Cuando tenía 14 años, Sinéad O’Connor dio forma a mi ira. Su furia cruda, desenfrenada y desobediente avivó un fuego y un rechazo en lo más profundo de mis entrañas. Mis amigos que compartían historias muy noche de moretones y miedo, agresión sexual y autodesprecio, todo lo que no era algo que aceptar. No tenía que agachar la cabeza y objetar los piropos, los chiflados y las insinuaciones — podíamos gritar, maldecir y chillar. Sinéad no fue mi única influencia, pero ella le dio ritmo a mi ira. Cuando cantó: “No conozco la vergüenza, no siento dolor”, no sé qué quiso decir con eso, pero sé cómo me hizo sentir.

Sinéad O’Connor murió la semana pasada a la edad muy temprana de 56 años. La determinación de Sinéad, su valor e integridad, su ira irredenta fue profunda. Algo que hace demasiada falta hoy en día, en la música, la cultura y la sociedad, y esto necesita cambiar urgentemente.

Sinéad conoció el abuso — su madre la golpeaba sin piedad, a veces la dejaba fuera de la casa en un jardín frío. Pero incluso cuando estaba claro que estaba profundamente traumatizada, no se encerró en sí misma... le echó la culpa a la Iglesia Católica — por el abuso amontonado sobre su madre y generaciones de mujeres y niños en Irlanda. Este no era un dolor personal e individualizado de búsqueda de refugio en medio de una tormenta. Fue un dolor que la hizo ponerse de pie y gritar. Un dolor que ella presenció en un contexto más amplio — que fluía de la opresión de Irlanda, por medio del colonialismo británico y el gobierno teocrático católico. Presenció esta opresión en la vida de los jóvenes negros en Inglaterra, en el pueblo de Palestina y en los oprimidos y explotados del mundo.

A los 21 años, Sinéad se convirtió en una megaestrella internacional del pop. Pero ella nunca se vendió... nunca. No permitió que se lijaran sus aristas ni que se hiciera aceptable su tono.

Yo era estudiante de primer año en la escuela secundaria cuando comenzó la primera Guerra del Golfo. Ayudé a organizar paros en toda la ciudad en mi escuela, pero la guerra duró poco y, a pesar de que Estados Unidos provocó la muerte y la destrucción del pueblo iraquí, la oposición se esfumó. Lo que tomó su lugar se sintió como una masa rugiente y desmoralizadora de patriotismo ondea bandera. Incluso las voces supuestamente en contra de la guerra sostuvieron que teníamos que “apoyar a los soldados” aunque estuviéramos en contra de la guerra... envolvieron cintas amarillas en los árboles y las solapas y se llevaron a cabo desfiles empapados de banderas nacionales para “darle la bienvenida al regreso” de los soldados estadounidenses.

Sinéad se puso de pie contra este patriotismo ciego.

En un estadio importante en Nueva Jersey, cuando ella se enteró que el lugar tenía la política de tocar el himno nacional de Estados Unidos antes de cada espectáculo, dijo que si tocaran el Star Spangled Banner, ella no actuaría. Esto causó un alboroto. Hubo protestas contra ella frente a las tiendas de discos, las emisoras radiofónicas se negaron a tocar su música y Frank Sinatra dijo amenazadoramente: “Esta debe ser una tipa estúpida. Si fuera hombre, le daría una buena paliza”.

Ella vinculó su negativa a la intensa censura que se estaba dando en ese momento contra el hip-hop: “No quería estar en el escenario después del himno nacional de un país que está hostigando a la gente cuando toca en conciertos... Es el sistema estadounidense al que yo le falto el respeto, el que impone censura a las personas, lo que a mi parecer es racismo”.

En ese momento, ello fue algo poco común y muy refrescante.

Después de que salió su segundo álbum, y en el apogeo de su fama, se negó a presentarse en los premios Grammy, que la habían nominada a cuatro premios. No lo hizo simplemente como una postura personal, sino en protesta por el afán del materialismo en contra de la verdad y la integridad... Y como un reto para sus compañeros artistas:

No estoy criticando a los Grammy en particular... Estoy criticando a la industria de la música. Estoy criticando a mis compañeros... a los artistas que no están haciendo su trabajo. Miles de niños se mueren de hambre todos los días... los niños son golpeados debido a los problemas de la sociedad... los niños son objeto de abuso sexual y emocional, la gente vive en las calles. Ya no basta simplemente quedarse sentado en el sillón y decir: “Sí, es terrible”. Los músicos ocupan una posición de ayudar a sanar esta enfermedad, pero yo diría que el 90% de los artistas en el negocio de la música no cumplen esa responsabilidad. Hay que reconocer que si eres artista, eres un modelo a seguir para los jóvenes, te guste o no. Si no quieres aceptar esa responsabilidad, no deberías ser artista. La responsabilidad acompaña el poder... ¿Cómo podemos sentarnos allí con la esperanza de ganar un Grammy cuando no hemos cumplido nuestro deber como artistas de decir la verdad?

A tan sólo un año se dio su presentación en Saturday Night Live, donde después de cantar una versión de “Guerra” de Bob Marley, hizo pedazos la imagen del Papa — una imagen que había arrancado de la pared de la habitación de su madre el día de su muerte, cuando Sinéad tenía solo 18 años. De adolescente, la vi atónita e inspirada. Y si bien esta protesta fue profundamente personal, también fue parte de una posición más amplia que estaba tomando — contra el abuso sexual en la Iglesia Católica, la opresión patriarcal de mujeres y niñas, el papel de la Iglesia en la justificación de la conquista imperialista, “de permitir la invasión de países y la destrucción y asesinato de razas enteras de personas en el nombre de Dios y por dinero...”.

Fue objeto de vilipendios, ataques, aislamiento... y no pidió disculpas.

Dos semanas después, estaba programada para actuar en una celebración de Bob Dylan repleta de estrellas. Fue una ocasión especial — vino mi mejor amigo(a) y para ver el concierto en vivo, lo contratamos vía tv de paga. Vea el video en el que sale Sinéad, lista para rendir homenaje a uno de sus héroes.

Se enfrenta a una multitud de miles de personas, donde al principio hay algunos vítores, pero pronto ganan los fuertes abucheos. Ella se para con los ojos muy abiertos pero sin reverencia. Y a medida que crecen los abucheos, también lo hace su pétreo desprecio por quienes la condenan por enfrentarse a la injusticia. Kris Kristofferson se acerca para animarla — no era posible escucharlo en la televisión, pero luego descubrimos que él le dijo: “No dejes que los bastardos te desanimen”. Ella respondió: “No estoy desanimada”.

En lugar de cantar la canción de Dylan para la que ensayó, le dice a la banda que deje de tocar y grita “¡Guerra!” al micrófono. Lo grita, desafiante, furiosa, inmarcesiblemente.

Esto fue electrizante. Sinéad no estaba a la venta. Y su ira e integridad la hicieron más fuerte.

Si bien nunca dejó de crear música, su carrera fue marginada — obligada a pagar por enfrentarse a este sistema y su cultura. También habló públicamente sobre sus luchas con la enfermedad mental. Y ella nunca dejó de aspirar — aun cuando esto a veces la llevó por callejones sin salida.

No conocemos las circunstancias de la muerte de Sinéad pero, en los últimos 25 años, ella habló públicamente de varias crisis de suicidio. Y ella estaba de luto por la muerte de su hijo de 17 años que se suicidó. Lo que he encontrado más doloroso no es solo la pérdida de esta poderosa voz, sino la forma en que este sistema funciona para quebrantar a las personas — y si no logra extinguir su fuego, a veces éstas se queman

En la sociedad de la que soy parte de luchar por crear —sobre la base del nuevo comunismo que ha desarrollado el líder revolucionario Bob Avakian (BA)—, las Sinéad del mundo no serían marginadas. Su creatividad y furia ayudarían a dar forma al futuro. Sería apreciada sin ser domesticada, sería querida sin que se le tratara de manera condescendiente, sería escuchada.

En los días posteriores a su muerte, he vuelto a lo que BA escribió sobre el cantante de reggae Peter Tosh después de su muerte. Esto se reproduce en su autobiografía, From Ike to Mao and Beyond: My Journey from Mainstream America to Revolutionary Communist. Como Sinéad, Peter Tosh era intensamente religioso. Después de hablar sobre la vida y la música de Tosh, BA dice:

Nosotros, por supuesto, tenemos diferencias con él, en particular que él es (o era) religioso y nosotros estamos en contra de la religión, ideológicamente. Pero fue uno de aquellas personas de las definitivamente hay que decir que sus convicciones religiosas lo llevaron a mantenerse firme con los oprimidos del mundo contra los opresores. Y lo hizo con panorama y potencia.

Nosotros, con la ideología más previsora y plenamente liberadora que existe, podemos aprender de este “hombre encendido”: Podemos elevarnos donde él ascendió y llevarlo aún más alto. De tristeza a la ira; de la ira a la energía revolucionaria intensificada, encendidos con un optimismo profundamente realista: eso es lo que debe impulsarnos hacia adelante y elevar el espíritu y la vista.