Una parte del “Monumento de Reconciliación” restaurado en el Cementerio Nacional Arlington.
El 5 de agosto, Pete Hegseth, secretario del Departamento de Defensa (DOD), twitteó:
Me enorgullezco de anunciar que la escultura histórica y hermosa de Moisés Ezekiel —a la cual se refiere a menudo como el “Monumento de Reconciliación”— será devuelta con razón al Cementerio Nacional Arlington cerca del lugar de su sepultura. Nunca deben de haberla sacado los seguidores ciegos de lo woke (concienciados). A diferencia de la Izquierda, no creemos en borrar la historia estadounidense — la honramos.
El “Monumento de Reconciliación” retrata y honra a soldados de la Confederación esclavista que marcharon para defender y extender un sistema basado en la esclavización brutal del pueblo negro durante siglos … un sistema que permitía la tortura y la violación a gran escala de las personas que esclavizó y la venta de sus hijos hasta paraderos desconocidos, sin que se los volvieran a ver. Una parte clave de la escultura retrata la “niñera negra leal” que cuida al niño del “amo” … y otro esclavo supuestamente “leal” que acompaña al “amo” a la guerra … ¡en defensa de su propia esclavización!
En ninguna parte retratan las cicatrices las que dejaron los latigazos y las torturas. En ninguna parte retratan los cientos de miles de esclavos que se liberaron, que corrieron de las plantaciones a la libertad, y que exigieron alistarse en el Ejército de la Unión para destruir ese sistema. Aquellos héroes dieron la vida en una proporción mucho más grande que sus números.
Pero en vez de honrarlos, Pete Hegseth honra al sistema horroroso de la esclavitud y los criminales de guerra que marcharon para matar y morir en su defensa.
La Reconciliación — en servicio del imperio
El Cementerio Nacional Arlington es el cementerio militar más grande en Estados Unidos. Allí han enterrado a veteranos de las guerras estadounidenses desde el fin de la Guerra Civil, y lo visitan de tres a cuatro millones de personas cada año. La instalación de esta estatua en Arlington en 1914 culminó un esfuerzo durante décadas de parte de los gobernantes estadounidenses para reintegrar en la clase dominante y la cultura a los esclavistas contra los cuales combatieron en la Guerra Civil. Se trataba de una campaña de “unir el país de nuevo” tras la Guerra Civil — con tal de competir mejor como potencia imperial a nivel internacional.
Bajo la protección de tropas federales después de la Guerra Civil, los negros se habían ganado el derecho de votar, poseer terrenos, etc. (Dichas tropas incluían algunos de los soldados negros que lucharon para que les permitieran alistarse en el Ejército de la Unión durante la Guerra Civil). Pero incluso estos derechos estaban bajo ataque constante, tanto político como físico. La protección que las tropas proveían, por limitada que estaba a menudo, era crítica para todos los derechos que existían para el pueblo negro. Esto era el período de 10 años que se conoce como la Reconstrucción.
Pero en 1877, la Reconstrucción fue revocado. La remplazó la “redención” y después la “reconciliación”, en que retiraron a las tropas federales del Sur y le privaron violentamente al pueblo negro del derecho al voto. Docenas y cientos de negros fueron linchados de la manera más horrorosa a manos de turbas de blancos histéricamente violentos … y la Corte Suprema de Estados Unidos confirmó la segregación anti-negra en todo aspecto de la vida sureña como “la ley de la nación”.
La “reconciliación” mandaría esas tropas para exterminar a los pueblos indígenas en el “impulso hacia el oeste” del capitalismo estadounidense, para aplastar con violencia las huelgas de la incipiente clase obrera, y para invadir periódicamente México y subyugar a Puerto Rico, Cuba, Hawái y las Filipinas en servicio del imperio imperialista. Y se las utilizaría en la Primera Guerra Mundial, en combate contra sus rivales europeos sobre la división del mundo.
Ya para cuando se instaló este “Monumento de Reconciliación” venenoso y distorsionador en Arlington en 1914, el nuevo presidente Woodrow Wilson, fan de la Confederación esclavista, venía prohibiendo a los negros de los trabajos del servicio civil federal en Washington, D.C. Wilson era un racista fanático que incluso estrenó y elogió la película asquerosamente racista en pro del KKK, El nacimiento de una nación, que retrató a la liberación del pueblo negro de la esclavitud como un desastre total y a los propios negros como bestias subhumanos a los cuales se los debía suprimir con saña.
El mito del esclavo contento y leal era clave para justificar todo eso, y eso impregnaba la cultura estadounidense, desde Arlington a Hollywood. Mire por ejemplo Lo que el viento se llevó —si lo puede ver sin vomitar— la “clásica” de Hollywood que solía resurgir cada pocos años. Todo eso servía para unir a los estadounidenses blancos de nuevo con tal de competir para dominar al pueblo de América Latina, Asia y África, contra sus rivales europeos.
El ejército y la sociedad
Las fuerzas armadas son una concentración de las relaciones sociales y valores de la sociedad a la cual defienden. Por lo tanto, desde su comienzo, las fuerzas armadas estadounidenses —igual a la sociedad a la que sirve (y los valores que concentran)— han sido una institución racista, dedicada a la defensa y la extensión de la supremacía blanca e impregnada del racismo. Estas fuerzas armadas siguieron siendo segregadas hasta 1948. Incluso después de su desegregación, les tocaba la peor parte a los negros y a otra gente de color. Pero ya para los fines de los años 1960 los soldados rasos negros se habían convertido en una fuerza dirigente en la resistencia política, la negativa de seguir órdenes, y las rebeliones que tuvieron lugar entre las tropas estadounidenses en Vietnam.
En parte para lidiar con las consecuencias de Vietnam y en parte para responder a un mundo y una sociedad cada vez más “multicultural”, las fuerzas armadas se veían obligadas a realizar ciertos ajustes. Ya para los años 1990, pusieron al general negro y criminal de guerra Colin Powell como la nueva cara pública del ejército, y permitieron a otros negros —junto con mujeres de todas las nacionalidades— a subir en las filas hasta posiciones de liderazgo. En 2020, cuando el levantamiento contra los asesinatos de George Floyd y Breonna Taylor sacudió la sociedad entera, Mark Milley —entonces jefe del Estado Mayor Conjunto— junto con el secretario de Defensa rehusaron acatar la demanda de Trump de que las tropas dispararan contra los manifestantes. Los motivaba al menos en parte el temor de perder la lealtad de las tropas, más del 40 por cientos de las cuales eran de color.
El régimen de Trump —y especialmente Trump II— representa algo diferente. Los fascistas que ahora ocupan la cima de este sistema creen fervientemente que Estados Unidos solamente puede competir en el mundo de hoy como una sociedad abiertamente supremacista blanca, supremacista masculina y antiinmigrante — todo eso cohesionado por un fascismo cristiano fanático. Cabe repetir, las culturas y relaciones sociales dentro de las fuerzas armadas concentran las relaciones sociales de la sociedad — y en este caso, Hegseth y Trump están en una brutal misión para transformar radical y represivamente esas culturas y esos valores especialmente en las fuerzas armadas… como parte de imponer esos en la sociedad entera, y para ayudar a implementar esa imposición forzosamente.
Con ese fin, han purgado a oficiales negros como CQ Brown, antes comandante de la Fuerza Aérea y jefe del Estado Mayor Conjunto. Purgaron a la almirante Lisa L. Fagan, la mujer que encabezaba la guardacostas. Han purgado a toda la gente trans, y con malicia les negaron todas las prestaciones por separación de servicios, como pensiones, beneficios de educación, etc. (La glorificación aún mayor de la cultura de violación va más allá del alcance de este artículo). Y propagan la calumnia de que cualquier persona en posición de autoridad que no sea blanca, masculina y heterosexual fue “contratado debido a DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión)”, al mismo tiempo que contratan como secretario de Defensa a un imbécil peligroso, cruel y ciegamente obediente a Trump.
Los fascistas borran la historia
En cuanto a “borrar la historia”, dicha acusación sale de la boca de un régimen que está purgando sistemáticamente la historia entera de la opresión y la resistencia de los negros, las mujeres, la gente LGBT y otros de cada sitio web, escuela, parque, museo, universidad y otra institución que pueda controlar o intimidar. En marzo la Associated Press reportó que “el Departamento de Defensa había marcado 26 mil imágenes y posteos en línea en varios sitios web del gobierno para eliminarlos como parte de su purga de diversidad, equidad e inclusión (DEI). Cambiaron el nombre del Harvey Milk— un barco que traía el nombre de un activista gay pionero y concejal de San Francisco que fue asesinado por un reaccionario.
Un día después de la reinstalación de este Monumento de “Reconciliación” racista, el Servicio de Parques Nacionales anunció que estaba restaurando una estatua del general de brigada de la Confederación Albert Pike en Washington, D.C. Tres días después de eso, Trump mandó tropas a Washington, D.C. para patrullar comunidades negras y corretear a inmigrantes de color.
Todo esto comprueba aún más lo que dice el e-mensaje de Bob Avakian @BobAvakianOfficial REVOLUCIÓN #113, “Los fascistas de Trump y MAGA hubieran estado del lado de la Confederación esclavista en la Guerra Civil, en la lucha por mantener, y expandir, la esclavitud.”:
Tras la derrota de la Confederación esclavista en la Guerra Civil en Estados Unidos, estos fascistas de Trump y MAGA hubieran estado del lado del Ku Klux Klan, con sus repetidos linchamientos y otras formas de terror para reforzar la segregación abierta y la discriminación brutal.
Y de ahí continúa, para concluir este mensaje así:
La situación avanza velozmente — los fascistas en el poder están decididos a abrumar, dividir, aplastar y desmoralizar rápidamente a aquellos que se les opongan.
Es necesario movilizar a todas las personas decentes, en cantidades que crezcan rápidamente, y que éstas movilicen a otras, para que se conviertan a mayor ritmo en millones que se alcen, unidos en su determinación de hacer surgir una situación política en que este régimen ya no pueda permanecer en el poder.