Después del ataque mortal al Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero, un intento de golpe de estado que podría haber tenido éxito y que debería sonar la alarma por lo que es posible, hubo un breve período en el que una parte significativa de los funcionarios electos republicanos dio marcha atrás, se distanció o hasta condenó públicamente el ataque y al propio Trump. Hasta los lacayos leales como el vicepresidente Pence y el procurador general Barr no se conformaron con el golpe de estado. Se habló en los medios tradicionales de que el Partido Republicano sopesaba “un futuro sin Trump”, y hubo mucho engaño y autoengaño entre personas genuinamente progresistas de que la amenaza fascista había terminado, o que al menos estaba decayendo.
Y ahora nos encontramos aquí:
El 20 de enero, Donald Trump escribió que “la insurrección tuvo lugar el 3 de noviembre, día de las elecciones. ¡El 6 de enero fue la protesta!” En otras palabras, la elección —y por implicación, la presidencia de Biden— fue ilegítima, “un robo”. Y por lo tanto, el intento violento de volver a instalar a Trump como presidente era legítimo, justo.
Prácticamente todo el Partido Republicano “oficial” está cerrando filas en torno a esa posición. Hablando del motín del Capitolio, el congresista Paul Gosar dijo que las autoridades federales estaban “hostigando a patriotas pacíficos”, y aquí se refiere a los golpeadores que tomaron por asalto el edificio, golpearon a personas hasta dejarles inconscientes, agitaron banderas de la Confederación esclavista y amenazaron con “Ahorcar a Mike Pence” y balear a la lideresa de la mayoría de la Cámara, Nancy Pelosi. El representante Andrew Clyde dijo que era como “una visita normal de un grupo de turistas”.
¿Pero tal vez estamos hablando sólo del margen demente de la delegación republicana de la Cámara de Representantes? ¡No! Steve Scalise, el segundo republicano líder en la Cámara, incluso ahora se niega a reconocer que la elección no fue robada, alegando que hubo elecciones ilegales en que “los estados que no siguieron las leyes”. Y casi toda la delegación, desde la dirigencia hasta el miembro más joven, ha trabajado para sabotear cualquier investigación del golpe de estado del 6 de enero, aun cuando se evidencia cada vez más que el 6E fue un esfuerzo bien planeado y financiado desde los más altos niveles del movimiento fascista, incluido el propio Trump, para anular las elecciones de 2020. El influyente congresista del Partido Republicano Jim Jordan denunció la investigación: “¿Estás involucrado en actividad política? Van a investigarte”.
Haga memoria y piense qué pasó en enero después del ataque. En ese momento, según el CNBC, el líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, dijo que el ataque al Capitolio era “antiamericano”; el senador de Florida, Rick Scott, pidió que se enjuiciara a los atacantes; Tom Cotton, de Arkansas, dijo: “Esta violencia es inaceptable y debe tratarse con todo el peso de la ley”. El 7 de enero, el senador Lindsey Graham, aliado cercano de Trump, dijo que había “roto” con Trump. “Lo único que puedo decir es que no cuente conmigo. Ya basta”. El 13 de febrero, el líder de la minoría senatorial Mitch McConnell dijo que Trump era “responsable práctica y moralmente” por la violencia en el Capitolio, y que Trump estaba “decidido a anular la voluntad de los votantes o a prender fuego a nuestras instituciones a su salida”.
Pero para el 29 de enero, McCarthy había hecho una peregrinación para arrodillarse ante Trump en Mar-a-Lago, y en los meses desde entonces, cada uno de estos republicanos, e incontables otros, han vuelto a subir a bordo del “tren Trump”. La inmensa mayoría votó por no impugnar a Trump en febrero. La voluntad de promover las mentiras sobre las “elecciones robadas” de Trump se ha convertido en la prueba de fuego para saber si cualquier republicano tiene un futuro político. Y con dos excepciones, los republicanos boicotearon e intentaron bloquear la formación de un comité de la Cámara para investigar el golpe de estado del Capitolio, durante el cual, no olvidemos, una turba de linchamiento se precipitó sobre esos mismos políticos, en busca de matar a algunos de ellos.
Obstruir las investigaciones
Como ya se ha señalado, en relativamente poco tiempo después del intento de golpe de estado, los republicanos de más peso comenzaron a oponerse, primero al juicio político contra Trump (el “impeachment”) y luego a la investigación del golpe de estado por el Congreso. Hubo un ataque intensivo contra cualquier republicano que no se ha sumado a esto. Incluso Liz Cheney, una figura extremadamente conservadora de una poderosa familia republicana, ha sido echada de su posición de liderazgo en mayo porque condenó abiertamente a Trump.
Cheney es ahora uno de los dos republicanos que desafiaron los esfuerzos de McCarthy para mantener a todos los republicanos fuera del Comité Selecto de la Cámara que investiga el golpe de estado del 6 de enero; su presencia convierte a este comité en “bipartidista”, de cierto modo. Pero a nivel más fundamental, esto revela que ahora está muerto el Partido Republicano neofascista de derecha en el que Liz Cheney era una estrella, reemplazado por un partido inspirado y dirigido por fascistas de núcleo duro quienes ven ideas como el “bipartidismo”, sin hablar de una “transición pacífica del poder”, con desprecio total. Y ese partido —la inmensa mayoría de los republicanos y todos sus dirigentes— está trabajando activamente para sabotear la investigación del Comité de la Cámara de Representantes.
Una manifestación importante de esta obstrucción es que Trump instó públicamente a los testigos llamados a comparecer por el Comité Selecto de la Cámara que investiga el golpe de estado a que se negaran a comparecer, aunque reciban una citación, lo que es descaradamente ilegal1 y reduce la “supervisión del Congreso” sobre el poder ejecutivo y al propio estado de derecho a una mera anécdota.
Si bien Steve Bannon, que es casi un nazi abierto2 y ha sido un asesor clave de Trump en varios momentos y parece haber sido un jugador central en la planeación del golpe de estado, siguió el ejemplo de Trump y desafió abiertamente su citación, el Comité Selecto recomendó que la Cámara de Representantes votara para declararlo en desacato y remitirlo al Departamento de Justicia para su enjuiciamiento. De los 214 congresistas del Partido Republicano, tan sólo nueve de ellos apoyaron la recomendación. 202 votaron en contra, manifestando así su determinación de proteger a los golpistas y paralizar la investigación.
Despojar a la gente de color del derecho de votar, maniobrar hacia facultar a las legislaturas republicanas para anular las elecciones
En otro frente, desde enero, las legislaturas estatales controladas por los republicanos en 18 estados han aprobado 33 leyes cuyo propósito es suprimir la votación entre los negros, latinos e indígenas especialmente. Para leer más información sobre esto, véase “Republi-fascistas intensifican guerra contra la votación de la gente de color”. También se han propuesto algunos proyectos de ley (algunos ya aprobados) que permitirían que los funcionarios o legislaturas republicanos simplemente ignoraran el voto en distritos que no votaron de la manera “correcta”.
El hecho de que hasta ahora los más escandalosos de estos proyectos de ley no se han aprobado (aún) no debe servir de consuelo. La clara intención de todos estos proyectos de ley es de institucionalizar una forma diferente de gobierno, una en la que los fascistas, concentrados en las zonas rurales blancas de Estados Unidos, están en condiciones de anular los votos que van en su contra. Se trata de un gran salto hacia el fascismo total, y están muy decididos a alcanzarlo.
Además de estas leyes, estas legislaturas estatales también están redibujando distritos legislativos y del Congreso de tal manera que se pueden asegurar mayorías republicanas en un futuro previsible. Y están expulsando a los funcionarios electorales que han mostrado una falta de voluntad para seguir adelante con estas y otras medidas antidemocráticas (incluso los funcionarios republicanos), sustituyéndolos por agentes más sumisos.
Pero, una vez más, ¿quizá estos sean tan sólo unos extremistas locales en lugares como Texas y Georgia? ¡No! Durante nueve meses, los demócratas intentaron que se aprobaran dos proyectos de ley en el Congreso que contrarrestarían estas leyes estatales y garantizarían los derechos de votar, y los republicanos los bloquearon a cada paso. El 20 de octubre, todos los cincuenta senadores republicanos votaron por impedir que la “Ley de libertad de votar” se pudiera discutir en el pleno. La presidenta del Comité Nacional Republicano, Ronna McDaniel, declaró con desprecio que “‘la Ley de libertad para hacer trampa’ es otro ejemplo de cómo los demócratas en Washington hambrientos de poder quieren extralimitar su poder cuando que no tienen ningún derecho a dictar a los estados cómo manejar sus propias elecciones”.
Piénselo: ¡estamos hablando de toda la delegación republicana del Senado, dando su visto bueno a una campaña concertada para esencialmente privar a millones de personas del derecho de votar, especialmente a las personas oprimidas!
Los lunáticos certificables y los fascistas abiertos están bajo los reflectores
Otro aspecto de esto es que los fascistas del núcleo duro —muchos de ellos con vínculos conocidos a grupos conspirativos fascistas, supremacistas blancos y lunáticos (p. ej., los Muchachos Orgullosos, los Guardianes del Juramento, Los Tres Por Ciento, QAnon) están desempeñando un papel cada vez más agresivo dentro de los salones del Congreso3. Lauren Boebert insiste en llevar armas de fuego al pleno de la Cámara y hacer bullying [intimidar] a congresistas “progresistas”. En medio del debate sobre la desacato de Bannon, Marjorie Taylor Greene se enfrentó con furia a los representantes Jamie Raskin y Liz Cheney, diciéndole a Cheney: “Estás acabada. Eres risible, Liz.” Estos lunáticos no son miembros de alto rango con puestos poderosos en los comités, pero cada vez más, objetivamente, están marcando las condiciones y el tono en el Congreso, y otros republicanos (y demócratas, además) se están adaptando a eso.
Y todo esto tiene lugar en un contexto en el que la única turba fascista del 6 de enero ha hecho metástasis y ahora hay mini-chusmas en todo Estados Unidos, hostigando y amenazando a los funcionarios de salud pública que apoyan el uso de máscaras y vacunas, a los funcionarios electorales que simplemente dicen que Trump perdió las elecciones y a los funcionarios de educación que quieren enseñarles a los escolares la verdad sobre la trayectoria ininterrumpida de los Estados Unidos de esclavitud, Jim Crow y la supremacía blanca. ¡Incluso acosan a los padres de familia que acompañan a sus hijos a la escuela, gritando que son abusadores de niños porque sus hijos llevan mascarilla!
Esto va a más y forma parte de un paquete, un movimiento fascista cohesionado detrás del liderazgo de Donald Trump, con alas “legales” y “extra legales” que se apoyan mutuamente en el impulso de recorrer todo el camino a golpes, trampas y terror, a su regreso al poder, y para asegurarse de que esta vez sea un poder sin restricciones.
Esto tiene particular relevancia por la exigencia de Trump de que todos los que se presentan para un cargo en 2022 apoyen su mentira de que las elecciones del 2020 fueron “robadas”. Al hacer esto, él está unificando a personas en torno a él Y ADEMÁS en torno a una negación total de la verdad. El hecho de que “según las encuestas” Trump haya ganado terreno en esto desde enero indica hasta qué extremo esto ha ido desde el 6 de enero.
Escribiremos más sobre el tema a medida que las cosas continúan desarrollándose. Concluiremos ahora recalcando lo siguiente, del texto de Bob Avakian: ESTE ES UN MOMENTO POCO COMÚN EN QUE LA REVOLUCIÓN SE VUELVE POSIBLE — POR QUÉ ES ASÍ, Y CÓMO APROVECHAR ESTA OPORTUNIDAD POCO COMÚN:
Los republicanos tienen ciertas ventajas importantes frente a los demócratas en este conflicto.
Los demócratas están comprometidos con “jugar según las reglas” y “confiar en las normas” de la dictadura capitalista “democrática”, mientras que los republicanos actúan para destrozar esas normas y gobernar por medio de una dictadura capitalista abierta e indisimulada.
La naturaleza peculiar de Estados Unidos —con su historia de genocidio, esclavitud y supremacía blanca continua, y los repetidos “acuerdos” que les han dado un poder desproporcionado (un poder más grande que lo que sus poblaciones representan) a los estados sureños de la antigua Confederación esclavista, y a otros estados con poblaciones rurales importantes de personas con “inclinaciones conservadoras”— es otra ventaja con la que cuentan los republicanos fascistas.
Si esta batalla continuara según los términos de este sistema, no sólo habrá horrorosas consecuencias en general, sino que la situación muy probablemente podría conducir a un triunfo de los fascistas republicanos, lo que acentuaría y aceleraría el desastre que se avecina, para la humanidad en su conjunto.
Pero las cosas no tienen que continuar —y es necesario que no continúen— según los términos de este sistema.