Fuente: Eyewitness News WTVO WQRF.
Traducción provisional al español, de las palabras del gobernador de Illinois, J.B. Pritzer, hecha por voluntarios de revcom.us:
He estado reflexionando, estas últimas cuatro semanas, sobre dos partes importantes de mi vida: mi trabajo en ayudar a construir el Museo del Holocausto de Illinois y las dos veces que he tenido el privilegio de recitar el juramento de cargo para el gobernador de Illinois.
Como algunos de ustedes saben, Skokie, Illinois, una vez tuvo una de las mayores poblaciones de sobrevivientes del Holocausto en cualquier parte del mundo. En 1978, los nazis decidieron que querían marchar allí.
Los líderes de esa marcha sabían que las imágenes de los jóvenes con la esvástica que bajaban al paso de ganso por una calle suburbana pacífica aterrorizarían a la población judía local, muchos de los cuales nunca se habían recuperado de su tiempo en los campos de concentración alemanes.
La perspectiva de esa marcha provocó una pleito legal que fue hasta la Corte Suprema. Fue un abogado judío de la ACLU quien presentó los argumentos a favor de los nazis, sosteniendo que incluso lo más aborrecible del discurso estaba protegido bajo la I Enmienda.
Como estadounidense y judío, me resulta difícil conciliar mis sentimientos en torno a ese caso de la Corte Suprema, pero estoy agradecido de que la posibilidad de que los nazis marcharan en lass calles de ustedes estimularan a los sobrevivientes y otros habitantes de Skokie a actuar. Se unieron para formar la Fundación Memorial del Holocausto y construyeron el primer Museo del Holocausto de Illinois en una tienda en 1981, un precursor pequeño pero importante del que ayudé a construir treinta años después.
No invoco el espectro de los nazis a la ligera. Pero conozco la historia íntimamente, y he pasado más tiempo que probablemente cualquiera en esta sala con personas que sobrevivieron al Holocausto. Esto es lo que he aprendido: la raíz del árbol que destroza los cimientos de su hogar comienza como una semilla, una semilla de desconfianza, odio y culpa.
La semilla que se convirtió en una dictadura en Europa hace una generación, no llegó de la noche a la mañana. Comenzó con unos alemanes comunes furiosos por la inflación y que buscaban a una persona a quien echarle la culpa. Estoy viendo con un temor premonitorio lo que está pasando en nuestro país en este momento.
Un presidente que observa un avión cae en el Potomac, y sugiere, sin hechos ni hallazgos, que una persona contratada bajo un programa de diversidad es responsable del accidente. O el fiscal general de Misuri que acaba de demandar a Starbucks, hizo el argumento de que los consumidores pagan precios más altos por su café porque los baristas son muy “mujeres” y “no blancas”.
El libro de jugadas autoritario se pone al descubierto aquí: señalan a un grupo de personas que no se parecen a ustedes y les dicen que les echen la culpa a ellas por sus problemas.
Solo tengo una pregunta: ¿Qué sigue? Después de que hemos discriminado, deportado o menospreciado a todos los inmigrantes y a las personas gay, lesbianas y transgénero, las personas con discapacidad en el desarrollo, las mujeres y las minorías, una vez que hayamos condenado a nuestros vecinos y traicionamos a nuestros amigos, después de eso, cuando los problemas con los que empezamos siguen allí mirándonos a la cara, ¿qué sigue?
Todas las atrocidades de la historia humana acechan en la respuesta a esa pregunta. Y si no queremos repetir la historia, pues, por el bien de Dios, en este momento, más vale que seamos lo suficientemente fuertes como para aprender de ella.
Juré el siguiente juramento sobre la Biblia de Abraham Lincoln: “Juro solemnemente que apoyaré la Constitución de los Estados Unidos y la Constitución del estado de Illinois, y que cumpliré fielmente los deberes de la Oficina de Gobernador. ... según lo mejor de mis capacidades”.
Mi juramento es a la Constitución de nuestro estado y de nuestro país. No tenemos reyes en Estados Unidos, y no tengo la intención de doblar la rodilla ante un rey. No alzó la voz al servicio de mis ambiciones, sino en deferencia a mis obligaciones.
Si ustedes cree que reacciono de forma exagerada y hago sonar la alarma demasiado pronto, considere lo siguiente:
Los nazis tardaron un mes, tres semanas, dos días, ocho horas y 40 minutos para desmantelar una república constitucional. Lo único que digo es que cuando el incendio de cinco alarmas comienza a arder, a toda buena persona, más vale estar preparada para estar en posición con un balde de agua si quieren impedir que arda fuera de control.
Esos nazis de Illinois sí terminaron por celebrar su marcha en 1978, pero no en Skokie. Después de toda la reacción al caso, decidieron marchar en Chicago. Solo veinte de ellos se presentaron. Pero 2.000 personas acudieron a contrarrestar la protesta. El Chicago Tribune informó ese día que el “mitin se tambaleó hasta un final poco espectacular después de diez minutos”. Fueron los residentes de Illinois los que sofocaron a esas brasas antes de que pudieran avivarse en una llama.
La tiranía requiere del temor de ustedes y del silencio de ustedes y de la acomodación de ustedes. La democracia requiere del valor de ustedes. Así que reúnan su justicia y humanidad, Illinois, y no dejen que el “espíritu trágico de la desesperanza” nos abrume cuando nuestro país más nos necesite.