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Algunas reflexiones sobre el Informe Mueller

La finalización oficial del informe de la investigación del fiscal especial Robert Mueller y la divulgación pública del sumario de los principales hallazgos del procurador general William Barr representan una coyuntura importante.

Hay mucho que no sabemos acerca de los hallazgos reales, y los respectivos tejemanejes aún se están desenvolviendo. Hay demandas para que se divulgue el informe completo de Mueller, y puede haber más en el informe de lo que hasta ahora se ha divulgado. Además, tanto Mueller como Barr son figuras de la clase dominante de larga trayectoria, y el informe en sí puede ser “menos que sincero” sobre algunas cosas que quizá hayan surgido en la investigación. En una palabra, hay mucho que aún no sabemos, y puede que haya mucho que no sepamos, al menos en el futuro inmediato.

Aunque esta es la situación, el informe tan esperado, según lo informado por Barr, absuelve a la campaña de Trump de confabulación con Rusia en las elecciones presidenciales de 2016. Barr también dio el paso excepcional de rápidamente seguirle a su respuesta con la opinión de que no hubo obstrucción de justicia en las acciones de Trump, tal como el despido de James Comey, el ex director del FBI, y otros esfuerzos aparentemente flagrantes de influir en el curso de la investigación. Esta fue unas de las encomiendas sobre las cuales Barr informa que Mueller no tomó una posición.

No obstante, de por sí y en sí, la divulgación del memorando de cuatro páginas de Barr y la semana que le siguió representan una coyuntura importante. Las preguntas persistentes sobre la legitimidad electoral del régimen fascista de Trump y Pence —las que durante algún tiempo se han basado erróneamente en la cuestión de la interferencia rusa y el conocimiento o la coordinación de Trump con esa interferencia— ahora están desprovistas de fuerza. El régimen, que la investigación hasta ahora ha venido refrenando, y el que tiene una necesidad de zafarse de esas restricciones, se siente reivindicado, triunfante y con libertad para potencialmente “volverse todo un animal salvaje” al impulsar su programa fascista, como instó Steve Bannon. Mientras tanto, grandes sectores de personas progresistas— cuya atención se ha canalizado y centrado por los medios informativos y los demócratas hacia la investigación de Mueller como un mecanismo para potencialmente sacar o contener a Trump— ahora parece que se han desinflado sin este salvador en la cima del sistema.

El viernes 29 de marzo, Rechazar el Fascismo celebró manifestaciones de decenas de personas que exigían que el régimen fuera expulsado. Se diseminaron miles de volantes de Rechazar el Fascismo y del Club Revolución. Retaron y bregaron con las personas, y algunas personas nuevas salieron y se unieron; pero hasta ahora, la mayoría no estaba preparada para actuar. Es necesario sacar un balance y lecciones de por qué esto ocurrió y cómo avanzar. Pero, por desafiante que fuera la situación, la necesidad estratégica sigue siendo hacer nacer un movimiento para la revolución de miles de personas, que actúen para transformar el terreno político hacia la revolución, y también atraer e incorporar a los primeros miles y luego a los millones para que actúen sin tregua contra el régimen tal como se cita arriba (de manera masiva, no violenta y sostenida); y hay que cumplir esa necesidad, al servicio de los intereses de la humanidad.

Si bien esto pone retos inmediatos importantes para todos aquellos que buscan un mundo mejor y el fin a esta pesadilla que enfrenta la humanidad, les incumbe aún más ver el panorama más amplio y analizar lo que está operando. Esto implica necesariamente enfrentar directamente la historia de Estados Unidos y la naturaleza de este sistema que ha engendrado esta monstruosidad fascista; significa examinar sin pestañear el comportamiento de los demócratas y buscar las causas para él; y se requiere sacar las conclusiones que se derivan de eso, tanto sobre lo que hay que hacer en relación con un régimen fascista que ahora se siente envalentonado como, aún más fundamentalmente, sobre el sistema que produjo ese régimen.

El fascismo envalentonado en marcha: La coyuntura y sus secuelas inmediatas

Desde sus inicios, Trump ha calificado a la investigación de Mueller sobre el supuesto contubernio de su campaña con Rusia como una “cacería de brujas” sin base legítima. Al adjudicarse su absolución, Trump se ha puesto en pie de guerra, aprovechando la situación para impulsar la consolidación del fascismo.

El veredicto de Barr sobre el informe le da respaldo para hacerlo. La opinión de Barr consagra un alcance ampliado del poder ejecutivo que repentinamente incluye el despido de aquellos que investigan la presidencia, lo que, a su vez, debilita de manera importante los pesos y contrapesos contra una presidencia, que tiene un estilo cada vez más monárquico y por encima del estado de derecho. Esto en sí concuerda con un gobierno fascista que busca debilitar y pisotear cada vez más los derechos civiles y democráticos, el estado de derecho y las normas establecidas de la democracia burguesa liberal. Al manifestar cada vez más este flagrante aspecto dictatorial y al destruir sus normas, el fascismo difiere de la democracia burguesa liberal, aunque ambos representan el gobierno de sectores de la clase dominante capitalista-imperialista sobre este sistema y la sociedad.

El fascismo, al imponer su dominio, tiene que vencer y derrotar a la oposición de otros sectores de la clase dominante como los demócratas, o los sectores que se le oponen en los organismos de inteligencia, las fuerzas armadas y la prensa burguesa tradicional. Esto se evidenció en toda su extensión esta semana, cuando Trump atacó a los demócratas y a los medios de comunicación tradicionales por “enfermos, enfermos, enfermos”, y su audiencia fascista MAGA [Hacer que Estados Unidos vuelva a tener grandeza] coreaba “Enciérrenlos”, un estribillo que originalmente se refería a Hillary Clinton, pero ahora se ha ampliado para incluir a otros “enemigos”. En particular, Trump y sus aliados nazis-republicanos en el Congreso fueron con todo sobre Adam Schiff, con la exigencia de la renuncia del presidente demócrata del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, que continúa las investigaciones sobre la campaña de Trump y sus acciones. La ironía de esto se evidenció a todo color cuando Schiff lanzó una defensa de las mismas normas (en concordancia con estas mismas normas), las que los republicanos están pisoteando y las cuales indican que les importan poco. Trump y sus aliados de los medios de comunicación fascistas quieren vengarse y neutralizar a la oposición de la prensa tradicional, diciendo que el New York Times y el Washington Post, dos importantes publicaciones burguesas, deban devolver sus premios Pulitzer por reportajes chafas. Se realizaron ataques similares contra ex jefes de inteligencia como John Brennan, quien expresó su oposición a Trump, con llamamientos a los medios de comunicación a que los censuren. Muy siniestramente, Trump barajeaba posibles acusaciones de traición.

Como parte de impulsar la fascista agenda y programa, Trump también ha maniobrado muy rápidamente para escalar los ataques a la inmigración, con amenazas de cerrar la frontera entre Estados Unidos y México, como un acto de castigo colectivo con consecuencias desastrosas para el funcionamiento normal de la población y la economía de las zonas fronterizas. Ha maniobrado para reasignar los dineros originalmente erogados para otros fines, a la construcción de su muro. Su régimen ha maniobrado para derogar Obamacare, con esfuerzos por circunvenir una decisión anterior de la Corte Suprema que lo había ratificado. Como informamos esta semana, avanza un ataque amplio e integral a las mujeres desde una perspectiva y objetivos fascista-cristianos, concentrados en ataques al derecho al aborto.

Los demócratas, por su parte, se pusieron a la defensiva ante los ataques y, en general, tenían muchas ganas de cambiar de tema por completo. Mientras Schiff se aferró a su tema de la confabulación rusa, los demócratas de peso actuaron casi como si esta absolución de Trump no hubiera ocurrido, y sobre todo, querían hablar sobre temas relacionados con lo que importa para la gente del común, una vez más, durante la misma semana que, como ya señalamos, los fascistas dieron enormes pasos adelante.

El fascismo en Estados Unidos, surgido de la historia de este país, una respuesta a los desafíos ante el imperio

Creo que es importante identificar lo que podemos llamar la tríada del fascismo, es decir, la afirmación agresiva irredenta de la supremacía blanca, la supremacía masculina y la supremacía pro Estados Unidos (o el racismo, la misoginia y el patrioterismo xenófobo belicoso, si se quiere usar otra terminología), reforzada con una oposición desafiantemente —y no irredenta pero desafiantemente— ignorante y beligerante hacia la ciencia y al pensamiento racional, en combinación con la aserción igualmente ignorante y beligerante de la “superioridad de la civilización occidental”… [subrayado agregado]

— Bob Avakian, El problema, la solución y los retos ante nosotros

Como ha señalado Bob Avakian en numerosas obras, entre ellas la ante-citada obra y especialmente en la película ¡EL RÉGIMEN DE TRUMP Y PENCE TIENE QUE MARCHARSE! En nombre de la humanidad, nos NEGAMOS a aceptar un Estados Unidos fascista. Un mundo mejor ES posible, el régimen de Trump y Pence SÍ que es fascista, y es un producto y expresión de la fea historia de Estados Unidos, especialmente la supremacía blanca que está tejida en su trama desde su fundación y la época de la esclavitud.

Las profundas contradicciones que definen este sistema —la opresión de los negros, los latinos y otra gente de color, de las mujeres, de los migrantes, la destrucción del medio ambiente y las guerras imperialistas— se han manifestado de manera monstruosa con el régimen fascista de Trump y Pence. Se oye la retórica: la defensa de Trump a las “personas buenas” en lo que fue un violento desfile nazi de antorchas en Charlottesville (incluso después de que uno de estos nazis atropelló y mató a una de los manifestantes), su etiquetación a los mexicanos como “violadores” y sus insultos a los millones de inmigrantes por ser de “naciones pozos de mierda”, sus abiertos llamamientos a la policía a que apliquen más brutalidad, y la lista crece a diario. Y se ven los actos: el ataque generalizado a los migrantes al separar a los hijos de sus padres y madres en la frontera y su prohibición a los migrantes provenientes de ciertas naciones musulmanas, el aval incondicional del Departamento de Justicia a los policías asesinos quienes abandonan toda apariencia de “derechos civiles”, las amenazas de guerra primero con Corea del Norte y ahora con Irán, la deliberada escalada de la extracción de combustibles fósiles y el retiro de Estados Unidos del acuerdo de París sobre el calentamiento global, y la lista crece a diario.

En respuesta a estos y otros desafíos y fuerzas sociales centrífugas, el fascismo ha venido cobrando cada vez más auge en Estados Unidos en las últimas décadas, concentrado entre los republicanos. Se han dado crecientes desafíos a la dominación de Estados Unidos en todo el mundo, especialmente en zonas estratégicas como el Medio Oriente, con guerras fallidas, y el Lejano Oriente, con una China capitalista ascendente. El funcionamiento económico del imperialismo, con la intensificación de la globalización y la automatización, ha conducido a una reconfiguración de la economía de Estados Unidos, con el declive de los empleos en la manufactura en el territorio nacional y con la afluencia de migrantes, lo que ha conducido a cambios demográficos en la sociedad de Estados Unidos. Durante los últimos 60 años, se han hecho tanto algunas concesiones a las luchas de los negros, las mujeres y otros grupos sociales oprimidos en la sociedad estadounidense, como la intensificación de la supremacía blanca y la misoginia, en parte como parte de esas concesiones, en parte como respuestas al propio funcionamientos del sistema. Una ideología y agenda fascista cristiana, una parte central del régimen fascista de Trump y Pence, ha cobrado influencia a lo largo de sucesivos regímenes republicanos, y ahora está emprendiendo un embate integral para penalizar el aborto, una escalada de la supremacía masculina. La agenda fascista y la reconfiguración de la sociedad no es un fenómeno superficial, sino que es un fenómeno que tiene raíces profundas en los mismos cimientos de Estados Unidos y en una base social que abarca a sectores de la clase dominante, y representa una orientación abiertamente represiva y aún más opresiva frente a estos desafíos.

Invitamos a todos los lectores a ver ¡EL RÉGIMEN DE TRUMP Y PENCE TIENE QUE MARCHARSE! En nombre de la humanidad, nos NEGAMOS a aceptar un Estados Unidos fascista. Un mundo mejor ES posible con una exposición concisa pero poderosamente argumentada de Bob Avakian.

Aquí nos incumbe preguntar: ¿por qué los demócratas maniobraron con tanta rapidez la semana pasada para cambiar de tema después de que se divulgó el informe de Mueller? ¿Por qué en los meses anteriores se negaron con tanta firmeza a usar incluso el término “fascismo”, y de hecho hablaron en contra de él, y se aferraron tan obstinadamente a su tema ruso?

La respuesta es que, a pesar a las diferencias agudas en ciertos momentos, tanto los republicanos-fascistas como los demócratas representan el gobierno del mismo sistema. Y ese sistema, incluidos los demócratas, NO TIENE NINGUNA RESPUESTA a las citadas contradicciones profundas que definen este sistema. Por ejemplo, muchas de las políticas que Trump está aplicando con todo sobre la inmigración fueron iniciadas por Obama; el encarcelamiento de jóvenes negros y latinos se convirtió en un fenómeno de masas con Clinton y el asesinato policial continuó sin freno bajo Obama: Michael Brown, Eric Garner, Sandra Bland, Freddie Gray y la lista continúa. Obama escaló las guerras en Irak y Afganistán, e inició ataques con aviones no tripulados en otros países como Yemen.

Los republicanos y los demócratas comparten los objetivos de la dominación estadounidense desde la cima del mundo, con sus horrendas desigualdades, opresión y explotación (esto y esto) aunque los demócratas a menudo (pero no siempre) prefieran la retórica “más suave” de la globalización, los aliados internacionales y un multiculturalismo diverso, siempre en conciliación con los fascistas para mantener el sistema intacto. De hecho, si bien los republicanos sí son un partido fascista, el PARTIDO DEMOCRÁTICO ES UNA MÁQUINA DE CRÍMENES DE GUERRA Y CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD... y si usted se niega a creerlo, por favor lea esto y díganos en cuáles puntos estamos equivocados.

Los republicanos y los demócratas también comparten el objetivo de mantener a la gente en Estados Unidos firmemente insertada en el sistema capitalista, con todas las relaciones sociales horribles (la supremacía blanca y la misoginia entre ellas) que eso implica, aunque, de nuevo, los demócratas prefieran (a veces ) una mezcla “más suave” o un barniz multicultural para tapar los poderes represivos del estado que, sin importar el color de la persona en el cargo, se ejercen con una fuerza vengativa implacable sobre los negros, latinos y amerindios.

Tanto los republicanos como los demócratas suprimen a esos sectores de personas en un amplio sentido que constituyen lo que la política tradicional considera el lado “izquierdo” de la sociedad, y sus intereses y preocupaciones: las masas de negros, de mujeres, progresistas que se oponen a la dominación de Estados Unidos por todo el mundo, que se angustian por la destrucción del medio ambiente y la persecución a los migrantes. Los demócratas lo hacen acorralándolos en los cauces electorales sin salida de este sistema y mediante la pacificación, la participación simbólica y míseros sobornos a algunos, y los republicanos lo hacen mediante la intimidación y la privación de derechos y privilegios cuando eso importe, como la supresión de los derechos de voto para los negros. Y ambos partidos recurren a la represión abierta cuando se enfrenten a serios desafíos y amenazas al sistema desde este sector de la población.

Qué hacer: una revolución real, la resistencia en masa

Dos conclusiones críticas se derivan de lo anterior:

Primero, el problema es sistémico. No se trata de Trump per se. La realidad es que este es un sistema que en tiempos extremos, puede verse en la necesidad de adoptar un enfoque fascista para resolver sus contradicciones.

Estados Unidos y este sistema muy enfáticamente no es una fuerza para el bien en el mundo, sino por el contrario es la causa más grande de sufrimiento innecesario para las masas de la humanidad. [subrayado agregado]

— Bob Avakian, El problema, la solución y los retos ante nosotros

¡No es posible reformar este sistema, hay que derrocarlo! Lo que se necesita es barrer con este sistema a la mayor brevedad posible por medio de una revolución REAL. Existen únicamente dos opciones: o vivimos con este sistema, con sus horrores que siguen y siguen... o hacemos una revolución REAL.

Si bien esta revolución necesariamente requiere que se enfrente y derrote a las fuerzas de represión violenta de la clase dominante, su objetivo es hacer nacer un mundo completamente nuevo y mucho mejor, en el que se superen y se resuelvan las contradicciones que sí encadenan a las masas hoy como parte de un proceso mundial. Rebasa el ámbito de este artículo hablar de la manera en que eso podría ocurrir, pero instamos a todos a leer la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, de la autoría de Bob Avakian, para poder ver la visión y el plan concreto que se presentan ahí.

Hacer una revolución (vea CÓMO PODEMOS GANAR — Cómo en concreto podemos hacer una revolución) —gestar las fuerzas para la revolución y acelerar el momento en que sea posible emprender tal lucha con todo por el poder— se está dando en el contexto y en un terreno de cada vez más fuerte polarización, lo que trae a la mente los años anteriores a la Guerra Civil en Estados Unidos en la década de 1860, y las evocaciones abiertas de fascistas como Newt Gingrich sobre una guerra civil que se perfila. Mientras que los fascistas evocan abiertamente tales imágenes, y están dispuestos a ir a los extremos el fin de imponer su agenda a la sociedad, los demócratas y sus portavoces de los medios de comunicación, aunque se oponen fuertemente a eso, harán todo salvo reconocer y alzar la voz contra esta reconfiguración supremacista blanca de la sociedad. Como señala Bob Avakian (en inglés), tanto por lo que esto pone en tela de juicio acerca del sistema subyacente que produjo eso por medio de sus cauces y elecciones legítimos, como por lo que se requiere, de convocar a las masas de personas a las calles, a esforzarse con todo para impedir la consolidación del fascismo, se arriesga la propia legitimidad y estabilidad del sistema mismo. En cambio, se le oponen y tratan de resolver esto mediante el respeto de las normas de la democracia burguesa, aunque los fascistas los pisoteen y aplasten, una proposición fallida.

Muy inmediatamente, al lidiar con la amenaza que ahora se intensifica representada por el régimen, lo que se necesita es una movilización no violenta sostenida de masas, con el propósito de expulsar a este régimen fascista. Será necesario conseguir que las amplias masas de millones de personas rompan con simplemente confiar en los demócratas, en sus instituciones y en sus dirigentes, con su acorralamiento y domesticación de la ira y el disentimiento en las próximas elecciones, para zafarse de los términos de este sistema: ¡Sus reglas, su funcionamiento, sus “cauces normales”! Esta es la realineación y la resistencia que se necesitan a nivel de toda la sociedad. ¡NOS incumbe a NOSOTROS, y que no confiemos en ELLOS! Es posible prender una resistencia de masas muy necesaria por medio de la agudización de las divisiones, los conflictos y la marcha de los acontecimientos en la cima de la sociedad, a la vez que esa resistencia contribuya a esa agudización. Si bien quiere decir mantenernos tensos ante esa marcha de los acontecimientos, también quiere decir salir entre sectores muy amplios y retar a muchos de los que aún no estén convencidos de la necesidad, la viabilidad o la deseabilidad de la revolución, y que quizá nunca sea posible ganarse para ella, para que no obstante se pongan a la altura de sus convicciones, sin ilusiones y con efectividad.

La relación entre el movimiento para la revolución se requiere con urgencia y el movimiento que también se requiere muy inmediatamente de manifestaciones masivas, sostenidas y no violentas para expulsar a este régimen puede y debe ser una relación de un dinamismo que se refuerce positivamente. Bob Avakian lo ha dicho así puesto:

Es crucial unificar y movilizar gente, desde diferentes perspectivas, de manera muy amplia, en torno a la demanda de que este régimen tiene que marcharse, pero será mucho más difícil hacer esto a la escala y con la determinación que se requieren para lograr este objetivo si, al mismo tiempo, no se ha atraído e incorporado a crecientes cantidades de personas en torno al entendimiento de que es necesario poner fin no sólo a este régimen sino al sistema cuyas contradicciones profundas y determinantes han engendrado este régimen, sistema que por su propia naturaleza, ha impuesto y continuará imponiendo un sufrimiento horroroso y completamente innecesario a las masas de la humanidad, hasta que sea abolido este sistema mismo.

Y, entre más se atraiga e incorpore personas para que trabajen consciente y activamente para la revolución, la creciente fuerza y “autoridad moral” de esta fuerza revolucionaria, a su vez, fortalecerán la determinación de crecientes cantidades de personas a expulsar a este régimen fascista que ahora está en el poder, aunque no se gane a la revolución a muchas de éstas (y quizás nunca se gane a algunas de ellas).

Así que, tanto para asumir el reto inmediato de hacer nacer una situación política en que se saque del poder a este régimen —en que en una medida importante, han tomado la iniciativa política los que están decididos a hacer retroceder la embestida contra la humanidad que este régimen está llevando a cabo, y a esforzarse por un mundo mejor, comoquiera que lo conciban— como para avanzar hacia el objetivo fundamental de la revolución, es vitalmente importante que todos los que hayan llegado a entender la necesidad de la revolución contribuyan activamente a construir el movimiento para expulsar a este régimen, y además hacerlo con la perspectiva y en el marco general de los preparativos para la revolución.

— Bob Avakian, Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución

Q&A: Pregunta y respuesta con Bob Avakian: Al parecer, es posible que se avecine una guerra civil entre los demócratas y los fascistas. ¿Cómo debemos entender esto, y cómo debemos actuar para realinear las cosas?, en inglés

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Septiembre de 2017:

Discurso de Bob Avakian

El problema, la solución y los retos ante nosotros

A continuación presentamos el texto de un discurso que dio Bob Avakian en el verano de 2017.

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Nos encontramos en un punto de viraje en la historia. El sistema capitalista-imperialista es un horror para miles de millones de personas en Estados Unidos y por todo el mundo y amenaza al propio tejido de la vida sobre la tierra. Ahora, la elección del fascista Trump presenta peligros aún más extremos para la humanidad, y subraya la ilegitimidad total de este sistema, y la necesidad urgente para un sistema radicalmente diferente.

El sitio web Revcom.us sigue la dirección revolucionaria de Bob Avakian (BA), el autor del nuevo comunismo. Bob Avakian (BA) ha analizado científicamente que nos encontramos en un momento poco común cuando una revolución real se ha vuelto más posible en Estados Unidos. Ha trazado una estrategia para hacer semejante revolución, y ha expuesto una visión panorámica y plano concreto para “lo que sigue” en la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte.

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