluidas las instituciones políticas, el sistema educativo, la cultura dominante y las ideas imperantes: la “superestructura” de este sistema. Si se tiene una base económica capitalista, en tal caso la superestructura de la política y la ideología que existe sobre esta base estará —tiene que estar— en consonancia con esa base, o el sistema no podrá funcionar. Esto se aplica a cualquier estructura, o a cualquier sistema: la base fija los términos, y los límites, para lo que será la superestructura. Imagínate tratar de poner un techo de madera, con troncos pesados, encima de una choza hecha de paja: ¡todo se derrumbaría! Y lo mismo se aplica a la superestructura del sistema capitalista: la “democracia” que existe en Estados Unidos es, y sólo puede ser, una “democracia” que se basa en el sistema capitalista de explotación y opresión, le sirve y está limitada por éste — de lo contrario, el sistema no se sostendrá, no podrá funcionar.

Bajo este sistema, todos los “derechos” que tienen las personas, así como la ley y el “estado de derecho”, y el proceso político en su conjunto: todo esto se configura —y se limita— por lo que sirva al sistema capitalista de explotación y a los intereses de la clase capitalista que gobierna en este sistema.

Esa clase capitalista gobernante y sus instituciones de represión violenta, especialmente las fuerzas armadas y la policía, así como los tribunales, suprimirán cualquier cosa o a cualquier persona que amenace seriamente (o se le considera como una amenaza seria) al dominio de la clase capitalista, o al funcionamiento básico y la “estabilidad” del sistema capitalista.

En el sistema capitalista —con la economía capitalista como base del sistema en su conjunto— se declara formalmente que hay “libertad para todos” (supuestamente nadie es propiedad como un esclavo, y supuestamente las leyes y las costumbres no restringen a nadie a determinadas posiciones inferiores). Y existe el principio de “igualdad formal”: supuestamente todos son “iguales”, en términos de oportunidades, e “iguales ante la ley”. En la realidad, por supuesto, las cosas no funcionan así, porque “el dinero es contante y sonante” y la gente con más dinero tiene mayor influencia — y, una vez más, aquellos que han adquirido una gran cantidad de riqueza, mediante la explotación capitalista, tienen un poder que otros no tienen.

En lo más fundamental, en realidad no puede haber igualdad entre los capitalistas que poseen los grandes medios de producción, y aquellos que no los poseen y están reducidos a trabajar para los capitalistas. En un sentido real, aquellos que poseen los grandes medios de producción tienen el poder de vida o muerte sobre aquellos que no poseen medios de producción (y que tampoco tienen destrezas especializadas, o un alto nivel de educación), porque aquellos que se encuentran en esta posición solo pueden vivir a medida que los capitalistas los exploten: para las masas de personas, si no pueden conseguir que aquellos que poseen los medios de producción los contraten, y los exploten, saldrán sin medios “legales y legítimos” para vivir, o mantener a una familia.

Todo esto es una expresión de una profunda desigualdad — incluida la desigualdad de oportunidades: los capitalistas que poseen medios de producción tienen la “oportunidad” de enriquecerse, mientras que aquellos que no poseen medios de producción (y, para repetir, que no tienen destrezas especializadas o un alto nivel de educación) tienen la “oportunidad” de que los exploten —o de morir de hambre— o de recurrir a estafas o al crimen de una forma u otra.

Además, en esta relación básica de explotación, la apariencia externa es que hay igualdad: los capitalistas pagan un sueldo a los trabajadores que emplean, a cambio del trabajo que los trabajadores realizan para el capitalista. Pero la realidad es lo siguiente: el sueldo que reciben los trabajadores es igual a solamente una parte de la riqueza que crean por medio de su trabajo — y la riqueza excedente (plusvalía) que crean los trabajadores, más allá de lo que es igual a su sueldo, va al capitalista. Ése es el “sórdido secreto” de la explotación capitalista. Es la base para las ganancias capitalistas — y, de hecho, para el funcionamiento del sistema capitalista en su conjunto.

Junto con eso, en el caso en que históricamente ciertas “razas” y otros grupos sociales han estado objeto de la discriminación, existe toda esa dimensión de la desigualdad.

Por lo tanto, la “igualdad formal” del sistema capitalista tapa mucha desigualdad. Y la libertad más esencial en la sociedad capitalista es la “libertad” de ser dominado por el sistema capitalista, y de operar dentro de sus límites.

Aunque quizá los individuos en los grupos explotados y oprimidos en la sociedad asciendan a una posición más privilegiada y adinerada (o, en algunos pocos casos, hasta lleguen a ser parte de la clase dominante), las masas de los explotados y oprimidos no pueden hacerlo dentro de los límites de este sistema del capitalismo. La idea de que “todos” puede hacerlo es una de las ilusiones principales y más importantes las que constantemente propaga la clase dominante, como un mecanismo para mantener la lealtad de las personas a este sistema — y limitar su visión y aspiraciones a lo que se dice que es posible dentro de este sistema.

Próximamente, analizaré más a fondo cómo este sistema, y su dominio sobre las personas, funcionan en los hechos — y específicamente por qué las personas, por medio de las elecciones, no determinan las decisiones básicas sobre el rumbo de la sociedad.