Hoy, los políticos fascistas, las “organizaciones de padres de familia” y otros lunáticos fascistas están librando una campaña despiadada para prohibir libros y de otras maneras impedir que los niños, y la gente en general, aprendan incluso algunas de las verdades básicas sobre Estados Unidos, su verdadera historia y su realidad actual. Una de las principales líneas de ataque de estos fascistas es la afirmación de que aprender acerca de la supremacía blanca y el racismo hará que los niños —es decir, los niños blancos— “se sientan mal”.

Bueno, de joven blanco que crecí en la década de 1950 y principios de la de 1960, cuando aprendí acerca de la supremacía blanca y el racismo, eso sí que me hizo sentir mal — ¡y eso fue algo muy bueno!

Me hizo sentir indignado —y sí, me hizo sentir avergonzado—, y eso me hizo querer hacer algo: ser parte de la lucha contra esta supremacía blanca y este racismo.

Y yo no me encontraba a solas en esto: ésta fue la experiencia de enormes cantidades —de millones— de jóvenes blancos que alcanzaron la mayoría de edad en esos años, que se inspiraron en el movimiento de derechos civiles y luego en el movimiento de liberación negra más militante y se convirtieron en parte del auge de lucha revolucionaria de la década de 1960.

Estos fascistas están decididos a no permitir que algo así vuelva a pasar, en estos tiempos tan cargados — y al contrario se proponen formar una bola de jóvenes blancos de cabeza hueca y convertirlos en rabiosos racistas (parecidos a las Juventudes Hitlerianas en Alemania durante el ascenso de los fascistas NAZIs allá en la década de 1930).

Una parte crucial de derrotar este fascismo en general es poner coto a estos fascistas en su intento de suprimir la verdad sobre Estados Unidos.

Y esto, a su vez, puede y debe ser parte de deshacernos de todo este sistema del capitalismo-imperialismo: que ha engendrado este fascismo... que tiene la supremacía blanca integrada en sus cimientos y en su funcionamiento continuo... que es la fuente de una horrenda opresión de literalmente miles de millones de personas, en Estados Unidos y en todo el mundo... y que es una amenaza a la propia existencia de la humanidad, por medio de su creciente destrucción del medio ambiente y el peligro continuo de guerra entre potencias capitalista-imperialistas con armamento nuclear, entre ellas Estados Unidos, Rusia y China.