Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui
Actualización, enero 2022: Desde que esta entrega de Crimen Yanqui se posteó originalmente en 2017, el campo de tortura estadounidense en la base naval de Guantánamo, Cuba, ha sido un crimen continuo. En enero 2022 se cumple el vigésimo año desde que fue establecido. Biden es el cuarto presidente —dos demócratas y dos republicanos— en presidir un centro cuyas prácticas de tortura han sido, durante dos décadas, una violación extrema de las leyes estadounidenses e internacionales. Biden, al igual que Trump, ahora debería incluirse en la larga lista de “Los Criminales” responsables de este Crimen Yanqui.
Desde 2002, un total de 799 prisioneros han sido enviados a Guantánamo para retenerlos en detención ilegal, recluidos indefinidamente y torturados. A partir de enero de 2022, todavía hay 39 detenidos; 27 de ellos nunca han sido acusados de ningún delito. Y 26 son sobrevivientes de los “sitios negros” secretos de la CIA: lugares ocultos en más de 50 países donde la CIA estableció prisiones secretas para torturar a los detenidos que habían sido “entregados” desde diferentes lugares del mundo y llevados a Guantánamo.
El Crimen Yanqui original abajo da ejemplos de la tortura llevada a cabo contra los detenidos en Guantánamo, y desde ese entonces han salido a la luz más. En 2014 se publicó el informe del Comité de Inteligencia del Senado sobre la tortura de la CIA1. El 21 de octubre de 2021, la noticia del testimonio del detenido paquistaní Majid Khan en su audiencia de condena en Guantánamo recibió cobertura prominente. Khan, que fue arrestado en marzo 2003, es el único conocido residente legal de Estados Unidos en la cámara de tortura de Guantánamo2. Ya lleva 19 años encarcelado.
Khan leyó una declaración de 39 cuartillas3 que describía, con vívidos detalles, lo que los agentes de la CIA le hicieron durante un período de tres años en un sitio negro tras otro: un trato tan grotesco que es difícil de confrontar. Por fin Khan fue llevado a Guantánamo, que él describió como “una muerte por mil cortes. Podría darles 600 cuartillas de bitácoras diarias que contienen detalles específicos de los arbitrarios abusos y humillaciones que sufrí durante esos años en el Campo 7 [de Guantánamo]”. Después de escuchar el testimonio de Khan, siete de los ocho oficiales militares estadounidenses que servían como su “jurado” enviaron una carta a un alto funcionario del Pentágono que supervisaba el caso, con una solicitud de clemencia para Khan. En la carta dicen que a Khan “lo sometieron a abusos físicos y psicológicos mucho más allá de las técnicas aprobadas de interrogatorio mejoradas, y en cambio, estuvieron más cerca de la tortura realizada por los regímenes más abusivos de la historia moderna…”.
La derrota militar de Estados Unidos en su guerra contra Afganistán en 2021 y la retirada de las tropas estadounidenses4 eliminó la supuesta justificación militar y jurídica utilizada para la existencia continua de la cámara de tortura en alta mar de Estados Unidos5. No obstante, las exigencias de clausurar Guantánamo y responsabilizar a todos los torturadores siguen siendo ignoradas.
En lugar de clausurar Guantánamo, según informes, el Departamento de Defensa de la administración Biden planea tardar un año o más para construir una segunda “sala de audiencias” militar en Guantánamo, la que sea aún más segura, del escrutinio público, que la actual. Estos son tribunales militares, con jueces militares, fiscales militares y jurados militares que aplican la ley militar. Se han invocado los intereses de la “seguridad nacional” de Estados Unidos para impedir que rindan testimonio ciertos testigos. Y Estados Unidos sigue reteniendo a los detenidos ahí sin acusarlos de ningún delito. Todo esto subraya la verdad de lo que se señala en el siguiente artículo de Crimen Yanqui:
Estos crímenes de lesa humanidad también fueron una manera de “cambiar las reglas” — para cambiar cómo se le debe de ver a Estados Unidos tanto a nivel internacional como dentro del país, con la esperanza de adoctrinar a sectores de la población a hacer suya la brutal belicosidad y la arbitraria aplicación de leyes y justicia y aceptarlas como “lo normal nuevo”.
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El crimen:
En enero 2002, a raíz de los ataques del 11 de septiembre de 2001, la administración de George W. Bush estableció el Campo de Detención de la Bahía de Guantánamo en la Base Naval de Guantánamo, Cuba. Por los últimos 15 años, y hasta la fecha, Guantánamo ha sido una cámara de tortura, donde han detenido ilegal e indefinidamente a cientos de personas, y las han torturada6.
El Congreso le autorizó a Bush establecer Guantánamo bajo la ley “Autorización para el uso de Autorización para el Uso de la Fuerza Militar contra el terrorismo” que aprobó el 14 de septiembre de 2001. Esta le dio a Bush amplios poderes para ejecutar una “guerra contra el terror” — para esencialmente actuar con impunidad para proteger lo que el presidente determinara que servía “los intereses de Estados Unidos”. Entonces, el 13 de noviembre de 2001, Bush firmó una orden militar sobre “Detención, tratamiento y juicio de ciertos no ciudadanos en la guerra contra el terrorismo” para permitir la detención y procesamiento de “combatientes enemigos ilegales” por una comisión militar bajo la autoridad única del presidente. En seguida, cientos de hombres alrededor del mundo, quienesquiera que Estados Unidos y sus aliados consideraban sospechosos en la “guerra contra el terrorismo” y muchos otros fueron detenidos y encerrados indefinidamente por años, sin juicios o incluso cargos, audiencias o acceso al sistema judicial. Constituyó un crimen de guerra en clara violación de la Convención de Ginebra y la ley internacional.
En total, desde enero de 2002, han llevado a Guantánamo a 780 hombres de 50 nacionalidades. La administración de Bush alegó que la mayoría de los hombres fue capturada en combate en Afganistán, pero los estudios han mostrado que la gran mayoría (tal vez más del 80%) “…no fueron capturados por estadounidenses en el campo de batalla sino por paquistaníes y afganos, con frecuencia por recompensas”. Estados Unidos distribuyó ampliamente volantes que ofrecían $ 5000 o más por cada preso. Para el mayo de 2011, habían puesto en libertad o transferido a detención en sus países de origen a más de 600 presos que habían pasado años detenidos, la mayoría nunca acusada de nada. La información del Departamento de Estado indica que detuvieron a la mayoría de los detenidos por delitos menores y no estaban afiliados a organizaciones en la lista estadounidense de terroristas. En 2010, el coronel Lawrence Wilkerson, ex asesor del secretario de Estado Colin Powell, dijo en una declaración jurada que altos funcionarios, entre ellos George W. Bush, Dick Cheney y Donald Rumsfeld, sabían que la mayoría de los detenidos en Guantánamo eran inocentes pero que todavía los mantenían encarcelados.
En Guantánamo y otras partes, Estados Unidos creó y justificó legalmente “técnicas de interrogatorio mejoradas” (consideradas por la mayoría de la comunidad internacional como la tortura).
El caso de Mohamedou Ould Slahi. Slahi había combatido junto con al-Qaida en su insurrección en Afganistán en contra de la invasión rusa en los años 1980, pero luego denunció a ese grupo en los años 1990. En noviembre de 2001, Slahi se sometió voluntariamente a un interrogatorio en una delegación de policía en su ciudad de residencia, Nouakchott, Mauritania. De repente se encontró víctima de una “rendition” (entrega): agentes de Jordania, bajo el mando de Estados Unidos, lo “entregaron” a una prisión en Amman, Jordania, donde lo detuvieron y torturaron por siete meses y medio.
Luego Slahi fue detenido en secreto por un rato en la prisión de Bagram en Afganistán y de allí a Guantánamo, donde lo sometieron a un par de años de agresivas “técnicas de interrogatorio mejoradas”, antes de por fin liberarlo sin cargos en 2016, 14 años después de su detención inicial.
Slahi detalla lo que experimentó en su libro Diario de Guantánamo, escrito durante su detención, incluidos la horripilante tortura y abuso que sufrió especialmente durante los primeros dos años allí. Identificó como uno de sus interrogadores a Richard Zuley, un ex teniente de policía de Chicago por 30 años de mala fama por usar diversas formas de tortura para extraer confesiones. Slahi describe el aislamiento extremo por meses, la privación de sueño a manos de tres turnos de interrogadores por 20 horas cada día durante 70 días. Lo metían en una “sala congelada” por muchas horas, a veces desnudo, a veces le echaban agua fría, lo forzaban a tragar agua salada, lo esposaban en posiciones de stress, y lo agredían sexualmente. También lo martillaban con música a todo volumen y luces oscilantes, y lo golpeaban con regularidad. Muchas veces lo amenazaron con matarlo, y Zuley también amenazó con detener a su madre y llevarla a la prisión de Guantánamo, donde solo hay hombres, lo cual Slahi interpretó como una amenaza de violación y muerte.
La mayoría de sus denuncias la corroboraron los propios informes y documentos del gobierno estadounidense que describen muchos incidentes similares, y muestran que su tortura fue planeada y aprobada desde los más altos niveles.
El abuso y tortura en Guantánamo, con nuevas “definiciones oficiales” de estas palabras, eran la política y procedimiento estándares permitidos por los más altos niveles de los gobiernos de Bush y Obama.
Nueve hombres han muerto en detención en Guantánamo. El Departamento de Estado dice que seis fueron suicidios, aunque existen bastantes pruebas de homicidios inducidos por tortura, tanto en Guantánamo como en la prisión de Bagram en Afganistán.
El caso de los tres “suicidios” simultáneos en Guantánamo el 9 de junio de 2006: Salah Ahmed al-Salami de Yemen, de 37 años, Mani Shaman al-Utaybi de Arabia Saudita, 30, y Yasser Talal al-Zahrani de Arabia Saudita, 22, quien estaba detenido en Guantánamo desde los 17 años.
Ninguno de los tres tenía cargos en su contra, pero todos habían participado en huelgas de hambre (junto con muchos otros prisioneros, a algunos de los cuales los sometieron a la tortura de la alimentación forzada) para protestar por las condiciones y el abuso en la prisión. Unas horas después de su muerte, el comandante de las Fuerzas de la Marina de Guantánamo, el contralmirante Harry Harris, anunció a la prensa que los tres detenidos se habían suicidado ahorcándose, cual conclusión el Servicio de Investigación Penal de la Marina (NCIS) defendió rápidamente. Sin embargo, por lo menos tres organismos investigadores independientes plantearon importantes dudas sobre la conclusión oficial de “suicidio”, y presentaron pruebas que sugirieron que los tres prisioneros murieron torturados y que la versión de los suicidios era un encubrimiento.
Un libro recién publicado (2016) de Joseph Hickman, un sargento que estaba de servicio en Guantánamo el 9 de junio de 2002, documenta extensamente su conclusión de que para el gobierno estadounidense Guantánamo no era solo una prisión, sino un campo de instrucción para los interrogadores en métodos avanzados de tortura.
Actualmente, 41 hombres siguen detenidos en Guantánamo, hombres que el gobierno yanqui afirma que son “muy difíciles de procesar exitosamente, pero demasiado peligrosos como para ponerlos en libertad”. En unos casos, es posible que Estados Unidos se está negando a liberarlos para impedir que revelen su maltrato y tortura en Guantánamo.
En resumen, la prisión yanqui en Guantánamo viola las protecciones que la Convención de Ginebra concede a prisioneros de guerra, como la prohibición de la detención indefinida sin juicio o cargos y el uso de toda una serie de técnicas físicas y psicológicas (conocidas por la comunidad mundial como la tortura) con el fin de obtener información, de castigar, o simplemente de silenciar a la persona. Todos constituyen graves crímenes de lesa la humanidad.
Los criminales:
El presidente George W. Bush y su administración (especialmente Dick Cheney, vicepresidente, Alberto González, abogado asesor de la Casa Blanca y luego Procurador General, y Donald Rumsfeld, secretario de Defensa) que desempeñaron un papel importante en el establecimiento ilegal de la prisión en la Base Naval de Guantánamo y en las medidas durante varios años para ampliar los poderes del presidente, y especialmente en redefinir a los prisioneros capturados durante la “guerra contra el terror” como “combatientes enemigos ilegales” (y no “prisioneros de guerra”) y quitarles los derechos y protecciones judiciales contra el abuso y la tortura.
John Choon Yoo, ayudante adjunto del Procurador General, y John Scott Bybee, en ese entonces adjunto del Procurador General, por redactar los memorandos sobre la tortura y proporcionar opiniones legales que contribuyeron a legalizar la “guerra contra el terror” y las violaciones de la Convención de Ginebra, como las detenciones indefinidas sin habeas corpus, las técnicas de interrogatorio mejoradas, y la tortura sistemática.
El presidente Barack Obama y su administración (especialmente John Brennan, director de la CIA, y Eric Holder, Procurador General). Obama dijo que Guantánamo era un “capítulo triste en la historia de Estados Unidos”, y prometió repetidamente cerrarlo dentro de un año de su mandato. Pero se rajó ante la oposición en el Congreso y su propio compromiso de mantener la legitimidad en la “guerra contra el terror”. De hecho, Obama mantuvo vigentes muchas de las mismas políticas y prácticas, y se negó a presentar cargos contra los funcionarios gubernamentales responsables de los crímenes de guerra y de los crímenes de lesa humanidad cometidos de modo generalizado y abierto durante la década anterior.
Varios jueces de circuito y de distrito, así como los jueces de la Corte Suprema, que trabajaron para justificar las restricciones de los derechos civiles y humanos para librar “la guerra contra el terror”.
El contralmirante Harry Harris y los funcionarios de peso del NCIS, el Departamento de Defensa y el Departamento de Justicia que apoyaron y participaron en el encubrimiento elaborado de crímenes de lesa humanidad que resultó en el homicidio de detenidos en Guantánamo.
El Congreso, que le otorgó amplios poderes a Bush para crear la prisión en Guantánamo, que se negó a oponerse a las detenciones indefinidas y la tortura ilegales allí, y que desde entonces se ha negado una y otra vez a clausurar esa cámara de torturas.
La coartada:
La justificación principal por “la guerra contra el terror” y el uso de nuevas políticas, leyes y prácticas “de mano dura” como la detención indefinida, la “rendition” y la tortura ilegales, fue la protección del pueblo estadounidense.
La administración de Bush también alegó que, ya que las personas detenidas eran “combatientes enemigos ilegales” y no “prisioneros de guerra”, y ya que Guantánamo no es parte de Estados Unidos, las leyes de Estados Unidos no aplican. Por tanto, se pueden considerar adecuados: la “rendition” a Guantánamo y a otros países para interrogarlos, el detenerlos indefinidamente sin cargos ni juicios, el hacer caso omiso de la Convención de Ginebra, la redefinición de lo que constituye la tortura, y la invención de “técnicas de interrogatorio mejoradas”.
En 2004, Alberto González, asesor judicial de la Casa Blanca, declaró: “El presidente no ha dado ninguna orden o directiva que inmunice contra ser procesado a cualquier persona involucrada en una conducta que constituya la tortura. Todas las técnicas de interrogatorio autorizadas han sido cuidadosamente examinadas, son legales y no constituyen la tortura”.
El verdadero motivo:
Los ataques del 11 de septiembre de 2001 llevados a cabo por fundamentalistas islámicos reaccionarios fueron un duro golpe contra los imperialistas yanquis porque su “patria” fue atacada y porque demostraron que los fundamentalistas islámicos y los yihadistas eran un desafío serio a su dominio del Medio Oriente y Asia Central. Con todos los ojos del mundo puestos sobre Estados Unidos, los mandamases imperialistas yanquis se sintieron obligados a responder con una colosal demostración de fuerza y una implacable determinación sin cuartel — con el fin de llenarle al enemigo de terror, y manifestar el “choque y pasmo” que exigiría el respeto y temor a la determinación y enorme poderío de Estados Unidos. Tenían que castigar y completamente aplastar, tanto militar como políticamente, a los yihadistas, ese desafío audaz a su liderazgo en el actual orden mundial.
También querían sembrar terror entre la población en las regiones donde operan los yihadistas islámicos y apartarla de los yihadistas. Así que empezaron a detener a quienquiera que les parecía que tenía la más remota sospecha de apoyar a los yihadistas — así como a masas de personas al azar. Las metieron en prisión indefinidamente, las torturaron e interrogaron, para demostrar ante el mundo (y la gente de Estados Unidos) lo bárbaros que podían ser contra QUIENQUIERA que se les opusiera.
Para impedir que empeorara la imagen de Estados Unidos, fue necesario crear nuevas leyes y nuevas definiciones de lo que es un prisionero de guerra y lo que es la tortura, y establecer la prisión en Guantánamo para detener, interrogar y castigar a prisioneros capturados en la entonces recién denominada “guerra contra el terror”. Estos crímenes de lesa humanidad también fueron una manera de “cambiar las reglas” — para cambiar cómo se le debe de ver a Estados Unidos tanto a nivel internacional como dentro del país, con la esperanza de adoctrinar a sectores de la población a hacer suya la brutal belicosidad y la arbitraria aplicación de leyes y justicia y aceptarlas como “lo normal nuevo”.
Fuentes
“Crimen yanqui: Caso #59: La invasión, ocupación, dominación y saqueo de Cuba por Estados Unidos: De 1898 a 1959”, 15 de octubre de 2017, periódico Revolución
Guantánamo Bay detention camp, Wikipedia, inglés
“Interview with Larry Siems, Editor of Guantánamo Diary,” (Entrevista a Larry Siems, Editor de Diario de Guantánamo”, transcripción del show de Michael Slate 13 de febrero, 2015, publicado en el periódico Revolution, 23 de febrero, 2015
“Bush sigue a la carga para legalizar la tortura”, Revolución, 24 de septiembre, 2006
“The Guantánamo ‘Suicides’: A Camp Delta sergeant blows the whistle” [Los “suicidios” de Guantánamo: Un sargento del Campamento Delta da revelaciones); Scott Horton en la revista Harper’s Magazine, marzo de 2010
“Uncovering the Cover-Ups: Death in Camp Delta” [Desenmascarando los encubrimientos: Muerte en el Campo Delta]; Mark Denbeaux et al.; Facultad de Derecho de la Universidad Seton Hall: Centro para la Política y la Investigación, mayo de 2014 (disponible en línea)
“A la vista en Abu Ghraib: La tortura y la dominación yanqui” Obrero Revolucionario #1240, 16 de mayo de 2004
“The Brutal Logic Behind the Torture Madness”; Revolution, 12 de junio de 2005
Murder at Camp Delta: A Staff Sergeant’s Pursuit of the Truth About Guantánamo Bay [El asesinato en Campamento Delta: La búsqueda de la verdad sobre la Bahía de Guantánamo de parte de un sargento], Joseph Hickman, 2016
“Report Gives New Detail on Approval of Brutal Techniques” [Un informe aporta nuevos detalles sobre la aprobación de técnicas brutales]; Brian Knowlton; New York Times, 21 de abril de 2009 (refiriéndose al informe del Comité del Senado sobre las Fuerzas Armadas hecho público en 2009)
Un informe del “U.S. Army Criminal Investigation Command” [Mando de Investigación Criminal del Ejército de Estados Unidos” filtrado al New York Times y reportado por Tim Golden, 20 de mayo y 22 mayo de 2005