Tras 20 años de guerra de Estados Unidos para controlar a Afganistán, los 40 millones de habitantes de ese país se encuentran ahora sumidos en una devastadora crisis financiera, económica y agrícola que amenaza a la vida de millones de personas. Estados Unidos es la principal causa de esta crisis, pero no sólo no mueve ni un dedo para ayudar, sino que impide activamente que otros ayuden y además, de plano, se roba miles de millones de dólares a Afganistán.
El New York Times, citando al coordinador de ayuda de emergencia de la ONU, informa que “una sequía severa y el saldo cumulativo de décadas de guerra han dejado a más de la mitad de la población [de Afganistán] en necesidad de ayuda humanitaria y han sumido a tres cuartas partes de sus 40 millones de habitantes en la pobreza aguda.... Sin ayuda internacional, un millón de niños afganos enfrentan hambre aguda y otros ocho millones de personas enfrentan ‘una marcha hacia la inanición y, en última instancia, incluso una posible hambruna’”. (Véase el recuadro “Voces de la hambruna”).
Además, el sistema sanitario se encuentra en un estado de casi colapso debido a las sanciones de Estados Unidos en contra del gobierno del Talibán, que durante meses cortó casi toda la ayuda humanitaria, incluso lo que administraban directamente grupos de ayuda (en lugar de pasar por el gobierno del Talibán)1.
En los últimos pocos meses, Estados Unidos ha hecho un gran alarde de aflojar ligeramente estas sanciones, pero hay un consenso general de que es muy poco y muy tarde como para tener un impacto importante en la crisis que se está desarrollando. El gobierno de Biden se jacta de haber aportado 474 millones de dólares en ayuda humanitaria en los últimos seis meses. Esto es una gota en el océano: la ONU está intentando recaudar urgentemente cinco mil millones de dólares como medida provisional para evitar el desastre. Cabe señalar que —según el propio Biden— Estados Unidos erogó 300 millones de dólares al día tratando de dominar a Afganistán. Así que Estados Unidos erogó más en dos días de guerra en Afganistán que lo que ha erogado en seis meses de “ayuda humanitaria”.
Causas de la crisis
Son muchos los factores los que han confluido para crear esta galopante catástrofe humana, entre ellos el impacto de la pandemia de la Covid, y la sequía cada vez más severa que agobia a la población rural — más de dos tercios de la población. A su vez, el cambio climático viene agravando estas sequías, algo impulsado principalmente por Estados Unidos y otras naciones ricas.
Pero los principales factores están relacionados con la invasión y ocupación de Estados Unidos, y —después de que éste sufriera una humillante derrota— con sus esfuerzos por estrangular económicamente al gobierno del Talibán.
En primer lugar, se dio la tremenda devastación, sobre todo en el campo, donde hicieron llover bombas y proyectiles sobre los cultivos y los destruyeron, mataron animales de granja y expulsaron a los agricultores de sus tierras. 3.7 millones de personas fueron desplazadas, 700.000 de ellas tan sólo en el último año.
Al mismo tiempo, de una u otra forma la situación hizo que millones de personas fueran a trabajar para los ocupantes estadounidenses, ya sea directamente para las fuerzas armadas de Estados Unidos, o para su gobierno títere afgano, o en diversas industrias de servicios que surgieron en torno a todo eso. Con la destrucción y distorsión causadas por la guerra a la vida agrícola y económica existente en Afganistán, estos sectores se convirtieron en los únicos empleos disponibles.
Luego, Estados Unidos se retiró. De la noche a la mañana, millones de personas —la mayoría de las cuales vivían al límite para empezar2— perdieron su sustento. La economía cayó en picada.
Y para colmo, Estados Unidos impuso estrictas sanciones que impedían que otros países y empresas del mundo comerciaran o realizaran transacciones financieras con Afganistán, e incluso bloqueó la mayor parte de la ayuda humanitaria. Como ejemplo, la presión de Estados Unidos llevó al Banco Mundial a congelar 1.500 millones de dólares de ayuda.
Mientras tanto, Estados Unidos retenía al menos siete mil millones de dólares pertenecientes al banco central de Afganistán, que se habían depositado en Estados Unidos a lo largo de los años. El banco central de un país desempeña un papel crucial en la economía: no sólo proporciona un aval para los bancos comerciales en los que los particulares depositan dinero u obtienen préstamos, sino que es fundamental para regular la moneda nacional. En ausencia de un banco central que desempeñe esta función, todo el sistema de la banca puede colapsarse, los depositantes perderían todo su dinero, y la moneda podría desestabilizarse y provocar una inflación galopante.
Durante meses, Estados Unidos se negó a devolver este dinero al banco de Afganistán, pero no dijo qué iba a hacer con él. Esto ya era altamente desestabilizador. Según el New York Times del 11 de febrero de 2022, la moneda afgana “se desplomó, y con ella, la capacidad de millones de personas que ya vivían al límite para comprar suficientes alimentos para comer”.
El gobierno de Biden tuerce el puñal y se roba miles de millones
Luego, esta semana, Biden anunció que estaba trabajando para entregar la mitad de ese dinero a un grupo de familias de personas que resultaron muertas en los atentados del 11 de septiembre de 2001 que habían demandado al Talibán por daños y perjuicios. Para darle el crédito que se merezca, un representante de otra organización de familias del 11-S (Familias del 11 de Septiembre por Futuros Pacíficos) respondió diciendo: “No puedo pensar en una peor traición al pueblo de Afganistán que congelar sus activos y dárselos a las familias del 11-S. Mientras las familias del 11-S buscan justicia por su pérdida por medio de estas demandas, me temo que el resultado final de la incautación de este dinero será perjudicar más a afganos inocentes que ya han sufrido mucho”.
Según una descripción vaga, la mitad que quede de este dinero robado será destinada a un “fideicomiso... para apoyar las necesidades del pueblo afgano” — ¡como si alguien confiara o debiera “confiar” en que Estados Unidos vele por los intereses del pueblo afgano! Y en todo caso, este “fideicomiso” tardará varios meses en constituirse, mientras decenas de millones sufren y muchos mueren como resultado directo del saqueo de los activos de su nación por parte de Estados Unidos.
El New York Times dice que esta decisión de confiscar el dinero perteneciente a Afganistán “paralizará aún más el ya paralizado banco central de Afganistán; sacando la mayoría del capital del banco... [haciendo] aún menos probable que el banco pueda reanudar sus esfuerzos por estabilizar el valor de la moneda afgana y los precios en ese país”.
O, en términos más sencillos, los precios de los alimentos y otras cosas necesarias para la supervivencia se dispararán mucho más allá del alcance de la mayoría de la población afgana.
Como ha dicho Bob Avakian, estos imperialistas son “los criminales más espantosos, más monstruosos de lo que jamás haya inventado la mitología o haya encerrado ninguna cárcel”3.
Las voces de la hambruna
Del New York Times, 4 de diciembre de 2021:
Una a una, las mujeres entraron en tropel a la clínica de ladrillos de adobe, los huesos de niños hambrientos se asomaban debajo de los pliegues de sus burkas de color gris, azul y rosa pálidos.
Muchos habían caminado durante más de una hora ... desesperados por medicamentos para devolver la vida a las venas encogidas de sus hijos. Durante meses, sus comidas de una vez al día se habían vuelto más escasas a medida que fallaban las cosechas, los pozos se secaban y los comerciantes agotaban el crédito para la harina.
Ahora, a medida que el aire fresco se volvía más frío, la realidad se estaba imponiendo: quizá sus hijos no sobrevivan al invierno.
“Tengo mucho miedo de que este invierno sea aún peor de lo que podemos imaginar”, dijo Laltak, 40. [Ella] agarró el cuerpo demacrado de su nieta como si se preparara para las penurias que sabía que este invierno iba a traer.
A su familia no le queda trigo, ni leña para hacer fogata para calentarse, ni dinero para comprar comida. Han agotado el apoyo de familiares cercanos que ni siquiera pueden alimentar a sus propias familias.
“Nada, no tenemos nada”.
***
Zarmina, 20, acunaba a su hijo de 18 meses mientras su hija de 3 años estaba detrás de ella ... [Durante meses] su familia ha sobrevivido principalmente con pan y té, comidas que dejaron el estómago de sus hijos royendo de hambre. “Están llorando por tener comida. Ojalá pudiera llevarles algo, pero no tenemos nada”.
El hijo de Zarmina se había debilitado después de semanas de diarrea. Miró fijamente a la pared mientras una enfermera colocaba una banda de medición codificada por colores utilizada para diagnosticar la desnutrición alrededor de su brazo delgado como un riel, deteniéndose en el color rojo: Desnutrición severa.
***
En el Hospital Regional de Mirwais... los niños que sufrían de desnutrición y enfermedades se apiñaban en las gastadas camas de metal de la sala pediátrica. En la unidad de cuidados intensivos, un silencio espeluznante llenó la gran sala mientras los niños demasiado débiles para llorar se consumían visiblemente, respiraban con dificultad y la piel se les caía de los huesos que sobresalían.
“Quería llevarla al hospital antes”, dijo Rooqia, 40, mirando a su hija de un año y medio, Amina. “Pero no tenía dinero, no podía venir”. ... Amina comenzó a marchitarse: su piel estaba tan agotada de vitaminas vitales que los parches se desprendieron.
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