Empecemos con lo siguiente: en el sentido más fundamental, las revoluciones comunistas no se dan simplemente como resultado del trabajo y lucha revolucionarios de los comunistas.
¿Por qué lo menciono? ¿Para sostener que lo que hacen los comunistas no es importante? No. Obviamente que no. Es de importancia definitiva y vital que los comunistas trabajen de manera consecuente y luchen de manera vigorosa, con determinación y creatividad, para ganarse a masas de personas para que vean la necesidad y lleguen a participar activamente en los preparativos y luego en la realización del derrocamiento del sistema opresor, a fin de crear un sistema radicalmente diferente y emancipador. (Y claramente las revoluciones no pueden darse como resultado de que los revolucionarios lleven a cabo algo que no sea el trabajo y lucha revolucionarios consecuentes.)
Pero las revoluciones no avanzan en línea recta — y es crucial captar esos momentos poco comunes, y actuar de manera decisiva en relación con esos momentos poco comunes en que un cambio profundo y cualitativo en la situación abra la posibilidad de un gran avance para la revolución, quizá hasta la posibilidad de llevar las cosas al derrocamiento del sistema existente y el establecimiento de un sistema radicalmente diferente y mucho mejor.
Esta posibilidad quizá no se evidencie, y generalmente no se evidencia en lo inmediato, y por el contrario lo que con más frecuencia se ve fácilmente en la superficie es la forma en que, a corto plazo, la situación está agravándose.
La cuestión es que únicamente es posible entender todo esto correctamente, y actuar en consecuencia, con un método y enfoque consecuentemente científico.
Una de las cosas más importantes que este método y enfoque científico deja en claro es lo siguiente: las revoluciones se vuelven posibles, en el sentido más fundamental, como resultado de la intensificación de las contradicciones del sistema opresor, que conduzcan a puntos de viraje cruciales, proporcionando oportunidades poco comunes para avances revolucionarios importantes, con el potencial de abrir el camino para la victoria de la revolución. Y las perspectivas para una revolución dependen en gran medida de si las fuerzas conscientes para esta revolución no solo llevan a cabo un trabajo y lucha revolucionarios consecuentes, sino más específicamente si reconocen —y sobre esa base actúan con audacia y con determinación con una fundamentación científica, para aprovechar al máximo— estos puntos de viraje cruciales y oportunidades muy poco comunes.
Claro que el papel de los comunistas no es de esperar de manera pasiva para que se den tales puntos de viraje cruciales y oportunidades poco comunes. Al contrario —y este es un punto básico de orientación en el nuevo comunismo que yo he desarrollado—, los comunistas deben trabajar continuamente para maximizar el desarrollo de la revolución que se necesita, y acumular fuerzas para esa revolución— aplicando el enfoque de acelerar mientras se aguarda las condiciones necesarias que hacen que sea posible ponerlo todo en juego en la lucha por la revolución, con una verdadera posibilidad de ganar. Y luego, cuando se hayan dado las condiciones necesarias, es de crucial importancia actuar de manera decisiva — para dirigir a las masas de personas, a millones de ellas, a tomar el poder de manea concreta.
Pero simplemente ir realizando un trabajo “de rutina” en nombre de la revolución, en los hechos sin ninguna orientación revolucionaria y sentido de urgencia —“doblando las campanas” eternamente, como monjes en un monasterio, sin prestar atención a los acontecimientos más importantes en el mundo, y, en particular, a la forma en que las contradicciones fundamentales del sistema gobernante se están manifestando de manera mucho más aguda que en los “tiempos normales”— pues ello dará como resultado que no se aproveche el potencial que esto abra para el avance revolucionario y conducirá a desperdiciar la oportunidad poco común.
Las revoluciones triunfantes dirigidas por los comunistas, primero en Rusia y luego en China, durante la primera mitad del siglo pasado, ilustran estas lecciones cruciales. (Aunque los sistemas socialistas que se establecieron por medio de revoluciones, primero en Rusia-la Unión Soviética y luego en China, a la larga fueron derrocados y el capitalismo fue restaurado en ambos países, las cuestiones esenciales que he enfatizado aquí las realzan las experiencias de estas revoluciones en dirigir a las masas de personas para derrocar el viejo orden opresivo y en establecer una sociedad y un gobierno nuevos y revolucionarios).
Rusia: La Primera Guerra Mundial como “directora de escena” de la revolución
Para la revolución rusa, fue la Primera Guerra Mundial, que se inició en 1914, la que hizo acentuar en gran medida las contradicciones del sistema capitalista-imperialista en general y de manera particularmente aguda dentro de Rusia. (Esta fue una guerra entre potencias imperialistas rivales por la posición dominante en el mundo y, en particular, por la dominación y explotación de vastos imperios coloniales, especialmente en África, el Medio Oriente y Asia). A medida que esta guerra se desenvolvía a lo largo de varios años, e intensificó las contradicciones que condujeron a la guerra, eso hizo que la base objetiva y la posibilidad de una revolución fueran más favorables, aunque fue necesario captar firmemente esta posibilidad y trabajar activamente en torno a ésta — y fue necesario aprovechar de manera decisiva la oportunidad de derrocar el viejo orden, cuando esa oportunidad surgió hacia el fin de esta guerra.
Pero cabe señalar que durante cierto tiempo antes del inicio de la Primera Guerra Mundial, y luego durante gran parte de esa guerra, los comunistas rusos (los bolcheviques) estaban severamente debilitados — su líder Lenin y algunas otras figuras dirigentes estaban en el exilio, se mantenían desesperadamente en circunstancias extremadamente difíciles (en que algunos camaradas vivían, e incluso se morían, en las calles). Esta difícil situación fue en gran medida el resultado de la derrota de un levantamiento revolucionario en Rusia en la década anterior al inicio de la Primera Guerra Mundial y la severa represión que le siguió a esa derrota. En esas circunstancias, muchos antiguos partidarios, o simpatizantes intelectuales, de la revolución adoptaron racionalizaciones “filosóficas” para darle la espalda al marxismo, y no pocas personas dentro de las filas de los bolcheviques se replegaron hacia el individualismo autoindulgente. Además, durante gran parte de la Primera Guerra Mundial, debido a que los bolcheviques adoptaron y mantuvieron la posición de principios de negarse a apoyar a su propia clase dominante imperialista en esa guerra —a la vez que desenmascaraban y denunciaban la guerra en general como imperialista—, ellos fueron muy impopulares entre grandes sectores de la población rusa, que especialmente al inicio de la guerra se dejaron envolver en el fervor patriótico en apoyo a la participación de Rusia en la guerra.
Pero a medida que la guerra se prolongaba, y la clase dominante rusa continuaba activamente participando en esta guerra que estaba causando enormes bajas a las tropas rusas y terribles sufrimientos a las masas de personas en Rusia, los bolcheviques fueron capaces de ganarse cada vez más a cantidades crecientes de personas y de organizarlas en una poderosa fuerza revolucionaria —incluido un sector de las fuerzas armadas del gobierno que se pasó al lado de la revolución— y en la última parte de 1917 esta fuerza revolucionaria logró tomar el poder mientras las contradicciones continuaban intensificándose, en gran parte como resultado de la continuación de la guerra y la forma en que esa guerra concentraba las contradicciones subyacentes del sistema del capitalismo-imperialismo.
A eso se refería Lenin cuando dijo que esta guerra, con toda su destrucción masiva y terrible sufrimiento, era un “director de escena” de la revolución. Pero esto no sucedió “automáticamente” como resultado de los crecientes horrores de la guerra. Así que no se habría dado una revolución en Rusia si los bolcheviques, dirigidos por Lenin, no hubieran mantenido, en primer lugar, una posición de principios en oposición a la guerra — yendo contra la poderosa corriente de fervor patriótico al principio y durante buena parte de la guerra. Más allá de eso, no se habría dado una revolución en 1917 si Lenin no hubiera brindado una dirección decisiva en hacer el análisis científico de las formas en que esta guerra estaba haciendo acentuar en gran medida las contradicciones del sistema capitalista-imperialista, en general y de manera particularmente aguda en Rusia — o si los bolcheviques no hubieran aplicado este análisis y no hubieran aprovechado la situación poco común hacia el fin de la guerra cuando, como también dijo Lenin, años e incluso décadas de “tiempos normales” se condensaban en meses o incluso en semanas de contradicciones intensificadas y acontecimientos acelerados.
La revolución china, y la invasión y ocupación de China por parte de Japón
A fines de la década de 1920, después de la masacre de un gran número de comunistas chinos por parte de las fuerzas reaccionarias encabezadas por Chiang Kai-shek en las zonas urbanas chinas, Mao Zedong dirigió en hacer un salto crucial para la revolución china: encabezó a una fuerza de revolucionarios, reclutados especialmente de entre los sectores desesperados de la juventud china, para retirarse a las montañas remotas y lanzar una lucha armada —una guerra popular— contra el gobierno opresor y asesino encabezado por Chiang Kai-shek (respaldado por los imperialistas “occidentales”, incluido Estados Unidos). A lo largo de varios años, esta guerra popular venía logrando establecer y extender las bases de apoyo revolucionarias en el campo chino y derrotando sucesivos intentos de las fuerzas contrarrevolucionarias de suprimir y aniquilar estas bases de apoyo y a las fuerzas revolucionarias que las dirigían. Pero, finalmente, a mediados de la década de 1930, el gobierno de Chiang Kai-shek adoptó una nueva estrategia y táctica militares, que logró obligar a los revolucionarios a abandonar las bases de apoyo y embarcarse en lo que se conoció como la Gran Marcha, que recorrió miles de kilómetros y concluyó con el establecimiento de una nueva base de apoyo centrada en Yenán en el interior de China.
En particular con la futura victoria de la revolución china —tras la derrota final de las fuerzas de Chiang Kai-shek y el establecimiento del poder político revolucionario a nivel nacional en 1949—, la Gran Marcha ha llegado a considerarse como una gran hazaña revolucionaria. Y así fue. Pero también es cierto que, si bien esta Gran Marcha sí posibilitó una etapa nueva y crucial de la revolución china, la gran mayoría de las fuerzas revolucionarias que se embarcaron en esta Gran Marcha —que se contaban por decenas y decenas de miles— murieron en el transcurso de la marcha. Y es muy posible que no solo esos números masivos de combatientes revolucionarios, sino la revolución misma, pudieran haber salido muertos —al menos durante todo un período de tiempo—, como resultado de tener que abandonar las bases de apoyo originales y llevar a cabo la tortuosa Gran Marcha.
Al final resultó que, pese a las grandes pérdidas, una fuerza importante sobrevivió a la Gran Marcha, y esta fuerza —tras haber combatido en muchas batallas y tras haber superado muchas dificultades— se templó y fortaleció aún más. Luego, como resultado de la invasión y ocupación de grandes partes de China por parte del imperialismo japonés, se volvió necesario y posible movilizar a amplios sectores del pueblo chino en oposición a esta invasión y ocupación. Y la necesidad de la resistencia más amplia que fuera posible contra la ocupación japonesa, así como la posición debilitada del gobierno de Chiang Kai-shek como resultado de esta ocupación, establecieron tanto la necesidad como la base para sumarse a un frente unido con este gobierno de Chiang Kai-shek a fin de combatir contra los invasores japoneses. (Debido a “la realidad sobre el terreno”, Chiang Kai-shek fue obligado a aceptar este frente unido, a pesar de que, durante el transcurso de la guerra de resistencia contra Japón, Chiang continuó sus intentos de aniquilar a las fuerzas dirigidas por los comunistas, a la vez que cedía cada vez más terreno a los japoneses.)
El resultado de todo esto fue que, a lo largo de la Segunda Guerra Mundial —que se inició en 1939 y finalmente terminó en 1945 tras la derrota de Japón y sus aliados, incluida la Alemania nazi—, las fuerzas revolucionarias en China dirigidas por Mao crecieron en número y potencia; y, después de un interludio relativamente breve de intentar negociar sin resultados con Chiang Kai-shek, tras otros tres años de guerra popular, la revolución logró derrotar por completo a las fuerzas reaccionarias del viejo orden en 1949, tomando el poder en todo el continente chino y obligando a Chiang Kai-shek a huir a la isla de Taiwán.
Como sucedió con la Primera Guerra Mundial, esta Segunda Guerra Mundial se dio debido a la intensificación de las contradicciones básicas del sistema del capitalismo-imperialismo. Pero el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, incluida la ocupación japonesa de China y la guerra de resistencia librada contra esa ocupación, en la que las fuerzas revolucionarias dirigidas por Mao jugaron un papel decisivo — todo ello resultó en un cambio importante en las relaciones de poder dentro de China, en un sentido más favorable para la revolución; y esto preparó gran parte del terreno para la lucha por la victoria final de la revolución en 1949. En un sentido real, la invasión y ocupación japonesa de China constituyó una especie de “eje”, cambiando los términos de la lucha revolucionaria y sentando la base objetiva para un avance crucial de la revolución, después del revés devastador (la necesidad de abandonar las bases de apoyo iniciales de la revolución) que hizo necesaria la Gran Marcha, no sólo con sus verdaderos logros sino también con sus grandes pérdidas.
Esto es lo que Mao quiso decir cuando decía que había que agradecer a Japón por invadir a China. Obviamente, no se trata de que Mao no estuviera al tanto o que se mostrara indiferente respecto a las terribles atrocidades que las fuerzas de ocupación japonesas impusieron al pueblo chino. A lo que aludía fue que la invasión y ocupación japonesa, con toda la destrucción y el sufrimiento que causó para cientos de millones de chinos, y para la nación china en su conjunto, terminó por contribuir, de manera importante, a la victoria final de la revolución china, y con ella la posibilidad de arrancar de raíz las causas fundamentales y generales de la horrorosa explotación y opresión a la que las masas del pueblo chino habían estado sometidas no solo durante años y décadas, sino también durante siglos y milenios.
La declaración irónica de Mao —deberíamos agradecer a Japón por invadir— refleja la realidad de que la invasión y ocupación de China por parte del imperialismo japonés terminó por contribuir, de manera importante, al triunfo de la revolución china. Pero esta revolución no pudiera haber triunfado si aquellos que la dirigían, y en particular Mao, no hubieran captado y actuado de acuerdo con las condiciones objetivas cambiantes causadas por la invasión y ocupación japonesa, particularmente porque esto se dio en el contexto general de la Segunda Guerra Mundial — y luego a las condiciones que una vez más se cambiaban cualitativamente, dentro de China y en el mundo en su conjunto, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, en la que Japón fue derrotado y su ocupación de China terminó.
Lecciones cruciales para este momento poco común en que la revolución se ha vuelto —más— posible
Por supuesto que nadie puede decir con certeza que la revolución china no pudiera haber triunfado aunque Japón no la hubiera invadido (o que nunca pudiera haberse dado una revolución dirigida por los comunistas en Rusia sin la Primera Guerra Mundial). Como también enfatizó Mao, los marxistas no son adivinos. El marxismo —el comunismo— es una ciencia en continuo desarrollo, que se basa en analizar una realidad objetiva que se cambia de manera continua.
La cuestión, una vez más, es que las revoluciones no avanzan en línea recta, sino por medio de muchos giros, curvas y vaivenes, con reveses y derrotas, a veces reveses y derrotas muy fuertes, a lo largo del camino. El proceso concreto va en el sentido de otra declaración de Mao, que se aplica incluso a una revolución triunfante — que se trata de luchar y fracasar, repetidamente, hasta que por fin se logre triunfar. Y, a lo largo del camino, existe la necesidad de aplicar un método y enfoque científico para aprender no solo de los avances, y de las políticas que resultan ser correctas, sino también de los errores, las dificultades, los retrocesos y las derrotas, de continuamente hacer un análisis científico de la situación que se cambia de manera continua, y de reconocer y aprovechar las oportunidades para el avance, especialmente las situaciones en las que hay cambios cualitativos profundos en la situación objetiva que brindan el potencial para importantes avances, hasta quizás el triunfo de la revolución.
Por medio de la aplicación de este método y enfoque científico, es posible establecer, y se ha establecido, firmemente que existen una base y una posibilidad —no una certeza o una “inevitabilidad”, sino una verdadera base y posibilidad— para que finalmente triunfe una revolución con el objetivo de un mundo comunista. Y si bien hoy las condiciones en Estados Unidos y en el mundo son inmensamente distintas a cómo estaban durante las diferentes fases de la revolución china, en la primera mitad del siglo pasado, o en la revolución rusa en 1917 —y la revolución en Estados Unidos obviamente no podrá darse como una especie de “copia” de ninguna de esas revoluciones—, especialmente en estos tiempos tumultuosos ahora, la posibilidad de una verdadera revolución es real, sí, aquí mismo en este poderoso Estados Unidos de América imperialista. Pero no es posible captar esta posibilidad sin el método y enfoque científico del comunismo, tal como se ha desarrollado aún más con el nuevo comunismo. Y una revolución no se llevará a cabo, y no se podrá llevar a cabo, sin aplicar este método y enfoque para hacer una evaluación científica de la realidad objetiva que cambia de manera continua, y ahora rápidamente, y sin actuar en torno a esa evaluación — lo que abarca los desafíos formidables y las dificultades espinosas, pero en lo fundamental el desarrollo de las contradicciones del sistema del capitalismo-imperialismo y las consecuencias correspondientes, tanto a nivel mundial como dentro de este mismo país.
Este enfoque científico es especialmente crucial en aquellos momentos en que las contradicciones de este sistema están cambiando de manera importante — y, sobre todo, en aquellos momentos poco comunes en que, como señaló Lenin, años y décadas de “tiempos normales” se condensen en meses o incluso en semanas, cuando las contradicciones se intensifiquen repetidamente y los cambios se aceleren rápidamente, realzando la perspectiva de un gran desastre para la humanidad, pero también la posibilidad de arrancar un futuro radicalmente diferente y mucho mejor, por medio de una revolución.
Éste es uno de esos momentos poco comunes.
¿Por qué? Como se explica en Organizarse para una revolución real: 7 puntos clave:
La brutal y asesina supremacía blanca, supremacía masculina y otras relaciones opresivas, la crisis cada vez más profunda en la sociedad y el mundo en general, incluidas las guerras constantes y la destrucción continua del medio ambiente: no es posible resolver todo esto en última instancia, de una manera positiva, dentro de los límites del sistema que gobierna en Estados Unidos y domina en el mundo en su conjunto — el sistema del capitalismo-imperialismo. Bajo el gobierno de este sistema, todo esto simplemente se agravará. Las divisiones crecientes al interior de Estados Unidos ahora, de arriba a abajo, suponen que aquellos que han gobernado en este país durante tanto tiempo (la clase dominante capitalista-imperialista) ya no pueden gobernar, como una “fuerza unificada”, de la manera “normal” en que la gente ha sido condicionada a aceptar — con un sistema de gobierno que tiene un caparazón externo de “democracia” para encubrir el hecho de que es en realidad una dictadura capitalista en su núcleo, que se apoya en lo fundamental en la fuerza armada de las instituciones de “violencia oficial”, la policía y las fuerzas armadas. Debido a los grandes cambios en Estados Unidos y en el mundo en general, una parte de la clase dominante, representada por el Partido Republicano, se ha vuelto fascista: ya no creen en lo que han sido las “normas” del gobierno capitalista “democrático” en este país, ni se sienten obligadas por éstas. Y el otro sector de la clase dominante, representada por el Partido Demócrata, no tiene ninguna respuesta concreta a esta situación — excepto procurar mantener la “forma habitual” en que el dominio opresivo de este sistema se ha impuesto a lo largo de cientos de años, a la vez que los fascistas están decididos a hacer pedazos esas “normas” y gobernar con medios más abierta y agresivamente opresivas, sin el tradicional disfraz de la supuesta “democracia para todos”.
Sólo es posible resolver la crisis y las profundas divisiones en la sociedad con medios radicales, de un tipo u otro — ya sea medios radicalmente reaccionarios, mortíferamente opresivos y destructivos o medios revolucionarios radicalmente emancipadores. Y es muy posible que esta resolución pueda darse, de una forma u otra, en los próximos pocos años. Esta situación poco común, con la profundización y la agudización de los conflictos entre los poderes gobernantes y en la sociedad en general, proporciona una base más sólida y mayores oportunidades para romper el control de este sistema sobre las masas de personas. En una situación así, es posible que las cosas que llevan décadas básicamente sin cambiar, cambien radicalmente en un lapso de tiempo muy corto. Es importante no desperdiciar este momento poco común — es necesario aprovecharlo a fin de tener una verdadera oportunidad de hacer nacer una resolución revolucionaria verdaderamente emancipadora, y no estar sometidos a una resolución terrible, reaccionaria, asesinamente opresiva y destructiva1.
Una vez más, ello requiere que de manera decidida “se vaya contra la corriente” de los sentimientos espontáneos de las masas, incluida la obstinada tendencia de muchas personas a permanecer atascadas en la trillada rutina de confiar en “la forma en que siempre han sido las cosas”, a la vez que los “temblores” cada vez más intensos, e incluso potencialmente existenciales, que estén estallando en Estados Unidos y en el mundo en general, estén trastornando y haciendo añicos de manera profunda esa “forma en que siempre han sido las cosas”. Como he enfatizado antes, es necesario despertar a sacudidas a la gente —a las masas de personas, en diferentes partes de la sociedad— por medio de una lucha aguda y, a veces, feroz, para conseguir que reconozcan los horrores muy reales que se perfilan en el horizonte cercano, pero también la verdadera posibilidad de una salida revolucionaria de esta locura. Esto significa romper con las relaciones y formas de pensar dominantes de este pútrido sistema del capitalismo-imperialismo, incluida su trampa movediza de las elecciones para decidir entre los representantes demócratas y republicanos de la clase dominante de este sistema.
Lo siguiente, que escribí hace ya años, tiene un significado muy realzado y urgente hoy:
En realidad, si los conflictos entre diferentes sectores de la clase dominante alcanzan el extremo en que empiezan a asumir proporciones antagónicas, ello es una señal de grietas y fisuras extremadamente agudas y profundas en todo el orden establecido; y los oprimidos tienen que aprovechar tal situación, no para tomar partido por un sector de la burguesía en contra del otro —ayudando así a la clase dominante a “reparar” la ruptura del viejo orden y reforzar su dictadura, en una forma u otra— sino para levantarse en una lucha revolucionaria por derrocar el dominio de la burguesía en su conjunto2.
Las masas de personas: todos aquellos que sufran tan horrorosamente en los “tiempos normales” de vivir bajo el dominio de este sistema del capitalismo-imperialismo... todos aquellos que anhelen un mundo más justo y un futuro digno en que vivir, pero cuyo futuro será algo verdaderamente terrible si se deja que las cosas continúen bajo los términos establecidos por este sistema… Es necesario conseguir que las masas de personas, que cantidades cada vez más grandes de ellas, tomen conciencia del significado y las implicaciones de este momento poco común, inclusive mediante una lucha feroz según sea necesario para ganárnoslas para que levanten la vista y reconozcan no sólo la necesidad sino la posibilidad de aprovechar este momento poco común para hacer una revolución y arrancarle algo realmente positivo, sí, algo verdaderamente emancipador, a este momento poco común.
Textos referenciados en este ensayo:
-
Organizarse para una revolución real:
7 puntos clave
-
ALGO TERRIBLE,
O ALGO VERDADERAMENTE EMANCIPADOR:Crisis profunda, divisiones crecientes,
la inminente posibilidad de una guerra civil —y la revolución que se necesita con urgencia
Una base necesaria, una hoja de ruta básica para esta revolución
Bob Avakian, líder revolucionario, autor del Nuevo Comunismo
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Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr?
(en inglés, 1986; en español, 2006)
Bob Avakian