El mes de septiembre fue un punto de inflexión en la lucha para determinar si las mujeres controlarán o no su propio cuerpo y reproducción. La prohibición del aborto en Texas trituró 50 años de precedente constitucional e invalidó, en efecto, la decisión histórica Roe contra Wade de la Corte Suprema que despenalizó el aborto en 1973. De aún peor augurio, la Corte Suprema acordó conocer un caso sobre una prohibición del aborto después de las 15 semanas de embarazo en Misisipí, un caso que de plano podría anular —o debilitar drásticamente— Roe contra Wade.
No podemos permitir que esto quede así. Es imprescindible que esto se encuentre con una respuesta masiva de personas que se niegan a permitirlo. Las personas deben lanzarse a las calles y hacer todo lo que puedan para que las marchas del 2 de octubre convocadas por la Marcha de las Mujeres sean enormes, implacables y combativas —y que no se limiten a un acto simbólico de un solo día después del cual todos regresen a la normalidad— ¡porque ya se acabó la normalidad!
El sacudón que es esto, su crueldad deliberada, las intenciones teocráticas, debido a las cuales las personas comparen esto con el Talibán y con razón, está suscitando preguntas existenciales.
¿Qué van a hacer las mujeres que están a punto de perder su libertad reproductiva? ¿Qué deben hacer las personas que desean una sociedad donde haya justicia?
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Consejos mortíferos del New York Times y de demasiadas voces en pro del derecho a decidir
Según el New York Times, debemos aceptar que ya se ha ido el derecho al aborto y prepararnos para la larga y pacienzuda caminata de ganar elecciones para al final anular esto.
El consejo editorial del New York Times resumió su argumento así:
Para la mayoría de los estadounidenses que apoyan al derecho de la mujer a la salud reproductiva integral, la Corte Suprema ahora constituye un adversario. Cualquier logro duradero significará luchar de la misma manera en que han luchado los activistas antiaborto durante décadas — en la esfera política, ganando elecciones a nivel estatal y federal y cambiando leyes como resultado. A diferencia de jueces, los dirigentes elegidos pueden perder en los comicios si no les hacen caso a los votantes. Es un camino largo y difícil, pero es el camino el cual tienen que tomar todas las reformas duraderas en una Democracia.
Kathryn Kolbert, abogada de derechos reproductivos y co-autora de Controlling Women: What We Must Do Now To Save Reproductive Freedom (Controlando a las mujeres: Lo que tenemos que hacer ahora para salvar la libertad reproductiva), hizo el mismo argumento en una entrevista en la NPR el 3 de septiembre:
Las cortes federales en particular no son nuestros amigos. Y tenemos que volver al proceso legislativo para restaurar los derechos que probablemente se nos quiten en el caso de Misisipí, que se conocerá en el otoño del año en curso.
La entrevistadora le puso una pregunta contundente: “Pero los simpatizantes del derecho al aborto han perdido terreno en las legislaturas estatales, que es lo que ha desembocado en leyes como la de Texas y la de Misisipí. Parece que, si eso es su estrategia, las cosas van a ir en el sentido contario al que usted quisiera”.
Kolbert respondió:
“Exactamente. El movimiento antiaborto tuvo una estrategia de 40 años de duración. También necesitamos una estrategia de largo plazo.
¿A cuántas mujeres están dispuestos a sacrificar?
¡40 años! Primero, decirles a las personas que deban resignarse a aceptar esto —como si esto fuera una parte legítima, aunque no deseable, del proceso— es un acto de claudicación que hay que medir por su costo en las vidas de las personas en Estados Unidos y por el mundo entero. Este costo empezó a acumularse el día después de entrar en vigor la ley en Texas, cuando una mujer que tuvo la suerte de tener un ultrasonido que demostraba que sólo tenía cinco semanas de embarazo, resultó positiva en la prueba por la Covid y por eso negaron a practicarle un aborto. Donde el personal de la clínica tenía que aguantarse las lágrimas cuando una mujer, que estaba a punto de ir a la cárcel y con tres hijos en casa que no quería llevar otro embarazo a término, se arrodilló ante el personal y le rogó que le ayudara.
¿Cuál será el costo para toda la mitad de la humanidad que nació mujer y para todas las personas LGBTQ que ahora se encuentran en la mira de una guerra fundamentalista cristiana fanática que tiene por objetivo prohibir el control de la natalidad y de consolidar con fuego la discriminación contra la gente LGBTQ? Para todos los que se opongan a la pesadilla fascista de la cual es un eje este asalto contra el aborto —con su supremacía blanca abierta, su negacionismo de la ciencia, su destrucción acelerado del clima y el odio anti inmigrante al cual azuza—, ¡no tenemos 40 años para esperar!
Este enfoque de dejarlo al largo proceso de las elecciones, y de ceder terreno al movimiento anti aborto una y otra vez a fin de “ganar elecciones” ha maniatado al movimiento de derechos reproductivos durante décadas. Ha allanado el camino hacia el lugar muy peligroso en el que nos encontramos ahora. Continuar haciendo lo mismo es la definición de libro de texto de la demencia.
No se ganaron estos derechos de esta manera, y eso no es lo que está impulsando este ataque
En segundo lugar, la insistencia del New York Times en que el “camino largo y difícil” de ganar elecciones es “el camino el cual tienen que tomar todas las reformas duraderas en una Democracia” es fundamentalmente equivocada. Lo contradice la historia demostrable.
Los derechos que ahora nos están quitando eran concesiones que se ganaron en los grandes auges de lucha social en los años 1960. No resultaron del trabajo durante décadas para elegir a legisladores sino de una generación que luchaba fuera de los límites del sistema y cada vez más en su contra — estudiantes que quemaban su tarjeta de conscripción militar dispuestos a ir a prisión por evadir el servicio militar, rebeliones urbanas y cierres de universidades, plantones de mujeres en las oficinas de revistas importantes hasta que les dieran empleo de periodistas y no simplemente secretarias. Estos derechos resultaron de trastornos que crearon el tipo de crisis política en múltiples frentes, que tenía preocupada a la clase dominante de que su sistema venía perdiendo su estatus internacional como la “más grande Democracia en el mundo” y su legitimidad en el territorio nacional.
En reacción a estas concesiones, y con la aceleración de la globalización de la explotación capitalista que ha resultado en cambios en la economía y la composición social del país1, un movimiento fascista se venido cobrando fuerza durante décadas, encabezado por sectores muy poderosos de la clase dominante decididos a cambiar la forma de gobernar en una dictadura indisimulada y la brutalidad sin disfraz. Odian el derecho al aborto y están emperrados en anularlo por lo que este derecho ha abierto para la capacidad de las mujeres de participar más plenamente en la sociedad… y además porque desde hace mucho tiempo, la oposición al aborto ha sido una puerta de entrada al programa más amplio para revocar violentamente todos los logros sociales desde los años 1960.
Como escribió el líder revolucionario Bob Avakian en un artículo reciente, ESTE ES UN MOMENTO POCO COMÚN EN QUE LA REVOLUCIÓN SE VUELVE POSIBLE — POR QUÉ ES ASÍ, Y CÓMO APROVECHAR ESTA OPORTUNIDAD POCO COMÚN, el cual debería leer toda persona que trate de entender por qué esto está pasando:
[U]n sector de la clase capitalista dominante, representado por el Partido Republicano, siempre se ha resistido incluso a dar estas concesiones parciales a la lucha contra la opresión, y ha llegado a convencerse de que ahora estos cambios han ido muy lejos, que amenazan con destruir lo que ha mantenido la articulación de este país y lo que le ha permitido dominar al mundo.
Los fascistas están triturando las instituciones en las cuales el New York Times quiere que confiemos
En tercer lugar, la estrategia del New York Times es una estrategia perdedora que para nada detendrá el deslizamiento hacia una Gilead en la vida real2. Pero, persistir en este enfoque perdedor ahora —cuando los republicanos han purgado sus filas, se han endurecido y se han convertido en lo que es ahora un partido fascista— ¡es una vía rápida hacia la catástrofe!
Mientras el New York Times y Biden siguen jugando según las reglas y diciéndole a la gente que cuenta con 40 años para doblar lentamente el arco de la historia hacia la justicia, el partido Republicano fascista está eviscerando las reglas y haciendo pedazos al país. Al pisotear los derechos de la población y toda pretensión de “una democracia para todos”, este partido fascista nos dice abiertamente que si pierde las próximas elecciones, no dudará en hacer que los legisladores republicanos decidan el resultado. Incluso esta prohibición en Texas es un ejemplo de esto — una impugnación abierta al estado de derecho.
Aquellos que han gobernado sobre nosotros, con sus partidos Demócrata y Republicano, están en un férreo conflicto sobre cómo mantener la articulación de Estados Unidos y su sistema capitalista. Este conflicto no se ha mitigado con la elección de Biden ni sus intentos fútiles de “unificar al país”. Viene intensificándose.
Como ha analizado Bob Avakian, al hacer frente a la verdadera realidad concreta de esta situación:
Los republicanos tienen ciertas ventajas importantes frente a los demócratas en este conflicto.
Los demócratas están comprometidos con “jugar según las reglas” y “confiar en las normas” de la dictadura capitalista “democrática”, mientras que los republicanos actúan para destrozar esas normas y gobernar por medio de una dictadura capitalista abierta e indisimulada.
La naturaleza peculiar de Estados Unidos —con su historia de genocidio, esclavitud y supremacía blanca continua, y los repetidos “acuerdos” que les han dado un poder desproporcionado (un poder más grande que lo que sus poblaciones representan) a los estados sureños de la antigua Confederación esclavista, y a otros estados con poblaciones rurales importantes de personas con “inclinaciones conservadoras”— es otra ventaja con la que cuentan los republicanos fascistas.
Si esta batalla continuara según los términos de este sistema, no sólo habrá horrorosas consecuencias en general, sino que la situación muy probablemente podría conducir a un triunfo de los fascistas republicanos, lo que acentuaría y aceleraría el desastre que se avecina, para la humanidad en su conjunto.
Únicamente una revolución real puede resolver esto de manera fundamental
La verdad dura pero liberadora es que bajo este sistema, las elecciones y las instituciones “apropiadas” por medio de las cuales supuestamente hay que ejercer voluntad política cuentan con una estructura tal que obstaculice todo cambio fundamental. Estas instituciones sirven al sistema del capitalismo-imperialismo. Dado que este sistema depende de la explotación y las desigualdades, sus instituciones NO tienen que ver con dar una justicia verdadera ni duradera, y NO PUEDEN hacerlo. Son tonterías las palabras almibaradas del New York Times sobre la elección de representantes que “escucharán a sus votantes” como el verdadero camino al cambio duradero.
Pero la plena emancipación de las mujeres es posible por medio de una revolución real: al derrocar este sistema y al reemplazarlo por un sistema radicalmente nuevo e instituciones nuevas.
Por lo tanto, ¿qué deben hacer las personas ahora, dado que la Corte Suprema está bajo el control de fascistas teocráticos?
No regresar al pasado requerirá luchar fuera de los términos de este sistema como los detalla el consejo editorial del New York Times. Requerirá rechazar el consejo de abandonar nuestros derechos. Aún más, requerirá heroísmo, sacrificio y osadía, sobre la base de lo que no solamente es justo sino que es realmente posible.
No debemos aceptar las leyes injustas sino que debemos desafiarlas y combatirlas. Que no saquemos inspiración de aquellos que nos han mantenido pasivos, desmovilizados y ciegos sino que inspirémonos de los literalmente millones de mujeres en todo el mundo que se han tomado las calles desde Polonia y la India hasta Latinoamérica contra el feminicidio y la violación y los intentos de privarles de contraceptivos y el aborto. Pregúntense por qué, en un momento en que nos encontramos ante la realidad de que las mujeres quizá pierdan el derecho al aborto en Estados Unidos, las mujeres en México y Argentina que han luchado implacablemente en las calles y en contra de las grandes instituciones que gobiernan la sociedad están logrando avances en estos derechos.
Al mismo tiempo, y con urgencia, tenemos que trabajar hacia una revolución real. Una revolución que se vuelve posible ahora, incluso en un país poderoso como Estados Unidos, debido a los extremos insólitos de las circunstancias que enfrentamos en las cuales los que gobiernan a este país ya no lo pueden hacer de la misma manera en que antaño articulaban las cosas bajo el dominio de una clase capitalista más o menos unida. Así que, a todas las compañeras y compañeros que ahora tienen que alzarse en una lucha implacable —tal como tienen que hacer—, ustedes deban examinar con seriedad por qué hace falta una revolución, qué supone esta revolución y qué tipo de sociedad se propone, y deban organizarse activamente en la revolución que hace falta para mover la humanidad a un mundo mucho mejor.