Hace varios años, aludiendo al título de un libro de Benjamin Barber, describí una de las principales confrontaciones que se daban en el mundo como Jihad vs McMundo/McCruzada. (“Jihad” aquí se refiere al terrorismo fundamentalista islámico, y “McMundo/McCruzada” al imperialismo occidental cada vez más globalizado, impregnado de la nociva “superioridad de la Civilización Cristiana Occidental”). Como escribí en ese entonces:
Lo que vemos en contienda, con la jihad por un lado y McMundo/McCruzada por el otro, son sectores históricamente anticuados de la humanidad colonizada y oprimida contra sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista. Estos dos polos reaccionarios se oponen, pero al mismo tiempo se refuerzan mutuamente. Apoyar a uno u otro de esos polos anticuados, acabará fortaleciendo a los dos.
Esta es una formulación muy importante y crucial para entender las dinámicas que impulsan el mundo en este período, pero tenemos que tener en claro cuál de “los dos sectores históricamente anticuados” ha causado más daño y representa la mayor amenaza a la humanidad: los “sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista”, y en particular los imperialistas estadounidenses1.
Hoy, estos “dos sectores históricamente anticuados” aún tienen una importancia real, pero hay que decir que existe, también, un nuevo tipo de “dos anticuados”, particularmente notable en Estados Unidos: la locura fascista y la demencia de “los concienciados”.
He escrito y hablado extensamente sobre la tergiversación anticientífica y salvajemente descabellada de la realidad y la verdad, lo que caracteriza al fascismo como una fuerza poderosa en contienda por el poder — con objeto de instituir una dictadura capitalista más descarada y abierta que destriparía y pervertiría el estado de derecho, suprimiría brutalmente los derechos de las masas de personas y extremaría aún más las relaciones explotadoras y opresivas de este sistema del capitalismo-imperialismo y la amenaza a la existencia humana con la destrucción del medio ambiente y el peligro de una guerra nuclear.
Pero hay otro tipo de locura que se está volviendo una importante fuerza destructiva en la política y la sociedad: la creciente tendencia a echar al suelo a todo y a todos que no satisfagan ni puedan satisfacer la “prueba” anti-histórica, anti-científica y retorcida de cumplir con los estándares, a menudo arbitrarios, de “la concienciación”. Hay numerosos y crecientes ejemplos de esto — que incluyen, por ejemplo, situaciones en que una persona (digamos, un artista), que es blanca, hace algo poderoso que pone al descubierto la opresión del pueblo negro… y en lugar de que eso se aprecie por contribuir al conocimiento de esta opresión y la lucha en su contra, salen ataques a esa persona por una supuesta “colonización cultural” (por presuntamente “apropiarse” la denuncia de esa opresión y la lucha en su contra). Esto es demente, y peor que demente. Como otras personas han señalado, llevado a su extremo lógico, este tipo de concienciación al estilo de la “política de identidad” —que insiste en que únicamente las personas que experimentan algo directamente pueden hablar con legitimidad al respecto— pondría fin a la literatura y el arte, o al menos los restringiría y las viciaría gravemente, entre otros crímenes. Y en general, esto hace un gran daño a la lucha contra la opresión y al tipo de sociedad en el cual deberíamos querer vivir. Sin embargo, como un virus fuera de control, esta demencia continuamente extiende su alcance y se operan mutaciones en sus formas particulares, al volverse cada vez más extremo y al desconectarse cada vez más de una manera cuerda de abordar la realidad.
La verdadera lucha contra la injusticia y la opresión, y las perversiones de la tóxica “cultura de la cancelación”
En Un hermoso levantamiento: Lo bueno y lo malo, métodos y principios, al examinar diferentes tendencias que se evidenciaron en el brote de lucha de masas contra el terror policial y el racismo institucional en el verano de 2020, enfaticé estos puntos de método y principios básicos:
Es de crucial importancia identificar qué es, en cualquier fenómeno dado (un sistema, un movimiento, una persona) lo más importante (el aspecto principal), lo que define la esencia de ese fenómeno en cualquier momento dado, y en general. Por ejemplo, tanto Nat Turner como John Brown, que dirigieron rebeliones heroicas (aunque al final fueron derrotadas) contra la esclavitud, eran altamente religiosos — y no sería malo considerar a cada uno de ellos como un fanático religioso de algún tipo. Pero su fanatismo religioso estaba al servicio de la lucha contra la forma más importante (la forma más atroz) de explotación y opresión de aquel tiempo — la esclavitud. No podemos condenar a Nat Turner o a John Brown por no reconocer que, para dirigir la lucha para deshacerse de toda opresión, es necesario deshacerse de las cadenas mentales de la religión y asumir un método y enfoque consecuentemente científico — al igual que no podemos condenarlos por no luchar contra lo que hoy es el sistema más importante de explotación y opresión que somete a las masas de la humanidad a un sufrimiento horroroso, es decir el sistema del capitalismo-imperialismo, porque en su época, la cuestión inmediata más decisiva (todavía) no era la abolición del sistema capitalista-imperialista y la eliminación de todas las relaciones de explotación y opresión, sino la abolición del sistema de la esclavitud declarada. Esa era la contradicción más importante (principal) que se enfrentaba. Y el aspecto más importante (principal) de lo que hicieron, al levantarse contra la esclavitud, era abrumadoramente positivo, aunque con ciertas claras deficiencias secundarias (incluido el hecho de que, en la rebelión dirigida por Nat Turner, mataron no solamente a los adultos sino a los niños de las familias propietarias de esclavos)2.
La cancerosa “cultura de la cancelación” que se ejerce en nombre de “la concienciación” pisotea estos métodos y principios cruciales. En “Un hermoso levantamiento” señalé que en algunos casos se distinguen clara y inmediatamente lo bueno y lo malo —las cosas las cuales hay que defender y otras (como monumentos de la Confederación esclavista) las cuales hay que repudiar y quitar—, pero en muchos casos la situación es más compleja. Sin embargo la “cultura de la cancelación de los concienciados” rechaza la diferencia entre lo que es inmediatamente claro y lo que es más complejo — rechaza el discurso racional y la seria y científica exploración y forcejeo en torno a cuestiones que quizá de hecho sean complejas, reemplazando eso con reacciones irreflexivas, según lo que se haya convertido en los imperativos momentáneos de “la concienciación de la política de identidad”. Como enfaticé en Esperanza para la humanidad sobre una base científica:
en los casos en que las personas han cometido crímenes y ultrajes reales, hay que conseguir que éstas rindan cuentas; pero también existe la necesidad de examinar el arco de la vida de un individuo y cuál es el aspecto principal que define la vida de este individuo. ¿Son los errores que ha cometido, o incluso algo realmente terrible que ha hecho en algún momento? ¿Es eso el aspecto esencial de su vida y lo que la define? ¿O su vida ha abarcado una transformación real, en la que las cosas que han llegado a definir quién es este individuo son las cosas positivas que ha hecho y la trayectoria positiva de su vida en general?
Lo que opera aquí es una orientación muy errónea y perjudicial de “cancelar” a las personas —de acusarlas (en el ámbito de la opinión pública, si no bajo la ley) y cancelarlas— lo cual es distinto a conseguir que las personas rindan cuentas por actos graves de opresión u otros ultrajes que han cometido, pero luego también examinar todo el arco y el contenido principal de lo que ha sido su vida. (Y esto se agrava aún más por el hecho de que a menudo esto se amplifica mediante un “juicio en los medios de comunicación y las redes sociales”, sin ninguna perspectiva ni pretensión del debido proceso o ningún esfuerzo real por llegar a conocer la verdad, impulsado por la peligrosa noción de que una mera alegación basta para condenar a un individuo y convertirlo en un paria permanente, y con la característica de negarse a aplicar cualquier medida de proporcionalidad, sin distinguir entre diferentes tipos y grados de actos indebidos.)3
Hay que decir —y no es posible exagerar— que en el mundo actual, no puede haber sociedad justa alguna sin el estado de derecho; no puede haber estado de derecho alguno sin el debido proceso de la ley; y no puede haber debido proceso alguno sin la presunción de inocencia (y que esa presunción de inocencia sea auténtica — y no una farsa, tal como lo es en esta sociedad). Por eso se da tanto énfasis a estos principios en el nuevo comunismo, incluido específicamente en la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, de mi autoría4.
También cabe decir que no puede haber justicia alguna, y se hará gran daño, en los casos en que se considere el “juicio en los medios de comunicación y las redes sociales” como un equivalente al debido proceso o sustituto por él — y esto es especialmente cierto cuando no salgan acusaciones contra representantes del poder estatal, como la policía, sino que salgan acusaciones contra “gente común”, incluso personas adineradas y/o prominentes. Sin embargo, dicho “juicio en los medios de comunicación y las redes sociales” —donde una mera acusación se considera prueba de culpabilidad y hay una marcada falta de proporcionalidad (y a veces hasta una negativa a reconocer o a aceptar el resultado de una investigación seria y del debido proceso auténtico— es lo que exige y practica la “cultura de la cancelación de los concienciados”. Esto no es más que otra versión de la noción extremadamente nociva de que “el fin justifica los medios” (de que se justifica cualquier medio si el fin es, o se proclama ser, justo), algo que rechaza firmemente el nuevo comunismo y que debería rechazar toda persona que aspire a una sociedad verdaderamente justa.
Pero este tipo de locura es lo que ocurre cuando se lleve a extremos fanáticos la estrechez y cinismo pequeño burgués —lo que se caracteriza por la indignación (auténtica, o artificial y de moda) ante casos de injusticia social pero al mismo tiempo por descartar o de plano rechazar cualquier intento real de crear una sociedad verdaderamente justa, y lo cual moldean y manipulan a menudo fuerzas burguesas gobernantes— todo lo que se desconecta de un método y enfoque racional y científico y se le contrarresta. La poderosa influencia del individualismo extremo agrava todo eso, con su promoción en toda esta sociedad, y su componente nocivo de constantemente ponerse a “echar al suelo” a otros (lo que se ha convertido en un perverso “deporte nacional”).
Y, entre otras cosas, la “cultura de la cancelación”, al perseguir a individuos principalmente, es un enfoque que tiende a ignorar, restar importancia y no luchar realmente contra las instituciones y contra todo el sistema que constituyen la raíz y fuente profundas de estos ultrajes. En muy pocos casos (si los hubiera), este enfoque ¡se propone “cancelar” al sistema entero!
Todo esto es también una expresión del “empresarialismo concienciado”: trata la opresión y la oposición a la opresión como “capital” —aspira a “adueñarse” de él y “palanquearlo”— en vez de luchar para abolir la opresión.
Ahora bien, al igual que la formulación original de los “dos sectores históricamente anticuados”, es importante tener un entendimiento claro sobre cuál de estos nuevos “dos anticuados” representa el peligro más grande y hace, con mucho, el daño más grande. Claramente, la respuesta es la locura fascista y no la demencia de “los concienciados”. Pero, al mismo tiempo, al igual que los “dos anticuados” originales, estos nuevos “dos anticuados” también se refuerzan mutuamente al mismo tiempo que se oponen entre sí, y esto, también, es una dinámica con la cual hay que romper, rechazando y oponiéndose a estos nuevos “dos anticuados” en ambos casos. (Y aquellos que niegan que la demencia de “los concienciados” y de la “cultura de la cancelación” es un problema real y serio —quienes al contrario insisten en que de lo que se trata es simplemente de hacer que las personas se responsabilicen por sus actos indebidos— están negándose a reconocer la realidad, o la están tergiversando fuertemente. Se parecen a aquellos pseudo “izquierdistas” que han tratado de remozar la imagen del terrorismo fundamentalista islámico como un “islam político” e incluso en algunos casos se han esforzado por pintarlo como una fuerza positiva contra el imperialismo occidental.)
Estos nuevos “dos anticuados” —los últimos estertores de este sistema moribundo— y la revolución que urge para derrocar este sistema
En mi Declaración de Año Nuevo (Un año nuevo, la necesidad urgente de un mundo radicalmente nuevo — Para la emancipación de toda la humanidad), señalé que, si bien los fascistas y los proponentes de la “política de identidad” invocan objetivos políticos muy diferentes, tienen mucho en común en términos de su epistemología (su enfoque del conocimiento y la verdad). En los dos casos tratan la “verdad” como algo que esté conforme a inclinaciones y prejuicios subjetivos y no a la realidad objetiva5. Y hace falta decir que, en términos de su impacto social, la demencia de “los concienciados” en realidad contribuye a reforzar y fortalecer a las fuerzas fascistas, que son muy capaces de sacar provecho especialmente de las expresiones más flagrantes de esta “concienciación” no solamente para burlarse y poner en ridículo a “los concienciados” sino para negar la muy real opresión y obstaculizar la lucha en su contra, mientras en un sentido general esta demencia de “los concienciados” constituye una distracción y evasión —y de hecho hace gran daño— ante la lucha contra la opresión y la explotación de las masas de personas, en Estados Unidos y en el mundo entero, y ante la necesidad de hacer una revolución para abolir y arrancar de raíz la base para esta opresión y explotación.
Es esta revolución —una revolución real, para derrocar y abolir en toda su extensión este sistema del capitalismo-imperialismo y hacer nacer una sociedad radicalmente diferente y mucho mejor, sobre una fundación completamente diferente— por la que hay que trabajar con urgencia ahora, aplicando el método científico y los principios fundamentados en la ciencia, del nuevo comunismo, en oposición a todo lo que contribuye a imponer y reforzar este sistema del capitalismo-imperialismo, que encarna la opresión más horripilante y cada vez más representa una amenaza existencial a la propia existencia de la humanidad.