El viernes 22 de septiembre, el expresidente Donald Trump dio a entender fuertemente que el más alto oficial militar de Estados Unidos en ese momento, Mark Milley, merecía ser ejecutado. Trump estaba respondiendo al hecho de que Milley había notificado a su homólogo chino de que las cosas estaban “estables” en Estados Unidos dos días después del intento de golpe de estado de Trump el 6 de enero 1.
Donald Trump y Mark Milley en Washington, D.C., 8 de enero de 2020, dos días después de la intentona de Trump de anular las elecciones de 2020 en un golpe de estado fascista.
Trump escribió en su plataforma de las redes sociales que se trataba de “un acto tan atroz que, en tiempos pasados, el castigo habría sido la MUERTE”. Sin embargo, ¿dónde estaban los titulares del sábado o domingo de la semana pasada que proclamaban a todo volumen: “EL EX PRESIDENTE Y ACTUAL FAVORITO PARA LA NOMINACIÓN REPUBLICANA INDICA QUE EL ACTUAL JEFE DEL EJÉRCITO DEBE SER EJECUTADO”?
En ningún lugar. De hecho, no fue hasta tres días después que The Atlantic —publicación que la semana anterior había publicado un largo artículo entusiasta sobre Milley (y tendremos más que decir sobre el “largo historial de servicio” de Milley en adelante en este artículo)— sacó en grande la primicia sobre este tema, lo que comenzó a recibir cobertura significativa.
Hay tres puntos de importancia estratégica concentrados en esta historia. Primero, las escisiones entre los gobernantes se están volviendo más intensas y más “normalizadas” al mismo tiempo. Segundo, estas escisiones afectarán a todas las instituciones. Y tercero, es esencial que —por los intereses de la humanidad— no interpretemos que estas escisiones significan que las masas deben “elegir un bando” entre las dos facciones de los gobernantes.
Antes de entrar en detalles, es importante comprender que la situación aún se está desenvolviendo — que todavía existe la posibilidad de que se desarrolle y se convierta en una crisis de importancia aún mayor.
UNO: Las escisiones entre los gobernantes de Estados Unidos se están volviendo mucho más agudas y al mismo tiempo se están normalizando más.
Inmediatamente salen a relucir dos cosas. Esto, una vez más, no tenía precedente. Piénselo: ¡un ex presidente y candidato presidencial favorito dice que el jefe del ejército habría sido ejecutado en el pasado, con la clara implicación de que debería ser ejecutado ahora! Eso es una cosa, y es bastante sorprendente. La segunda cosa es el hecho de que durante unos días después de que Trump dijera esto, salió muy poca reacción al respecto, lo que muestra gráficamente qué tanto se han normalizado las amenazas extremadamente graves al interior de la propia clase dominante — y, tal vez, qué tan poco que al menos un sector de los gobernantes quieren resaltar estas amenazas.
Cuando Biden por fin habló al respecto, lo hizo seis días después, en una ceremonia en honor al ex senador republicano y “héroe de guerra”2 John McCain. Y ninguno de los cuatro principales republicanos que se compiten con Trump ha dicho nada todavía.
Es difícil decir si esta normalización es intencional, o simplemente el resultado de que la gente —incluidos los tomadores de decisiones en la clase dominante— se haya acostumbrado tanto a este tipo de locura que apenas se haya dado cuenta. Pero el efecto es, al menos por ahora, mantener calladas y pasivas a “las personas decentes” a las que estos tomadores de decisiones consideran “su base”.
DOS: Estas escisiones afectarán a todas las instituciones gobernantes a medida que se desarrolle una situación revolucionaria.
Aquí algo que señala Bob Avakian (BA) es extremadamente relevante e indica una de las razones por las que la revolución es en realidad más posible en estos tiempos, aunque no lo parezca así en la superficie. En un discurso inédito NO TENEMOS QUE VIVIR ASÍ — Y AHORA TENEMOS UNA VERDADERA OPORTUNIDAD DE OBTENER ALGO MUCHO MEJOR... Un momento poco común cuando la revolución es (más) posible: La base científica, y el trabajo con fundamentación científica para hacer esto realidad, Bob Avakian señala:
Como a diario se está evidenciando más, existen divisiones profundas y cada vez más profundas, no solo en Estados Unidos en general sino también entre los poderes gobernantes de este sistema. Y tal como explicaré en mayor detalle en adelante, una parte de esos poderes gobernantes, representada por el Partido Republicano, ya no cree en lo que han sido las “normas aglutinantes” del gobierno capitalista “democrático” en Estados Unidos, ni se siente obligada por dichas normas. Eso está conduciendo, y conducirá cada vez más, a crecientes divisiones y choques amargos a lo largo de la sociedad, así como en la “cima”. Todas las instituciones gobernantes de este sistema serán cada vez más afectadas por esta situación. [Permítanme repetir que: Todas las instituciones gobernantes de este sistema serán cada vez más afectadas por esta situación.] La polarización continuará agudizándose, en que las fuerzas agrupadas en torno al Partido Republicano y bajo la dirección de éste están volviéndose aún más agresivas al insistir en imponer, incluso por medios violentos, su visión de lo que “hace que Estados Unidos tenga grandeza”, con todos los horrores muy reales, por encima de todos los horrores, que eso supone.
Nótese que BA se siente compelido a repetir que “todas las instituciones gobernantes de este sistema serán cada vez más afectadas por… [las] crecientes divisiones y choques amargos a lo largo de la sociedad, así como en la 'cima’”. Piense en eso a la luz de la situación que se describe aquí. Y aunque Milley terminó su mandato la semana pasada, este comentario de Trump podría servir tanto como una advertencia al reemplazo de Milley, Charles Brown, como un mensaje con el propósito de envalentonar a aquellos en las fuerzas armadas que sí apoyan a Trump.
Las escisiones en las instituciones centrales del estado y la batalla al interior de la clase dominante sobre cuál sector puede ejercer la “fuerza legítima” es un componente clave de una situación revolucionaria. Tales escisiones podrían hacer que fuera más difícil aplastar a los brotes de lucha del pueblo3.
TRES: Para que algo bueno resulte de esta situación, comenzando en este momento tiene que librarse una lucha feroz contra la creencia en “salvadores” provenientes de la clase dominante — incluidos los “salvadores” provenientes de las fuerzas armadas.
Una escisión así al interior de las instituciones gobernantes muy posiblemente podría ocurrir como parte de una crisis importante en torno a un movimiento hacia la guerra, un intento de robarse unas elecciones, la condena de Trump a prisión, o algún otro acontecimiento que aún ni siquiera está en el horizonte. Pero para que salga de esta situación algo positivo, ni hablar de emancipador, se requerirán esfuerzos monumentales por parte de las fuerzas revolucionarias — trabajando para incidir en esta situación entonces Y ADEMÁS ahora, y con urgencia.
En el ensayo de reciente publicación, LA REVOLUCIÓN: DESARROLLAR LAS BASES PARA JUGÁRSELO EL TODO POR EL TODO CON UNA VERDADERA OPORTUNIDAD DE GANAR: ORIENTACIÓN ESTRATÉGICA Y ENFOQUE PRÁCTICO, se señala la siguiente cuestión importante:
En las circunstancias de una crisis total, cuando se esté poniendo en tela de juicio todo el rumbo de la sociedad, habría diferentes tendencias y fuerzas organizadas que trabajaran para llevar las cosas por diferentes caminos. Se tendría a los republicanos fascistas, con su objetivo de tomar (o consolidar) el poder a fin de establecer una forma más flagrante de gobierno opresor y asesino, sin el disfraz acostumbrado de la “democracia, con libertad y justicia para todos”. Se tendría a aquellos, como los dirigentes del Partido Demócrata, que intentaran mantener (o restaurar) este monstruoso sistema de opresión en su forma más “tradicional”. Se tendría a masas de personas a favor de algún tipo de cambio básico en un sentido positivo, pero con distintas ideas sobre lo que eso significaría. Y probablemente se tendría a algunas fuerzas organizadas que afirmaran estar aspirando a algún tipo de “cambio progresista” —algunas de éstas quizás hasta se autodenominaran “revolucionarias” o “socialistas”—, cuando en realidad sus programas sólo reforzaran el sistema existente, y mantuvieran a las personas encerrada en dicho sistema.
Todo este pasaje merece una profunda reflexión. Como tan sólo un aspecto de este proceso, cabe recordar la situación en Egipto en 2011, cuando surgieron algunos elementos de una situación revolucionaria. Miles de personas salieron a las calles con la demanda de un cambio en la forma de gobierno. El ejército se mantuvo al margen del odiado “hombre fuerte” Mubarak y blanco de la furia de las masas, y “se ofreció” para asumir el liderazgo. El lema “El pueblo y el ejército son una mano” se volvió extremadamente popular y, tras una complicada serie de luchas, un grupo de generales del ejército sí llegó al poder.
El resultado ha sido una de las sociedades más represivas en el mundo, con más de 60.000 prisioneros políticos — así como la desmoralización generalizada de un levantamiento inspirador de millones de personas que fue dirigido de regreso a los confines asesinos de este sistema.
En esa situación, fue muy fuerte la presión para que millones de personas creyeran en el ejército. Un elemento fue el temor de tener que enfrentarse al poderío armado del estado. Otro elemento fue el nacionalismo. En la situación a la que nos enfrentamos hoy, las cosas así hacen que sea aún más importante difundir el entendimiento de que no hay nada que defender en los Mark Milley del mundo.
Milley, y ahora su sucesor, Charles Brown, no fueron ni son más que ejecutores del imperio más violento, opresivo y explotador que el mundo jamás haya conocido. Ascendieron a la cima del imperio gracias a su eficacia a la hora de organizar y desplegar a otros para llevar a cabo masacres en masa contra personas en otros países del mundo. La nota superficial sobre Milley en el Atlantic que precedió al ataque de Trump detalló el “servicio” de Milley en las criminales invasiones y ocupaciones estadounidenses de Haití, Somalia, Irak y Afganistán — donde las invasiones militares estadounidenses no han traído más que una miseria aún mayor (vea en la serie de revcom.us Crimen Yanqui lo que Estados Unidos ha hecho en estos y otros países).
El propio Milley le da mucha importancia al hecho de que el personal militar estadounidense jura defender la Constitución (y no a ningún comandante en jefe en particular). Al pensar sobre esto y sobre varias formas posibles en las que podría perfilarse una crisis revolucionaria, las palabras de Lealtad suenan muy fuertes:
A LAS PERSONAS EN TODAS PARTES, EN CADA SECTOR DE LA SOCIEDAD: La causa a la cual deberíamos dedicarnos y a la cual deberíamos tener lealtad, NO la representa la CONSTITUCIÓN DE ESTADOS UNIDOS — la que es un documento escrito por los explotadores esclavistas y capitalistas, y el que sirve a los intereses de éstos, desde la fundación de Estados Unidos hasta el día de hoy… un documento que eleva la “propiedad” y el “derecho” de esclavizar y explotar por encima y en contra de la vida y la libertad de miles de millones de personas, en Estados Unidos y por todo el mundo… un documento que durante casi 100 años institucionalizó la posesión de personas negras como propiedad… un documento que se ha usado repetidamente, y se usa en la actualidad, para “legalizar” la desigualdad, la injusticia y la opresión, mientras grupos enteros de personas son objeto de un trato de “segunda clase” y de menos que un ser humano pleno. ¡PODEMOS HACER ALGO MUCHO MEJOR QUE ESO!
LA CAUSA A LA CUAL DEBERÍAMOS DEDICARNOS ES LA REVOLUCIÓN: Para abolir y arrancar de raíz este sistema bajo el cual estamos obligados a vivir ahora, y para crear un nuevo sistema basado en la CONSTITUCIÓN PARA LA NUEVA REPÚBLICA SOCIALISTA EN AMÉRICA DEL NORTE — la que brinda una visión panorámica, una base firme y un plano concreto para una sociedad y un mundo diferentes y emancipadores, con la abolición de toda desigualdad, opresión y explotación.
La cuestión en este momento NO es si estamos encaminados hacia tiempos de crisis y peligro aún más extremos, que representan la trayectoria muy clara de algo realmente terrible. Algo como el incidente en torno a Milley deja esa verdad aún más clara.
La cuestión es si aquellos que no pueden soportar cómo están las cosas ahora, que pueden ver los peligros aún peores que se avecinan y que anhelan algo emancipador, se unirán con fuerza y urgencia para despertar, retar y organizar a miles, y luego a la millones de personas, en una fuerza lo suficientemente consciente de la necesidad de una revolución para que reconozcan cualquier camino falso que se presente en ese momento de crisis y para arrancar la emancipación de lo que será una situación compleja y peligrosa, pero también potencialmente extremadamente prometedora.
Realmente no hay un minuto que perder.