El 29 de noviembre, Henry Kissinger murió a los 100 años. Los grandes medios de comunicación en Estados Unidos y por todo el mundo han dedicado literalmente decenas de miles de palabras para resumir su legado. El New York Times describió a Kissinger como “el secretario de Estado más poderoso en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial”.

Durante ocho años (1969-1977) bajo los presidentes Nixon y Ford, Kissinger fue secretario de Estado y/o asesor de Seguridad Nacional, con el ejercicio de enormes poderes. E inclusive en los años posteriores, lo consideraban el “hombre sabio” de la política exterior estadounidense, consultado por los ocho presidentes que sucedieron a Ford, incluido Biden. Se le considera responsable de la “apertura” de Estados Unidos a la (entonces comunista revolucionaria) China a mediados de los años 1970, y de la “distensión” (aflojamiento oficial de las tensiones) con el principal rival imperialista de Estados Unidos, la Unión Soviética.

Lo trataban no sólo como un hombre de influencia sino también como una “celebridad”, que asistía a todas las fiestas más “in” de Washington. En 1974, Ted Koppel del noticiero ABC lo describió como “el hombre más admirado de Estados Unidos”. Cuando cumplió 100 años en mayo de 2023, se le celebró una enorme fiesta en la icónica Biblioteca Pública de Nueva York. Entre los asistentes se encontraban el secretario de Estado de Biden, Antony Blinken, y la directora de la Agencia para el Desarrollo Internacional, Samantha Power, así como un arzobispo católico, un exalcalde y generales y directores de la CIA jubilados.

Y sí, otra cosa:

¡Kissinger fue también un criminal de guerra asesino en masa a una escala casi incomprensible!

Esto no es simplemente retórica — la lista de crímenes que Kissinger dirigió es larga y bien conocida, especialmente para las personas que vivieron en el apogeo de su poder, y lo odió profundamente la gente decente en ese momento.

Una lista extremadamente abreviada de los crímenes de Kissinger:

Vietnam, Laos, Camboya: Alrededor de 1.000 “asesores” estadounidenses fueron enviados por primera vez a Vietnam del Sur en 1959 para apuntalar un régimen instalado por Estados Unidos. Cuando Kissinger y Nixon asumieron el poder en 1969, ya había medio millón de soldados estadounidenses allí tratando de aplastar, en vano, una poderosa lucha revolucionaria para liberarse del colonialismo y del imperialismo.

Ante esto, Kissinger-Nixon intensificaron una guerra que ya era bárbara. Lanzaron en secreto (al menos al principio) bombardeos de saturación e invasiones de los países neutrales vecinos de Laos y Camboya para tratar de cortar las líneas de suministro a los revolucionarios vietnamitas. Las instrucciones de Kissinger a los militares fueron atacar “cualquier cosa que vuele o cualquier cosa que se mueva”.

Laos tenía una población de aproximadamente 3 millones de habitantes — Estados Unidos arrojó sobre ellos 250 millones de bombas de racimo antipersonal; 20.000 personas —la mitad de ellas niños— han resultado muertos a causa de artefactos explosivos sin detonar desde que terminó la guerra. Al menos 100.000 civiles resultaron muertos tan sólo en Camboya. En ambos países la agricultura quedó devastada y millones de campesinos tradicionales terminaron inundando los cinturones de miseria de las ciudades, para tratar de ganarse la vida a duras penas.

En 1972, en un esfuerzo por apalear a Vietnam del Norte para que aceptara los términos estadounidenses para poner fin a su invasión, Kissinger-Nixon lanzaron el “bombardeo navideño” de la capital (Hanoi) y la ciudad portuaria de Haiphong — durante 11 días, 20 mil toneladas de las bombas explotaron las 24 horas del día, destruyeron diques ribereños, hospitales, la red eléctrica y otras infraestructuras civiles, y mataron a miles de personas¹.

Al final, la guerra terminó en una derrota humillante y estratégica para Estados Unidos... pero dejó a tres millones de vietnamitas muertos a su paso (esto incluye a las personas asesinadas entre 1959 y 1969, antes de que Kissinger asumiera el cargo).

El golpe de estado en Chile: En 1970, los chilenos eligieron al socialista Salvador Allende a la presidencia. Estados Unidos lo consideró intolerable porque estaba demasiado cerca del rival imperialista de Estados Unidos, la Unión Soviética, y en algunos sentidos restringió la explotación y el saqueo de la población y de los recursos de Chile por parte de las empresas estadounidenses. Kissinger dijo: “No veo por qué tenemos que quedarnos a un lado y ver cómo un país se vuelve comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”.

Y no lo hizo; casi de inmediato comenzaron los complots para derrocar a Allende. Un año después (11 de septiembre de 1971), el coronel pro estadounidense Pinochet lanzó un golpe de estado fascista. Miles de partidarios de Allende y otros izquierdistas fueron detenidos y retenidos en estadios de fútbol. Muchos simplemente “desaparecieron”, miles más fueron ejecutados y más de 100.000 fueron encarcelados y torturados. Hasta un millón huyeron de su patria.

En 1976, Kissinger se reunió con Pinochet y le dijo: “Cumpliste un gran servicio para el Occidente al derrocar a Allende”.

El genocidio en Pakistán Oriental (ahora Bangla Desh): En 1971, el gobierno militar pro estadounidense de Pakistán lanzó una guerra contra la región de Pakistán Oriental que intentaba secesionarse. A pesar de las advertencias de sus propios diplomáticos presentes en el lugar de los hechos de que esto iba a conducir a un genocidio, Kissinger dio el visto bueno y proporcionó cazabombarderos de última generación y otras armas a Pakistán. En la matanza que siguió, al menos 300.000 bangladesíes fueron asesinados y aproximadamente 10 millones huyeron como refugiados a la vecina India.

Indiferente al sufrimiento masivo que él mismo había desatado, informes fiables dicen que “Kissinger se burlaba de las personas que ‘sangraban’ por ‘los bengalíes moribundos’”.

Genocidio en Timor Oriental: En 1975, Kissinger y Nixon dieron luz verde a la dictadura de Suharto en Indonesia (instalada en un sangriento golpe de estado respaldado por Estados Unidos en 1965) para invadir a Timor Oriental, que luchaba por la independencia. La CIA recomendó que Indonesia atacara con “fuerza abrumadora” y Estados Unidos duplicó la ayuda militar para que eso fuera posible. Entre 100.000 y 200.000 timorenses resultaron asesinados o murieron de hambre en la guerra genocida que siguió.

Kissinger fue la encarnación viva de lo que es este sistema, y exactamente el tipo de agentes que necesita, cultiva y elogia. Era calculador, despiadado, engañoso... y con una requete concentración en promover los intereses del imperialismo estadounidense “subyugando” a los imperialistas rivales y a las masas rebeldes.

Se puede ver esto en los elogios de Kissinger al fascista Pinochet por haber prestado “un gran servicio al Occidente al derrocar a Allende”. Se puede ver en su desprecio por las personas, incluso al interior del núcleo diplomático, que estaban “sangrando” de pena al ver un genocidio patrocinado por Estados Unidos en Bangla Desh. Y cuando se le cuestionó sobre el terrible costo de la decisión de respaldar el genocidio de Indonesia en Timor Oriental, Kissinger supuestamente preguntó a su personal cómo podría corresponder a los “intereses nacionales de Estados Unidos” que los estadounidenses “patearan a los indonesios en los dientes”. (O sea: el gobierno indonesio instaurado por Estados Unidos, no el pueblo indonesio.)

El éxito de Kissinger —a los ojos de los imperialistas— fue aplicar su tino estratégico para hacer avanzar el poder estadounidense, y no dejarse disuadir en lo más mínimo por los ríos de sangre inocente que fluirían de sus decisiones. Aquellos que rindieron homenaje a Kissinger, durante su vida y en su muerte, fueron tanto demócratas como republicanos.

Como dijo Biden después de la muerte de Kissinger, tenía un “intelecto feroz y una concentración profunda estratégica. “ (Énfasis añadido.)