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La base, las metas y los métodos de la revolución comunista, segunda parte

Nota de la Redacción: A continuación publicamos partes de una charla que dio Bob Avakian a un grupo de militantes y partidarios el año pasado (2005). A esta edición se le agregaron subtítulos y notas al pie de página. Previamente publicamos otras partes de la misma charla: la serie de seis partes “Puntos sobre el socialismo y el comunismo: Una clase de estado radicalmente nuevo, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad” salió en los números 37, 39, 40, 41, 42 y 43 (5, 19 y 26 de marzo y 2, 9 y 16 de abril). La nueva charla está en su totalidad en nuestro portal en inglés. En español se está serializando en estas páginas y en nuestro portal cada semana. La semana pasada publicamos la primera parte.

El “paracaídas”

Lo que hemos visto hasta ahora con respecto al “núcleo sólido con mucha elasticidad”1 tiene una estrecha relación con el próximo punto que quiero tocar, que llamo el “paracaídas”: que todo se concentra a la hora de la toma del poder y luego se “vuelve a abrir” después de la consolidación del poder.

Este es un principio general del desarrollo de la revolución y tiene una aplicación específica a un país como este y a este país en concreto. Independientemente del camino al poder en determinado país —ya sea que el camino revolucionario en líneas generales sea la guerra popular prolongada, que supone rodear las ciudades desde el campo por un tiempo y después tomar el poder en las ciudades y a nivel nacional; o ya sea que el camino revolucionario suponga, como en países imperialistas como Estados Unidos, un período de trabajo y de preparativos políticos (e ideológicos), seguido de una insurrección de millones y millones de personas, centrada y anclada en los centros urbanos, cuando surja una situación revolucionaria—, sea cual sea el camino, en el momento en que se puede conquistar el poder político nacional, todo se “comprime” políticamente. Muchas de las diversas tendencias y corrientes políticas que se oponen al orden establecido o bien caen en una parálisis política y/o bien se comprimen alrededor del núcleo que encarna los medios para abrir una brecha y hacer lo que hay que hacer para responder a las necesidades urgentemente sentidas de las amplias masas que demandan un cambio radical. Esto sucede específicamente y de una forma concentrada cuando esa necesidad de abrir una brecha y tomar el poder no es un objetivo estratégico a largo plazo, sino algo que se plantea inmediatamente; sucede cuando, junto con eso y como parte de eso, otros programas que buscan un cambio social se paralizan al implementarlos, tropiezan con sus limitaciones, y como resultado la gente los rechaza, en masa, se aleja de ellos y se acerca al programa que realmente representa la forma de abrir una brecha.

En ese punto, la situación tiende a comprimirse, como cuando un paracaídas se cierra. Una cosa que no se ha entendido debidamente —y que ha llevado a errores porque no se ha entendido ni abordado correctamente— es el hecho de que aunque este es un ingrediente importante y necesario para que se dé el alineamiento que hace posible la revolución, es algo que surge en el punto de concentración de una situación revolucionaria pero no continuará de la misma forma después de que ese punto ha pasado, independientemente de cómo se resuelva la situación: no solo si la tentativa revolucionaria fracasa o es derrotada, sino inclusive si triunfa y lleva a establecer un nuevo poder estatal radicalmente diferente. Incluso en ese caso, después de que haya pasado esa situación, y cuando la situación avance en la nueva sociedad, el “paracaídas” se “volverá a abrir” y se “desplegará”.

Esto se relaciona con la tercera condición de Lenin para la insurrección: que se desarrolle una situación en que la parálisis política debilite cualitativamente a los amigos a medias y vacilantes de la revolución. Otras fuerzas, que representan los intereses de capas sociales fuera del proletariado, y programas correspondientes, se paralizan o son incapaces de responder a las necesidades y demandas de las masas, y a lo que plantea, muy agudamente, la situación objetiva. Cuando eso ocurrió en la revolución bolchevique en octubre de 1917, gran cantidad de gente se acercó a los bolcheviques. En esa situación, cuando la crisis revolucionaria llegó a su punto más agudo, se dio ese momento dramático en que un menchevique (socialista reformista) dijo en una reunión de masas: “Aquí no hay un partido que dirija una lucha por el poder”, y Lenin se paró y declaró enérgicamente: “¡Sí hay tal partido!”. Lenin y los bolcheviques lograron convencerlos de que así era. Pero eso no implica que todas las personas que convencieron, en ese momento decisivo, estaban plenamente convencidas ni nada por el estilo. Es decir, la gran mayoría no estaban convencidas necesariamente del programa comunista. Aunque unas sí estaban convencidas de lleno, para muchas más lo que pasó es que, en ese momento agudo, el programa de los bolcheviques era el único que ofrecía una verdadera salida de una situación grave y cada vez más intolerable.

Aquí es donde, después de consolidar el poder, “el paracaídas se vuelve a abrir”. Mejor dicho, toda la diversidad de programas políticos, concepciones del mundo, inclinaciones, etc. (que son un reflejo de las relaciones de producción y de las relaciones sociales características de la vieja sociedad, así como de lo que se está gestando en la nueva sociedad como resultado de la toma revolucionaria del poder y de la consolidación del poder), todas esas cosas se imponen, o se vuelven a imponer. Pero si se da por hecho que como esas personas acudieron al lado de los comunistas en el momento crítico en que solo ese programa podía abrir una brecha, si se identifica eso con la noción de que todos van a tener pleno acuerdo en todo momento a lo largo del proceso de avance al comunismo, se cometerán serios errores. Este es un punto muy importante de la revolución en general y, naturalmente, tendría una aplicación particular e importante en un país como Estados Unidos. Esto, obvio, se relaciona con el núcleo sólido con mucha elasticidad, porque todo va a ser jalado hacia el núcleo revolucionario cuando la situación se comprima de ese modo, pero luego muchas cosas se van a alejar otra vez de ese núcleo, en cierto sentido.

Esta es una importante dimensión en que se impone la cuestión de convivir con las capas medias y transformarlas2 y plantea las contradicciones que he descrito. Por un lado, están las masas proletarias básicas y, dentro de ellas, están los elementos más avanzados y más conscientes de clase, los más firmes defensores y luchadores de la revolución, los que entienden más profundamente los objetivos generales de la revolución y la meta final del comunismo; junto con esos proletarios avanzados, también hay intermedios y atrasados, incluso en el proletariado, y hay capas más amplias (dentro de las cuales también hay avanzados, intermedios y atrasados). Repitiendo, para seguir avanzando hacia la meta del comunismo, lo que requiere un largo período de transición, hay que saber cómo manejar todas esas diferentes dimensiones y niveles de la “configuración social”, por decirlo así, todas las diferentes manifestaciones de las contradicciones subyacentes. En lo ideológico, en lo político, en la economía y en la construcción económica, así como en la defensa del país socialista y el apoyo a la lucha revolucionaria mundial, hay que saber cómo, simultáneamente, y esto es otra aplicación del núcleo sólido con mucha elasticidad, a) aferrarse firmemente al poder y seguir avanzando en la dirección del comunismo y b) estimular la expresión de todos los factores positivos de todas las fuerzas y capas de la amplia categoría del pueblo en la sociedad y aprovecharlos al máximo, y a la vez manejar correctamente los aspectos negativos que van con eso, desde el punto de vista de continuar la transición socialista hacia la meta del comunismo (que, repitiendo, solo se puede alcanzar en el plano mundial).

Esto entraña una gran complejidad: el núcleo, en cualquier momento, sea cual sea ese núcleo, sostiene todo esto en las manos, por así decirlo, y tiene que ver toda la inmensa variedad de esto y, por lo menos en sus contornos generales, ver todas las gradaciones que contiene, y saber cómo manejarlo de una “forma texturada”, por usar esa metáfora. Hay que manejar correctamente todas las complejidades de esto y, al mismo tiempo, hacer que siga en la dirección en que debe seguir: continuando la revolución hacia la meta del comunismo. No es “bajar la cabeza y marchar directo adelante”; es como esto [hace olas con las manos para representar la complejidad], con muchas cosas a la vez, a menudo en direcciones distintas y contradictorias, dentro de todo este proceso. Con eso es con lo que hay lidiar, y si se trata de comprimirlo de nuevo a como era en el momento de la toma del poder, se va a perder el poder, a perderlo todo, de una forma u otra, porque no es posible hacer eso. Por otra parte, si se deja que arranque para donde quiere [risas], si se deja que arranque en la dirección que quiere, se va a perder todo de ese modo, porque va a volver a la tendencia espontánea a cobijarse bajo el ala de la burguesía, de una forma u otra.3 Además, esto no existe en un vacío, sino en las condiciones concretas de una sociedad socialista, con todos los rezagos materiales e ideológicos del capitalismo (con distintas clases y capas, y su base material en las relaciones de producción, con las correspondientes relaciones sociales, así como con la manifestación de todo esto en la superestructura política e ideológica), y en un contexto internacional, con la existencia de estados imperialistas y reaccionarios, y con los serios peligros y amenazas que eso le plantea a los estados socialistas que nacen por medio de la revolución.

Un ejemplo negativo, sumamente negativo, de no entender y manejar esto correctamente se ve en la experiencia de Pol Pot en Camboya (que aquí apenas voy a tratar de modo somero), donde en vez de tener este enfoque se siguió un enfoque lleno de ironía y de desastre: tenían masas campesinas que no habían pasado por una transformación radical en su manera de pensar, a pesar de ciertos cambios en las condiciones materiales; a las masas de campesinos, especialmente en las bases de apoyo que establecieron durante la guerra contra el gobierno de Lon Nol y Estados Unidos (que lo montó y respaldó), las dirigían intelectuales que tenían un problema muy serio que he mencionado en otras charlas y escritos: el fenómeno de la educación estrecha (voy a hablar de esto en un momento porque en realidad es muy importante); y el Khmer Rouge, bajo la dirección de Pol Pot, tomó al resto de la sociedad camboyana y trató de aplanarla al nivel del campesinado, como era el campesinado entonces, supuestamente para llegar al comunismo. Para decirlo de la manera más suave del mundo, no captaron en absoluto la noción del núcleo sólido con mucha elasticidad ni la noción del “paracaídas”. Y eso llevó a grandes desastres, y sí, horrores.

El peligro de la educación estrecha

Bueno, pasemos al punto de la educación estrecha: al oír la presentación de Raymond Lotta de “Pongamos las cosas en claro”, y en especial la discusión del modelo soviético de crear “una intelectualidad de la clase obrera”, me acordé de este punto. Además del problema muy serio de equiparar mecánicamente origen de clase con cosmovisión de clase (una tendencia muy marcada de Stalin, que también se vio en China bajo la dirección de Mao, aunque Mao fue mucho más dialéctico en esto y en general), además de ese problema, ¿cuál fue el aspecto esencial y el foco de esa “intelectualidad de la clase obrera” en la Unión Soviética? Los ingenieros. Bueno, sé que seguramente esto no es justo y no quiero decir que los ingenieros son los únicos que tienen este problema, pero lamento decir que son una buena metáfora del problema. Conozco ingenieros que se volvieron comunistas, pero los ingenieros tienen un problema. [risas] Y la educación estrecha tiene problemas, inclusive si es educación sobre “marxismo”. Si la educación equivale a enseñar dogma, si no reconoce y aborda las complejidades del mundo, con todos los diferentes campos de la sociedad, la historia, la naturaleza, y sí, la epistemología que hay que manejar a fin de guiar el complejo proceso de la revolución, si los que se han capacitado con esa clase de “educación estrecha” llegan a la dirección, y si esa dirección toma a las masas básicas como la principal fuerza que moviliza y en la que se apoya, pero las toma más o menos como son y las usa como una cachiporra con relación a las otras capas de la sociedad, se crea un brebaje muy peligroso, un brebaje venenoso.

En otras ocasiones he usado esta metáfora; he hablado de los atletas que pasan de ser muy pobres a tener grandes lujos, pero nunca amplían sus horizontes en el camino “hacia arriba”, y luego los ponen como “modelos” para el resto de la sociedad. En la actualidad esto se suele combinar con lo que Mark Bowden (autor del libro Black Hawk Down) describió como “cristianismo de machos”. Esto es como subir en un elevador muy angosto del sótano al último piso sin parar ni ver por la ventana. El mismo problema surge cuando una persona tiene esa experiencia. Esta formulación del peligro de una educación estrecha la leí en un libro de Robert Kaplan, que no es un buen tipo, es un defensor del imperialismo, pero dice algo muy interesante en su libro The Ends of the Earth. Ahí lo dice hablando del fundamentalismo islámico y tiene esta cita: “Guárdese de la persona letrada de orientación cerrada y conocimientos limitados”. Con esto en mente y regresando a la metáfora del elevador, es como subirse a un elevador que no para en ningún piso, y no es un elevador como los de los hoteles elegantes que tienen paredes de vidrio y se puede ver mucho desde adentro. Este elevador es muy angosto y sube piso tras piso sin parar; en ese elevador nunca se adquiere una visión amplia.

Bueno, si así es como uno ve el mundo, o inclusive el marxismo, puede transformar el marxismo (o lo que dice ser marxismo) en su contrario, en un arma con fines muy negativos y que no reconoce (y no es capaz de reconocer) las complejidades de las que hemos estado hablando, y por supuesto no puede lidiar correctamente con ellas. Sin entrar en muchos detalles ahora, nada más para dar una caracterización general por el momento, eso es esencialmente, en lo epistemológico y lo político, lo que encarnó y lo que sucedió en una medida importante en Camboya con Pol Pot. Se puede ver cómo surge algo así y cómo se pueden transformar en su contrario cosas muy positivas si las dirigen personas que parten de una “educación estrecha” y, junto con eso, movilizan a las masas de oprimidos con la motivación de la venganza, no solo contra la antigua clase dominante, sino contra cualquiera que haya ocupado una posición más privilegiada que los del fondo de la sociedad.

Debemos aprender de esto muy profundamente. Por eso recalco tanto los principios epistemológicos. Para dirigir este proceso (y lo vamos a hacer porque lo tenemos que hacer), nosotros y nuestros camaradas del movimiento internacional tenemos que adquirir una visión muy amplia y no una visión instrumentalista de cómo entender el mundo y de cómo guiar a la gente a entender y transformar el mundo: cuáles son las contradicciones subyacentes, las contradicciones motrices, hacia dónde tienden, y cómo se pueden llevar hacia donde se deben llevar conforme a los intereses de las amplias masas populares y, en última instancia, conforme a los intereses de toda la humanidad. Hacer algo menos que eso quedará muy por debajo de lo que se necesita, en el mejor de los casos. Nos podemos unir con mucha gente que representa menos que eso, pero la dirección del proceso no puede ser menos que eso. Y si lo es, no irá a donde tiene que ir, aunque empiece bien. Estoy profundamente convencido de esto.

Abundancia relativa, igualitarismo relativo y el avance al comunismo

En todo esto hay una interrelación entre las condiciones materiales subyacentes y los aspectos de la superestructura a cada momento. Al final del libro El falso comunismo está muerto...4 hablé del tema de la abundancia y del igualitarismo, y expliqué que estamos a favor de una abundancia relativa y un igualitarismo relativo durante la transición al comunismo. En realidad, al llegar al comunismo quedan atrás las consideraciones de igualitarismo; pero en la fase de transición, en la etapa socialista, debe haber una abundancia relativa en relación con un igualitarismo relativo. Mejor dicho, no estamos a favor de bajarlo todo al “mínimo común denominador”; no estamos a favor de “comunizar la pobreza”, de reducir a todo mundo al menor nivel que exista, y de ahí “todos marcharemos juntos al mismo nivel”, que es otra expresión de lo que sucedió en Camboya con Pol Pot. Pero si manejamos correctamente la relación entre los factores materiales subyacentes y los factores de la superestructura, la situación se desarrollará al punto en que, como dice al final de El falso comunismo está muerto…, habrá más abundancia relativa; mejor dicho, nunca hay abundancia absoluta, nunca hay recursos ilimitados, y nunca hay una ausencia de necesidad, pero la abundancia relativa va aumentando de modo que lo que se necesita para reproducir los artículos materiales necesarios para la vida (esencialmente la cantidad total de trabajo necesaria) toma cada vez menos tiempo, con respecto a lo que se produce y se consigue en la sociedad y en última instancia en el mundo entero. Interrelacionado con esto, en cada etapa debe haber mayores transformaciones de la base económica (de las relaciones de producción, especialmente la división del trabajo en la sociedad y en concreto la división entre el trabajo intelectual y el trabajo físico) y de la superestructura, a fin de avanzar cada vez más y superar las divisiones y las desigualdades sociales que queden. Dicho de otro modo, el objetivo en la sociedad debe ser aumentar el igualitarismo relativo, no esencialmente bajando los niveles altos sino elevándolo todo, y elevando especialmente lo que estaba en el fondo. En el camino y en la realización del comunismo, el objetivo y el enfoque no es, no debe ser, “aplanarlo todo”; es seguir avanzando hacia la superación de la desigualdad social y, más que eso, dejar atrás los cálculos de igualdad y desigualdad al alcanzar e implementar el principio “De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades”.

Este es otro aspecto importante de la continua interacción dialéctica entre los factores materiales subyacentes y los factores de la superestructura. Es otra dimensión crucial en la que hay que entender y manejar la situación correctamente: no tratar de ir más lejos de lo que sea posible en un momento dado sino, como dice El falso comunismo está muerto…, pasar una y otra vez en el curso de la transición socialista de un nivel a otro nivel más alto de relativa abundancia y relativo igualitarismo; esto, a su vez, facilitará la emancipación de las fuerzas productivas, especialmente de las masas populares y, simultáneamente, facilitará el florecimiento de los individuos que componen la sociedad, dentro de un marco colectivo.

A partir de todo esto podemos ver que, si se procede correctamente, va a ver una contradicción, a veces bastante aguda, entre aplicar el Frente Único bajo la Dirección del Proletariado a lo largo de toda la transición al comunismo y, por otra parte, avanzar durante esa transición y finalmente llegar a la meta del comunismo, junto con la lucha mundial. Esto, repito, tiene que ver con la relación dialéctica entre convivir con las capas medias y transformarlas, y tiene mucho que ver con la aplicación en todo momento del núcleo sólido con mucha elasticidad y los principios relacionados que he descrito.

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NOTAS:

1. El concepto del “núcleo sólido con mucha elasticidad” se explica en la entrega anterior de esta serie, que salió en Revolución #46 (14 de mayo de 2006). [volver]

2. El concepto de “vivir con las capas medias y transformarlas” se trató en la entrega anterior de esta serie, que salió en Revolución #46 (14 de mayo de 2006). [volver]

3. Bob Avakian habla de la “tendencia espontánea a cobijarse bajo el ala de la burguesía” en la serie de pasajes de esta charla titulada “Puntos sobre el socialismo y el comunismo: Una clase de estado radicalmente nuevo, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad”. La menciona en el pasaje titulado “Análisis materialista del estado y su relación con la base económica subyacente”, que salió en Revolución #42, 9 de abril de 2006. [volver]

4. Avakian, Bob, El falso comunismo está muerto. ¡Viva el auténtico comunismo! (Chicago: RCP Publications, 2004). [volver]