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Crimen Yanqui Caso #55: El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de 1994

DE LA REDACCIÓN: El régimen de Trump y Pence ha atacado al TLCAN porque supuestamente “elimina empleos” y es un “mal acuerdo” para Estados Unidos. Esa demagogia encubre la realidad del tratado, como cuáles vidas en realidad ha arruinado. Trump atacó al tratado como parte de su campaña contra los inmigrantes, la promoción de la xenofobia “Estados Unidos Ante Todo”, y fortalecerá de manera aún más despiadada y depredadora la dominación que Estados Unidos ejerce sobre México y otros países. Recomendamos que compartan ampliamente esta entrega de Crimen Yanqui. Es indispensable en estos tiempos del fascismo de Trump y Pence.

Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").

En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.

La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui

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En 1994, con mucho bombo y platillos, entró en vigor un tratado de “libre comercio” entre Estados Unidos, Canadá y México, llamado el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte). En realidad, fue un tratado rapaz que condujo a la intensificación del cruel y desenfrenado saqueo de México y su población. Pero los peores efectos del tratado se vieron en los cambios que operó en el campo, donde infligió una destrucción buitre a millones de campesinos pequeños y medianos, especialmente a los maiceros. En la imagen, una protesta de campesinos en contra de la eliminación de las protecciones contra la importación para los cultivos de maíz y fríjol, Ciudad de México, 2008. (Foto: AP)

El crimen:

En 1994, con mucho bombo y platillos, entró en vigor un tratado de “libre comercio” entre Estados Unidos, Canadá y México, llamado TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte). Se declaraba que el tratado negociado en secreto, que consta de 2.000 páginas, era una medida para impulsar la prosperidad de las poblaciones de los tres países. Pero en realidad, fue un tratado rapaz que condujo a la intensificación del cruel y desenfrenado saqueo de México y su población.

Bajo el TLCAN, se expandió dramáticamente el sistema de maquiladoras a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos. A poco tiempo de la ratificación del TLCAN, más de mil maquiladoras empleaban a más de un millón de trabajadores, el 75% de ellos mujeres, en condiciones opresivas para fabricar productos a bajo costo para empresas estadounidenses por una fracción de los salarios que pagaban a los trabajadores en Estados Unidos.

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Bajo el TLCAN, el sistema de las maquiladoras se expandió dramáticamente a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos. Aquí vemos a unas mexicanas trabajando en las máquinas de coser en una maquiladora en Guadalajara, México. (Foto: AP)

Pero los peores estragos que deja el tratado están en los cambios operados en el campo de México. Millones de pequeños y medianos campesinos, especialmente los maiceros, fueron sometidos a una destrucción buitre.

El maíz no es solo el principal cultivo mexicano, es prácticamente sinónimo del propio México, es parte de un sistema alimentario agrícola que se remonta a los tiempos antes de la invasión europea. Los campesinos mexicanos son agricultores altamente experimentados que, a lo largo de los años, y por medio de cuidadosos métodos de selección, desarrollaron cientos de variedades de maíz nutritivo adaptadas a la tierra, el clima y otras condiciones de cultivo en diferentes partes del país. Estos campesinos principalmente pequeños y medianos usaban los recursos a la mano para mantener la fertilidad del suelo y cultivos sanos sin recurrir a fertilizantes artificiales o venenos industriales —herbicidas y pesticidas— de uso común en las granjas capitalistas modernas. Eran agricultores “orgánicos” antes de que entrara en uso el término. Pero para los que redactaron el tratado, tanto de Estados Unidos como de México, los campesinos mexicanos eran atrasados y un impedimento para el “progreso”.

Antes del TLCAN y como preludio del mismo, el gobierno mexicano del presidente Carlos Salinas de Gortari modificó la Constitución de la época revolucionaria, que había protegido las tierras comunales de los campesinos conocidas como ejidos. El cambio permitió la venta de los ejidos de los campesinos y así se quedaron a la merced de las condiciones del mercado.

Bob Avakian, “¿Por qué viene gente de todo el mundo?”

Antes del tratado, los campesinos mexicanos eran una población explotada, pero existían subsidios del gobierno para los campesinos y aranceles para mantener la estabilidad de los precios y proteger los medios de vida de los campesinos. El TLCAN eliminó esos aranceles. Tal como se redactó originalmente y promovió, eliminaría por etapas estas tarifas durante un período de 15 años. Pero eso no es lo que sucedió. Al contrario, eliminaron las tarifas en un lapso de unos pocos años, lo que abrió los mercados de México a una inundación de maíz barato de Estados Unidos. A medida que el maíz y otros productos básicos baratos de Estados Unidos inundaron a México, los precios de producción cayeron hasta un 70% y los pequeños campesinos se quedaron sin manera de ganarse la vida.

Los defensores del TLCAN decían que los bajos precios del maíz no les perjudicarían a los campesinos de subsistencia, porque éstos no dependían del mercado. Eso reflejaba una ignorancia total — y probablemente intencional. Incluso los campesinos que podían subsistir de su propia producción dependían de la venta del maíz para poder comprar productos y servicios que ellos mismos no podían producir, como servicios médicos. La vida de estos agricultores quedó devastada.

Al mismo tiempo, a pesar del ingreso del maíz barato desde Estados Unidos, de hecho los precios de comestibles para el consumidor aumentaron, como el precio de la tortilla, tan indispensable para la dieta mexicana. Por ejemplo, en México en 1994, el salario mínimo (aproximadamente 4.20 dólares al día) cubría 20 kilos de tortillas. Para el 2003, el salario mínimo compraba solamente 8.5 kilos.

Desde la entrada en vigor del TLCAN, Estados Unidos y unas corporaciones han engullido los recursos humanos y naturales de México a una escala casi increíble. El ganado ha dejado de ser para las pequeñas granjas y el mercado local, y ha pasado a ser producto industrial, en manos de corporaciones como Tyson, Smithfield, y Pilgrim’s Pride.

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En los primeros años del TLCAN, unos 1.3 millones de mexicanos fueron expulsados del campo. La inundación de trabajadores hacia las ciudades provocó una caída de los salarios industriales de un 10%. Aquí vemos a unos migrantes sobre un tren que se dirige hacia la frontera con Estados Unidos, en Juchitán, del sur de México. (Foto: AP)

Una vez que el TLCAN entró en vigor, millones de mexicanos ingresaron a las filas de los hambrientos. La desnutrición es mayor entre las familias del campo, que antes cultivaban suficiente comida para toda la población. En el México post TLCAN, el 42% de los alimentos que se consumen son de importación.

Antes del TLCAN, México gastaba 1.8 mil millones de dólares para alimentos de importación. Para el 2011, la cifra ya había subido a 24 mil millones de dólares, porque se volvió dependiente de la importación de arroz (80%), soja (95%), fríjol (33%) y trigo (56%). Bajo el TLCAN, el pujante sector de lácteos de México resultó devastado, y México pasó a ser el importador número uno de leche en polvo del mundo, un factor ligado a la crisis de la desnutrición infantil.

El TLCAN aumentó el porcentaje de la población sin acceso a alimentos de primera necesidad, y el número de niños que padecen desnutrición aumentó a 20%.

En los primeros años del TLCAN, unos 1.3 millones de mexicanos fueron expulsados de sus tierras. La inundación de trabajadores hacia las ciudades causó que los salarios industriales cayeran en un 10%. Para las familias encabezadas por mujeres el índice de pobreza aumentó en un 50%.

En los estados agrícolas, el índice de suicidios se disparó como consecuencia directa de la destrucción de la vida del campo y el aumento de la pobreza y el hambre provocados por el TLCAN. En 2005, los estados de Campeche y Tabasco registraron tasas de suicidio de 9.14 y 9.85 por cada 100.000 personas — casi el triple del promedio nacional.

Ante la experiencia del hambre y la desnutrición como una realidad cotidiana y la inanición como una verdadera posibilidad para ellos y sus familias, muchos campesinos consideraban que les quedaban pocas opciones salvo abandonar la vida del campo y dirigirse hacia el norte, a Estados Unidos.

“‘Antes del TLCAN, todo el mundo cultivaba maíz. La gente no ganaba mucho, pero nadie pasaba hambre’, dice [Griselda] Mendoza, de 23 años, compartiendo los dichos populares de su región. Ella nació justo después de la firma del TLCAN. A medida que el maíz estadounidense barato llegaba desde la frontera, tuvo un efecto devastador en su familia. Su padre, Benancio Mendoza, no podía competir y ganar un salario digno vendiendo maíz. Tuvo que renunciar y trasladarse a Estados Unidos en busca de un trabajo. Tomó un empleo como cocinero en Tennessee, ahorrando dinero para enviar a casa para que sus hijos pudieran asistir a la escuela. Fue al norte buscando un trabajo y no lo volví a ver durante 18 años”, dice Mendoza…” (“El TLCAN nos destruyó”.- Hija de agricultor mexicano”, Expansión,  13 de febrero de 2017). 

De hecho, los arquitectos del tratado previeron los efectos gravosos que tendría para millones de mexicanos. En 1993, en una declaración ante el Congreso, la comisionada de la Migra, Doris Meissner, antes de que se aprobara el TLCAN, dijo: “Para responder ante los efectos de corto y mediano plazo del TLCAN, se requerirá fortalecer nuestros esfuerzos de aplicar la ley a lo largo de la frontera tanto en los puertos de entrada como entre éstos”.

“Fortalecer nuestros esfuerzos de aplicar la ley” significó un aumento dramático de militarización de la frontera, la construcción de un muro a lo largo de la frontera, y las leyes que criminalizaron a los inmigrantes que se aprobaron durante la administración del presidente Bill Clinton. Las condiciones mortíferas que crearon esas leyes represivas resultaron en que miles de inmigrantes murieran y han impedido que millones regresaran de visita, lo que en efecto los separa indefinidamente de sus hogares y familias.

Los criminales:

El presidente George H. W. Bush (1989-1993): Inició las negociaciones para integrar a México en el recién firmado tratado de “libre comercio” entre Estados Unidos y Canadá.

El presidente Bill Clinton (1993-2001): Impulsó la ratificación del TLCAN de 1994 con el apoyo activo de la Mesa Redonda de Negocios de Estados Unidos e importantes corporaciones y grupos financieros. Clinton dijo que el tratado beneficiaría a las poblaciones de todos los países. Pero a partir de 1994, en anticipación del aumento del flujo de inmigrantes a raíz de los efectos del TLCAN, la administración de Clinton aprobó varias medidas mortíferas y opresivas: la Operación Guardián (1994) y la Ley de Reforma de Inmigración Ilegal y de Responsabilidad Migratoria (1996). En conjunto, estas medidas hicieron el cruce en la frontera entre México y Estados Unidos mucho más peligroso y ha resultado en miles de muertos, masivas deportaciones y el tratamiento criminal de millones de inmigrantes que llegan al norte desde México y Centroamérica.

El presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari: Presidió las negociaciones de México sobre el TLCAN. Bajo Salinas, un miembro del PRI (Partido Revolucionario Institucional) que había gobernado a México desde fines de los años 1920, el gobierno modificó el artículo 27 de la Constitución mexicana para eliminar las protecciones a las tierras comunales indígenas. Este cambio permitió que la agroindustria internacional “comprara, arrendara y se asociara” con los ejidatarios (campesinos comunales). Esto fue uno de los pasos intermedios hacia el TLCAN. Salinas supervisó la privatización de la compañía telefónica y la banca de México entre otras mil entidades públicas, algunas a precios regalados y a amigos personales, y al capital extranjero, especialmente al estadounidense. Con el apoyo de poderosas empresas mexicanas, Salinas de Gortari promovió el TLCAN, diciendo que elevaría a México hacia las filas de los países del “primer mundo”. Pero al terminar su mandato en 1994, la economía mexicana se desplomó y Salinas huyó al exilio, de una manera que recordaba a la gente de Porfirio Díaz, el tristemente célebre autócrata mexicano cuyo gobierno engendró la revolución mexicana.

La coartada:

El TLCAN que fue negociado principalmente bajo George H. W. Bush y luego fue aprobado durante la presidencia de Bill Clinton (después de que un tratado entre Estados Unidos y Canadá fue negociado), fue promovido como una gran oportunidad en beneficio de la gente común de los tres países, con la creación de más y mejores empleos y mayor prosperidad. Se dijo que la suspensión de los aranceles crearía un “marco de oportunidades de igualdad” que permitiría que los salarios y las condiciones de vida se nivelaran aún más con el paso del tiempo.

El verdadero motivo:

La creación de un “marco de oportunidades de igualdad” y la igualación de los salarios y condiciones de vida jamás fueron la intención del TLCAN (ni eso jamás fue posible bajo el capitalismo-imperialismo).

Después del hundimiento de la Unión Soviética, George H. W. Bush empleó la frase “un nuevo orden mundial” como indicación de la intención de Estados Unidos de afianzar su dominio militar, económico y político del mundo. Se puede decir que el TLCAN es un componente clave de este “nuevo orden mundial”.

El propósito del TLCAN fue de crear una “zona de libre comercio” en respuesta a los retos de la rivalidad mundial de parte de la Unión Europea, el Japón y las emergentes economías de Asia oriental. La meta de Estados Unidos era de combinar sus fuerzas económicas y financieras junto con las de Canadá, con la economía y gobierno de México que eran dominados por el imperialismo, y su gran población de trabajadores con salarios bajos y campesinos pobres. Al reducir los aranceles sobre los productos de importación y de exportación dentro de la zona de libre comercio de América del Norte, el TLCAN se proponía fortalecer a la economía estadounidense al trasladar una parte de su capacidad manufacturera a México, donde los bajos salarios, las leyes ambientales inexistentes y las míseras protecciones laborales les daban a estas empresas una ventaja en el juego mundial de acumulación de ganancias. Por ejemplo, la eliminación de los aranceles permitió que las compañías automotrices de Estados Unidos pudieran producir refacciones en otros países y así reducir el costo de sus vehículos.

A diferencia de México, en Estados Unidos la siembra del maíz es del dominio de enormes conglomerados agroindustriales que utilizan métodos agropecuarios industriales altamente capitalizados y mecanizados. Con el papel-guía de monopolios agroindustriales como Cargill y Archer Daniels Midland (ADM), en Estados Unidos se cultiva el maíz en vastas extensiones de tierra con métodos técnicos avanzados para reducir el costo del cultivo de maíz por unidad. No seleccionan o modifican genéticamente las semillas de maíz para mejorar su contenido nutricional o adaptarlas a las condiciones locales, sino para que rindan el máximo al menor costo.

Para colmo, en el 2000, los subsidios gubernamentales de Estados Unidos eran 10 veces más grandes que el presupuesto total de México para el sector agrícola, y el sector de maíz de Estados Unidos era el mayor recipiente de pagos del gobierno federal. Por lo tanto, las enormes empresas de la agroindustria estadounidense tenían acceso a enormes excedentes de maíz a precios artificialmente deprimidos.

Todo eso resultó en que el maíz estadounidense se vendía a precios muy por debajo de lo que podían ofrecer los campesinos pequeños mexicanos. Como dijo Oxfam en un informe sobre el TLCAN: “Lejos de operar en un ‘marco de oportunidades de igualdad’, los pequeños campesinos de Chiapas y otras partes de México, se encuentran en el lado equivocado de una cancha de juego con una fuerte pendiente que va cuesta abajo desde los estados centrales de Estados Unidos. No están compitiendo con los agricultores estadounidenses, sino contra los contribuyentes en Estados Unidos y contra la tesorería más poderosa del mundo. Es difícil imaginarse una ilustración más contundente del comercio injusto en la práctica”.

Así que, la reducción de los aranceles mexicanos sobre los alimentos abrió México a los productos agrícolas estadounidenses producidos a menor costo y con subvenciones, como el maíz, así como otros productos agrícolas estadounidense. Y esto implicó ganancias potencialmente enormes para la agroindustria estadounidense, que con el tiempo llegaron a controlar el mercado alimentario de México y causó la ruina de más de un millón de campesinos mexicanos tan solo en los primeros años del TLCAN.

Además de destruir a los maiceros, el TLCAN abrió las compuertas para las inversiones en otros sectores de la producción agropecuaria mexicana. Una buena parte de las inversiones que llegaron se dedicaron a la compra de la capacidad productiva existente, como las operaciones ganaderas y lugares para almacenamiento. Un ejemplo de esto es cómo las corporaciones Tyson y Pilgrim’s Pride absorbieron la producción de pollos mexicana.

Las exportaciones netas del norte de México crecieron después de aprobarse el TLCAN, pero esa expansión palidece ante las nuevas importaciones de cereales, oleaginosos y carnes desde Estados Unidos. Después de 10 años bajo el TLCAN, México dependía de Estados Unidos por una buena parte de sus alimentos.

Bajo el TLCAN se preveía que los millones de campesinos y sus familias expulsados del campo se convertiría en mano de obra barata en las fábricas de dueños estadounidenses en México y en los campos y otros centros de trabajo en Estados Unidos.

En 1997 ante una convención del sindicato AFL-CIO, el presidente estadounidense Clinton, al mencionar los desafíos de sus rivales económicos a la hegemonía económica estadounidense, reconoció que el libre comercio “tiene que ver con cómo el 4% de la población del mundo [o sea, Estados Unidos] puede seguir controlando el 20% de la riqueza del mundo”.

BAsics cover front

 

Imperialismo quiere decir enormes monopolios e instituciones financieras que controlan las economías y sistemas políticos —y la vida de la gente— no solamente en un país sino en todo el mundo. Imperialismo quiere decir explotadores parasíticos que oprimen a centenares de millones de personas, condenándolas a incalculable miseria; financistas parasíticos capaces de hacer pasar hambre a millones simplemente presionando una tecla de una computadora y trasladando de esa manera grandes cantidades de riqueza de un lugar a otro. Imperialismo quiere decir guerra —guerra para suprimir la resistencia y rebelión de los oprimidos, y guerra entre los estados imperialistas rivales—, quiere decir la capacidad de líderes de estos estados de condenar a la humanidad a increíble devastación, quizás hasta la aniquilación total al oprimir un botón.

El imperialismo es el capitalismo en la etapa en que sus contradicciones básicas han alcanzado un nivel extremadamente explosivo. Pero el imperialismo también significa que habrá revolución —el levantamiento de los oprimidos para derrotar a sus explotadores y atormentadores— y que esta revolución será una lucha mundial para barrer a ese monstruo global, el imperialismo.

—Bob Avakian, Lo BAsico 1:6

Fuentes:

Cockcroft, James, La esperanza de México: un encuentro con la política y la historia. Siglo XXI, 2001.

Fanjul, G. y Fraser, A, “Dumping sin fronteras: Cómo las políticas agrarias estadounidenses están destruyendo los medios de vida de los cultivadores de maíz de México”. Documento de posicionamiento de Oxfam. Oxfam International, Washington, D.C., 2003.

Krooth, Richard, Mexico, NAFTA and the Hardships of Progress [México, el TLCAN y las penurias del progreso]. McFarland and Co., Inc. No. Carolina, Londres, 1995.

López, Ann, The Farmworkers’ Journey. Imprenta de la Universidad de California, 2007.

Nadal, Alejandro, The Environmental & Social Impacts of Economic Liberalization on Corn Production in Mexico [Los impactos sociales y ambientales de la liberalización económica sobre el cultivo del maíz en México]. Oxfam, septiembre 2000.

Nevins, Joseph, Operation Gatekeeper and Beyond: The War On “Illegals” and the Remaking of the U.S. ‒ Mexico Boundary [Operación Guardián y más allá: La guerra contra los “ilegales” y la reconfiguración de la frontera entre México y Estados Unidos], 2002, segunda edición, 2010.

El NAFTA (TLC) está hambreando a México”, Laura Carlsen, directora del Programa de las Américas para el Centro de Política Internacional en la Ciudad de México.

Patel, Raj, Stuffed and Starved [Lleno y hambriento]. Melville House, 2012.

 

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Nos encontramos en un punto de viraje en la historia. El sistema capitalista-imperialista es un horror para miles de millones de personas en Estados Unidos y por todo el mundo y amenaza al propio tejido de la vida sobre la tierra. Ahora, la elección del fascista Trump presenta peligros aún más extremos para la humanidad, y subraya la ilegitimidad total de este sistema, y la necesidad urgente para un sistema radicalmente diferente.

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