Mira a todas estas hermosas niñas en el mundo. Además de las demás atrocidades que he mencionado, respecto a las y los niños en los cinturones de miseria del tercer mundo, además de todos los horrores que se amontonarán en su contra —cientos de millones de personas tienen como destino vivir en medio de la basura y las aguas negras, una vida que les espera, incluso antes de nacer—, para colmo existe para las niñas el horror que conlleva el mero hecho de ser mujeres en un mundo de dominación masculina. Y eso es cierto no sólo en el tercer mundo. Además, en los países “modernos” como Estados Unidos las estadísticas apenas lo captan: los millones de mujeres que serán violadas; los millones más de ellas que de forma rutinaria serán menospreciadas, engañadas, degradadas y muy a menudo brutalizadas por parte de aquellos que se supone que son sus amores más íntimos; la forma en que tantas mujeres serán objeto de humillación, persecución y acoso cuando traten de ejercer sus derechos reproductivos a través del aborto o incluso a través del control de la natalidad; las muchas de ellas que se verán obligadas a ejercer la prostitución y la pornografía; y todas aquellas que —si no tienen ese destino concreto e incluso si consiguen algún éxito en este “nuevo mundo” donde se supone que no existen barreras para las mujeres— estarán rodeadas por todos lados y serán insultadas en cada momento por una sociedad y una cultura que degrada a las mujeres, en las calles, en las escuelas y en los lugares de trabajo, en el hogar, a diario en innumerables formas.