Amy Coney Barrett, en unas recientes audiencias de la Suprema Corte que preceden a una decisión próxima que bien podría triturar el derecho al aborto, planteó las leyes de Refugio Seguro1 como una “receta” que lidiaría con la preocupación sobre la maternidad obligatoria.
Yo viví esa “receta”. Ahora presento mi historia.
Apenitas había cumplido mis 17 años, estaba a punto de graduar de la secundaria y esperaba entusiasmada asistir el colegio, cuando la regla no me bajó. Hasta la fecha se me acelera el corazón al acordarme del pánico que se apoderó de mí. Quizá ustedes puedan imaginar el terror que sentí — el pavor que cualquier muchacha en aquellos tiempos sentía si tenía relaciones sexuales y luego no le baja la regla. No hubo aborto legal (ni tampoco contraceptivos más que los condones) y yo no sabía por dónde ni con quién recurrir. Quería hacerme un aborto, pero no tenía ni idea por dónde buscar alguien que lo hiciera, y sentía miedo y desesperación.
En aquellos tiempos, a principios de los años 1960, cubrían de vergüenza a la muchacha que “saliera con su domingo siete” —es decir, que quedó embarazada fuera del matrimonio— y muchas en mi situación se apuraron para casarse. Es decir, si es que tuvieran a un novio que estuviera de acuerdo de compartir, muy antes de estar preparados, la responsabilidad adulta de formar una familia y cuidar a un hijo. Yo no quería hacer eso, pero estaba completamente atrapada por un feto que seguía creciendo dentro de mí. Trataba frenéticamente de provocarme un aborto espontáneo. Lo intenté por muchas medidas descabelladas, pero retrocedí ante lo que hacían muchas otras mujeres y muchachas desesperadas en circunstancias semejantes — meterse un objeto punzante en la vagina para abrir el útero y así —se esperaba— terminar el embarazo. Me dio demasiado miedo como para hacerlo — y al mismo tiempo tenía miedo y sentía devastada ante la perspectiva de ser obligada de ser madre en un momento en que apenas empezaba a hacerme responsable de mí misma.
“¡La maternidad obligatoria constituye la esclavización femenina! ¡Aborto a solicitud y sin pedir disculpas!” @TheRevcoms
Pasaba una semana tras otra en que yo esperaba un milagro, pero no aborté espontáneamente, y el feto seguía creciendo dentro de mí. Al final a fuerzas tuve que aceptar esta realidad — y sólo me quedaba dos opciones. O aceptar ser madre en ese momento de mi vida, o llevar el embarazo a término y dar al bebé en adopción. No me daba la sensación de que era un bebé lo que traía dentro, no sentía un vínculo materno hacia lo que se apoderaba de mi cuerpo. Sólo sentía coraje y desesperanza porque se me obligó a soportar eso. La moral aceptada en la sociedad en aquel tiempo dictaba que yo debía sentir vergüenza por tener relaciones sexuales antes de casarme. Que yo debía sentir culpable por meterme en esta situación. Y esto sí me afectaba. Pero lo que más sentía era lo injusto que era el de que se me obligó vivir esta situación tan horrible, sin más opción que ser madre contra mi voluntad. Eso realmente dañó mi sentido de mí misma como persona.
Mis padres estaban muy decepcionados cuando les dije que no iba a asistir el colegio porque estaba embarazada. Veían con muy malos ojos el de que había tenido sexo con mi novio, de cualquier relación sexual fuera del matrimonio. Pero, por mi suerte, sí me apoyaron, a diferencia de lo que sufrían muchas otras jóvenes en esta situación. Para proteger mi privacidad al crecerme la panza, fui a vivir en un hogar para madres solteras —piensen en esa etiqueta— hasta el parto. Ahí compartía esta tortura con muchas otras jóvenes, de las cuales desconozco todas sus historias. Muchas estaban más chicas que yo —todavía cursaban la secundaria o hasta tenían menos edad— y todas estábamos ahí para evitar el chismorreo y el avergonzamiento público que se nos caían encima mientras pasábamos por ese momento tan difícil. Y todas sufríamos una angustia personal cada día que pasaba.
No puedo olvidarme de la niña mexicana-americana de 11 años que todavía jugaba con muñecas, que sin duda estaba ahí como resultado del incesto o la violación de parte de alguien cerca de la familia. También me acuerdo de la joven con discapacidad mental, claramente víctima de violación, que no entendía realmente lo que le había ocurrido. Y me acuerdo cómo todas sentíamos que estábamos presas, esperando con ansiedad el día que estuviéramos libres de esto.
No les puedo contar toda la angustia que otras sufrían al sopesar qué hacer, sobre las decisiones que tenían que tomar en esta situación en la que no habían elegido estar. En mi caso, hice arreglos para entregar el bebé en adopción por medio de la agencia de servicios sociales del condado. Sentía que era la decisión correcta para mí. Habiendo firmado eso, no tenía ningún derecho ni responsabilidad sobre la niña que ahora era un ser humano pleno. Si bien yo no quería asumir la responsabilidad de ser una madre para esa bebé —y no deseaba tener más conexión—, tampoco era insensible al hecho de que esta bebita ahora era un ser humano indefenso a la merced de una agencia del condado. Me preocupaba que quizá no la adoptaran, y que se quedara en algún tipo de orfanato, o en el acogimiento de menores perpetuo. Para algunas, esta angustia es inimaginable, como ustedes entenderían. Ya cuando supe que la había adoptado una pareja que realmente ansiaba tener un bebé, sentí alivio porque lo peor que había imaginado ni iba a ocurrir y ahora podía continuar con mi vida. No obstante, al día de hoy, aún me queda la cicatriz de esa experiencia.
Durante muchos años traté de dejarlo atrás, y nunca hablaba de esa parte de mi vida más allá de un círculo íntimo de familiares y amistades. Esto ocurrió hace casi 60 años, pero durante ese tiempo, en momentos inesperados me preguntaba: ¿Qué pasó con ella? ¿Sobrevivió? ¿Le tocó una situación segura? ¿Dónde está ahora? ¿Cómo le trató la vida? Todo esto yo lo guardaba para mis adentros.
Pero ahora que oigo el argumento de Amy Coney Barrett en la Corte Suprema, se me sube la rabia. Su argumento es que dadas las leyes del “refugio seguro”, ya no hay un problema de “maternidad obligatoria”. Su lógica: la adopción es la solución al aborto, aparte de lo que le parece a ella la inconveniente menor de llevar a término un embarazo contra la voluntad de una. Qué tan insensible, qué tan cruel, semejante indiferencia descarada hacia la mujer, al ser humano que según ella no debe tener nada que objetar a que ¡¡meramente la reduzcan a una incubadora!! Además, de boca de una persona dizque preocupada por la vida humana, qué indiferencia descarada hacia el bebé/niño, que podría ser dejado a la deriva bajo la tutela de un estado opresivo e indiferente, agravado por la incertidumbre de la adopción y lo que ahora conocemos sobre lo abusivo que es muy frecuentemente el sistema de acogimiento de menores.
En estos momentos, millones de mujeres ya sufren el terror de vivir en un mundo en que, sin importar las circunstancias de cada una, sin importar por qué resulta que una tiene una falta de menstruación un mes, y después al siguiente, no tiene adónde recurrir, por ley, para escaparse de la conversión de tu cuerpo entero en un recipiente de lo que ha resultado de la fertilización de un óvulo por un espermatozoide. Esta realidad ha hecho inamovibles tus opciones, tus elecciones y tu futuro.
Son demasiadas las historias de horror sobre lo que ha ocurrido a mujeres de todas las edades, nacionalidades y circunstancias cuando se les ha negado el derecho y el acceso al aborto. Mi historia es solamente una de tantas. Pero en este momento, todas las que hemos vivido esto tenemos que alzar la voz, lo más recio que podamos, expresando vivamente nuestras historias y experiencias, el gran horror de vivir en una sociedad ¡donde la maternidad obligatoria para todas las que nazcan femeninas es la ley del país!
Martes 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer
Ciudad de Nueva York y todos Estados Unidos
A tomarse las calles para declarar:
Nos negamos a permitir que la Corte Suprema de Estados Unidos niegue la humanidad de las mujeres y diezme sus derechos
¡ABORTO A SOLICITUD Y SIN PEDIR DISCULPAS!
RiseUp4AbortionRights.org [De Pie Por el Derecho al Aborto]