Pasar al contenido principal

BOB AVAKIAN 
REVOLUCIÓN #53: 
Por qué fue necesario votar por Biden en 2020 —por qué no sería correcto volver a hacerlo— y la relación de esto con las cuestiones más grandes de la revolución.

Para empezar, es importante repasar lo que en realidad dije con respecto a las elecciones de 2020, en mi Declaración del 1º de agosto de 2020, en que puse la necesidad de votar por Biden en esas elecciones. (Esta declaración está disponible en las Obras escogidas de BA en revcom.us).

En esa Declaración del 1º de agosto de 2020, señalé que, normalmente, nosotros, los comunistas revolucionarios, sostenemos que la gente no debería participar en el proceso electoral bajo este sistema, porque esto contribuye a reforzar este sistema y todos los horrores que perpetra continuamente.

Así que, ¿por qué las elecciones de 2020 fueron diferentes — lo suficientemente diferentes como para justificar participar en esas elecciones votando por Biden?

Para ir al meollo de la cuestión: el reconocimiento de que, en la situación concreta de 2020, se había vuelto necesario votar por Biden se basó en el análisis científico de que la reelección de Trump conduciría en ese entonces a un nuevo salto en la consolidación del régimen fascista que él encabezaba, con consecuencias desastrosas en términos de la lucha contra los crímenes de este sistema capitalista-imperialista y, más fundamentalmente, en lo que respecta a la lucha para desarrollar la solución fundamental por medio de una revolución para derrocar este sistema.

Desde fines de la década de 1990, yo había venido analizando la naturaleza, y llamando la atención sobre el peligro, del desarrollo del fascismo en Estados Unidos y las consecuencias de permitir que este fascismo continuara en gran medida sin que se le opusiera. Como señalé en el artículo disponible en revcom.us No existe el “totalitarismo”: el fascismo es una ideología y un movimiento político de extrema derecha que “es fundamentalmente anticientífico y se basa en la promoción de la ignorancia, la superstición y las crudas tergiversaciones de la realidad, y en la movilización de una masa rabiosamente fanática de personas descerebradas motivadas por los impulsos y prejuicios más bajos y depravados, con un odio virulento hacia todos aquellos que no son parte de la ‘raza superior’ masculina de personas”.

Como forma de gobierno político, el fascismo representa la dictadura indisimulada de la clase dominante capitalista-imperialista, que esencialmente elimina la pretensión de la democracia y de los derechos para la gente y se apoya abiertamente en la violencia y el terror contra la gente para imponer esta dictadura. El fascismo cristiano es la fuerza impulsora del fascismo en Estados Unidos. El fascismo cristiano no es lo mismo que el cristianismo en general como religión. El fascismo cristiano insiste en que el gobierno y el dominio sobre la sociedad deben basarse en la adhesión absoluta a una interpretación textual de la Biblia cristiana, como la “verdad del evangelio” que debe hacerse cumplir — cuando la realidad es que la Biblia, en su interpretación textual, implica horrores muy reales, que he demostrado en varias obras, incluido mi libro ¡Fuera con todos los dioses! Desencadenando la mente y cambiando radicalmente el mundo.

Los fascistas cristianos, en el gobierno y fuera, han sido la fuerza impulsora en el movimiento para anular el derecho al aborto. Y eso es tan sólo una parte de su horrorosa agenda general. Los fascistas cristianos están decididos a suprimir todo lo que desafíe el mito de Estados Unidos como “la nación elegida por Dios”. Por eso, según estos fascistas cristianos, el desenmascaramiento del racismo, a lo largo de la historia de Estados Unidos y al día de hoy, no puede permitirse y debe eliminarse de la educación escolar y de otras partes de la vida pública. No es accidente que la base más fuerte del fascismo cristiano se encuentre entre las personas blancas del Sur, que se han opuesto vehementemente a la lucha contra el racismo en Estados Unidos, y en realidad nunca han aceptado la derrota de la Confederación de los propietarios de los esclavos en el Sur estadounidense en la Guerra Civil (que se refleja en el hecho de que insisten en que los monumentos a la Confederación no deben ser derribados).

Durante más de 20 años antes de las elecciones de 2020, yo había enfatizado repetidamente la importancia de la lucha de masas contra este fascismo, al tiempo que la vinculaba con la necesidad fundamental de una revolución, para derrocar este sistema del capitalismo-imperialismo, que ha engendrado este fascismo.

Este fascismo dio un salto gigantesco con la llegada de Trump al poder mediante las elecciones de 2016. (Trump en privado desprecia a los fundamentalistas cristianos, pero hizo una “alianza impía” con los fascistas cristianos, y adoptó su agenda oscurantista — ¡y ahora muchos de los fascistas cristianos lo consideran el “salvador” de Estados Unidos!)

Desafortunadamente, en una medida demasiado grande y durante un tiempo demasiado largo, esta verdad que yo señalaba fue ignorada o descartada. Como resultado, a pesar de los mejores esfuerzos míos y de los revcom (comunistas revolucionarios) en su conjunto, junto con algunas otras personas, no hubo ningún movimiento verdaderamente masivo y sostenido que se opusiera al fascismo que Trump representaba. Así pues, a medida que se acercaban las elecciones de 2020, existía un peligro real y agudo de que este fascismo se consolidara y atrincheraba aún más con la reelección de Trump. En mi declaración del 1º de agosto de 2020, desmenucé concretamente el peligro muy real de este fascismo y las consecuencias de permitir que este fascismo se consolidara aún más, y señalé la conclusión inevitable de que el único medio para impedir esto, en la situación inmediata, era votar por Biden en las elecciones que se iban a celebrar en unos meses de ese momento.

En términos básicos, esta política de votar por Biden fue una táctica para hacer frente a una coyuntura particular que representaba un peligro profundo, agudo e inmediato.

El argumento esencial a favor de esta táctica, y su relación con cosas más amplias —incluida la necesidad fundamental de la revolución— está contenido en el resumen al final de mi declaración del 1º de agosto de 2020 (que, para repetir, está disponible en las Obras escogidas de BA en revcom.us).

Recordemos la situación en ese entonces, incluido lo que siguió inmediatamente después de las elecciones de 2020: el intento de Trump de dar un golpe de estado para permanecer en el poder después de perder las elecciones, un golpe de estado que estuvo a punto de tener éxito: cualquier evaluación objetiva y científica de la situación en ese momento lleva a la clara conclusión de que mi análisis del peligro inmediato agudo era correcto y que la medida táctica de votar por Biden era necesaria.

No ver esto es fracasar estrepitosamente (o simplemente negarse) a pensar con seriedad en lo que representa el fascismo del que Trump está al frente, y cuáles habrían sido las consecuencias de haber podido hacer lo que él tenía la intención de hacer si hubiera permanecido en el poder como resultado de las elecciones de 2020 (o como resultado de un golpe de estado para anular los resultados de las elecciones que perdió). Y, en lo más fundamental, se trata de fracasar estrepitosamente, o negarse, a pensar con seriedad en lo que implica una revolución real, y en la manera en que las divisiones al interior de la clase dominante pueden tener una relación con ese objetivo fundamental de la revolución.

No es posible ver esto, ni es posible entenderlo correctamente, con un enfoque dogmático muy dañino, estrecho y mezquino que se niega a hacer un análisis concreto de las condiciones concretas e ignora, o distorsiona, las contradicciones muy reales que sientan las bases para la lucha contra este sistema. Específicamente, este enfoque muy erróneo se basa en la noción simplista no sólo de que tanto los demócratas como los republicanos son malos (lo cual es claramente cierto) sino que cualquier diferencia entre ellos es siempre irrelevante en términos de la lucha contra este sistema — lo cual no sólo está seriamente mal sino que puede ser extremadamente dañino.

El análisis correcto es que tanto los demócratas como los republicanos son terribles, verdaderamente terribles. En términos fundamentales, son “igualmente terribles” porque en ambos casos representan e imponen este sistema de horrores — pero no son “lo mismo”. Como he comentado aquí (y más a fondo en mi Declaración del 1º de agosto de 2020 y en otras obras), esta diferencia tuvo un importante significado y una importancia en el contexto de las elecciones de 2020, y tiene un significado diferente, incluso más grande y más profundo ahora, en una situación que supone la perspectiva muy real de algo aún más terrible que en “tiempos normales” bajo este sistema, pero también la posibilidad de arrancar algo verdaderamente emancipador de esta situación — una revolución real. (Esto es algo que se aborda con mayor profundidad en mis mensajes anteriores, particularmente en los números del Ocho al Once, así como en “Algo terrible, O algo verdaderamente emancipador” y otras obras que están disponibles en revcom.us.)

En mi próximo mensaje, abordaré la siguiente pregunta: si fue necesario votar por Biden en las elecciones de 2020, ¿por qué no es correcto votar por Biden en las venideras elecciones de este año [2024] — cuando se podría hacer el argumento de que lo que representa Trump es aún más peligroso que hace cuatro años?