Ya no podemos darnos el lujo de permitir que estos imperialistas dominen al mundo y determinen el destino de la humanidad. Hay que derrocarlos cuanto antes.
—Bob Avakian, Las Entrevistas con Bob Avakian
El 24 de febrero de 2022, Rusia llevó a cabo una invasión masiva de Ucrania, país con el que comparte una frontera terrestre de unos 1.500 kilómetros. Casi inmediatamente, Estados Unidos y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) comenzaron a enviar decenas de miles de millones de dólares de apoyo militar y de inteligencia a Ucrania.
Casi un año después de la empieza de la guerra, el número de muertos ha sido espantoso. A mediados de noviembre, un general estadounidense calculó que unos 100.000 soldados de cada bando habían muerto o resultado heridos en la guerra; esta semana, Naciones Unidas informó que había confirmado la muerte de 7.000 civiles ucranianos, pero añadió que “... el número total de víctimas civiles es mucho mayor”. Casi un tercio de los ucranianos se han visto desplazados por la guerra, y otros 13 millones de personas están atrapadas en el país a causa de la guerra, las intransitables rutas de escape y la falta de recursos1.
En los primeros meses de la guerra, las fuerzas ucranianas obtuvieron varias victorias importantes que detuvieron o dieron la vuelta a los avances que los rusos habían realizado en la invasión inicial. Las armas portátiles de corto alcance, como los misiles Javelin suministrados por las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN resultaron muy eficaces en la destrucción de tanques y vehículos blindados rusos.
Pero para finales de mayo, cuando la guerra se trasladó a otro tipo de terreno y de combate, la administración Biden aprobó el envío a Ucrania de misiles HIMARS de mayor potencia y alcance. En septiembre había un total de 34 sistemas HIMARS (cada uno lleva múltiples misiles) en Ucrania. El secretario de “Defensa” estadounidense, Lloyd Austin, afirmó que los HIMARS “cambiaron la dinámica” de la guerra y “crearon una oportunidad de maniobra para los ucranianos”, especialmente en la batalla por la ciudad de Jersón.
A lo largo del otoño y el invierno, los ataques rusos con drones y misiles causaron estragos en las ciudades e infraestructuras de Ucrania, provocando muchas muertes y grandes penalidades a la población civil. Estados Unidos envió misiles, munición y suministros del orden de cientos de millones de dólares para contrarrestar la ofensiva rusa. Al comenzar el invierno, con los dos ejércitos enfrentados en combates encarnizados en el sur y el este de Ucrania, ninguno de los dos ha sido capaz hasta ahora de aprovechar o crear ventajas significativas.
Durante todo este periodo, la amenaza de que las cosas se descontrolaran y escalaran a una guerra nuclear fue muy alta. Biden hasta declaró que el mundo se enfrentaba a un posible “Armagedón” —la mítica batalla final que señala el fin del mundo— en Ucrania.
Hoy la guerra parece estar en un punto muerto letal. Pero ninguno de los dos bandos se está atrincherando y librando una guerra de desgaste durante estos largos meses de frío. Cada uno se está preparando para la siguiente fase de la guerra, que ambos están decididos a “ganar”, sea cual sea su definición de la victoria. Sólo en el último mes han llevado a cabo una serie de escaladas alarmantes. Todo esto ha hecho que el peligro de una guerra aún peor sea mucho mayor — sí, una guerra posiblemente nuclear.
Cruzando las líneas rojas
En noviembre de 2021, poco antes de llamar a la invasión de Ucrania, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, advirtió de que se cruzaría una “línea roja” si la OTAN colocara en Ucrania sistemas de misiles que pudieran alcanzar a Rusia. Dijo: “Si aparece algún tipo de sistema de ataque en el territorio de Ucrania, el tiempo de vuelo hasta Moscú será de 7 a 10 minutos, y de cinco minutos en el caso de que se despliegue un arma hipersónica”. Imagínense. ¿Qué vamos a hacer en un escenario así? Tendremos que crear algo similar en relación con quienes nos amenacen de esa manera. Y podemos hacerlo ahora”.
A medida que la guerra ha ido avanzando, Estados Unidos ha “cruzado líneas rojas” en repetidas ocasiones. Ha aumentado la letalidad y el alcance de las armas que suministra. Ha proporcionado entrenamiento intensivo a las fuerzas ucranianas para utilizar esas armas. En varias ocasiones, Estados Unidos ha suministrado armas que antes retenía, en parte porque los ucranianos necesitaban recibir formación sobre su uso y, al parecer, en parte porque no quería suministrar armas que pensó que podrían provocar a Rusia.
Pero aunque en cierto modo esta guerra ha parecido una escalada constante y mesurada, en realidad ha sido una serie de riesgos calculados. A cada paso, aumenta el nivel de violencia. Cada paso dado por un bando se enfrenta a una respuesta incierta por parte del otro. A cada paso, toda la situación se vuelve más impredecible.
Lejos de aportar estabilidad al conflicto, este enfoque de escalada incremental hace que toda la situación sea mucho más peligrosa. Hace más probable que se produzcan combates directos entre las fuerzas de Estados Unidos/OTAN y Rusia. Es como caminar a través de un campo de minas, sabiendo perfectamente que cada paso puede provocar el desastre, pero sin poder dar marcha atrás.
Ofensivas de primavera
Los líderes occidentales hablan abiertamente de una ofensiva de primavera. El 20 de enero, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, declaró que existe una “ventana de oportunidad” de aquí a la primavera para proporcionar a Ucrania “las capacidades que necesita para pasar a la ofensiva”. También el 20 de enero, el jefe de la OTAN, Jens Stoltenberg, declaró: “El hecho de que ahora se suministren a Ucrania cientos de nuevos vehículos blindados, vehículos de combate de infantería y tanques de combate supondrá una enorme diferencia para el país... Este apoyo no sólo permitirá a los ucranianos defenderse de las nuevas ofensivas de Rusia, sino que también les permitirá lanzar sus propias operaciones ofensivas”…
A más o menos el mismo tiempo, Dmitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, lanzó una advertencia verbal a los dirigentes occidentales que esperan derrotar a Rusia en una guerra “convencional”: “La derrota de parte de una potencia nuclear en una guerra convencional puede provocar el estallido de una guerra nuclear. Las potencias nucleares no pierden los grandes conflictos de los que depende su destino. Esto debería ser obvio para cualquiera, incluso para un político occidental que haya conservado al menos algún rastro de inteligencia”.
Hay que cambiar esta dinámica
Bob Avakian escribió hace nueve meses que ambos bandos en este conflicto imperialista siguen “profundamente comprometidos con una victoria”. Ambos luchan por imponer su voluntad al otro, por hacer avanzar los intereses de su imperio a expensas del otro.
Ninguno de los dos bandos ha mostrado inclinación alguna a dar marcha atrás. Bob Avakian escribió en su importante artículo “Una tercera guerra mundial e idioteces peligrosas”:
Comprometidos profundamente los dos bandos a sus objetivos, y ya fuertemente involucrados en la guerra en persecución de estos objetivos (con Rusia directamente en guerra en Ucrania, y Estados Unidos-la OTAN fuertemente involucrados, aunque por ahora indirectamente), esto significa que, siempre que sean estos imperialistas en contienda los que impongan los términos, ningún lado puede retroceder fácilmente. (Una vez más, siempre que sean estos imperialistas en contienda los que impongan los términos, y que la gente, de todos los lados, no actúe efectivamente, con grandes masas de personas, de modo que se impongan diferentes términos, que correspondan a sus propios intereses, en oposición a los intereses de los imperialistas de cualquier de los bandos.)
Hay muchos factores “en la mezcla” a medida que esta situación se intensifica. Hay diferencias, a veces agudas, dentro de las clases dirigentes de todos los países involucrados sobre los objetivos y metas de esta guerra, la rapidez con que se debe proceder y el nivel de compromiso de los distintos países. Esto se ha puesto claramente de manifiesto en el seno de la alianza occidental durante su reciente conferencia en Alemania: se ha estancado un intento concertado de conseguir que Alemania permita el uso de sus tanques en Ucrania, y Alemania exige un compromiso similar por parte de Estados Unidos. Se informa que en Rusia, Putin se enfrenta a una creciente disensión por parte de otros miembros de la alta dirigencia política y militar.
También han salido dificultades de producción, suministro y logística para mantener la cantidad de municiones que necesitan los ejércitos contendientes; hay problemas potenciales de moral entre las tropas, todas las cuales están luchando en una guerra injusta, lo sepan o no; hay agudas contradicciones dentro de la región de Europa del Este donde se encuentra Ucrania, y en el mundo en su conjunto, que podrían estallar y tener un impacto dramático en la guerra. La guerra, especialmente a esta escala, podría salirse rápidamente del control de cualquiera, de forma imprevista, incluso por “accidente”, o por error humano y error de cálculo, y llevar a consecuencias no deseadas, imprevistas y desastrosas.
Pero hay un componente en esta mezcla que falta, uno que literalmente podría marcar toda la diferencia del mundo, si se convirtiera en una fuerza creciente. Las palabras que Bob Avakian escribió hace nueve meses resuenan más ciertas y más poderosamente que nunca:
Urge cambiar radicalmente toda esta dinámica — a favor de los intereses de la humanidad, y no los intereses de los imperialistas rivales en contienda
Todo esto pone de relieve por qué es vitalmente importante que las masas de personas, en Estados Unidos, y en otros países que se alinean con él, así como en Rusia —que las masas de personas en todas partes— se despierten ya por fin y completamente, que reconozcan la realidad y la profunda importancia de lo que está en juego, y que actúen de acuerdo con nuestros verdaderos intereses — los intereses de toda la humanidad: exigiendo que SE PONGA FIN a esta guerra en Ucrania, y a la injerencia (directa e indirecta) de los imperialistas de ambos lados en esta guerra, antes de que no sólo inflija aún más sufrimiento al pueblo de Ucrania sino que posiblemente se intensifique hasta un conflicto mucho más terrible que cause masiva destrucción y muerte, a un nivel mucho mayor, e incluso posiblemente represente una amenaza a la propia existencia de la misma humanidad.