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Las ideas y la lucha por descubrir la verdad: Reflexiones sobre la dirección revolucionaria y el proceso intelectual

Nota de la redacción: Ardea Skybreak, autora de Of Primeval Steps and Future Leaps (De pasos primitivos y saltos futuros) y de "Ideas sobre el papel social del arte" (OR Nos. 1114, 1115, 1116, 1117), nos envió lo siguiente sobre el trabajo intelectual. Esperamos que anime a nuestros lectores a reflexionar y a contribuir sus propias opiniones.

[ Nota de la autora: Al leer los pasajes de "Grandes objetivos y gran estrategia" de Bob Avakian, que salieron hace poco en el OR, se me ocurrieron estas ideas.]

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Quisiera destacar un aspecto muy importante de trabajar con las ideas (el trabajo intelectual) que por lo general se subestima: dicho trabajo progresa, logra innovaciones y nos lleva a captar mejor la verdad solo si logra dejar al lado las viejas ideas y normas establecidas, los viejos prejuicios, preconcepciones y suposiciones, al menos momentáneamente. Es preciso explorar e investigar la realidad con la mente abierta y seguir el camino de la evidencia a donde sea que nos lleve, y por inesperados, inquietantes e indeseables que sean los resultados.

No es igual, por ejemplo, a construir un muro. Claro, como cualquier actividad productiva, esta incorpora aspectos de creatividad e innovación, pero en gran medida y por lo general, quien se pone a construir un buen muro se basa en ciertas fórmulas establecidas (mezclar en la debida proporción arcilla y arena para hacer los ladrillos) y hace un plan o dibuja un plano de cómo debe quedar. Si encuentra algún problema u obstáculo inesperado, es posible que llegue a una innovación o solución creativa, pero tiene fijo de antemano el objetivo básico: construir cierta clase de muro.

En cambio, el mundo de las ideas es muy distinto. La materia prima del intelectual es una especie de "masa", una gran mezcla de ideas: viejas y nuevas, tradicionales y radicales, comprobadas y sin comprobarse, ideas que tienen el cuño de otras ideas (los puntos de vista de una gran cantidad de gente y de capas sociales) en una sucesión casi infinita; algunas coinciden y se refuerzan, y otras chocan violentamente, contienden o son diametralmente opuestas.

Obviamente, algunas ideas se han comprobado (es decir, se ha comprobado que corresponden a la realidad material objetiva), y por ser relativamente fieles a la realidad tienen un valor especial e integran los conocimientos colectivos de la humanidad. (De igual modo, una vez que se demuestre que una idea es falsa, también adquiere ese valor, pero antes de ese momento sirve para ofuscar y confundir).

El chiste es que en un principio no sabemos cuáles ideas son relativamente más fieles a la realidad y cuáles no, y como los arqueólogos, tenemos que filtrar muchas capas de sedimento buscando un pequeño fragmento que se destaque precisamente porque corresponde a la realidad material. Procuramos recoger varios fragmentos y armar una teoría, es decir, no una gran verdad todavía sino una especie de "marco" teórico que guiará el proceso de análisis e investigación; habrá que someterla a observación y experimentación para determinar en qué grado realmente corresponde a la realidad y sirve para entender una parte de ella. Naturalmente, esto puede ser un proceso prolongado, dado que es necesario comprobar las nuevas ideas y teorías en el mundo, y esto toma tiempo.

Generalmente, a los intelectuales no les preocupa el hecho de que requiere un tiempo considerable comprobar y confirmar nuevas síntesis y teorías (ni que muchas de ellas tienen que ser descartadas o cambiadas); aceptan como parte inevitable y necesaria del proceso de ampliar los conocimientos humanos el hecho de que reinará una incertidumbre relativa por largos períodos de tiempo. No tiene caso cultivar los nuevos conocimientos en un invernadero ni guardarlos con tacañería: es necesario echarlos a andar en el mundo. Desde luego, es preciso emplear cierto rigor, no repetir servilmente lo que se ha demostrado que es falso ni menospreciar el trabajo de otros que estudian los mismos temas (desde la misma u otra perspectiva). De igual modo, se debe distinguir entre lo que se conoce y lo que se desconoce en un momento dado, e indicar claramente cuándo simplemente se hacen especulaciones basadas en ciertos hechos. Una vez cumplidos estos requisitos, si vale la pena explorar un problema y buscar la solución, no debemos "obsesionarnos" con la fidelidad a tal grado que desmenucemos y controlemos muy estrictamente todo aspecto secundario de un trabajo. Si no reconocemos la importancia de "darle rienda" al libre desenvolvimiento del trabajo intelectual, el resultado será un ambiente sofocante y burocrático en que se dedica mucho tiempo a producir muy laboriosamente unas cuantas obras buenas (lo cual implica la inversión de muchísimo trabajo y energía!). En tal caso, jamás se emprenderán muchas otras obras (y pocos intelectuales querrán trabajar en una situación tan rígida y sofocante). A lo mejor las pocas obras buenas que salgan tendrán temas muy buenos y precisiones muy detalladas y definidas... pero les hará falta vida, humor y arte, y sobre todo las reflexiones e ideas tangenciales que suscitan más diálogo intelectual.

En otros escritos (sobre el arte) he señalado algunas distinciones importantes entre el arte y la ciencia en lo que se refiere al grado de "fidelidad" social conveniente y necesario. Las ciencias naturales y sociales buscan revelar la verdad explorando y presentando elementos, patrones y tendencias que corresponden, lo más directa y estrechamente posible, a la realidad objetiva (actual o del pasado). Las artes, por su parte, también ayudan a captar la verdad, pero dados su naturaleza y propósitos, suelen buscar y presentar la verdad de una manera más indirecta e imaginaria, desde ángulos y perspectivas que (a mi juicio, muy correctamente y adrede) no tienen que adecuarse a las estrictas normas de la investigación científica; es decir, en las artes conviene concebir y presentar la verdad indirectamente, no necesariamente como un reflejo preciso o directo de los fenómenos de la sociedad y la naturaleza.

A mi juicio las mejores obras, incluso las mejores obras científicas (y especialmente las que presentan nuevas teorías que rompen con las múltiples restricciones de lo convencional), combinan aspectos de la ciencia y el arte, con sus correspondientes matices de fidelidad. Y está muy bien que sea así; hasta diría que muchas veces (y tal vez siempre) es necesario, sobre todo si se pretende estimular diálogo y sentar las bases para futuros avances.

Abordar esos asuntos es parte del trabajo intelectual. Muy rara vez se da el caso de que una cuestión teórica está "básicamente resuelta". (En las ciencias naturales se considera que la teoría de la evolución es una de esas pocas cosas básicamente "resueltas", y por eso las babosadas de los creacionistas son doblemente absurdas!) A mi juicio, toda obra importante (especialmente si aborda cuestiones sociales muy debatidas) debe apegarse a rigurosos criterios en lo que concierne a los puntos y temas cardinales (debe dejar claro lo que se conoce y lo que todavía se desconoce, y evitar "afirmaciones" que no se basan en los hechos sino en suposiciones subjetivas). Sin embargo, me parece que en cualquier obra (y en el trabajo intelectual en general) es posible, e incluso muy importante y necesario, hacer un espacio para tratar ciertos temas de un modo más abierto y hasta hacer especulaciones. A lo mejor en el futuro habrá que "cambiar de opinión" o corregir o modificar algunas cosas, pero esto también está bien. A mi parecer, esta clase de "reflexiones abiertas" son un aspecto indispensable de "preparar la masa" de ideas, algo muy necesario para la aplicación de la línea de masas al trabajo intelectual (dentro y fuera de un partido revolucionario).

Tampoco creo que solamente los intelectuales que no sean militantes de un partido de vanguardia deben adoptar este estilo de trabajo (cabe señalar que prácticamente todos lo hacen). Tanto dentro como fuera de tal partido debe reinar un ambiente que estimule la investigación y el debate de una muy amplia gama de temas, y esto es igualmente necesario antes y después de la conquista del poder. Los ensayos o artículos firmados por el autor dan cierta flexibilidad en este sentido, pero no descarto que esto se aplique también a los esfuerzos colectivos. Es difícil manejar esta contradicción, pero es importante dedicarle atención y resolverla en cada caso, y en relación con el trabajo de los líderes intelectuales y el trabajo intelectual en general. Al fin y al cabo, la colectividad (no solo los individuos) también necesita "oxígeno".

Otro aspecto importante del proceso de trabajar en el mundo de las ideas es que a veces por más que uno busque en la gran masa de ideas, de pronto no salta a la vista ningún pedacito de verdad. O no están ahí (y toca buscar más allá) o están ahí, pero están tapados y no se dejan ver.

En esa situación, todo intelectual genuino que busca sinceramente destapar la verdad sabe que la mejor manera de descubrir los pedacitos (o incluso fragmentos mayores) es darle una buena removida a la masa, echarle un chorro de agua, por decirlo así, y repetir la investigación y el análisis: el proceso de contraponer unos elementos a otros, "tirarlos al aire para ver cómo caen", estrellar unos contra otros a ver qué sale. En todo esto es importante afirmar lo más razonable, pero también explorar lo que parece improbable o hasta absurdo.

A veces este proceso de choques y contrastes no da mucho resultado, que digamos, y no se descubre gran cosa. Y a veces uno se fija en chispas brillantes que resultan ser pura fantasía, migajas que se deshacen en la mano. Pero en algunas ocasiones muy contadas, gracias a una metodología sólida y a un poco de suerte, trabajo duro y perseverancia, y (sobre todo) a una mente totalmente abierta a lo inesperado y lo nuevo, a ver las cosas desde una perspectiva fresca sin preconcepciones y nociones preestablecidas, de repente surgen verdades completamente nuevas, no fantasías ni distorsiones de la realidad sino nuevas verdades muy concretas, que salen quizás de pedacitos que uno pasó por alto o subestimó, o de patrones y conexiones que no reconoció.

He aquí la creatividad del proceso intelectual -ser audaces, frescos, abiertos, dar vida al proceso de investigación, de analizar las ideas, manejarlas y, sí, "jugar" con ellas- que es la vida de los intelectuales genuinos que se proponen destapar verdades completamente nuevas y ampliar el conocimiento humano, en lugar de simplemente adquirirlo.

Por lo general, los intelectuales maoístas captamos mejor que es necesario entrarle plenamente a la lucha de transformar la realidad (e infundir los métodos y la línea ideológica revolucionaria a los grandes debates intelectuales del día) para llegar a comprenderla más a fondo y poder transformarla. Y los intelectuales revolucionarios genuinos reconocen (o deben reconocer, porque la experiencia histórica comprueba que no siempre ha sido así) que el trabajo en "el mundo de las ideas" y el proceso de analizar toda clase de cosas y descubrir nuevas verdades no es simplemente un "complemento" útil que aporta al trabajo "principal" de hacer la revolución, sino una parte crucial, necesaria e integral del proceso revolucionario.

Lamentablemente, aunque muchos marxista-leninista-maoístas dicen rechazar el pragmatismo político e ideológico y afirman que "para hacer la revolución, se necesita la teoría revolucionaria", ha existido una tendencia histórica (que pervive) de ver esto en el sentido más estrecho, o sea, de ver que los avances en la teoría política llevan a avances en la línea política o militar, sin captar cabalmente que un amplio abanico de trabajo teórico en muchas esferas y especialidades, que lleva a una mayor o más profunda comprensión de las "verdades" de la naturaleza y la sociedad, impactará de manera importante los asuntos cardinales de la sociedad (y contribuirá a sentar las bases para afilar la lucha ideológica de dos líneas acerca de cuestiones muy variadas), y que precisamente por eso es imprescindible emprender, alentar, apoyar y dirigir correctamente el trabajo intelectual, dentro y fuera del partido.

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