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Un nuevo estudio revela el enorme costo oculto de las víctimas “indirectas” de la guerra

Las guerras de Estados Unidos posteriores al 11 de septiembre de 2001: el “regalo” que sigue matando

Bob Avakian ha planteado esta importantísima cuestión:

[S]in hacerle frente al verdadero horror de lo que Estados Unidos ha sido, y lo que ha hecho, en Estados Unidos y en todo el mundo, desde su fundación hasta el presente— y sin empezar a odiar profundamente todo esto, no es posible, en última instancia, retener su propia humanidad y actuar en pro de los más excelsos intereses de toda la humanidad. (De “El problema, la solución y los retos ante nosotros”)

How Death Outlives War, The Reverberating Impact of the Post-9/11 Wars on Human Health

Un nuevo estudio del Instituto Watson de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad Brown (How Death Outlives War: The Reverberating Impact of the Post-9/11 Wars on Human Health, Stephanie Savell, 15 de mayo de 2023) ha abierto una ventana a otro nivel de los crímenes de Estados Unidos que hasta ahora había permanecido oculto en gran medida.

Antecedentes: el 11-S y las “guerras posteriores al 11-S”

El 11 de septiembre de 2001, el reaccionario grupo fundamentalista islámico Al Qaeda perpetró atentados terroristas en contra del World Trade Center [las torres gemelas] en la ciudad de Nueva York y del Pentágono de Washington, D.C. Casi 3.000 personas murieron y se calcula que unas 3.000 más han fallecido de enfermedades en las décadas posteriores, enfermedades derivadas de respirar el aire tóxico producido por el derrumbe de las Torres Gemelas.

Esta terrible pérdida de la vida de inocentes fue un crimen contra la humanidad. Pero los gobernantes de Estados Unidos no representan —ni les importan un bledo— los intereses de la humanidad. Son representantes del imperio imperialista más poderoso de la historia de la humanidad, que domina y explota a miles de millones de personas en todo el mundo. Así que, aunque una de las respuestas a los atentados del 11-S fue de angustiarse por las muertes y por qué el mundo está tan asolado por la violencia y el odio y cómo podemos alcanzar un mundo diferente y mejor, no es así como lo veían quienes gobiernan a Estados Unidos.

En primer lugar, consideraban que se trataba de grandes gánsteres mundiales de pesos pesados que necesitaban demostrar al mundo que no eran débiles y que cualquiera que los atacara (así como cualquiera que viviera en los mismos países que el puñado que los atacó) pagaría por ello.

Y en segundo lugar, veían en ello una oportunidad para “drenar el pantano”, para enfrentarse y eliminar a toda una serie de fuerzas reaccionarias del Medio Oriente y las regiones circundantes que desafiaban la dominación estadounidense de esta parte estratégica y económicamente crucial de “su” imperio. Estas fuerzas iban desde Al Qaeda, el EIIL [Estado Islámico de Irak y el Levante] y otros grupos yihadistas islámicos hasta líderes “rebeldes” como el iraquí Sadam Husein (a quien Estados Unidos había apoyado durante mucho tiempo, pero que ya no bailaba totalmente al son que Estados Unidos tocaba) y Rusia, un rival imperialista que estaba estrechamente vinculado al gobierno de Assad en Siria.

Así que la respuesta de Estados Unidos era emprender una serie de guerras que convertirían grandes partes de Afganistán, Irak, Libia, Somalia, Siria, Pakistán y Yemen1 en zonas de guerra infernales en las que se ha desatado la tecnología asesina más avanzada tanto contra remotas aldeas rurales como contra ciudades densamente pobladas. Más de 900.000 personas han sido asesinados como consecuencia directa de estas guerras, es decir, tiroteadas, voladas por los aires, torturadas hasta la muerte, quemadas vivas o asesinadas violentamente de otras formas2. Esto supone 150 muertes por cada persona que murió el 11 de septiembre o como consecuencia de la exposición a esas sustancias tóxicas producidas ese día.

Es importante señalar que hay sangre en las manos de todas las fuerzas reaccionarias contendientes en estas guerras, y que hay otros factores en juego en el Medio Oriente y la zona circundante —como los impactos del calentamiento global— que contribuyeron a la inestabilidad, la guerra y el sufrimiento ahí. Pero Estados Unidos era y es, con mucho, el actor más poderoso y destructivo de esta región, y además fue la determinación estadounidense de mantener el control de esta región lo que constituía la fuerza principal e impulsora de las décadas de la terrible violencia en las que pronto se vería envuelta.

Un “patrón en espiral de pobreza, inseguridad alimentaria, enfermedades contagiosas y muerte inducidas por la guerra…”

Por terrible que sea el saldo de muertos “directos”, el nuevo informe del Instituto Watson saca a la luz que el verdadero número de muertes y miseria producto de estas guerras es inmensamente mayor que el de los muertos por las bombas y las balas. Describe un “patrón en espiral de pobreza, inseguridad alimentaria, enfermedades contagiosas y muertes inducidas por la guerra [que] se repite a lo largo de las zonas de guerra”.

Aquí sólo podemos esbozar las pruebas y conclusiones del informe del Centro Watson, pero animamos a la gente a leer este informe cuidadosamente investigado y razonado para tener una visión completa.

  • La destrucción de infraestructuras civiles —redes de tendido eléctrico, plantas de purificación de agua, hospitales— conduce a la propagación de enfermedades epidémicas como el cólera y la difteria y al colapso de los sistemas sanitarios para tratarlas y de los programas de vacunación para prevenirlas3. Los médicos huyen del país, lo que hace aún más inaccesible la asistencia sanitaria. En los cinco años posteriores a la invasión estadounidense de Irak en 2003, 18.000 médicos —la mitad del total del país— huyeron.
  • Los bombardeos de las ciudades causan pérdidas masivas de empleos e intensifican la pobreza. El bombardeo de las zonas rurales devasta las tierras de cultivo con cráteres y productos químicos tóxicos. El bombardeo de los puertos y centrales eléctricas, junto con la muerte de los sostenes de la población civil, da lugar a un colapso económico, pobreza e inanición que matan a cientos de miles de personas, principalmente niños. Tan sólo en Somalia, según el informe, “al menos 258.000 personas, entre ellas 133.000 niños menores de cinco años, murieron entre octubre de 2010 y abril de 2012”. El hambre también acecha a millones de personas en Yemen y Afganistán.
  • El uso de uranio empobrecido, fósforo blanco, dioxina y otros productos químicos tóxicos por parte de Estados Unidos —y su “eliminación” en pozos de quema al aire libre— envenena el aire y el agua y causa un aumento del cáncer, defectos congénitos y mortalidad infantil y materna. Al citar una estimación de la ONU, el informe del Centro Watson afirma que “pueden haberse utilizado 2.000 toneladas de uranio empobrecido en [Irak]”. A menudo se producen tormentas de arena que arrojan partículas radiactivas de los vertederos militares hacia los barrios residenciales”.
  • El estrés extremo de estar “bajo el fuego” durante años o décadas, ver a los seres queridos volados en pedazos, vivir al borde de la inanición, también se traduce en un aumento de las enfermedades mentales, la drogadicción y la violencia interpersonal, especialmente contra las mujeres. “En Irak, las violaciones y la violencia sexual aumentaron fuertemente después de 2003; una de cada cinco mujeres iraquíes ha sufrido abusos físicos o psicológicos desde entonces”.

Y así sucesivamente.

El informe muestra que estas “muertes indirectas crecen en escala con el tiempo”, mucho después de que cesen los disparos. Por ejemplo, describe la gravísima situación de Afganistán, donde el 95% de la población “no tiene suficiente para comer” y “un millón de niños corren peligro de muerte”. Y señala: “Aunque en 2021 Estados Unidos retiró sus fuerzas militares de Afganistán, poniendo fin oficialmente a una guerra que se inició con su invasión 20 años antes, hoy los afganos sufren y se mueren por causas relacionadas con la guerra a un ritmo mayor que nunca.... [L]a cuestión acuciante es si alguna muerte puede considerarse hoy no relacionada con la guerra”.

Basándose en las pruebas disponibles, el informe concluye que “una estimación media razonable y conservadora para cualquier conflicto contemporáneo es una proporción de cuatro muertes indirectas por cada muerte directa”. Esto se traduce en una estimación conservadora de 4,5 millones de muertes directas e indirectas relacionadas con las guerras de Afganistán, Pakistán, Irak, Siria y Yemen.

Para comparar esto una vez más con las muertes del 11-S que supuestamente “justifican” esta pesadilla, son 750 muertes en las guerras posteriores al 11-S por cada persona que murió como resultado directo o indirecto de los atentados del 11-S.

Además, el informe documenta un aterrador nivel de desnutrición y de inanición absoluta entre los niños menores de cinco años: “[M]ás de 7,6 millones de niños menores de cinco años sufren desnutrición aguda o emaciación en Afganistán, Irak, Siria, Yemen y Somalia. ‘Emaciación’ significa... literalmente quedarse en piel y huesos”. Este nivel de desnutrición aumenta la vulnerabilidad a las enfermedades y también retrasa el crecimiento, por lo que aunque los niños sobrevivan, tal vez nunca alcancen su pleno potencial de crecimiento físico o capacidad cognitiva.

Volviendo al agudo comentario de Bob Avakian: ¿Cómo es posible que alguien se niegue a enfrentarse a esta realidad y siga conservando su humanidad? ¿Y cómo es posible que la humanidad se salga de esta sociedad de pesadillas a menos que aprendamos a odiar —y a actuar para eliminar— todo este sufrimiento innecesario?

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En los pies de foto que aparecen a continuación, el texto entrecomillado procede del informe How Death Outlives War: The Reverberating Impact of the Post-9/11 Wars on Human Health, del Instituto Watson de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad Brown.

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Pesan a una niña de siete años de edad severamente desnutrida, Amal Husein —cuyo nombre significa “esperanza” en árabe—, en el Centro de Salud Aslam en Hajjah, Yemen, 25 de agosto de 2018.    Foto: AP

 

Yemen: Bloqueos y bombardeos provocan colapso económico, epidemias y hambruna

La guerra en Yemen enfrenta a las fuerzas de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, respaldadas por Estados Unidos, y a los rebeldes hutíes en una alianza difusa con el reaccionario gobierno teocrático iraní. Las fuerzas encabezadas por Arabia Saudita han bloqueado las zonas controladas por los hutíes y han bombardeado su principal puerto, lo que ha provocado escasez de alimentos y combustible y el colapso económico. “Más de 17,4 millones de yemeníes sufren inseguridad alimentaria y 7,3 millones se enfrentan a niveles de hambre de emergencia. Desde el comienzo de la guerra, se calcula que 85.000 niños menores de cinco años quizá hayan muerto de inanición”. La escasez de combustible ha provocado la interrupción de la purificación y el bombeo de agua, lo que a su vez ha sometido a la población a brotes de enfermedades transmitidas por el agua, “incluida la mayor epidemia de cólera de los tiempos modernos (2016-2018)” que infectó al menos 7 millones de personas y mató a 2.000. En 2021, Yemen había sufrido al menos 377.000 muertes relacionadas con la guerra.

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Madre afgana e hijo desnutrido en un hospital de Kabul, 25 de mayo de 2022.    Foto: AP / Ebrahim Noroozi

 

Afganistán: Hambre y colapso económico

“En Afganistán, los 20 años de la guerra encabezada por Estados Unidos (2001-2021) sumados a los 20 años precedentes de guerras civiles y guerras encabezadas por los soviéticos4, en combinación con el actual mal gobierno del Talibán, las sanciones estadounidenses y globales, la sequía y los efectos de la pandemia Covid-19 y la guerra en Ucrania, han desplazado a millones de personas y han dejado a decenas de millones sin las necesidades vitales básicas. La desnutrición fue prevalente durante toda la ocupación estadounidense, pero se disparó tras la retirada de Estados Unidos en agosto de 2021. La economía de Afganistán se ha hundido y más de la mitad de la población vive ahora en la pobreza extrema, con menos de 1,90 dólares al día. La situación es calamitosa: el 95% de los afganos no tiene suficiente para comer, y en los hogares encabezados por mujeres esa cifra es del 100%. Se calcula que 18,9 millones de personas —casi la mitad de la población del país— sufrían inseguridad alimentaria aguda en 2022. De ellas, 3,9 millones de niños sufren desnutrición aguda o “emaciación”, es decir, una ingesta insuficiente de nutrientes esenciales, con graves consecuencias fisiológicas. Un millón de niños afganos corren peligro de muerte”.

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Un grupo de amputados, muchos de ellos víctimas de minas terrestres, marchan en Kandahar, 18 de diciembre de 2002.    Foto: AP

 

Afganistán: Artefactos sin estallar

“Entre el tres y el cinco por ciento de las bombas, proyectiles y cohetes estadounidenses no estallan al primer contacto, según los oficiales militares de Estados Unidos... En Afganistán, en 2021... la ONU calculaba que 160 personas al mes morían a causa de restos explosivos de la guerra, casi 2.000 en un solo año, de las cuales más del 79% eran niños. De una población estimada en 33 millones de habitantes en 2015, alrededor de 1,5 millones de afganos tenían alguna discapacidad física; muchos de ellos son supervivientes de este tipo de explosiones”.

63-year-old with grandchild outside tent camp, after fleeing drought in Somalia.

Boolo Aadan, de 63 años, que huyó de las zonas afectadas por la sequía, sostiene a su nieto de 9 meses de edad fuera de la tienda de campaña donde viven ahora en un campamento improvisado a las afueras de la capital, Mogadiscio, Somalia, 4 de febrero de 2022. Miles de familias desesperadas han huido de una grave sequía en busca de alimentos y agua en campamentos para desplazados a las afueras de la capital.    Foto: AP/Farah Abdi Warsameh

 

Somalia: Hambruna, sanciones

“Los ataques aéreos estadounidenses... han dañado granjas y ganado (ha habido 237 ataques estadounidenses en Somalia desde 2003).... No se puede subestimar el severo impacto de estos reveses económicos en las poblaciones que dependen de la tierra para su supervivencia”. Ante esto, Estados Unidos restringió e incluso detuvo la ayuda humanitaria, alegando que la ayuda (es decir, los alimentos) podría caer en manos de los yihadistas de Al-Shabaab. “[E]n 2009, Estados Unidos suspendió más de 50 millones de dólares en ayuda humanitaria para Somalia, incluidas todas las entregas por medio del Programa Mundial de Alimentos (PMA). … En 2010, el PMA se retiró del sur de Somalia, controlado en gran parte por Al-Shabaab, y posteriormente, Al-Shabaab anunció que prohibía el PMA.... Al año siguiente, en medio de una gran sequía en julio de 2011, la ONU declaró una hambruna en esta región que afectaba a más de tres millones de personas.... Al menos 258.000 personas, entre ellas 133.000 niños menores de cinco años, se murieron entre octubre de 2010 y abril de 2012. Actualmente, Somalia se enfrenta a la posibilidad de otra hambruna”.

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Trípoli, Libia; edificio residencial dañado durante siete meses de bombardeos por parte de Estados Unidos y la OTAN contra Libia en 2011.    Foto: AP

 

Libia: Drástico descenso de la esperanza de vida y destrucción de centros sanitarios

En 2011, Estados Unidos y la OTAN intervinieron en la guerra civil libia, supuestamente para “salvar” al pueblo libio. Antes de eso, “el índice de desarrollo humano del país era el más alto de África”5. Pero “la guerra trastornó la atención sanitaria y cerró hospitales en todo el país. Los años de guerra provocaron un gran descenso de la esperanza de vida (nueve años para los hombres y seis para las mujeres), y dispararon las enfermedades infecciosas como la tuberculosis. En la ciudad libia de Sirte, una campaña aérea estadounidense llevó a cabo unos 500 ataques en solo cinco meses en 2016..... Un informe de ONU Hábitat de 2018 señaló la destrucción del hospital central de Sirte y de muchos centros de atención primaria de salud”.

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Edificios destruidos bordean una calle dañada durante los bombardeos de la coalición liderada por Estados Unidos que mató a más de 1.600 civiles en la ciudad de Raqqa, en el norte de Siria, durante meses de bombardeos en 2018.    Foto: AP 

 

Siria: Destrucción de Raqqa, incluidos los hospitales

“En 2017, una campaña aérea estadounidense para expulsar al Estado Islámico de su bastión en Raqqa causó miles de muertos. Las fuerzas de la coalición estadounidense lanzaron ataques aéreos contra edificios repletos de civiles utilizando municiones de efecto de área amplia, que cabía esperar que destruyeran los edificios, incluidas al menos dos docenas de centros sanitarios”.

An Iraqi boy drinks water from a broken pipe in Baghdad's Sadr City, Iraq.

Un niño iraquí bebe agua de una tubería rota en la Ciudad Sadr de Bagdad, Irak, 2005.    Foto: AP

 

Iraq: Destrucción de sistemas de agua y saneamiento, ciudades y aldeas

“Tras la invasión estadounidense de Irak en 2003, se destruyeron los sistemas de agua y saneamiento y se vertieron millones de toneladas de aguas residuales sin tratar en los ríos.... Entre 2014 y 2017, diversos combatientes en Irak destruyeron 63 ciudades y 1.556 aldeas; tan sólo la destrucción de edificios residenciales generó más de 55 millones de toneladas de escombros”.

Pakistan: U.S. drone strikes on Pashtun tribal areas.

Pakistán: Ataques de aviones no tripulados [drones] estadounidenses en zonas tribales pastunes. Captura de pantalla de YouTube.   

 

Pakistán: Ataques de par controlado con drones y su impacto en la salud mental

“En Pakistán, entre 2004 y 2010, Estados Unidos llevó a cabo ataques con drones de ‘par controlado’, en su mayoría contra aldeas pastunes de Waziristán del Norte y del Sur, a lo largo de la frontera afgana, en los que tras un ataque inicial se produce un segundo ataque contra los supervivientes que acuden al lugar para rescatar a los heridos o muertos. Los informes documentan que los moradores de estas regiones sufrían TEPT, ansiedad crónica y miedo constante. Un morador explicó: ‘Dios sabe si ellos nos atacarán de nuevo o no. Pero siempre nos están vigilando, siempre están sobrevolándonos, y nunca se sabe cuándo van a golpear y atacar’”.

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Mujeres, niños y un hombre herido que abandonaron la asediada aldea de Baghouz, en Siria, controlada por el Estado Islámico, se esfuerzan por trepar por una ladera rocosa para ser revisados por las Fuerzas Democráticas Sirias respaldadas por Estados Unidos, el jueves 14 de marzo de 2019.    Foto: AP

 

Crisis de refugiados y desplazados internos

“Desde 2001 se calcula que 38 millones de personas han sido desplazadas por las guerras posteriores al 11-S.... La mayoría de los desplazados forzosos son niños; a nivel mundial, la proporción de desplazados que eran niños alcanzó el 53% en 2017. Las mujeres desplazadas son víctimas frecuentes de violaciones y otros tipos de violencia sexual y tienen un acceso reducido a la atención sanitaria reproductiva, lo que se traduce en tasas más elevadas de mortalidad materna y neonatal.... En Afganistán había aproximadamente cuatro millones de desplazados internos en marzo de 2022, de los cuales casi el 60% eran niños menores de 18 años. Estos desplazados internos sufren malnutrición y problemas de salud mental y carecen de acceso a la atención sanitaria, con consecuencias especialmente graves para la mortalidad materna e infantil.

“Después de que la coalición liderada por Arabia Saudita entrara en el conflicto de Yemen en 2015, los combates más intensos condujeron al mayor número de desplazamientos del mundo ese año, 2,2 millones de personas. Desde entonces, los ataques aéreos de la coalición han seguido desplazando a millones de personas; en 2019 había 3,6 millones de desplazados internos yemeníes”.

NOTAS:

1. La OTAN y/u otros aliados de Estados Unidos también participaron en las guerras en Afganistán, Irak y Libia; la guerra en Yemen se lleva a cabo a cabo por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) con armamento, apoyo de inteligencia y respaldo político de Estados Unidos. Estados Unidos ha desatado una tremenda violencia en Pakistán, abrumadoramente por medio de ataques de aviones no tripulados, así como de operaciones de la CIA; el ejército estadounidense no está formalmente “sobre el terreno” ahí. [volver]

2. El Instituto Watson da una estimación conservadora de al menos 906.000 muertes violentas en las guerras posteriores al 11-S. [volver]

3. Es muy importante señalar que gran parte de la destrucción de infraestructuras civiles por parte de Estados Unidos y sus aliados es intencionada. Véase, por ejemplo, en “Estados Unidos de Atrocidades, Tercera parte” (en revcom.us), la sección sobre la Operación Tormenta del Desierto, en la que se cita a funcionarios estadounidenses jactándose del hecho de que “no fluyó ni un electrón” en Irak tras siete días de bombardeos estadounidenses. [volver]

4. “Encabezadas por los soviéticos” se refiere a la antigua Unión Soviética, que se derrumbó en 1991. Tras la derrota del socialismo en la Unión Soviética a mediados de la década de 1950, ésta se convirtió en una potencia capitalista-imperialista disfrazada de “socialismo”. Rusia, que era la mayor parte de la Unión Soviética, emergió del colapso como una importante potencia imperialista que contendía con el imperio estadounidense. [volver]

5. El Índice de Desarrollo Humano es una medida de la educación, la esperanza de vida, la renta nacional y otros factores que influyen en la capacidad de una población para vivir y prosperar. [volver]

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