“El antisionismo no es ≠ el antisemitismo”. “Estoy con Israel” es iqual a “Estoy con el genocidio”. Los revcom en la Universidad del Sur de California, abril de 2024. Foto: Sangmin Kim/uscannenbergmedia.com
Estamos presenciando un gran embate contra la libertad académica, el rigor científico y la verdad. Están convirtiendo las universidades en sirvientes de una toma de control fascista de la sociedad. Esta es la nueva realidad — urge hacerle frente, combatirla y derrotarla.
Durante varios años ya, en muchas universidades se ha desarrollado importantes estudios académicos, así como formación y organización políticas, acerca de las cuestiones de Palestina e Israel. Tras la respuesta israelí genocida al ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023, muchos campus estallaron en protestas y contraprotestas, con debates nutridos y a menudo intensos, combinados con un profundo estudio. En respuesta, muchas administraciones universitarias recurrieron a la policía para reprimir violentamente y, a menudo, arrestar a estudiantes y profesores propalestinos. Hostigaron a los activistas y los “doxearon”, publicando su información personal. En muchos campus prohibieron a los grupos propalestinos. Expulsaron a estudiantes. Esta supresión se justificó equiparando las posturas justas contra el estado de Israel y su genocidio de palestinos respaldado por Estados Unidos con el odio al pueblo judío, en otras palabras, equiparando el antisionismo (oposición al estado de Israel) con el antisemitismo (estar en contra del pueblo judío como judíos).
Día de Acción por la Educación Superior en la plaza Foley Square, ciudad de Nueva York, 17 de abril de 2025. Foto: AP
Cuando Trump entró al poder, lo aprovechó como pretexto para “quebrar a las universidades” como espacios de pensamiento e investigación críticos, y, en cambio, para convertirlas en vehículos de adoctrinamiento fascista. Ha sometido a varias universidades importantes a una intensa presión financiera y chantaje político para que cedan ante toda una serie de exigencias fascistas a nombre de “combatir el antisemitismo”.
Como parte clave de esto, Trump exigió que estas escuelas adoptaran la definición mala y deshonesta de antisemitismo de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés).
Para que quede claro, el antisemitismo —el odio al pueblo judío como judíos— se ha utilizado para justificar una terrible opresión y sufrimiento durante siglos y cualquier persona decente debería oponérsele. Pero esto es distinto a la oposición al estado israelí supremacista judío y opresor. De hecho, muchos judíos critican duramente a Israel y a sus políticas, especialmente su genocidio en Palestina. Adoptar la definición de la IHRA impedirá que se enseñe gran parte de la verdadera historia de Israel, y de su papel en el mundo actual. No obstante, ahora se requiere estar de acuerdo con esta definición como parte integral de los principios operativos de esas universidades que pacten con Trump. Trump ha exigido en muchos casos que las universidades pagaran millones de dólares en multas por supuestamente violar esta definición. (Cabe señalar que en este momento incluso el autor original de esta definición se ha pronunciado en contra de este uso por parte de Trump y otros).
La definición de la IHRA prohíbe las comparaciones de Israel con la Alemania nazi, y prohíbe que la gente cuestione la naturaleza racista del estado supremacista judío de Israel. Por lo tanto, condena el debate y la enseñanza de ciertos hechos históricamente consensuadas e indiscutibles. Por ejemplo, presumiblemente ya no se va a enseñar sobre las masacres calculadas de civiles por parte de las fuerzas israelíes en aldeas como Deir Yassin en 1948 y otras a lo largo de su historia [Véase “El caso de Israel: ¿Bastión de ilustración o matón para el imperialismo?”]. Ahora ya no se va a estudiar ciertos puntos de vista e incluso historias — que abarcan una amplia gama de opiniones políticas y fuentes que juntan evidencia convincente de la naturaleza de apartheid de Israel. Y que no se saquen, debatan, ni siquiera mencionen ciertas conclusiones, para que el campus no viole los “hechos” aprobados por Trump.
Estas normas son una burla a la búsqueda de la verdad y al principio del debate vigoroso para llegar a conocer la verdad. Son la supresión y la censura, donde el desafío conduce a la expulsión o al despido, o, sí, al procesamiento legal y a la persecución política — véase el caso de Mahmud Jalil y tantos otros. (Consulte más información al respecto aquí).
Esto sería como si se requiriera que los profesores de biología ya no enseñaran la teoría de la evolución, la que se ha comprobado desde miles de ángulos distintos. Espere, pues — esa idea, no tan a propósito, también es una “aspiración” de gran parte del movimiento Trump y Maga.
El hecho ineludible es lo siguiente: cualquier universidad o escuela de estudios superiores que acate esta orden se ha convertido, sin importar lo que se diga a sí misma, en cómplice dispuesto del fascismo. Cualquier rector universitario que se doblegue y someta su institución al embate total de Trump contra la verdad y contra la libertad académica básica traicione la misión de buscar conocer la verdad y, por lo tanto, no es digno de su cargo. Cualquier acomodación con esta orden, por parte de cualquier docente u otro miembro de la comunidad universitaria, por muy “justa” que parezca la excusa, es colaboración.
Todo profesor decente sabe, o debería saber, que invocar esta definición mala y utilizarla como base para la represión —para expulsar a estudiantes, retirar diplomas, vigilar y suprimir a las organizaciones y protestas en el campus— es una arremetida fundamental contra el código de integridad institucional de toda universidad.
La Universidad de Columbia, uno de los capituladores más flagrantes, de hecho declara que:
La libertad académica implica que todos los oficiales de instrucción tienen derecho de libertad en el aula para discutir sus materias; que tienen derecho de libertad en la investigación y en la publicación de sus resultados; y que no se permite que la Universidad los penalice por expresiones de opinión o asociaciones en sus capacidades privada o cívica; pero deben tener presentes las obligaciones especiales que se derivan de su posición en la comunidad académica.
¿Cómo cuadra eso con el uso de la definición de la IHRA como prueba decisiva?
Hay que darles respeto a los profesores que han dimitido en protesta, especialmente a aquellos que han aprovechado una tribuna pública para denunciar esta exigencia fascista y poner al descubierto la mendacidad (mentir habitualmente), la mala fe y el peligro para la verdad en su raíz. Pero lo que se necesita ahora es algo más — un rechazo masivo a acomodarse con este nuevo orden, un incumplimiento institucional masivo vinculado a una reivindicación creciente en toda la sociedad: ¡Que se largue el régimen fascista de Trump YA!
El fascismo está ocurriendo AHORA. ¿¿Qué haremos nosotros, qué hará usted, al respecto??
¡NINGÚN CUMPLIMIENTO CON LOS DICTADOS FASCISTAS! ¡A DEFENDER LA LIBERTAD ACADÉMICA!
¡ALTO A LA SUPRESIÓN DE LOS MANIFESTANTES ANTIGENOCIDA PRO PALESTINA!
¡A RECONTRATAR DE INMEDIATO A LOS PROFESORES A LOS QUE EL FASCISMO DE TRUMP HA OBLIGADO A DIMITIR!
¡A REINSTALAR DE INMEDIATO A LOS ESTUDIANTES EXPULSADOS!
¡QUE SE LARGUE TRUMP YA!
Oponerse al estado sionista de Israel no es antisemitismo. Y oponerse a la injusticia significa oponerse a Israel.
Lista de dos e-mensajes de Bob Avakian