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Del Capítulo 4: "La preparatoria" (El baloncensto...),

de una autobiografía de Bob Avakian

From Ike to Mao and Beyond
My Journey from Mainstream America to Revolutionary Communist

En esa época, el entrenador de baloncesto de la prepa Berkeley High era un cristiano fundamentalista, Sid Scott, y siempre andaba sermoneando a los jugadores sobre religión. También era un gran racista. En todos mis años de prepa, y antes, el equipo titular siempre tenía tres jugadores negros y dos blancos. Mis amigos y yo tratábamos de explicarnos por qué siempre era así, pues aunque a veces había chavos blancos que debían estar entre los titulares, muchas veces era obvio que debían ser cinco chavos negros o por lo menos cuatro. Yo pensaba que el entrenador opinaba que, si tenía cuatro jugadores negros y uno blanco, los cuatro aislarían al blanco y no jugarían juntos, lo cual era ridículo; y si ponía a cinco negros, pensaba que la disciplina del equipo se iría al diablo y que sería un barullo indisciplinado, lo cual también era ridículo. Tampoco podía poner menos de tres negros porque sería inaceptable considerando quiénes formaban el equipo y lo buenos que eran los distintos jugadores. Así lo analizaba yo.

Pero cuando hablaba con mis amigos negros, varios de ellos jugadores del equipo, me explicaban con mucha paciencia: mira, no es solo Sid Scott, son los ex alumnos y cosas que vienen de arriba de la escuela, la gente de autoridad de la escuela, no quieren un equipo negro. El entrenador sí es un pinche racista y todo eso, pero no es solo él. Yo les contestaba que era el entrenador, que era un pinche racista, pero ellos tenían más razón que yo.

Mis amigos y yo nos visitábamos, nos quedábamos a dormir y nos poníamos a hablar de todo eso; especialmente cuando el movimiento de derechos civiles cobró fuerza, se filtró a todo y la gente expresaba directa y firmemente lo que le dio vueltas en la cabeza por muchos años. Una vez, en mi último año de prepa, fuimos a un partido nocturno de fútbol. Fue algo excepcional; nunca teníamos partidos nocturnos pues la dirección de la escuela temía que se armaran peleas debido a "la naturaleza del estudiantado". Creo que ese fue el único partido nocturno que tuvimos. Fuimos en camión a Vallejo, que queda como a 20 ó 25 millas de Berkeley, y el viaje duró como una hora.

De ida y de regreso yo me senté con unos amigos negros del equipo y nos metimos en una conversación muy profunda sobre por qué hay tanto racismo en este país, por qué hay tanto prejuicio, de dónde viene, si se podrá cambiar y cómo cambiarlo. Ellos hablaban y yo escuchaba. Lo recuerdo muy profundamente; en esa hora aprendí más de lo que aprendí en muchas horas de clase, inclusive de los mejores maestros. Esas discusiones sucedían a todo momento, pero ese viaje fue una oportunidad concentrada de hacerlo. Muchas veces, cuando íbamos a partidos nos poníamos a hablar de tonterías, de cosas de muchachos; pero a veces, nos enfrascábamos en conversaciones muy serias como esa. La ocasión tenía algo especial porque era de noche y la oscuridad era propicia para una conversación más seria.