Thomas Friedman y David Brooks están muy preocupados.
Friedman y Brooks son columnistas políticos prominentes para el New York Time que tratan de hablar a un sector de los gobernantes de este sistema capitalista-imperialista, y hablar por ellos. Lo que les preocupa ilumina las crisis y conflictos reales, situación que “podría llevar a algo realmente terrible”, pero que también podría suscitar una posibilidad muy real de “que podríamos arrancarle algo realmente positivo — una revolución, para poner fin a este sistema y hacer nacer algo mucho mejor”. (Ambas citas son de Una Declaración, un Llamamiento a que se organice ahora para una revolución real).
Friedman y Brooks dan por sentado que la sociedad estadounidense —y el sistema capitalista-imperialista que la define y la determina— es el mejor de todos los mundos posibles. Esto fundamenta todas las columnas que escriben y todos los argumentos que hacen. Desde esa posición, una semana tras otra presentan ideas sobre la mejor forma de mantener a flote ese sistema político, económico y social — un sistema de horrorosa dominación y destructivo saqueo del planeta entero. Y tratan de persuadir de estas ideas al lectorado del New York Times — que incluye algunos sectores de la clase dominante así como muchas personas de la clase media y la clase media alta y otras que trabajan con las ideas.
Para hacerlo, con frecuencia tergiversan la verdad y a menudo mienten.
Para dar un solo ejemplo mortífero, ambos columnistas apoyaron a grito pelado la invasión sin provocación alguna de Irak por Estados Unidos en 2003, una invasión y guerra a las cuales se opusieron millones de personas que se tomaron las calles en Estados Unidos y por todo el mundo. Los manifestantes señalaron insistente y convincentemente la evidencia contundente que desmentía el pretexto para la guerra que propagaba el régimen de George W. Bush — de que Irak tenía “armas de destrucción masiva” (armas nucleares y biológicas, etc.). Los manifestantes dejaban en claro que la guerra en sí violaba descaradamente la ley internacional y tendría consecuencias desastrosas para la gente de toda la región mesooriental. Ante esto, Brooks y Friedman usaron sus columnas para promover un paquete de descaradas mentiras y desinformación, que era fácil de comprobar en ese entonces, y para tergiversar los objetivos verdaderos de Estados Unidos al hacer esa guerra.
De hecho, esta guerra sí desató toda una cadena de sucesos pesadillescos que ha segado la vida a un millón de seres humanos y destrozado la vida a millones más — un ciclo que aún continúa. Cuando se terminó la guerra y se puso al descubierto la mentira —cuando Estados Unidos ya ni siquiera pudo fabricar “evidencia” que apoyara su pretexto—, Friedman y Brooks ya habían pasado a otros temas, y hasta la fecha no solamente se niegan a criticar su apoyo criminal sino que siguen defendiéndolo.
Pero aunque estos dos individuos tienen un historial general repugnante de mentir y tergiversar, a menudo sí expresan preocupaciones reales de diferentes sectores de la clase dominante. Por eso, pueden reflejar importantes aspectos y verdades sobre la realidad y pueden arrojar luz sobre la manera en que el enemigo ve sus propios problemas y debilidades en mantener su dominio.
Es importante entender la manera en que importantes representantes de la clase que nosotros tratamos de derrocar ven sus problemas — donde ven sus debilidades y con qué grado de urgencia, y cómo se proponen lidiar con ellas.
En esta conexión, dos columnas que salieron en el New York Times la semana pasada arrojan algo de luz. Primero, se tiene “Big Lie Devours G.O.P. And Eyes Our Democracy” [La gran mentira devora al Partido Republicano y pone en la mira a nuestra democracia] de Friedman.
El espectro de una guerra civil política
Friedman está preocupado de que el éxito inicial de Biden (en el combate a la Covid, la aprobación de un proyecto de ley de estímulo económico, etc.) “ha tranquilizado a muchas personas haciéndolas creer” que la mentira de Trump sobre el robo de las elecciones “desvanecería de seguro y todo volvería a la normalidad. Eso no ha pasado”.
Continúa:
“No estamos bien. La democracia estadounidense todavía corre grave peligro. De hecho, nos encontramos más cerca a una guerra civil política — más cerca que en ningún otro momento en nuestra historia contemporánea. La aparente calma política de hoy en realidad descansa sobre un falso fondo por el cual estamos en peligro de caer de golpe en cualquier momento”.
Friedman está muy preocupado sobre la manera en que la mentira de que se robaron las elecciones a Trump se ha apoderado aún más fuertemente del Partido Republicano. Actúan según esta mentira promulgando leyes cuyo propósito es impedir que voten números decisivos de negros y otros oprimidos los que tienden fuertemente a votar por los demócratas; leyes cuyo propósito es amarrar y afianzar un dominio fascista aunque Friedman no utiliza ese término.
Friedman agrega esta advertencia para sus lectores:
Imaginen si se aprobaran todas o muchas de estas medidas — y en 2022 y 2024 los republicanos se las arreglaran para retomar la Cámara de Representantes, el Senado y la Casa Blanca con, digamos, tan sólo 42 por ciento del voto popular, lo que efectivamente establecería el dominio de la minoría. ¿Saben lo que pasará? Déjenme decirles lo que pasará. Los votantes demócratas privados de representación no se quedarán de brazos cruzados. Quizá se nieguen a pagar impuestos. Muchos se tomarán las calles. Quizá algunos se pongan violentos, y todo nuestro sistema político podría salir paralizado y empezar a deshilacharse.
Sin embargo, esto es precisamente el rumbo por el cual nos encamina el Partido Republicano de Trump.
Para repetir, la conclusión de Friedman: “Corremos un peligro real de una guerra política civil en Estados Unidos en torno a las próximas elecciones”.
El hecho de que la “solución” que Friedman propone es apoyar a aquellas escasas personas prominentes en el Partido Republicano que aún se oponen a Trump, al mismo tiempo que ese partido los ataca para sacarlos, solamente demuestra la falta total de respuestas que este sector de la clase dominante tiene al hacerle frente a esta crisis.
La falta de “cohesión social” ante desafíos internacionales
David Brooks tiene una preocupación diferente. En un artículo que él titula “Nuestro fracaso patético con la inmunidad de rebaño”1, Brooks expresa su inquietud de que se haya perdido la “cohesión nacional” en Estados Unidos que se requiere para el “sacrificio voluntario”. Cita esta cohesión como elemento esencial de las victorias estadounidenses en la Primera y Segunda Guerras Mundiales — ejemplos cargados de significado en un momento en que Estados Unidos enfrenta un desafío estratégico de su rival imperialista en China.
Al aludir a la negativa egoísta de vacunarse entre grandes sectores de la población, Brooks nota que “un sentido básico de identidad de pueblo, de pertenecer a un proyecto común con un destino compartido, es exactamente lo que hace falta hoy”. Continúa: “Quizá nuestra respuesta patética a la Covid no sea la última ni la peor consecuencia de esta condición”. De hecho, lo que está señalando y lamentando no es más que variantes de dos tipos del individualismo —el ajeno y el virulento— como lo analizó Bob Avakian (BA) en Esperanza para la humanidad sobre una base científica. En esa obra BA explora a fondo las raíces de esto en el parasitismo realzado de las últimas décadas, en que Estados Unidos y sus socios y rivales imperialistas le chupan la sangre al resto del mundo de manera aun más desequilibrada. Y, como BA ha señalado muchas veces, el individualismo venenoso de este sistema —al cual Brooks ahora critica y quiere “equilibrar”— descansa sobre la pulverización de miles de millones de individuos a diario.
Pero, no esperemos que Brooks explore eso a fondo de pronto. Y hablando de “lo patético”, sus soluciones son de “trabajar para restaurar la confianza” a nivel comunitario “construyendo parques” y cosas por el estilo y apoyando los programas de gasto público de Biden.
¿“Construir parques”? ¿De veras? Existe un movimiento fascista lunático emperrado en restaurar y reforzar las formas más violentas y represivas de la supremacía blanca, la dominación masculina y el militarismo desenfrenado — ¿y vas a superar esto construyendo parques juntos y llamando a apoyo electoral para Biden? ¿Mientras los fascistas se están endureciendo cada día más en torno a sus teorías lunáticas y están maniobrando velozmente, como indica su colega Friedman, para volver dicho apoyo electoral totalmente irrelevante?
Hazme el favor.
La verdadera profundidad de la crisis… y la verdadera solución
Tanto Friedman como Brooks se dan aires de examinar a fondo, pero de hecho señalan fenómenos superficiales, sin entender en verdad la verdadera profundidad y raíces del problema. Subestiman la crisis que este sistema enfrenta. Hacen sonar la alarma, para de ahí proponer caminos a la conciliación. Los peligros que señalan son reales, aunque minimizan su severidad; las soluciones que ofrecen no solamente son mezquinas sino venenosas.
En agudo contraste, Bob Avakian, en su Declaración de Año Nuevo, “UN AÑO NUEVO, LA NECESIDAD URGENTE DE UN MUNDO RADICALMENTE NUEVO — PARA LA EMANCIPACION DE LA HUMANIDAD”, explica por qué “Biden fracasará estrepitosamente en su intento de ‘sanar’ y ‘unificar al país’”.
Biden y los demócratas no pueden “hacer que se unifique el país”, como dicen falsamente, porque no puede darse ninguna “conciliación” con estos fascistas — cuyas “quejas” se derivan del resentimiento fanático contra cualquier limitación a la supremacía blanca, la supremacía masculina, la xenofobia (el odio por los extranjeros), el chovinismo pro estadounidense rabioso y el saqueo irrestricto del medio ambiente, y que se expresan cada vez más en términos literalmente lunáticos. ¡No puede darse ninguna “conciliación” con esto, salvo de acuerdo a los términos de estos fascistas, con todas las terribles implicaciones y consecuencias de hacerlo!
Luego, la declaración “explora debajo de la superficie, para descubrir los resortes principales subyacentes y causas de las cosas, y llegar a entender el problema fundamental y la solución real”.
Al reconocer eso a fondo, las palabras de “Una Declaración, un Llamamiento a que se organice ahora para una revolución real”, de los revcom, suenan con aun más fuerza:
No siempre son posibles las revoluciones sino por lo general solamente son posibles en momentos y circunstancias poco comunes, especialmente en un país poderoso como Estados Unidos. La actualidad presenta uno de estos momentos y circunstancias poco comunes. Este sistema está metido en verdaderos problemas, se encuentra enredado en crisis y conflictos por los cuales no tiene soluciones fáciles ni duraderas. En todas partes de Estados Unidos, el funcionamiento de este sistema ha generado profundas divisiones que no se pueden resolver bajo este sistema. La sociedad está desgarrándose. Aquellos que gobiernan están trabados en un combate feroz entre sí mismos y no pueden mantener las cosas a flote de la manera en que lo han hecho en el pasado. Aunque hay muchas cosas malas relacionadas con esta situación y es posible que ésta podría llevar a algo realmente terrible, también es posible que podríamos arrancarle algo realmente positivo — una revolución, para poner fin a este sistema y hacer nacer algo mucho mejor.
Y, como ese artículo agrega:
Para volver a lo básico: necesitamos una revolución — una revolución real. No podemos darnos el lujo de desperdiciar estos momentos y circunstancias poco comunes que podrían madurarse en una verdadera oportunidad para hacer una revolución. No podemos darnos el lujo de desperdiciar la dirección poco común y valiosa que tenemos para esta revolución. Tenemos que poner manos a la obra, construir el movimiento y las fuerzas organizadas para la revolución en todo Estados Unidos, y trabajar juntos incansablemente para esta revolución, para hacer preparativos enérgicos para la situación en la que sea posible hacer caer este sistema y hacer nacer algo mucho mejor.
1. En la edición impresa del New York Times, el título de la columna era “Nuestro fracaso de la inmunidad de rebaño”. [volver]
Hace falta reconocer la realidad fundamental de que bajo este sistema —que ha engendrado un poderoso fascismo; que es la fuente de sufrimientos horrorosos, e innecesarios, no solamente para las masas de personas en Estados Unidos sino para miles de millones de personas en todo el mundo; y que representa una creciente amenaza a la propia existencia de la humanidad, mediante sus masivos arsenales de armas nucleares así como su destrucción acelerada del medio ambiente—, no existe ningún futuro por el que vale la pena vivir para las masas de personas y en última instancia para la humanidad en su conjunto. Es verdad —es una verdad importante— que el régimen de Trump y Pence (y otros parecidos, por ejemplo el gobierno de Bolsonaro en Brasil) ha agravado mucho más la crisis ambiental — ha acelerado la aceleración, por decirlo así, de la destrucción del medio ambiente. Pero las dinámicas y los requisitos de este sistema están impulsando la crisis climática hacia el punto de no retorno, independientemente de cuál persona o régimen particular esté actuando como su representante político dominante. Con frecuencia se ha ensalzado al capitalismo por ser un sistema “dinámico”, que constantemente genera cambios. Pero éste es un “dinamismo” que se basa en la explotación para acumular ganancias de manera privada, y que es un “dinamismo” impulsado por la anarquía (y la competencia anárquica entre capitalistas), y esa misma anarquía está impeliendo las cosas rápidamente hacia un umbral existencial —más allá del cual de manera irreversible bien podría lanzar a la humanidad— si continuara dominando el mundo este sistema del capitalismo, en su manifestación imperialista globalizada.