El imperialismo estadounidense ha iniciado una nueva ronda de guerras criminales contra la gente del Medio Oriente, en la que se encuentra Irán como protagonista. Las guerras de Estados Unidos en el Medio Oriente son una continuación de su política de opresión imperialista contra la gente de esa región.
Si bien la opresión es la relación permanente y estructural del imperialismo con los países del “tercer mundo”, a veces adopta la forma de intervenciones más directas que van desde golpes de estado militares hasta cambios de régimen o agresiones militares directas. El imperialismo tiene la necesidad permanente de imponer la subyugación “nacional”, debido a que dominar a los países y a sus enormes poblaciones de oprimidos es un componente vital y estratégico del sistema capitalista imperialista, y es una parte integral de su metabolismo.
Las diferentes clases y capas sociales en los países dominados reaccionan de formas diferentes ante esta opresión. Con demasiada frecuencia, en respuesta a esta opresión, las masas de personas siguen a esta o aquella corriente política que dice luchar contra la opresión imperialista, sin darse cuenta de que los programas de esas corrientes nunca conducirán a la liberación de esa subyugación.
Hoy nos encontramos en una coyuntura crítica en la historia de Irán. Las capas oprimidas y explotadas de nuestra sociedad, los obreros y la gente trabajadora, y las capas medias de la sociedad, especialmente los estudiantes, deben ser conscientes y ser capaces de identificar cuáles “caminos” o plataformas políticas pueden dirigir la lucha contra el imperialismo para obtener una verdadera liberación de este sistema, y cuáles no. La teoría y la experiencia histórica han demostrado que sólo hay una plataforma que puede crear una fuerza capaz de allanar el camino hacia la liberación de esta opresión imperialista: y es hacer avanzar la lucha antiimperialista en el marco de una revolución comunista para el establecimiento de un estado y una sociedad socialistas. En esta coyuntura histórica, cualquier subestimación de este camino y su hoja de ruta, una vez más, resultará en la destrucción de las fuerzas progresistas reales y potenciales en la sociedad.
La desgracia del pueblo iraní es que, en esta coyuntura, el régimen gobernante de Irán también está bajo ataque de parte de los imperialistas [estadounidenses]. Así, por un lado, el régimen cuyo dominio de 45 años de duración ha estado empapado en la sangre de las masas, ahora está tratando descaradamente de ganarse el apoyo de esas mismas masas fomentando un sentimiento de nacionalismo reaccionario. Y, por otro lado, los imperialistas estadounidenses e israelíes están tratando de aprovechar el odio del pueblo iraní hacia la República Islámica de Irán [RII] para ganarse apoyo para sus crímenes en el Medio Oriente, lo que hasta incluye cualquier ataque o posible guerra que puedan iniciar contra Irán. En contraste con estas dos trampas mortales, existe tan sólo un programa y un camino emancipador ante nosotros, que tiene dos aspectos decisivos e inseparables: derrocar a la República Islámica de Irán y librar una lucha feroz contra la opresión imperialista.
Las contradicciones entre el imperialismo estadounidense y la República Islámica de Irán nunca deben ocultar la realidad de que la dominación de Irán —implementada mediante esquemas encubiertas, intimidación económica, ataques militares e invasiones por parte de Estados Unidos y otras potencias— está profundamente entretejida en la estructura del imperialismo global desde hace más de cien años. Esta relación e historia es el principal factor que subyace a cualquier guerra que el imperialismo estadounidense pueda iniciar en Irán, ya sea directamente o por medio de su representante, Israel.
Durante todo el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha estado involucrado en todos los acontecimientos políticos que han configurado la situación en Irán. Por ejemplo, una de las principales preocupaciones de Estados Unidos fue la supresión de los levantamientos campesinos. (Esto está documentado en el libro The Revolt of the Shekaryan Peasants, 1952-1953 [La revuelta de los campesinos de 1952-1953] de Amir Hassanpour). Otro ejemplo de la participación de Estados Unidos es el golpe de estado contra [el primer ministro electo] Mosaddeq. El verdadero motivo detrás de este golpe de estado del 19 de agosto de 1953 se expone en un documento de la CIA: “[para] hacer que caiga el gobierno de Mosaddeq y reemplazarlo por un gobierno de orientación occidental encabezado por el Sha con [el general] Zahedi como primer ministro”. El golpe de estado de 1953 allanó el camino para que Estados Unidos se convirtiera en la fuerza dominante [en Irán]. A raíz del golpe de estado de 1953, todos los planes de Mosaddeq para la nacionalización [de la industria petrolera] fueron detenidos y luego cancelados. Las empresas gigantes petroleras estadounidenses ocuparon el lugar de Gran Bretaña en la mesa del banquete, se dieron un festín con el saqueo de Irán y obtuvieron enormes ganancias. Este golpe de estado también anunció que Estados Unidos era ahora el mayor matón imperialista en el Medio Oriente y sirvió de advertencia a otros regímenes en la región. El establecimiento del estado colonial de Israel en los territorios palestinos sirvió al mismo propósito1.
Los Estados Unidos desempeñaron un papel importante en el aplastamiento del levantamiento revolucionario contra el régimen del Sha. Alarmados por el ascenso de las luchas políticas contra el régimen del Sha que culminaron en el levantamiento de 1978, el imperialismo estadounidense, junto con el Grupo de los Siete países industrializados de Occidente, allanó el camino para el ascenso al poder de los fundamentalistas islámicos, con Jomeiní a la cabeza. Estos imperialistas se dieron cuenta de que el régimen del Sha ya no era capaz de salvaguardar su dominio en el Medio Oriente y decidieron confiar en cambio a los fundamentalistas islámicos la estructura estatal de Irán, la infraestructura económica y la columna vertebral militar y de seguridad que habían construido bajo el Sha. Consideraban a los fundamentalistas islámicos como aliados porque estaban tan comprometidos con el asesinato de comunistas y la supresión de los levantamientos de los trabajadores, los campesinos y las mujeres, como con los movimientos de estudiantes, intelectuales y nacionalidades oprimidas, y también representaban una barrera a la expansión de los intereses imperialistas soviéticos, que desafiaban el dominio de los Estados Unidos en el Medio Oriente.
Los fundamentalistas islámicos, encabezados por Jomeiní, desataron rápidamente una sangrienta matanza contra las masas de todos los estratos, sin mostrar piedad ni siquiera hacia la tendencia afiliada a la Unión Soviética (por ejemplo, el Partido Tudeh) que había “prometido su lealtad” a la República Islámica de Irán. Todos conocen esta historia. La República Islámica de Irán no sólo no rompió con el sistema capitalista global, sino que además integró a Irán más profundamente en él y se estableció y consolidó cada vez más como el estado de la clase de los grandes capitalistas, dependiente del sistema capitalista global.
A pesar de todo esto, nunca fue aceptable para los Estados Unidos que la República Islámica de Irán ganara legitimidad presentándose como “anti-estadounidense”. Tampoco fue aceptable que la República Islámica de Irán actuara para fortalecer a las fuerzas fundamentalistas chiítas en los países dependientes de los Estados Unidos. Lo más inaceptable para los Estados Unidos fue que la República Islámica de Irán atacara a Israel —la principal guarnición militar de los Estados Unidos en la región— por “usurpar tierras islámicas”. Para colmo, en los últimos diez años, [Irán] ha estado avanzando hacia una alianza con dos de los rivales [de los Estados Unidos], las potencias imperialistas de China y Rusia.
Polarización política perjudicial y retrógrada
Las contradicciones entre la República Islámica de Irán y el imperialismo estadounidense se han intensificado en diversas ocasiones, lo que ha hecho que las guerras del imperialismo estadounidense en el Medio Oriente se hayan extendido hasta abarcar a Irán. Hoy nos encontramos en otra coyuntura similar. Estas contradicciones siempre han sido una fuente de confusión entre las masas de personas sobre la naturaleza de la República Islámica de Irán y la naturaleza del imperialismo estadounidense y, lo que es más importante, confusión entre los intelectuales y las diversas tendencias políticas. Algunos han visto a la República Islámica de Irán como un muro de “resistencia” contra la opresión imperialista, mientras que otros ven al imperialismo estadounidense y a otras potencias imperialistas occidentales como transmisores de “democracia” y una fuente de “libertad y prosperidad”. La influencia relativa de uno u otro polo entre las masas de personas ha fluctuado con el tiempo, y las fluctuaciones se han producido entre los intelectuales y los activistas políticos.
En concreto, la esperanza de que los imperialistas se deshicieran de la República Islámica de Irán fue una tendencia poderosa durante el levantamiento “Mujer, Vida, Libertad”, e incluso antes de eso, no sólo entre las masas furiosas sino también entre los activistas de derechos humanos y varios movimientos sociales (por no hablar de las corrientes políticas afiliadas a los imperialistas occidentales, como Reza Pahlaví [hijo del ex Sha]). Con el inicio del genocidio en Gaza y los ataques de Israel a las fuerzas islamistas de Hezbolá en el Líbano, vemos que hay muchos entre las masas de personas que apoyan a Israel y a los Estados Unidos y quieren que “ataquen a Irán”.
Por otra parte, entre los estudiantes y los intelectuales democráticos se está consolidando una tendencia a aliarse con la “resistencia antiimperialista” de la República Islámica de Irán, Hamas en Gaza y Hezbolá en el Líbano, como se refleja en el “Llamado colectivo a la acción: contra la imposición del ‘nuevo orden’ en el Medio Oriente”2. Aquí no nos referimos a los [actores estatales] del “Eje de la Resistencia”, sino a un “consenso nacional” que se está forjando entre un sector de activistas políticos e intelectuales opuestos al gobierno, el “Eje de la Resistencia”, y los reformistas al interior del gobierno, que se refleja en el “Llamado Colectivo a la Acción”, que el régimen está promocionando y haciendo circular en los medios de comunicación patrocinados por el estado.
En pocas palabras, tanto los imperialistas como la República Islámica de Irán están obrando para ganarse el apoyo de los intelectuales y los creadores de opinión en la sociedad. Esto ha dado como resultado una alineación política polarizada que obra poderosamente en contra de los intereses del pueblo y del tipo de futuro que es la aspiración compartida de muchos de los mismos intelectuales democráticos que firmaron el “Llamado Colectivo a la Acción”.
En la historia del Medio Oriente, y del “tercer mundo” en general, la resistencia a la opresión imperialista, a los golpes de estado y a las guerras imperialistas, lo que abarca cuando era progresista, ha estado condenada al fracaso. Por ejemplo, en Irán, el objetivo del golpe de estado de los imperialistas de 1953 fue la resistencia del gobierno del Frente Nacional del Dr. Mosaddeq, cuya plataforma era plasmar una sociedad capitalista nacionalista que funcionara dentro del sistema capitalista imperialista de Occidente. La guerra de Vietnam [de liberación contra los Estados Unidos], dirigida por el Partido de los Trabajadores de Vietnam y Ho Chi Minh, tuvo un carácter revolucionario. Aunque ese partido y sus líderes no eran comunistas revolucionarios, estaban aliados con la China socialista [en ese entonces revolucionaria]. No obstante, a pesar del inmenso sacrificio de las masas de personas, el objetivo y el marco [del Partido de los Trabajadores de Vietnam] dieron como resultado la creación de una sociedad dominada por el sistema capitalista global y dependiente de él, y que reproducía esas relaciones sociales. En Chile, el objetivo del golpe de estado estadounidense fue el Dr. Allende, quien fue asesinado mientras se resistía. Al igual que Mosaddeq, Allende y su plataforma no fueron capaces de enfrentarse a los Estados Unidos y romper con el sistema capitalista imperialista. Todas estas luchas de resistencia fueron progresistas, pero no tenían el objetivo revolucionario de romper totalmente con el sistema capitalista imperialista y con la clase capitalista de esos países que es dependiente del sistema del capitalismo imperialista. Basta con observar las horribles sociedades opresivas creadas por los “combatientes anticoloniales” en África y el Medio Oriente para ver que esta evaluación también es válida para las luchas anticoloniales posteriores a la Segunda Guerra Mundial en general.
La única resistencia antiimperialista que se llevó a cabo sobre la base de una plataforma revolucionaria y que triunfó fue la Revolución china [dirigida por Mao Zedong], que se llevó a cabo sobre la base del objetivo de establecer una sociedad socialista, con una estrategia capaz de alcanzar este objetivo y una dirección [comunista] para este objetivo. Demostró que la liberación de la opresión imperialista, en esta época, sólo es posible sobre la base de la estrategia de la revolución comunista y la creación de una sociedad socialista.
¿Qué hacer? ¿Cómo abrir el camino a una revolución real?
Cambiar la manera de pensar de la gente sobre todos los hechos mencionados, a escala de millones de personas, es una cuestión de la máxima y primordial importancia. Hay que precaver a la gente para que no preste ningún tipo de apoyo a los crímenes que Israel y los Estados Unidos están cometiendo en Palestina y el Líbano, sin dejarse influir por los artilugios hipócritas de la República Islámica de Irán, sin dejar de criticar la perspectiva reaccionaria de Hamas y Hezbolá, sin dejar de lado el objetivo de derrocar a la República Islámica de Irán. Hay que decirle con franqueza a la gente: si no os asqueáis de cada masacre en Gaza, hay que decirles que despertéis. Gaza no está muy lejos de Teherán. Pero incluso si estuviera en América Latina (y no en el Medio Oriente), es mejor para nosotros, y para el resto del mundo, saber lo que se está cociendo en la olla hirviente de este sistema capitalista-imperialista. El imperialismo de los Estados Unidos e Israel irá por toda la gente, en todas partes de Irán. Y para entonces será demasiado tarde para comprender la realidad de este mundo y tratar de salvar no sólo al pueblo iraní, sino a toda la humanidad, de este horror total.
Joe Biden es uno de los presidentes más criminales de la historia de Estados Unidos. Ha permitido deliberadamente a Israel una total libertad para masacrar al pueblo de Gaza. En el lapso de un año, ha surtido a Israel 50.000 toneladas de armas letales y más de 70.000 toneladas de bombas para hacer avanzar la masacre del pueblo de Gaza. El imperialismo significa chupar las últimas gotas de vida a miles de millones de personas trabajadoras en todo el mundo; implica utilizar la violencia y la brutalidad para suprimir la ira de esta humanidad oprimida y explotada. La naturaleza cruel, despiadada y podrida de la República Islámica de Irán es una pequeña muestra de lo que produce el imperialismo. La violencia y la crueldad del imperialismo van desde el establecimiento de regímenes represivos, hasta el asesinato en masa con las armas más avanzadas de matanza en masa, pasando por la reducción de grandes ciudades a un montón de polvo y metal retorcido en el que ni siquiera las ratas anidan. Por supuesto, también hacen promesas vacías de que —después de, eso sí, dejar atrás tierra quemada, cuerpos desmembrados y personas sin hogar y desplazadas—, traerán “prosperidad” y “democracia” a quienes sobrevivan. Los alardes de los comandantes del CGRI [Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica] y la repugnante postura de los discípulos fascistas del [Ayatolá] Jamenei que aclaman a la República Islámica por lanzar peligrosas andanadas de misiles, los mulás podridos que han gaseado a niñas escolares con bombas químicas ahora dicen: “¿Y qué importa si muere la mitad de la gente del mundo?”. Esto es indignante y aborrecible, y también lo es su imagen espejo: celebrar con ignorancia y taconeos en apoyo de los crímenes de Israel. ¡Hay que decirle a la gente: este tipo de sentimiento e ideología es digno de sus opresores, no de ustedes! El lanzamiento de un movimiento serio de masas contra la belicosidad de Israel y los Estados Unidos, y cualquier movida de la República Islámica para entrar en una guerra con Israel y los Estados Unidos, debe estar acompañado del desenmascaramiento y la crítica a todas las manifestaciones culturales y superestructurales de los actores en esta guerra. En este sentido, hay que poner al descubierto la política de la República Islámica de “apoyar al pueblo palestino”, lo que incluye su manera de convertir las aspiraciones de una nación colonizada oprimida en una ficha de regateo que palanquea para ampliar su influencia en la región y competir por el poder con sus homólogos de otros países islámicos. ¡Abajo este tipo de “resistencia” podrida y reaccionaria!
Crítica a la tendencia “antiimperialista” que vierte gasolina en el tanque de combustible de la República Islámica de Irán
Cabe advertir a los intelectuales que se oponen al régimen, cuyas tendencias antiimperialistas se inscriben en un estrecho marco del nacionalismo (como se refleja en el “Llamado colectivo a la acción: contra la imposición del nuevo orden en el Medio Oriente”), de que no pueden ser antiimperialistas y al mismo tiempo permanecer en silencio ante el contenido reaccionario de la resistencia librada por la República Islámica de Irán y sus aliados en el “Eje de la Resistencia”, especialmente Hamas y Hezbolá en el Líbano. Este silencio de los intelectuales iraníes es muy perjudicial para la gente del mundo y es una traición al pueblo palestino y a aquellos que ven la realidad de la opresión y la ocupación israelíes.
Consideran que es imposible crear una dirección revolucionaria y apoyarse en iniciativas de masas auténticas en el seno del movimiento palestino. Recurren a lo que existe, es decir, a la tendencia reaccionaria del “Eje de la Resistencia”, cuyo padrino es la República Islámica de Irán, y que hoy se ha convertido en un peón en el tablero de ajedrez de los imperialistas chinos y rusos en su competencia con el imperialismo estadounidense. Emitir este tipo de “llamado a la acción” es sumarse a la muy fuerte corriente anticomunista que prevalece entre los intelectuales del mundo, y entrar en la dicotomía fatal del imperialismo-fundamentalismo islámico, en lugar de romper con esa dicotomía.
Hay que desenmascarar a Hamas, Hezbolá, EIIL, el Talibán y los falsos frentes de “resistencia” que estas fuerzas han formado aquí y allá. Debemos demostrar que las ideas, los valores y las relaciones que defienden y representan están en directa oposición a los intereses de las masas de personas, tal como lo hacemos respecto al imperialismo. Hay que derrocar a estos reaccionarios y a sus bases de poder debido a que, al igual que Israel, son pilares del orden imperante.
En todas partes, la polarización [actual] actúa por los intereses de los reaccionarios, en Irán, Europa, Estados Unidos, etc. Son los [intereses] reaccionarios los que están polarizando a la gente. Muchos intelectuales y aquellos que realmente quieren luchar contra el capitalismo global y contra sus crímenes sucumben al apoyo al status quo. El motivo es que sólo ven lo que “existe” y no el potencial que existe en el corazón de la situación. Para trastocar esta situación se necesita una gran guerra de ideas. Debemos luchar por una línea que haga realidad el potencial emancipador. Este potencial no es del todo obvio, y requiere una intervención con una línea política e ideológica correcta: una que refleje científicamente la realidad de la situación y una estrategia política que abra el camino a una revolución real. Con respecto a esta “línea” y su substanciación teórica (el nuevo comunismo [desarrollado por el líder revolucionario Bob Avakian]), hay que emprender una gran lucha para producir una fuerza en la sociedad que sea capaz de hacer frente a los horrores que se avecinan, y de la cual sea posible arrancar un futuro fundamentalmente diferente para la gente de esta sociedad, del Medio Oriente y del mundo.
Está en marcha una carrera de competencia criminal a escala mundial, y nos toca a nosotros detenerla. Hay que descartar, rápidamente, todos los marcos intelectuales y políticos que ha engendrado el sistema gobernante. Decimos, una vez más, un millón de veces: la única manera de poner fin a este terror es mediante una revolución comunista.