Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui
EL CRIMEN:
El primero en pedir una “guerra contra las drogas” fue el presidente Nixon en 1971. El presidente Ronald Reagan la lanzó en serio en 1982, y desde entonces todos los presidentes han hecho lo mismo. Han justificado esta “guerra” en nombre de combatir el “crimen creciente”, de proteger a la gente de los “caudillos narcotraficantes” y de las “pandillas narcotraficantes” y/o poner fin al “flagelo” de las drogas y de la drogadicción.
En 1982, Reagan lanzó oficialmente esta “guerra”, y la convirtió en un foco central de su administración (1981-89). Se dispararon los presupuestos de la policía, la Agencia de Control de Drogas (DEA por las siglas en inglés) y otros organismos policiales. Por ejemplo, entre 1981-91, el presupuesto de la DEA creció de $86 millones a $1.026 millones, mientras que el del FBI aumentó de $38 millones a $181 millones. Mientras tanto redujeron drásticamente los presupuestos para el tratamiento de la drogadicción, la educación y la prevención.
Los medios de comunicación atizaron la histeria sobre la difusión de una nueva droga, la cocaína “crack”, y difamaron y atacaron a las comunidades negras donde la droga se usaba. Las palabras de código racistas y los estereotipos despectivos como “putas de crack”, “estafadores del welfare” y “pandilleros” comenzaron a propagarse por los medios de comunicación.
En 1986, el Congreso aprobó la draconiana Ley Contra el Abuso de Drogas que cambió el foco del sistema penal, de la rehabilitación al castigo. Bajo esta ley, las penas por la más barata cocaína crack eran 100 veces más severas que para la cocaína en polvo, asegurando que las personas de color y los pobres fueran encerrados con mucha más frecuencia y por mucho más tiempo que los blancos.
Esta guerra no se trataba de reducir la delincuencia; se trataba de intensificar el control social.
Durante los años 1990, el gobierno de Bill Clinton, con el apoyo activo de Hillary Clinton, intensificó la guerra general del sistema contra los oprimidos con la Ley de Control de Crímenes Violentos y Aplicación de las Leyes de 1994 y otras medidas. Continuaron e intensificaron la “guerra contra las drogas”, lo que incluyó el “desmantelamiento del welfare como lo conocíamos”. Esto arrastró a millones de personas, especialmente a los negros y los latinos, a la pobreza desesperada, y efectivamente obligaron a los jóvenes a meterse en el narcotráfico como su único medio de sobrevivir. Para el colmo, el sistema acusó a estos jóvenes de ser “súper-depredadores”, y los encarceló.
La “guerra contra las drogas” continuó sin cambios sustanciales bajo los presidentes George W. Bush y Barack Obama.
Las masas han pagado duro por esta “guerra contra las drogas” (y otras medidas racistas y draconianas) que han arruinado la vida a millones de personas, especialmente a los negros y a los latinos.
La “guerra contra las drogas” ha contribuido enormemente a más de cuadruplicar el encarcelamiento durante estas décadas — de 474.000 presos en 1980 a 2.3 millones hoy. Si bien la mayoría de los presos en las prisiones federales y estatales en un momento dado en las últimas décadas no están encarcelados por delitos de drogas, los delitos de drogas (en su mayoría posesión de drogas no violenta) han representado casi un tercio del total de admisiones cada año. Los negros han sido las principales víctimas de esta “guerra”, y los efectos han sido “devastadores”. Según el Brookings Institute: “Los negros son de 3 a 4 veces más probables de ser arrestados por delitos de drogas, a pesar de que no son más propensos que los blancos a usar o vender drogas. Peor aún, los negros tienen aproximadamente nueve veces más probabilidades de ser admitidos en una prisión estatal por un delito de drogas”. (Vea las fuentes abajo.) Hoy más de 745.000 hombres negros están en prisiones, y Estados Unidos tiene la mayor tasa de encarcelamiento en el mundo.
En la década de los 1990, la posesión de marihuana representaba cerca del 80% de las detenciones por drogas. Estudio tras estudio muestra que la tasa de consumo de drogas entre blancos y negros es casi idéntica (ambos menos del 7,5%), sin embargo un informe de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) del 2013 mostró que un negro era casi cuatro veces más propensos a ser arrestados por posesión de marihuana que un blanco.
Hoy en día, una de cada 100 mujeres negras está en la prisión. Los negros constituyen alrededor del 13% de la población estadounidense, sin embargo los jóvenes negros constituyen el 26% de los arrestos juveniles, el 44% de los jóvenes detenidos, el 46% de los jóvenes con cargos graves y el 58% de los jóvenes detenidos en prisiones estatales. Hoy en día, hay más hombres negros bajo el control y la supervisión del sistema de justicia penal (ya sea encerrados, en libertad condicional o bajo algún tipo de control pos encarcelamiento) que había hombres negros esclavizados en 1850.
Durante los años 1980 y 1990, la “guerra contra las drogas” fue una justificación para la enorme expansión de las unidades tácticas militares (SWAT) y la militarización de las fuerzas policiales locales. La policía con frecuencia sembraba terror en barrios enteros, especialmente de los negros y pobres, tumbando puertas y encañonando a los vecinos con rifles de asalto y otra artillería. En abril de 1987, el Departamento de Policía de Los Ángeles llevó a cabo “Operation Hammer” (Operación Martillo): 1.000 policías invadieron el barrio Sur Central de Los Ángeles y detuvieron a más de 1.450 personas en un fin de semana.
A millones de personas les han despojado de sus derechos legales fundamentales, en parte debido a la “guerra contra las drogas”. La autora Michelle Alexander escribe:
Un juicio en pleno sobre la culpabilidad o la inocencia es raro; muchas personas ni siquiera se reúnen con un abogado; el gobierno rutinariamente paga y coacciona a testigos; la policía con regularidad detiene y registra a la gente sin razón alguna; las penas para muchos crímenes son tan severas que la gente inocente se declara culpable para evitar las duras penas obligatorias; aun a los niños de 14 años los envían a la prisión de adultos. Se pueden encontrar con facilidad las reglas del derecho y del procedimiento, tales como “culpable más allá de toda duda razonable” o “causa probable” o “sospecha razonable”, en los juicios y los libros de texto de derecho, pero son mucho más difíciles de encontrar en la vida real. (The New Jim Crow [El nuevo Jim Crow], capítulo 2).
A medida que han cerrado las fábricas en los ghettos y barrios, este sistema no ha respondido con mejor educación y nuevas oportunidades para estos jóvenes. En vez, ha permitido que las drogas inunden los barrios pobres, incluso con la participación activa de la CIA durante los años 1980. A muchos jóvenes de estos barrios solo se les han canalizados hacia el narcotráfico — lo cual también les pone en una situación más vulnerable al constante hostigamiento, las detenciones, la encarcelación y el aislamiento social. Las tasas de encarcelamiento han explotado a tal punto que pasar entre la vida loca de la calle y la vida dura de la prisión ha llegado a ser un modo de vida dominante en muchos barrios oprimidos — toda una vida de represión.
Como resultado, el “código de las calles” se arraigó más profundamente: las reglas de supervivencia de sálvese quien pueda que nacen de la economía ilegal. Esta mentalidad establece los términos para la juventud de los barrios, con la consiguiente violencia horrenda de “negros contra negros” y la violencia entre los jóvenes negros y latinos. Los políticos y los “expertos” en los grandes medios de comunicación deploran esta carnicería, pero usualmente la usan como un pretexto para demonizar aún más a la juventud negra en particular, hasta inventar una categoría de “súper depredadores salvajes” y una justificación para el terror y represión policial (así absolviendo el sistema por esta pesadilla).
Todo lo anterior ha resultado en la situación en que el pueblo negro ahora hace frente a un lento genocidio. La llamada “guerra contra las drogas” ha desempeñado un papel central en este crimen monstruoso e histórico.
LOS CRIMINALES
El presidente Richard Nixon: El primero en lanzar una “guerra contra las drogas” en 1971 como parte de tratar de suprimir la turbulencia social y política masiva en ese momento. Le explicó su razonamiento a H.R. Haldeman, uno de sus asesores: “...uno tiene que reconocer el hecho de que todo el problema en realidad son los negros. La clave es idear un sistema que reconozca esto pero que no aparezca hacerlo”.
El presidente Ronald Reagan: Él y su esposa Nancy Reagan encabezaron la primera gran oleada de esta “guerra”, y fueron pioneros en el uso generalizado de palabras de código racistas como “reina del welfare” y “depredadores” para atizar el resentimiento y la ira en contra de los negros pobres. Nancy Reagan lanzó su campaña de “solo di NO” como parte de esta guerra, incluyendo el espectáculo propagandístico de 1989 en el que se tomó fotos con un equipo SWAT de Los Ángeles tumbando una puerta en el barrio Sur Central, un ataque que resultó en el arresto de 14 personas, y la incautación de un gramo de crack.
El presidente Bill Clinton y Hillary Clinton: Intensificaron mucho la guerra contra las masas en general, de la cual la “guerra contra las drogas” fue una parte, aumentando la brutalidad y asesinato policial y la encarcelación en masa — casi duplicando la población carcelaria. La Ley del Crimen de 1994 que firmó Clinton es parte de eso. Amplió la pena de muerte, alentó a los estados a prolongar las penas de prisión, incluyendo con penas obligatorias de por vida (las leyes de tres strikes), eliminó los fondos federales para la educación de los presos y asignó $9,7 mil millones para construir más prisiones. Los Clinton abogaron por la política de “un strike y fuera” que desalojó a los inquilinos de la vivienda pública si ellos o incluso sus invitados fueran acusados de cualquier delito relacionado con drogas u otra actividad criminal dentro o fuera del multifamiliar. El enorme crecimiento de los desamparados hoy en día que ocupan cuadras enteras de los centros municipales, como en Los Ángeles, recuerdan mucho a los barrios marginales de Sudáfrica, y eso se puede atribuir directamente a estas políticas de la era de Clinton.
La CIA: desempeñó un papel directo en la “epidemia del crack” durante la década de los años 1980 en particular, ayudando a inundar los barrios pobres de cocaína. Las acciones de la CIA estaban vinculadas a las guerras de Reagan en Centroamérica, que también destruyeron a millones de vidas allá, y cuyos estragos se siguen sintiendo hasta hoy. Esta conexión asesina la documentó el difunto periodista Gary Webb en su libro The Dark Alliance [La alianza oscura].
La Corte Suprema de Estados Unidos: A lo largo de las décadas, la Corte Suprema aprobó y confirmó muchas leyes que intensificaron esta guerra contra el pueblo, como las leyes de sentencias mínimas obligatorias y las leyes que formalmente eran “ciegas al color” pero que en realidad se dirigían a los negros y otras personas de color. La Suprema Corte siempre defendía las leyes duras de sentencias mínimas obligatorias de los condenados por drogas. Por ejemplo, en 1982, aprobó una condena de 40 años de prisión por posesión e intento de vender 9 onzas de marihuana.
El Departamento de Justicia, el FBI, la policía y los departamentos de sheriff en todo Estados Unidos (todos los encargados de imponer el cumplimiento de la ley); y el establishment político (el Congreso, los demócratas y los republicanos, etc.) todos apoyaron y fueron cómplices en esta “guerra contra las drogas”.
LAS COARTADAS: Richard Nixon dijo primero que el abuso de la droga era “una grave amenaza nacional”, y luego que era el “enemigo público No. 1”. La “guerra contra las drogas” se justificó por la necesidad de eliminar a los narco-traficantes y capos de la droga para reducir el consumo de la droga y los delitos violentos, especialmente en los barrios negros y latinos. Y que era necesaria, especialmente, para contener la epidemia de crack que asolaba a estas comunidades.
EL VERDADERO MOTIVO: A partir de Nixon, esta “guerra contra las drogas” constituyó un frente clave en la decisión estratégica de la clase dominante de librar una campaña de contrainsurgencia contra las masas del pueblo negro, especialmente dirigida contra los jóvenes de los barrios pobres, y más tarde contra los latinos.
Nixon en secreto se lo explicó con detalles a sus principales asesores. Uno de ellos, John Ehrlichman, dijo en una entrevista de 1994: “La campaña de Nixon en 1968, y luego la Casa Blanca de Nixon, tenían dos enemigos: la izquierda antiguerra y el pueblo negro.... Sabíamos que no podíamos declararlo ilegal estar contra la guerra o ser negro, pero al conseguir que el público asociara a los hippies con la marihuana y a los negros con la heroína, y luego criminalizar ambos de manera intensa, podríamos trastornar a esas comunidades. Podríamos arrestar a sus líderes, allanar sus casas, disolver sus reuniones y vilipendiarlos noche tras noche en las noticias. ¿Sabíamos que estábamos mintiendo sobre las drogas? Por supuesto que lo sabíamos”.
Así que, desde el principio, la “guerra contra las drogas” y otras medidas racistas y represivas estaban encaminadas a prevenir el tipo de levantamiento y rebelión de masas que estalló tan poderosamente durante los años 1960. A medida que las condiciones se han vuelto aún más angustiosas para las masas populares negras y latinas en las décadas posteriores debido al funcionamiento del imperialismo capitalista global, los gobernantes de este sistema —tanto demócratas como republicanos— han continuado e intensificado el enfoque básico iniciado por Nixon, compartiendo su temor ante el latente potencial revolucionario en aquellos que este sistema ha descartado y para quienes no tiene futuro.
Fuentes:
“Un alto funcionario del gobierno admitió: La ‘guerra contra las drogas’ SÍ ES una guerra contra el pueblo”, Revolución, 20 de abril de 2016
Michelle Alexander, The New Jim Crow: Mass Incarceration in the Age of Colorblindness [El nuevo Jim Crow: Encarcelamiento en masa en la era de la ceguera al color], The New Press, 2010
Antonio Moore, “The Black Male Incarceration Problem Is Real and It’s Catastrophic” [El problema de la encarcelación masculina negra es real y es catastrófico], The Huffington Post, 9 de abril de 2015
“Guerra contra las drogas”, Wikipedia
“The Exponential Growth Of American Incarceration, In Three Graphs” [El crecimiento exponencial del encarcelamiento estadounidense, en tres gráficos, ThinkProgress, 29 de mayo de 2014
Jonathan Rothwell, “Drug offenders in American prisons: The critical distinction between stock and flow” [Delincuentes con drogas en prisiones estadounidenses: La distinción crítica entre stock y flujo], Brookings, 25 de noviembre de 2015
“Cómo la CIA creó la epidemia de crack”, Obrero Revolucionario, 15 de septiembre de 1996
“El papel de la CIA en la epidemia de crack”, Obrero Revolucionario, 22 de diciembre, 1996
“La conexión de la CIA con el crack, Entrevista de Revolución a Gary Webb”, 30 de octubre de 2014