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La realidad y las distorsiones de la realidad — La verdad objetiva y las influencias subjetivas

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NOTA DE LA REDACCIÓN: La teoría de la evolución —cómo y por qué los organismos unicelulares muy primitivos dieron origen a la maravillosa variedad de vida que tenemos hoy y, como parte de eso, cómo llegamos a existir los seres humanos— es una de las hazañas más grandes e importantes del conocimiento humano. Es un placer comprender y es una parte extremadamente importante de conocer, y cambiar, el mundo. El libro La ciencia de la evolución y el mito del creacionismo: saber qué es real y por qué importa, de Ardea Skybreak, analiza a fondo este tema de una manera que es a la vez muy accesible y captura el asombro que surge de conocer cómo surgió la vida.

Además, no hay mejor introducción al método científico — un método que capacita a las personas para llegar a conocer la verdad. Se puede y se debe aplicar este método a todos los procesos naturales y esferas de actividad, incluida la sociedad humana, para comprender cómo surgieron las cosas y cómo pueden cambiar. En un momento en que el método científico está bajo ataque desde todos lados —desde los lunáticos fascistas cristianos hasta los posmodernistas “woke” (concienciados), sin mencionar a los relativistas liberales—, este libro es más importante que nunca.

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La ciencia de la evolución y el mito del creacionismo: saber qué es real y por qué importa
Pedidos del libro en inglés de Insight Press

La realidad y las distorsiones de la realidad — La verdad objetiva y las influencias subjetivas

De La ciencia de la evolución y el mito del creacionismo: saber qué es real y por qué importa (la traducción al español de las páginas 216-219 de la edición en inglés la hicieron voluntarios de revcom.us)

El filósofo Robert Pennock ha escrito un libro muy útil e interesante sobre los problemas científicos y filosófico-metodológicos de los argumentos de los creacionistas de Diseño Inteligente y de otras escuelas del creacionismo. Este libro, The Tower of Babel: The Evidence against the New Creationism (La torre de Babel: La evidencia contra el nuevo creacionismo), dice que los ataques de Diseño Inteligente contra el “naturalismo científico” caen en el error deconstruccionista “posmodernista” clásico de malinterpretar la obra de Thomas Kuhn. Este influyente filósofo e historiador de la ciencia planteó en la década de 1960 que la manera en que los científicos eligen el marco de referencia conceptual y teórico (el “paradigma”) que tienen que aplicar para investigar cuestiones científicas e intentar resolver rompecabezas científicos necesariamente está fuertemente influenciada por factores subjetivos, como las normas y las convenciones sociales importantes. Lamentablemente, una mala interpretación de ese planteamiento por ciertas personas fue que no existe ninguna verdad científica objetiva en absoluto, que toda verdad es por definición subjetiva y por lo tanto la teoría de cualquier científico es tan buena como la de los demás.

Pennock señala que esa no era la posición de Kuhn, e indica que eso no era en absoluto lo que quería decir, pues las verdades científicas en sí son objetivas (no subjetivas) y la verdad en sí no es relativa. Kuhn aclaró que su posición era que los científicos necesariamente reciben influencias subjetivas, incluso al elegir el marco de referencia conceptual y el método que utilizan para explorar la verdad objetiva de las cosas. Pero no obstante eso, pese a las excepciones de Kuhn, es esa interpretación incorrecta inicial de los planteamientos de Kuhn la que según Pennock, al parecer se extendió ampliamente por los círculos académicos, en los cuales se pasó a influenciar el desarrollo del “deconstruccionismo” en el mundo literario. El deconstruccionismo es un método de leer y analizar textos que enfatiza la multiplicidad de posibles lecturas e interpretaciones de cualquier texto y las influencias subjetivas que cada lector (y cada autor) puede llevar a un texto. Por lo tanto, para los deconstruccionistas puede haber muchas interpretaciones “verdaderas” posibles de cualquier texto u obra de arte (en los planteamientos deconstruccionistas, “la verdad de una persona” puede ser diferente a “la verdad de otra personas”).

Los llamados deconstruccionistas “posmodernistas” fueron aún más lejos y en esencia sostenían que la verdad “objetiva” de plano no existe porque cada persona aplica sus propias interpretaciones subjetivas a las cosas y no es posible conocer nunca nada salvo por medio de ese lente subjetivo distorsionado. Como explica Pennock, los deconstruccionistas posmodernistas dicen que cuando las personas creen que algo es verdad, “eso solo se debe únicamente a que un determinado grupo u otro haya logrado establecer y afianzar su propio punto de vista debido a su posición, prestigio o poder”. Según esta noción, toda verdad es relativa y las “relaciones de poder” determinan lo que se considera verdad en cualquier momento. (Vea más en el citado libro de Pennock).

En contraste, el método del materialismo histórico y dialéctico (el método y el punto de vista que defienden y aplican los comunistas) coincide en que las influencias subjetivas (lo que incluyen los valores sociales, los convencionalismos y las posiciones y los métodos influenciados por una clase, especialmente cuando se concentren en las personas que tienen el poder) pueden alterar y sí alteran las percepciones de la verdad concreta de las cosas, y en que es importante reconocer e identificar esas distorsiones subjetivas; pero eso no quiere decir que toda verdad es relativa o que no es posible descubrir la verdad objetiva concreta en la naturaleza y la sociedad. La noción de que toda verdad es relativa es una fórmula que conduce a la parálisis idealista: a simplemente renunciar a trabajar para conocer cómo es la realidad concretamente (independientemente de las nociones de las personas al respecto) y la manera en que las personas podrían trabajar conscientemente para afectar dicha realidad.

Para conocer la verdad objetiva de las cosas, se necesita aplicar un método consecuente y conscientemente científico que bregue repetidamente con la realidad objetiva y la ponga a prueba y la transforme para ver si concuerda o no con las predicciones que hacemos para averiguar cómo es en un momento dado y las maneras en que es posible que esté cambiando y desarrollándose. Es cierto que nosotros efectivamente aplicamos nuestras influencias y puntos de vista subjetivos a esta tarea; pero existe la verdad concreta de las cosas (en la realidad objetiva concreta), el que nosotros interactuemos con la misma o no, e independiente de nuestras opiniones subjetivas y de nuestras nociones preconcebidas. Y para conocer la verdad concreta de las cosas, tenemos que aplicar la ciencia —un método y una concepción del mundo científicos— y no el idealismo subjetivo u otras formas del idealismo filosófico (el que abarca las creencias en un reino sobrenatural situado por encima de la esfera de la realidad material concreta y fuera de la misma).

Por desgracia, como explica Pennock, el relativismo posmodernista tiende a ver la ciencia en sí simplemente como otra “narrativa y actividad interpretativa” (muy parecida al proceso de escribir textos literarios u otras actividades artísticas) y por ello esos relativistas concluyen que las verdades científicas “no son objetivas sino que son constructos configurados por las relaciones de poder y prejuicios”. De nuevo, hay una confusión o mezcolanza abigarrada de dos cosas: la realidad de que los seres humanos llevan interpretaciones y puntos de vista subjetivos a todo lo que hacen, lo que incluye a la ciencia, y que es necesario que trabajemos para desmenuzarlos conscientemente; y, por otro lado, el hecho fundamental de que la realidad objetiva sí existe independientemente de los seres humanos y que cuando éstos tomen mayor conciencia de lo que constituye el auténtico método científico y capten los errores metodológicos que tienen que evitar, es posible que los seres humanos se acerquen concretamente más y más de cerca (aunque nunca de manera perfecta) a la realidad concreta de las cosas. ¿Cómo siquiera nos sería posible hacer avances científicos concretos y transformar la realidad conforme a nuestros objetivos propuestos (en el desarrollo de los antibióticos, por dar un ejemplo) si la realidad objetiva no existiera y si los seres humanos no tuvieran ninguna capacidad en absoluto para determinar con suficiente certeza la verdad objetiva que corresponde a esa realidad material?

Los “creacionistas científicos” más tradicionales argumentan como si creyeran que está bien usar los métodos acostumbrados de la investigación científica porque al hacer eso, se puede producir “evidencia” de que la evolución no sucedió y por lo tanto la versión de la historia contada por un dios Creador en el Génesis seguro tiene razón. Pero en realidad esa gente no aplica métodos auténticamente científicos ni tienen ninguna evidencia científica legítima que posiblemente pudiera avalar su posición (en líneas generales, confeccionan afirmaciones absurdas que no se basan en nada, como la idea de que ¡el orden de los fósiles en distintas capas de roca representa el orden en el que los animales se ahogaron en el diluvio universal!). Principalmente, tratan de hacer que la gente cree su argumento de que la evolución no es una teoría con una sólida fundamentación científica, con la esperanza de que se les permita presentar su alternativa religiosa en las clases de ciencias en las escuelas. Pero no obstante quisieran que la gente creyera que sus ideas creacionistas son compatibles con los métodos científicos modernos.

Por su parte, varios creacionistas de Diseño Inteligente en efecto son aún más fundamentalmente anti-científicos que algunos de sus socios aferrados a interpretaciones literales de la Biblia, aunque quizá este fenómeno no siempre sea obvio en la superficie. Pero si se estudia lo que ellos dicen y escriben, se verá que al menos algunos de estos creacionistas (especialmente Phillip Johnson y sus seguidores) ¡quieren echar por la borda en el sentido literal las prácticas que por lo común se aplican en la ciencia! Quieren que el conocimiento científico de alguna manera se obtenga “por medio” de la religión y por ende quieren que los métodos científicos reflejen esta meta mediante la inclusión de la idea de Dios ahí mismo en la prosecución de la ciencia — el reemplazo de los métodos de la “ciencia naturalista” habitual con la “ciencia teísta” (la ciencia impulsada por Dios) es el objetivo explícitamente declarada de al menos su ideólogo preeminente líder, Phillip Johnson. Y quieren acceso a las clases de ciencias de las escuelas secundarias y de las universidades a fin de llevar a cabo ese maravilloso “cambio de paradigma”.

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El filósofo Robert Pennock explica de manera convincente la noción de que esta nueva escuela de creacionistas tiene una fuerte influencia del relativismo posmodernista*

El propio Phillip Johnson es un profesor de derecho que se describe como un “deconstruccionista posmodernista” y niega que la ciencia natural pueda llegar a conocer la verdad objetiva concreta de algo. Él plantea que la teoría de la evolución es solamente una historia de interpretación subjetiva que por casualidad ha llegado a imponerse desde los tiempos de Darwin lisa y llanamente porque la comunidad científica ha logrado suprimir políticamente la enseñanza de teorías alternativas como la teoría de diseño divino. Exhorta a liberarse de la supuesta tiranía de la ciencia naturalista y sus reglas materialistas de evidencia. Sostiene que no podemos llegar a conocer la verdad de las cosas mediante la ciencia “naturalista” — ya que en última instancia eso solo se puede hacer conociendo a Dios. Según esta noción, la verdad sí existe, ¡pero que solamente es la verdad de la revelación divina!

Es importante reconocer que esto es lo que los creacionistas de Diseño Inteligente quieren hacer colar en las clases de ciencias con “el mismo peso” que la teoría de la evolución, la que es una teoría científica que repetidamente se ha comprobado y verificado (¡vez, tras vez, tras vez!) —a diferencia del “Diseño Inteligente”— mediante observaciones y experimentos científicos concretos. Peca de una ausencia de todo principio permitir que la teoría claramente religiosa del Diseño Inteligente, que nunca ha presentado ni un solo artículo de investigación científica legítima en una sola revista científica legítima revisada por sus pares) se enseñe en las escuelas como ciencia. Hoy los exponentes del Diseño Inteligente (avalados por algunos individuos en altos cargos de autoridad, hasta el presidente) han logrado sembrar confusiones de modo que muchas personas crean que la teoría de la evolución tiene bases dudosas y que es tema controvertido en la comunidad científica (¡aunque nada podría distar más de la verdad!); han logrado cabildear para que se publicaran nuevas versiones de algunos libros de texto que reflejan su teoría descabellada; han logrado presionar para que algunas juntas escolares aceptaran su programa; han presentado demandas en los tribunales para socavar la separación entre el estado y la iglesia; y con cada vez más frecuencia, están logrando que los medios de comunicación establecidos les concedieran legitimidad y trataran su teoría como si fuera ciencia seria. Pero nada de estas cosas cambia la sencilla realidad de que el “Diseño Inteligente” no es y nunca ha sido ciencia. Es religión. Y cualquier avance político que sus proponentes logren con relación a la promoción de una plataforma social reaccionaria no puede cambiar el hecho de que el Diseño Inteligente no contiene ni una pizca de credibilidad científica.

* El artículo “El marxismo y la Ilustración”, de Bob Avakian, el presidente del PCR, también contiene un análisis muy interesante y relevante de éste y temas relacionados. [Este artículo salió en el Obrero Revolucionario (ahora Revolución) #1029, 2 de diciembre de 2001 y está posteado en revcom.us, y se incluye en el libro en inglés Observations on Art and Culture, Science and Philosophy (Observaciones sobre arte y cultura, ciencia y filosofía), de Bob Avakian (Insight Press, 2005)] [volver].

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