Esta vez, la República Islámica del Crimen y la Ejecución cobró la vida de Mohammad Ghobadlou y Farhad Salimi. El terremoto del levantamiento popular [en 2022] ha tenido un efecto tan notorio y duradero en la República Islámica que ésta ha estado obligada a cometer el asesinato de nuestro pueblo, para vengarse y crear miedo y pasividad.
La República Islámica nos mata a fin de callarnos y hacernos olvidar nuestra pasión por la liberación y nuestra alegría en la lucha. La República Islámica está decidida a hacernos sumisos o si no, acabar con nosotros. Pusieron sogas alrededor del cuello de nuestros luchadores por la libertad para obligarnos a someternos a la miseria, la servidumbre y la esclavitud. ¡Nunca! Tomaremos el lugar de nuestros héroes a quienes cuelgan en la horca. Nuestra ira es más fuerte que la voluntad de la República Islámica. Sabemos que nuestro camino está empapado de sangre, pero luchamos para desarraigar totalmente a la República Islámica y así desarraigar también su horca.
Cuánto más en ruindad se encuentra la República Islámica, más necesidad tienen de matar. No les queda legitimidad alguna en la que confiar, con la esperanza de controlar la situación política mediante el juego de las elecciones. Tienen el dedo en el gatillo y están cada vez más obligados a reducir el intervalo entre sus crímenes. Estas condiciones aumentan la intensidad y magnitud de los crímenes de la República Islámica. Esta situación no se debe a la fuerza de su autoridad, sino más bien a la necesidad que enfrentan como criaturas que tropiezan y se desmoronan, clavando sus garras en todo lo que está a su alcance. El mensaje del régimen es: “el precio de la valentía y la resistencia es la muerte”. Nuestro mensaje es: “NO a la República Islámica, NO a la ejecución, NO al sistema del que surgió la República Islámica”.
Oponerse a la ejecución no es [simplemente] una postura moral. Es una lucha contra la política y la ideología decadentes. En una palabra, es la oposición a la existencia de tal sistema global que pudre y degrada a la humanidad y a los seres vivos. Debemos unirnos contra la ejecución, la ejecución de todos. “Todos” incluye a miles de personas de los sectores empobrecidos de la sociedad que, como resultado del funcionamiento criminal de este sistema, se dedican al “contrabando”, al “robo” y al asesinato para que ellos y sus familias puedan sobrevivir, mientras que los verdaderos contrabandistas, ladrones y asesinos son los gobernantes que encabezan los tribunales, el poder judicial y los puestos de liderazgo en el sistema. “Todos” también incluye a aquellos que se ponen del lado de varias facciones islamistas y se convierten en mercenarios de ellas en guerras reaccionarias entre sí, o en conflictos entre los fundamentalistas islámicos y los imperialistas, así como aquellos que son reclutados por las potencias gobernantes. Algunos de ellos provienen de los sectores más empobrecidos de la sociedad y están enojados con la situación — pero por ira y desesperación han buscado refugio en otra parte del mismísimo sistema, como los jóvenes que se han vuelto monárquicos o Jaish-ul Adl a fin de luchar contra la República Islámica, etc.1 Por un lado, este régimen empuja a las personas a [formas de] oposición reaccionarias (venganza, yihad y suicidio) y, por otro, las ejecuta sin el debido proceso judicial, sin el derecho a defenderse y a tener un abogado defensor.
La lucha contra la pena de muerte como herramienta de represión estatal sistemática y la lucha por la liberación inmediata e incondicional de los presos políticos están interconectadas.
El prisionero político como símbolo de la rebelión de la sociedad contra el estado y sus crímenes juega un papel particular en la estrategia del régimen gobernante para fomentar la represión estatal. Al encarcelar a militantes, la República Islámica intenta protegerse tanto del peligro inmediato de levantamiento e insurgencia como de sus consecuencias; mantiene rehenes para utilizarlos como ficha de regateo y para ejercer presión sobre la sociedad y defenderse de potenciales peligros futuros; son buenos candidatos para duras penas de prisión y ejecuciones con el fin de quitarle a una sociedad la valentía de rebelarse.
Hay que hacer frente a este ataque del régimen con un contraataque muy fuerte por parte de todos los movimientos sociales y convertirlo en el eje de una lucha amplia. Las ejecuciones también cobran vidas, además de [ayudar a la] imposición por parte del régimen de privaciones económicas, relaciones y estructuras políticas [opresivas], falta de derechos, oscurantismo religioso, orientaciones antimujeres, sexuales y de género opresivas, guerras reaccionarias regionales, opresión nacional y destrucción del medio ambiente, etc.
Este ciclo de opresión y explotación y la falta de valor otorgado a la vida humana muestra la necesidad de poner fin a esta realidad que es más aterradora que cualquier pesadilla. Si queremos cambiar el rumbo de la sociedad, el derrocamiento revolucionario de la República Islámica es una necesidad urgente. Es posible y necesario tener una humanidad, una sociedad y un mundo diferentes. Pero ese fin y esta necesidad y posibilidad no se pueden lograr de forma espontánea, ni siquiera con la simple lucha, la valentía y el sacrificio de personas que están cansadas de las condiciones.
Estas condiciones continuarán y empeorarán de maneras peligrosas e impredecibles. No hay esperanza para el futuro a menos que, con transformación vía lucha y esfuerzo de las fuerzas de vanguardia comunistas, el objetivo de la revolución comunista se convierta en la aspiración consciente de un número cada vez mayor de personas en la sociedad. Aquellos que han experimentado repetidos períodos de lucha y fracaso sin saber por qué sucedió esto o cómo superar estas situaciones, y no obstante están dispuestos a arriesgarse y sacrificarse la vida por que la República Islámica deje de existir, no merecen esta confusión, desilusión y gastos. Su verdadera esperanza de revolución y de triunfo en las luchas en curso, mediante una lucha intensa y enérgica por cambiar la forma de pensar de la gente, debe convertirse en la base de la lucha contra la República Islámica.