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Del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos

Acerca de la posición sobre la homosexualidad en el borrador del nuevo Programa

Del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos (2001).

Este documento fue elaborado en 2001 por un grupo de redacción especialmente constituido para este fin por el Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos. La traducción es responsabilidad de Cuadernos Rojos, Colombia 2011

Como parte importante del proceso que hemos emprendido para formular un nuevo Borrador del Programa, nuestro Partido ha hecho un análisis crítico de nuestra anterior línea sobre la homosexualidad. Este proceso ha incluido investigación, discusión y lucha en nuestras propias filas y entre las masas —especialmente entre los jóvenes revolucionarios, tanto “heterosexuales” como “homosexuales”, así como entre veteranos activistas y progresistas también homosexuales—, e igualmente ha revisado y reflexionado sobre antiguos comentarios y críticas a la posición de nuestro anterior Programa y al artículo de 1988 de la revista Revolución, “Sobre la cuestión de la homosexualidad y la emancipación de la mujer”. También hemos emprendido un análisis bastante completo de los principales estudios contemporáneos (ver bibliografía) así como de algunas de las principales investigaciones académicas sobre la homosexualidad, lo cual también nos ha ayudado a documentar la posición del nuevo Borrador del Programa, al igual que de este documento complementario. Esta revisión teórica todavía está en curso y en realidad es parte de un esfuerzo permanente y a largo plazo para comprender mejor las bases materiales reales de todas las formas de expresión de la sexualidad humana así como sus diversos efectos sobre la vida de las personas y sobre la organización de la sociedad en general.

Las siguientes secciones de nuestro nuevo Borrador del Programa plantean nuestra nueva posición política básica sobre la cuestión de la homosexualidad:

Con respecto a las relaciones íntimas, la sociedad socialista promoverá los valores y creará las condiciones para que las relaciones personales, familiares y sexuales se basen en el amor y respeto mutuos y en la igualdad.

El proletariado revolucionario se opone rotundamente a los ataques contra la homosexualidad por parte de fuerzas reaccionarias como los fundamentalistas religiosos, y a toda agresión física, discriminación y represión gubernamental contra los homosexuales: algo muy común y enconado hoy en Estados Unidos. En la nueva sociedad se proscribirá la discriminación a los homosexuales y se luchará contra ella en toda esfera, incluida la de las relaciones personales y familiares. (p. 22)

* * * * * *

Las relaciones íntimas y sexuales entre hombres y mujeres en la sociedad burguesa son en gran medida reflejo de la ideología de supremacía masculina y “derecho masculino” y están dominadas por ésta; existen en el marco general de las relaciones sociales en las que la opresión de la mujer es parte integral y fundamental y están influenciadas por ellas. Todo esto es algo por lo que el proletariado movilizará a las masas a transformar radicalmente en el proceso de eliminar la opresión de la mujer y todas las formas de opresión y explotación. En el ámbito de las relaciones íntimas, la sociedad socialista alentará al pueblo a luchar por normas que sean compatibles con la eliminación de la opresión de la mujer y contribuyan a eliminarla.

La homosexualidad

Bajo el socialismo la gente no será estigmatizada por ser homosexuales o por su orientación sexual. No se tolerará la discriminación, y se abordarán y enfrentarán firmemente la represión y la violencia contra los homosexuales que tanto han prevalecido en la sociedad capitalista.

A la vez, es importante comprender que las relaciones homosexuales no escapan ni existen por fuera de las relaciones familiares y sexuales predominantes y de su correspondiente ideología de supremacía masculina que oprime a la mujer en esta sociedad. En muchos sentidos, la perspectiva que caracteriza a la cultura gay masculina en la sociedad burguesa no se aparta del derecho masculino sino que de hecho tiene elementos que constituyen una concentración de éste. El lesbianismo es en muchos sentidos una respuesta a la opresión de la mujer en la sociedad de clases, pero por sí mismo no constituye una solución fundamental a esta opresión.

La visión de que en una relación íntima la pareja debe ser devaluada, dominada, maltratada o tratada como una propiedad es reflejo de la opresión de la mujer en la sociedad, y estas formas del derecho masculino, tanto en las relaciones heterosexuales como en las homosexuales, serán blanco de crítica y transformación. (Del apéndice “La revolución proletaria y la emancipación de la mujer”, p. 106)

También hay otras secciones del Borrador del Programa que, si bien de manera más indirecta, son muy pertinentes para nuestra posición, y resaltaremos a continuación algunas de estas. Recomendamos firmemente a todos los que leen este documento que también aborden y estudien todo el Borrador del Programa, incluidos sus apéndices. Y animamos a todos los que toman en serio el poner fin a la opresión y la explotación en el mundo a tomar parte activa en el proceso de finalizar todo nuestro nuevo Programa1.

Esta posición en nuestro nuevo Borrador del Programa se aparta de nuestra antigua posición. Aunque nuestro partido siempre se ha opuesto firmemente a la discriminación y a los ataques contra los homosexuales y ha saludado y alentado la participación de homosexuales en la lucha revolucionaria, sosteníamos la posición de que la homosexualidad, tanto la masculina como la femenina, equivalía a una declaración ideológica consciente y que la homosexualidad masculina en particular en sí misma representaba una expresión concentrada de la misoginia y por tanto se constituía en un obstáculo para la emancipación de la mujer y en general para la transformación socialista de la sociedad. Y considerábamos que el lesbianismo, si bien era una respuesta comprensible a la opresión y subyugación de la mujer, en el mejor de los casos constituía una expresión del reformismo político y en última instancia un acomodamiento ideológico con las relaciones de opresión prevalecientes. Por consiguiente, si bien teníamos claro que en la sociedad socialista no habría discriminación contra los homosexuales ni intentos de utilizar los medios jurídicos y en general el poder estatal para obligar a las personas a ya no involucrarse en relaciones homosexuales, sí veíamos como un objetivo político e ideológico de la revolución socialista el transformar la concepción del mundo y la práctica de la gente de tal manera que a la larga la homosexualidad dejaría de existir (de hecho, “se extinguiría”) en la sociedad socialista, aunque no excluíamos su resurgimiento bajo el comunismo.

Como resultado de nuestra mayor investigación sobre esta cuestión, y como parte de echarles una nueva mirada a las críticas que se han planteado a nuestra antigua posición, hemos llegado a una comprensión diferente. No sólo seguimos oponiéndonos firmemente a la discriminación, a la persecución, y a las agresiones físicas contra los homosexuales, sino que también no consideramos la orientación homosexual o la práctica de la homosexualidad en sí como algo que constituya un obstáculo para la emancipación de la mujer y la abolición de todas las relaciones de explotación y opresión2.

Por el contrario, nuestro punto de vista es que la cuestión y el objetivo fundamentales, con respecto a todas las relaciones íntimas y sexuales —tanto heterosexuales como homosexuales— es transformarlas radicalmente en general, en función, y al servicio, de la emancipación de la mujer y la abolición de todas las relaciones de explotación y opresión.

Lo que sigue está orientado a explicar y ampliar el razonamiento en que se basa nuestra posición actual así como a presentar una valoración crítica inicial de nuestra posición anterior.

Sobre la sexualidad humana en general, y la homosexualidad en particular

La práctica de la sexualidad humana es y siempre ha sido sumamente variada y compleja.

La gente se involucra en el sexo en muchas formas diferentes y por diferentes razones. ¡Una de las principales razones es, por supuesto, que el sexo (al menos cuando se participa libremente en él) hace sentirse bien! Claro que, además de las sensaciones placenteras, hay muchas otras razones por las que los humanos se involucran en el sexo. Por ejemplo: para tener hijos; para establecer y definir familias; para adorar dioses o con la idea de aprovechar “poderes sobrenaturales” (muchos pueblos antiguos realizaban una variedad de actos sexuales como parte de ritos religiosos y de iniciación); para fortalecer lazos sociales más amplios; o, al contrario, para manipular o romper vínculos sociales más amplios; para utilizar el sexo como una mercancía; para demostrar la supremacía masculina y ejercer el poder (por ejemplo, a través de la pornografía, y sobre todo a través de la violación) para degradar, rebajar, desmoralizar y dominar a personas (por lo general mujeres, y a veces hombres), a pueblos enteros (cuando la violación sistemática es usada como un arma de guerra), y en general a la mitad femenina de la humanidad; o, muy por el contrario, para expresar amor y fortalecer lazos de intimidad y afecto entre parejas.

El asunto aquí es que “tener sexo” (en cualquier forma) no es “en esencia” bueno ni malo, separado del contexto social en el cual se realiza. El que una práctica sexual en últimas acabe teniendo más efectos positivos o negativos sobre el bienestar de las personas involucradas (y qué tipo de impacto general pueda tener en la sociedad en la cual viven) tiene mucho que ver con el carácter de esa práctica sexual en relación con un contexto social particular. De hecho, las normas sociales que definen qué prácticas sexuales son consideradas más positivas o negativas (o que consideran que tal vez tienen en general menos importancia social) no son siempre las mismas: estas normas tienden a cambiar con los cambios en el carácter de la sociedad y en cómo se organiza y configura una sociedad (incluyendo quién la dirige, sobre qué bases y con qué objetivos) y junto con los cambios en las más amplias visiones sociales, aspiraciones y concepciones de las fuerzas sociales opuestas y en contienda.

Así que las formas en las que la gente se involucra en la actividad sexual no es sólo algo que los individuos “hacen” en una especie de aislamiento privado. Después de todo, la actividad sexual es una práctica social. Al igual que todas las demás prácticas sociales humanas, lo que hace la gente, y por qué lo hace, está influenciado por lo que está sucediendo en la sociedad a su alrededor. Y a su vez, lo que hace la gente, y por qué, también puede tener importantes efectos e influenciar a su vez a la sociedad en general.

Vale la pena reflexionar sobre esto (en relación con todas las prácticas sociales, incluyendo todas las diferentes expresiones de la sexualidad), porque hoy en países como EEUU muchas veces está “de moda” centrarse unilateralmente en los individuos y sus expresiones individuales, a veces sin prestar demasiada atención al contexto social en que se da y, a su vez, a los fenómenos y efectos sociales más amplios que pueden surgir de la vida y las actividades de los individuos.

Como maoístas revolucionarios, queremos liberar a todas las expresiones humanas y relaciones sociales del peso de miles de años de moral e instituciones tradicionales (opresivas). Por esto cuando se trata de la sexualidad, no vemos las cosas desde el punto de vista de “policías de alcoba”. Reconocemos la gran variedad y complejidad de las expresiones sexuales humanas —incluso históricamente— y que la conducta sexual humana no es estática e inmutable. También sabemos que hay muchas cosas que aún no se comprenden bien —y por lo tanto, hay mucho qué aprender todavía— sobre las diversas características de la sexualidad humana tanto a nivel individual como a más amplios niveles sociales. Y, si bien ha habido una importante experiencia en la sociedad socialista, que se requiere sintetizar mucho mejor, también entendemos que no es posible para nadie predecir por completo qué formas de expresión sexual podrán darse en las sociedades socialista y comunista (ni cuál será el “contenido” social y la importancia de las distintas prácticas en estos nuevos contextos sociales).

Pero consideramos que hay una base —y tenemos responsabilidad al respecto— para tratar de identificar qué tipo de impactos y efectos sociales más amplios podrían tener las diferentes prácticas sociales entre la gente, y ayudar a distinguir lo que puede ser relativamente insignificante socialmente de lo que objetivamente puede ser perjudicial, o benéfico, para la lucha general por transformar y revolucionar en lo fundamental la sociedad de acuerdo con los intereses objetivos de la clase revolucionaria en la sociedad, el proletariado, y con los de toda la humanidad.

De acuerdo con esto, sostenemos que todas las prácticas sexuales deben ser “situadas” y evaluadas críticamente sobre todo en relación con la cuestión de la opresión de la mujer, y la necesidad estratégica de romper y erradicar finalmente esa opresión.

Es muy claro: nunca podremos revolucionar a fondo toda la sociedad sin transformar y revolucionar fundamentalmente la relación entre hombres y mujeres. Vivimos hoy en un mundo que se encuentra al final de una larga cadena de miles de años de dominación y subyugación sistemáticas de las mujeres por los hombres. Y a pesar de una larga y significativa historia de desafíos y luchas sobre esta cuestión, la arraigada realidad material aún predominante y la correspondiente ideología de supremacía masculina y el ejercicio del “derecho masculino” se mantienen sanos y salvos en todos los rincones del planeta. (Por “derecho masculino” queremos decir la posición de dominación del hombre en relación con la mujer y los privilegios y prerrogativas que acompañan esta dominación —no sólo en términos de las relaciones íntimas y sexuales sino en general— en la sociedad, incluso en la “moderna sociedad estadounidense”, en la que la opresión patriarcal y la subyugación de la mujer es una parte integral y decisiva de todas las relaciones sociales). Lograr menoscabar en lo fundamental y finalmente eliminar el sometimiento de la mujer y por fin relegarlo al basurero de la historia, requerirá nada menos que ponerle fin de la manera más arrasadora, omnímoda y cabal a todas las relaciones (y sus correspondientes ideas) de explotación y opresión.

Pero todavía no estamos ahí.

Y todo esto tiene mucha relación con cómo vemos las prácticas sexuales humanas hoy. ¿Cómo podría no tenerla? No hay forma de obviar el hecho de que TODAS las formas y expresiones de la sexualidad humana (tanto heterosexuales como homosexuales) tienen lugar en ese contexto social más amplio: un mundo en el que una de las características más perdurables y fundamentales de todas las relaciones humanas sigue siendo que las mujeres son sistemáticamente subordinadas y sometidas —como mujeres.

Así que éste es el telón de fondo y el contexto en el que todos crecemos y nos desarrollamos, el contexto en el que nos enamoramos, el contexto en el que mantenemos todas nuestras relaciones íntimas y sexuales. Y este telón de fondo y contexto tienen un impacto e influencia en todas estas relaciones.

Si bien muchas relaciones sexuales y otras relaciones íntimas obviamente pueden darles beneficios positivos a los individuos involucrados y a la sociedad, nuestra opinión es que desde que surgieron la propiedad privada y las diferencias de clase, todas las relaciones sexuales han tenido el sello de la opresión histórica de la mujer, y siguen completamente impregnadas de esta característica fundamental de la sociedad de clases. Para lograr un estratégico avance radical en este campo, es necesario transformar sustancialmente todas las relaciones sexuales.

¡Es por eso que en el mundo moderno sigue siendo un asunto espinoso proponer tener relaciones sexuales! Para los individuos no es fácil formar positivos lazos sociales íntimos y sexuales que vayan contra la corriente en vez de calcar la característica subyugación general de la mujer en la sociedad burguesa y en todas las sociedades signadas por relaciones de explotación y opresión. Para los individuos no es fácil formar lazos íntimos caracterizados por el amor mutuo, el respeto y la igualdad, ¡cuando en la sociedad predomina, se fomenta y se refuerza todo lo contrario!

Para lograr esto, como todo por lo que vale la pena, se necesita lucha y una amplia visión de un futuro radicalmente mejor; y fundamentalmente se requiere transformar y revolucionar radicalmente la sociedad en su conjunto, todas las relaciones sociales.

Hasta ahora, todo lo que hemos dicho anteriormente se aplica a todas las relaciones y prácticas sexuales. Esperamos que esto ayude a dar una noción de nuestro enfoque general y del más amplio marco de referencia en el que pretendemos situar cualquier debate sobre la homosexualidad en sí.

La homosexualidad en sociedades como la estadounidense

En sociedades como la estadounidense hoy, alguna gente experimenta en su juventud con relaciones sexuales con personas del mismo sexo, o cuando miembros del sexo opuesto no están a su disposición, pero luego terminan practicando sólo relaciones heterosexuales. Alguna gente puede que experimente con relaciones heterosexuales en la adolescencia o incluso pase una buena parte de su vida adulta practicando sexo heterosexual (a menudo incluyendo matrimonio e hijos) pero luego en algún momento pasa a practicar relaciones homosexuales. Alguna gente se involucra en relaciones heterosexuales la mayor parte de su vida pero luego practica relaciones homosexuales cuando se encuentra en ciertas situaciones muy particulares (lo que se conoce como homosexualidad “situacional”), por ejemplo cuando se encuentra aislada y apartada del sexo opuesto durante largos períodos de tiempo (en las cárceles; en internados femeninos o masculinos, u otras situaciones de segregación sexual en la vida o en el trabajo, etc.). Algunas personas se consideran bisexuales, que sienten atracción y/o mantienen relaciones sexuales tanto con personas del mismo sexo como del sexo opuesto. Y si bien algunas personas parecen practicar “principalmente” un tipo de sexualidad pero “a veces” practican la contraria, hay por supuesto muchas personas que durante toda su vida practican exclusivamente relaciones heterosexuales. Y también hay una cantidad reducida (pero significativa) de personas que durante toda su vida sólo tienen relaciones homosexuales.

Para complicar aún más el panorama, incluso aparte de situaciones de segregación sexual, la conducta sexual concreta de la gente puede no concordar, en mayor o menor grado, con su sentido de lo que les excita o les atrae sexualmente. Es decir, la orientación sexual de la gente no puede reducirse simplemente a sus prácticas sexuales. Un ejemplo obvio es que una persona puede ser célibe pero sentirse atraída por personas del mismo sexo o del sexo contrario. O alguien puede ser parte de un matrimonio heterosexual, pero sentirse atraído(a) sexualmente sólo o principalmente por individuos del mismo sexo. Y a esto hay que añadir el hecho de que dentro de las categorías de lo que se define ampliamente como orientaciones homosexual y heterosexual existe una amplia gama de diferentes comportamientos sexuales, preferencias sexuales e incluso a veces roles sexuales codificados.

Con toda esta variedad, no es extraño que pueda ser difícil tener una idea precisa sobre lo que significa practicar la homosexualidad, o incluso hablar de ésta como un solo fenómeno. Pero es claro que en la actual sociedad estadounidense hay una cantidad significativa de personas que, cuando se aborda la cuestión general de la atracción sexual, consideran su orientación sexual como homosexual.

¿Por qué alguna gente mantiene relaciones sexuales con personas del mismo sexo? Esta no es una pregunta fácil de responder, y de hecho las razones de esto todavía no se entienden completamente y puede que haya muchas respuestas diferentes a esa pregunta. Para empezar a encontrar las respuestas a esta pregunta creemos que es necesario examinar el tema de la sexualidad humana en los planos individual y social así como la forma en que podrían interactuar estos factores.

¿Qué puede decirnos sobre la homosexualidad un vistazo a la historia y a diversas culturas?

Bueno, por un lado podemos ver que la historia de la sexualidad humana es sin duda muy variada. El hecho de que alguna gente tenga relaciones sexuales con personas del mismo sexo no es algo nuevo. Retrocediendo en el tiempo hasta probablemente las sociedades humanas primitivas, y en cada rincón del planeta, el registro antropológico e histórico está lleno de ejemplos de relaciones homosexuales. Si bien es probable que las relaciones heterosexuales hayan sido generalmente la forma predominante de sexualidad en toda la historia humana, las relaciones homosexuales probablemente se han dado siempre al menos como una forma secundaria de la conducta sexual en todas las sociedades.

Nadie sabe realmente el grado en que las relaciones homosexuales pudieron haber sido relativamente casuales y rutinarias junto con las relaciones heterosexuales en las primeras sociedades humanas. Lo que se sabe es que hubo muchas sociedades en las que la actividad homosexual fue un fenómeno social importante, influyente y aceptado, aunque de diferentes maneras y por diferentes razones. Si bien obviamente hay aspectos biológicos de toda la actividad sexual y hay una biología de la excitación sexual, el cómo se siente la gente en cuanto al sexo, las emociones que evoca éste y lo que específicamente pudiera servir para excitar sexualmente a la gente, probablemente ha variado mucho de una cultura a otra, dentro de las mismas culturas y a lo largo de los siglos.

Si bien este no es el lugar para intentar un análisis exhaustivo de la historia y la antropología, puede ser útil una breve reflexión sobre lo diversa que es esta historia pensando en qué tan variada ha sido la sexualidad humana y la cultura que la rodea a través de diferentes épocas históricas y culturas.

La cultura, las instituciones, tradiciones y prácticas en cuanto a las relaciones heterosexuales han variado y se han desarrollado enormemente a lo largo de la historia inicial de la humanidad y de la historia de la sociedad de clases. Aquí analizaremos principalmente (¡y sólo muy brevemente!) la evolución de las instituciones más fundamentales del matrimonio y la familia patriarcal, que por supuesto no abarcan todas las prácticas de relaciones heterosexuales a través de todas las épocas:

Gran parte de lo que se conoce sobre la organización social de los sistemas tribales que no tienen estrictas jerarquías sociales y divisiones de clase sugiere que las primeras formas de sociedades humanas estaban casi con toda seguridad compuestas por pequeños grupos comunales de individuos que no sabían con certeza quienes eran sus padres, pero que habrían trazado su descendencia y formado redes de obligaciones sociales mutuas a través de la línea materna (los llamados sistemas matrilineales). En tales condiciones los niños no habrían sido considerados como propiedad de individuos adultos, sino que es probable que hayan sido cuidados y criados por todo el grupo. Y en un sentido general, las mujeres en esas primeras sociedades matrilineales habrían tenido al menos tanto estatus social e influencia sobre la toma de decisiones como los hombres.

Pero todo eso cambió. Cambió cuando los seres humanos descubrieron cómo domesticar animales y cultivar plantas y luego empezaron a acumular los excedentes de los recursos más allá de lo que necesitaban para sobrevivir. ¡Ahora había algo por qué luchar y legar a las generaciones futuras además de relatos y tradiciones! El sistema comunal empezó a deshacerse, y comenzó a importar de quién eran los hijos, y quién heredaría qué de quién. Y debido a que al parecer en la mayoría de lugares las actividades de los hombres parece haberlos puesto en una posición algo mejor para controlar los primeros rebaños y campos agrícolas, fueron ellos los que empezaron a controlar los excedentes, y sobre esa base adquirieron más poder e influencia en los asuntos de la sociedad. Y desde ese momento (hasta hoy) las cosas no volvieron a ser iguales entre hombres y mujeres3.

Todo esto se reflejó también en la práctica sexual: se crearon toda clase de nuevas reglas con el fin de controlar cómo y con quién podía tener sexo la mujer, sólo porque así sería muy claro quién era el padre de los niños. Las mujeres ya no tenían ninguna libertad en absoluto de expresar su propia sexualidad o de elegir o rechazar a sus parejas sexuales. Por el contrario, eran “comerciadas” entre sus padres y maridos a cambio de bienes y servicios, y algunas veces usadas para consolidar alianzas políticas y económicas más amplias. Las mujeres se convirtieron básicamente en esclavas y reproductoras y a menudo eran raptadas y convertidas en botín de guerra. Esta nueva familia patriarcal (dirigida por el hombre) se convirtió en el instrumento básico mediante el cual se controlaba a las mujeres, se criaba a los niños y se heredaba la propiedad. La palabra “familia” incluso proviene directamente del término romano “famulus” que abarcaba las esposas, los hijos y los sirvientes y esclavos de un hombre, y él tenía el poder sobre la vida y la muerte de todos ellos.

La estructura de las familias patriarcales ha diferido entre culturas y a través de la historia. Algunas sociedades esclavistas y feudales instituyeron la poligamia, en la que un hombre con propiedades podía tener numerosas esposas oficiales, y otras como concubinas, en la que un hombre tenía una esposa principal (u “oficial”, en algunas culturas) y muchas esposas secundarias (o “no oficiales”), etc. En las sociedades feudales (en incluso hoy en muchas partes del mundo donde subsisten formas feudales), el matrimonio era (y sigue siendo) principalmente producto de un arreglo. Con la época burguesa moderna surgió la idea de que el matrimonio no siempre tenía que estar de forma directa (o por lo menos abierta) ligado a preservar y extender las relaciones de propiedad. Llegó a ser socialmente aceptable (¡al menos en teoría!) que los individuos eligieran libremente a sus parejas y buscaran casarse basados en el “amor”. Sin embargo, por lo general la estructura básica de la familia en la época burguesa sigue siendo patriarcal (dominada por los hombres) y las relaciones heterosexuales siguen reflejando milenios de sometimiento de las mujeres por los hombres4.

Al igual que la heterosexualidad, la homosexualidad ha sido practicada, institucionalizada y vista de diferentes formas a lo largo de la historia y entre culturas, y las relaciones homosexuales algunas veces han sido aceptadas y practicadas ampliamente en algunas culturas. Por ejemplo, hay tribus en Papúa Nueva Guinea en las que existen costumbres sexuales ritualizadas que involucran sexo entre hombres jóvenes y adolescentes como parte de los ritos de iniciación masculina. Hay informes de que la gente de algunas de estas tribus creen que la única manera en que los adolescentes llegarán a ser hombres es si reciben la “esencia de la masculinidad” de parte de un hombre adulto. Un niño que está llegando a la pubertad es entregado a un hombre joven que es su tutor y éste lo usa como una salida sexual hasta que llegue el momento de casarse con una mujer. En algunas tribus esta práctica también va de la mano con acuerdos económicos en los que un padre biológico envía a un hijo a la casa de otro hombre a cambio de una compensación económica, y a veces la hija del otro hombre se prometerá o retribuirá al hijo como futura esposa. (En algunas de estas sociedades tribales estas costumbres también están ligadas a creencias de que los hombres jóvenes pertenecen a sus madres y los niños son mujeres —y son tratados como tales— hasta que se convierten en hombres con las prácticas de iniciación descritas anteriormente.) (Murray 2000, pp. 28-33)

También está el muy conocido ejemplo de pederastia5 en la sociedad griega clásica (en particular, la Atenas del siglo V a. c.), en la que al parecer la mayoría de hombres de por lo menos las capas privilegiados regularmente mantenían relaciones sexuales con otros hombres, asumiendo ya sea una posición dominante o subordinada (como el erastés o como el erómenos) en estos acuerdos, dependiendo de su posición social relativa y de la edad (los hombres jóvenes imberbes eran casi siempre “receptores” sexuales subordinados, hasta que se hacían adultos). La mayoría de los hombres (o en todo caso, la mayoría de los hombres mayores) en estos acuerdos también mantenían al mismo tiempo relaciones sexuales con mujeres en el contexto de la familia; pero como las mujeres eran consideradas seres inferiores, se pensaba que los ideales superiores de amor, placer sexual y belleza podrían lograrse mejor en compañía de niños y jóvenes6.

El registro histórico de relaciones homosexuales entre mujeres es escaso, ya que la historia sexual de las mujeres ha sido por lo general ignorada, negada y suprimida como parte de preservar y proteger la autoridad patriarcal. Durante gran parte de la historia, las mujeres han sido consideradas procreadoras y no seres sexuales y tanto el registro escrito como las observaciones de historiadores y científicos con prejuicios cristianos (y otros) han oscurecido la mayor parte de la investigación. Por ejemplo, se calcula que sólo el 5% de los escritos de Safo, la famosa poeta de la antigua Grecia de la isla de Lesbos, sobrevivió a los múltiples intentos de los cristianos por destruir sus obras. Antropólogos que estudian diversas culturas han registrado relaciones y amistades entre personas del mismo sexo que además son sexuales, también prácticas de iniciación femenina en muchas sociedades tribales de África y la Polinesia (que al parecer son muchas veces rituales homosexuales para preparar a una mujer joven para el matrimonio), así como la existencia de prácticas homosexuales entre mujeres, especialmente mujeres adultas que no estaban casadas y que convivían o formaban muy estrecha amistad emocional y quizás sexual con otras mujeres.

De nuevo, el propósito de ejemplos tan diferentes no es tratar aquí de tener una especie de visión completa sobre la homosexualidad en la historia y en las diversas sociedades, sino dar una idea de las diferentes formas de sexualidad, tanto heterosexuales como homosexuales, que se han practicado y hasta institucionalizado y reconocer que por lo general estas prácticas han tenido significado social diferente en diferentes épocas. Si bien dimos ejemplos de casos en los que la homosexualidad es muy generalizada y aceptada, y a veces institucionalizada, incluso dentro de una sociedad en un momento dado hay por lo general diferentes tipos de expresiones de sexualidad del mismo sexo, los cuales no todos tienen el mismo “significado” o efecto social. En cada sociedad hay normas y costumbres sociales con respecto a la sexualidad humana en general (tanto con el mismo sexo como con el sexo opuesto) pero estas normas y costumbres son al fin y al cabo instituciones hechas por el hombre y hacen parte de la superestructura de cualquier sociedad organizada. Dentro de estas normas y paralelo a éstas, siempre hay también gente que diverge de ellas, y practican formas “marginales” o secundarias de sexualidad (algunas de las cuales son incluso institucionalizadas, como la prostitución junto al matrimonio). Los ejemplos citados muestran que hay desacuerdo (o divergencia) dentro de las normas culturales así como entre diferentes culturas.

Todo esto sugiere que cualquier práctica sexual específica realmente hay que entenderla en el contexto de su propio tiempo y sociedad en particular, que nuestras propias ideas de lo que es natural y necesario son en gran parte producto de nuestra propia historia, tiempo y lugar. Este es un punto metodológico importante para mirar toda la cuestión de la sexualidad humana. Objetivamente es muy difícil mirar períodos anteriores o prácticas sociales de otras épocas y no imponer prejuicios, valores e incluso sentimientos que tenemos como producto de nuestra propia época y cultura, y esto es algo con lo que tiene que lidiar la ciencia social y la ciencia en general. Por otra parte, si miramos lo que sabemos de otras épocas y lugares —como producto de la investigación histórica, la arqueología y la antropología—, se puede ayudar a la gente de nuestra época a ser más objetiva sobre la sexualidad humana y las prácticas sexuales de hoy, que tienden a ser consideradas por lo general como una cuestión “subjetiva”.

(Un examen histórico e intercultural más exhaustivo de la organización social de la sexualidad y en particular su relación con la cuestión de la mujer es parte de nuestro estudio y trabajo teórico continuos en torno a esta cuestión. Si bien estamos abordando la cuestión aquí en el plano de cómo los humanos han desarrollado constructos sociales en relación con el sexo en general, más adelante en este documento volveremos sobre la cuestión de la sociedad de clases y el impacto de la familia patriarcal.)

Al analizar la sexualidad a nivel de la sociedad, podemos ver que todas las sociedades que han existido (al menos desde la aparición de las clases, pero muy posiblemente incluso desde antes) han aplicado algunas normas, necesidades y objetivos sociales más amplios a la actividad sexual humana (incluyendo la homosexualidad). Las sociedades han creado instituciones de diversos tipos para estructurar y organizar la actividad sexual. Diferentes tipos de sociedades, entre otras cosas, prohibirán —condenarán o proscribirán— o fomentarán diferentes tipos de relaciones y prácticas sexuales, y de hecho orientarán o utilizarán diferentes formas de sexualidad humana para lograr objetivos sociales más generales. Es en relación con estas necesidades y objetivos sociales más generales —y su correspondiente “cultura sexual”— que se desarrollan las distintas prácticas sexuales. Estos objetivos sociales más amplios es probable que se reflejen de varias maneras —no sólo en las prácticas sexuales de un individuo, sino también en las necesidades que sienten los individuos e incluso en los deseos que perciben. Pero estos diferentes niveles (social, conductas sexuales individuales, y necesidades sentidas y deseos percibidos por un individuo), si bien reaccionan e influyen entre sí, no son una y la misma cosa.

La base material subyacente a la orientación sexual en los seres humanos

Por qué algunos individuos “se vuelven” principalmente homosexuales mientras que otros “se vuelven” principalmente heterosexuales sigue siendo un asunto de gran debate y controversia, incluso entre los homosexuales. Algunos homosexuales dicen que en el desarrollo de su orientación sexual hay involucrado un elemento importante de decisión consciente, y esto parece ser ampliamente reconocido como una experiencia más común entre las lesbianas que entre los hombres gay. (Y hay una importante cantidad de individuos que sostienen que su orientación sexual es completamente bisexual.)

Pero hay una gran cantidad de homosexuales (tanto hombres como mujeres) que dicen que simplemente no están seguros de por qué se convirtieron en homosexuales, y que están seguros de que no tuvo que ver la opción consciente. Muchos informan que desde muy temprana edad, al llegar al despertar sexual, se encontraron sexualmente atraídos sólo hacia miembros de su mismo sexo (y no sintieron atracción sexual hacia personas del sexo opuesto) y que esto nunca cambió para ellos, ni siquiera ante las presiones sociales a veces extremas o la coacción a “cambiar” para adaptarse a las expresiones sociales más típicas de la sexualidad.

Continúa el debate sobre si las principales “causas” de la homosexualidad en los individuos son de origen biológico, social, o una mezcla de ambas. ¿Qué de la cuestión de la biología del individuo? ¿La biología interna estipula la orientación sexual? ¿Nacen las personas de algún modo programadas para la homosexualidad? Esta cuestión ha sido objeto de debate por décadas y ha generado un sinnúmero de estudios científicos y acalorados debates dentro y fuera de la comunidad científica. Entre otras cosas, la constatación de que la homosexualidad frecuentemente no se presenta como una cuestión de “elección” ha estimulado a muchos científicos a tratar de encontrar una “causa” biológica concreta y directa de la homosexualidad. Estas investigaciones también han sido a menudo motivadas por la esperanza de que el descubrimiento de un origen biológico pudiera conducir a una mayor tolerancia social hacia los homosexuales y a entenderlos mejor. Como un asunto adicional aquí hay que decir que esta esperanza se basa realmente en suposiciones incorrectas sobre la base de la tolerancia: por ejemplo, los nazis pensaban que la homosexualidad podría ser biológicamente innata en su origen, ¡pero esto para nada les impidió tratar de exterminar a los homosexuales7!

En todo caso, por lo que los científicos y otros deben estar motivados es por la búsqueda de la verdad sobre el asunto. Y el problema no es que los científicos han estado tratando de investigar las bases biológicas de la sexualidad humana y del comportamiento sexual humano —en realidad todavía hay mucho por explorar sobre todo esto y es un área válida para la investigación científica. Muchos científicos han trabajado muy duro y a conciencia en los últimos años para tratar de adentrarse realmente en las bases subyacentes del sexo y el comportamiento sexual.

Sin embargo, hay importantes problemas metodológicos con cómo se han realizado muchos de estos estudios, incluyendo muchas suposiciones fundamentalmente erróneas sobre las bases biológicas de comportamientos sociales complejos en los seres humanos, métodos de muestreo problemáticos, condiciones experimentales distorsionadas, interpretaciones subjetivas de los resultados y problemas en replicar los resultados de forma independiente. A pesar de las muchísimas investigaciones sobre la biología del sexo y la conducta sexual en una amplia variedad de especies animales, así como algunos estudios centrados más específicamente en los seres humanos, todavía son pocas las respuestas claras y fiables. Una cosa que se puede decir con certeza es que al menos hasta ahora nadie ha podido demostrar ninguna causa biológica clara y directa de la homosexualidad en los seres humanos. (Véase el “Apéndice sobre estudios biológicos”.)

Uno de los grandes problemas es que, aunque algunos estudios e investigaciones han reflejado un enfoque menos unilateral y reconocen la complejidad de los fenómenos involucrados, se han hecho muchos intentos, a la moda reduccionista de la época, por encontrar una sola entidad como la supuesta causa biológica fundamental de la homosexualidad: un solo gen, una sección de cromosoma, una sección del cerebro, una hormona o una proporción de hormonas, y así sucesivamente. Y esta búsqueda reduccionista de tales entidades únicas casi siempre se ha hecho analizando estas entidades aisladas artificialmente de los ambientes naturales y sociales en los que necesariamente están integradas y con los que interactúan.

Vale la pena reflexionar sobre el hecho de que, por ejemplo, si se pone una cadena de ADN en un tubo de ensayo, ¡simplemente se queda ahí y no hace nada! Los genes sólo pueden funcionar en interacción con el entorno de una célula viva, la cual a su vez interacciona con el entorno del cuerpo en general, que a su vez funciona en interacción con el ambiente externo natural y social. Para que un análisis de cualquiera de las funciones biológicas sea realmente válido, hay que estar en capacidad de tomar en cuenta las interacciones dinámicas que se dan entre las diferentes entidades particulares y los diferentes niveles de organización de la materia.

Las burdas distorsiones de la prensa populachera sobre la supuesta biología de la homosexualidad (y de otros complejos comportamientos sociales humanos) no han hecho más que empeorar las cosas: a veces pareciera que no pasa un día sin alguna publicación en la prensa que diga que los científicos han “encontrado el gen gay”, o el “cerebro gay” o la “causa” hormonal de la homosexualidad (o tal vez de la agresión, o de la razón por la que engañó a su esposa o a su esposo la semana pasada —parece que hay un entusiasmo casi desesperado en estos días por tratar de atribuir cualquier cosa que los seres humanos hacen a algún componente individual del cuerpo humano, incluso cuando hay muy poca o ninguna base científica válida para esto). Por supuesto, cuanto más nos animamos a mirar internamente, más difícil se vuelve mirar lo que podría estar pasando por fuera del cuerpo, en términos de nuestras interacciones sociales y vida social, para tratar de comprender las influencias que todo esto pudiera tener en las diferentes cosas que la gente hace e incluso en el propio cuerpo.

¡El problema fundamental de los enfoques reduccionistas biológicos es que así no es cómo funciona la biología humana! Cosas como las conductas sexuales son comportamientos sociales complejos, y en toda la historia de la investigación biológica nunca ha sido posible reducir comportamientos sociales complejos simplemente a una causa única al nivel de cosas tales como los genes y las hormonas. Y nunca ha sido posible demostrar un grado significativo de un “cableado” pre-programado para cualquier comportamiento social complejo en los seres humanos. Esto no quiere decir que no haya importantes bases y fundamentos biológicos de los comportamientos humanos. Pero lo cierto es que el hecho que resulta más saliente y notable de nuestra biología, lo que hace que nuestra especie sea biológicamente la más excepcional, es nuestro grado inaudito de maleabilidad y plasticidad del comportamiento: lejos de haber nacido rígidamente “cableados”, el hecho es que, más que cualquier otra especie en este planeta, nacemos muy poco desarrollados y con una increíble capacidad de aprender, especialmente a través de nuestras interacciones sociales, y como resultado de esto somos capaces de engranar en una muy amplia gama de comportamientos (incluyendo comportamientos completamente nuevos que los humanos puede que nunca antes hubieran estado en capacidad de tener) e incluso de seguir aprendiendo nuevas conductas a lo largo de toda nuestra vida. Realmente, por esta misma razón, somos únicos como especie.

Por supuesto, el cuerpo humano es una entidad material, y como tal tiene límites materiales. Nuestro cuerpo no puede hacer todo lo que quisiéramos que hiciera (por ejemplo, no podemos saltar por encima de un edificio alto de un solo brinco) e incluso el desarrollo de nuestras muy amplias capacidades de comportamiento tiene límites. Nacemos con cuerpos, no pizarras en blanco, y es cierto que los procesos de desarrollo de los seres humanos no son igual de flexibles en todas las etapas, ni respecto a todo8. De modo que, sí, existen “límites” biológicos, y existen fases del desarrollo biológico. Pero el sello distintivo de nuestra biología sigue siendo en general nuestro inaudito grado de flexibilidad del comportamiento y continua capacidad de aprendizaje, sin precedentes.

Otra forma en la que se podría describir esta interacción entre lo biológico y lo social podría ser la de decir que el cuerpo del individuo y su biología naturalmente siguen sirviendo como base y sustrato fundamentales para ejercer una influencia, e incluso para establecer ciertos parámetros y límites, en los comportamientos humanos. Pero más allá de eso, el acondicionamiento social, la cultura y el aprendizaje necesariamente moldean e influencian todo tipo de comportamientos individuales complejos, y, de hecho, una y otra vez puede demostrarse que ejercen la influencia principal en esos comportamientos. Puede haber algunos puntos nodales clave en el desarrollo biológico de los individuos que puedan tener influencia en las capacidades de comportamiento posteriores, pero normalmente el proceso de desarrollo individual en relación con las conductas complejas es muy maleable y adaptable, y continúa a lo largo de toda la vida de un individuo. Curiosamente, los comportamientos complejos a veces pueden incluso tener un efecto transformador sobre la organización biológica interna o sobre el funcionamiento del cuerpo de un individuo (como por ejemplo los efectos que puede tener sobre el cuerpo el estrés causado socialmente).

Como parte de una crítica general a la sociobiología, en su libro de 1985 El biólogo dialéctico (pp. 262-263), los biólogos Richard Levins y Richard Lewontin dieron el siguiente ejemplo, que sirve de analogía con los comportamientos sexuales y otros comportamientos sociales: “Lo que la gente puede comer está determinado biológicamente, lo que come es otra cosa muy distinta. Si lo que la gente come está histórica, social, e individualmente determinado, el por qué comen está también determinado así. Biológicamente, ‘comer’ y ‘beber’ constituyen los actos físicos de la nutrición. En realidad, comer y beber tienen relaciones muy variables con esa necesidad biológica. Comer es una ocasión social que consolida los lazos familiares, proporciona una excusa para llevar a cabo el intercambio comercial, y ofrece una oportunidad de crear obligaciones sociales mutuas... En la cultura humana no tiene un solo significado comer y beber, sino que es la transformación cualitativa de un simple acto físico en una inmensa gama de significados sociales e individuales... un estudio del acto físico en sí, de sus precondiciones biológicas, de su evolución, de su similitud con la conducta de otros animales, o con las regiones del cerebro que influyen en ello, simplemente será irrelevante para el fenómeno humano”.

¿Así que los estudios biológicos de la sexualidad humana son una pérdida de tiempo? Por supuesto que no. La sexualidad sí tiene “cimientos” o bases biológicos, y todavía hay mucho por descubrir y aprender sobre todo esto. Se sabe bastante sobre la biología del sexo, pero se sabe mucho menos sobre la supuesta biología de la conducta sexual, sobre todo en los seres humanos. Creemos que la evidencia predominante indica que en un sentido general los factores sociales y no los biológicos son lo más importante en el moldeamiento de la atracción y la práctica sexuales, pero cuando hablamos de que “prima lo social sobre lo biológico” no significa que se niegue la existencia de un sustrato biológico (¡después de todo, la gente tiene cuerpos individuales!) ni que se piense que no hay nada que aprender de nuestra biología. La cuestión es darle el debido peso al hecho de que en los seres humanos (debido a nuestra gran capacidad de aprendizaje y al grado extremo de organización social e interdependencia desde el día en que nacemos) la importancia de nuestras interacciones culturales y sociales ha opacado mucho la importancia de gran parte de nuestra biología individual básica en moldear y configurar todo lo que somos y todo lo que hacemos, incluso como individuos.

[Para un análisis más desarrollado de esta cuestión véase, por ejemplo, Gould, La falsa medida del hombre; Lewontin, Rose y Kamin, No está en los genes: racismo, genética e ideología; Skybreak, A., De pasos primitivos y saltos futuros: Un ensayo sobre el surgimiento de los seres humanos, la fuente de la opresión de la mujer y el camino a la emancipación; y su reseña de Lewontin et al en la revista Revolución Nº 53, “No está en los genes y el inicio de la contraofensiva ideológica”.]

Que quede claro: nadie ha podido aún determinar una “causa” social simple, específica y directa, así como tampoco una causa biológica9 específica y directa de la atracción hacia el mismo sexo, y parece probable que la formación de la atracción sexual en general resultaría de una compleja mezcla de factores, y muy posiblemente no se presenta de la misma manera en todos los individuos. Si futuras investigaciones científicas revelan algún vínculo más claro de la biología del individuo con la orientación sexual (y, reiteramos, hasta la fecha no se ha establecido claramente tal vínculo) no hay duda de que tendría que ser en el contexto de considerar la interacción de una multiplicidad de sistemas biológicos, además de incorporar un análisis de la interacción dinámica del cuerpo físico con el ambiente externo natural y de manera muy importante con el ambiente social en el que una persona crece, se desarrolla y opera.

Dejando de lado por ahora la cuestión de la biología de la sexualidad, es importante señalar que aunque los orígenes decisivos de la homosexualidad de un individuo de alguna manera podrían rastrearse exclusivamente hasta experiencias sociales formativas —y a pesar de que alguna gente entra en relaciones homosexuales como una opción consciente—, esto no quiere decir que en esta sociedad la orientación sexual se presenta como resultado de una “elección” consciente para la gente en general o para todos o ni siquiera exclusivamente para los homosexuales en particular. Naturalmente, la gente sí “piensa” conscientemente sobre quién o qué los atrae. Pero la mezcla total de las influencias y experiencias sociales formativas previas de un individuo (que pueden tener un profundo efecto en a quién uno encuentra sexualmente atractivo, de quién “se enamora”, etc.) puede interiorizarse profundamente —y es claro que al menos en muchos casos (o al menos al individuo específico puede parecerle) ésta también puede convertirse en parte tan importante de la personalidad de un individuo que ser atraído por personas del mismo sexo o del sexo contrario realmente no se presenta a todos como una cuestión de elección.

En conclusión sobre este punto, si bien aún no está clara la exacta interacción entre la biología del individuo y el entorno social con respecto a la formación de la orientación sexual, creemos que existe una base para asumir la primacía en general de los factores sociales a partir del cuerpo de evidencia alrededor de otros comportamientos complejos, así como de la diversidad y complejidad de las prácticas sociales humanas en general a través de la historia y en todo el mundo hoy. En todo caso, consideramos que la cuestión más importante desde un punto de vista político es la evaluación social de los fenómenos. Atendiendo a lo que hemos dicho anteriormente en este documento:

Pero consideramos que hay una base —y tenemos responsabilidad al respecto— para tratar de identificar qué tipo de impactos y efectos sociales más amplios podrían tener las diferentes prácticas sociales entre la gente, y ayudar a distinguir lo que puede ser relativamente insignificante socialmente de lo que objetivamente puede ser perjudicial, o benéfico, para la lucha general por transformar y revolucionar en lo fundamental la sociedad de acuerdo con los intereses objetivos de la clase revolucionaria en la sociedad, el proletariado, y con los de toda la humanidad.

Con el fin de “resolver esto” consideramos necesario analizar más profundamente las instituciones y la cultura alrededor de la sexualidad en general y cómo eso ha influenciado la cultura, las actitudes e incluso algunas de las prácticas de la homosexualidad en la actual sociedad estadounidense.

El patriarcado, el derecho masculino y las normas y actitudes culturales respecto a la homosexualidad en la sociedad de clases

Las relaciones heterosexuales han sido la forma dominante de sexualidad en toda la sociedad de clases. Probablemente esto no se debe ni única ni principalmente a que (¡al menos hasta hace muy poco!) la especie sólo podía reproducirse mediante relaciones sexuales entre un hombre y una mujer, sino de manera muy significativa porque las relaciones de propiedad se reproducen a través de la familia patriarcal.

Si bien analizaremos más adelante algunas de las fortalezas así como las debilidades del artículo de la revista Revolución de 1988, “Sobre la cuestión de la homosexualidad y la emancipación de la mujer”, seguimos considerando que el argumento en la siguiente sección de ese artículo es básicamente correcto e importante:

Si bien éste no es el lugar para abordar un análisis a profundidad de los orígenes y el desarrollo de la familia patriarcal, es importante entender su papel en ponerles el sello de la opresión institucionalizada de la mujer a todas las formas de la sexualidad humana. A partir de ahí, y éste es quid de la importancia de la familia patriarcal para esta discusión, la mujer ocupa una posición especial y oprimida dentro del proceso de acumulación: La necesidad de preservar las recién surgidas formas de propiedad privada, por lo general dominadas por los hombres (resultado de la anterior división del trabajo), exigió la garantía de la progenie masculina y generó restricciones a la sexualidad femenina. La mujer se convirtió en esclava doméstica —el verdadero significado de la palabra “familia” (del latín famulus) es “la casa de los esclavos”. No sólo los frutos del trabajo de la mujer se convirtieron en propiedad enajenable cuya disposición era controlada por otros y que servía para reforzar el poder y la autoridad de sus opresores, sino que se institucionalizó su rol más esencial como reproductoras, su valor relativo se definió principalmente por su capacidad o incapacidad para producir nuevos miembros de la unidad familiar.

…Por primera vez en la historia en realidad importó socialmente quién era el padre del hijo de una mujer, en especial en el caso de un hijo varón. Pero la certeza de la estirpe y sobre todo la sumisión de la mujer se obtenían a un costo muy alto para la mujer, incluyendo a través de la coerción y de la distorsión de su sexualidad en forma de monogamia forzada, violación institucionalizada, mutilación de sus órganos genitales, status de marginada y castigos draconianos por su actividad sexual por fuera de la familia, etc. En resumen, ésta es la base material y original para el continuo predominio social de la heterosexualidad en todo el mundo —testimonio vivo de miles de años de relaciones opresivas entre el hombre y la mujer, orientadas a la reproducción de las relaciones de propiedad.

La cuestión en todo esto es que con la aparición de la propiedad privada y la creación de la familia patriarcal, la heterosexualidad habría asumido necesariamente una importancia social desproporcionada con respecto a las demás formas de sexualidad. A partir de ahí, la sexualidad de la mujer sería estrictamente regulada y restringida en el mayor grado posible a relaciones heterosexuales y monógamas. Esto minimizaría la cantidad de hijos “ilegítimos”, las huídas “sin compensación” de hijas en edad de casarse, y toda actividad sexual, sea con otras mujeres o con hombres por fuera de la familia, lo que representaría un desafío a las reglas de sumisión y subordinación. Todo porque tales actividades podrían ahora socavar el organizado proceso de acumulación y transmisión de la propiedad10.

Entre otras cosas, lo anterior explica de manera resumida el predominio de la heterosexualidad en la sociedad de clases. Como producto de esas mismas relaciones de propiedad, la conquista, la aventura y la recreación sexuales han estado tradicionalmente reservadas a los hombres. Incluso cuando la monogamia para los hombres era estipulada por ley o por norma religiosa, esta “libertad sexual” de los hombres ha sido por lo general más tolerada (p. ej., no era castigada a menos que se violara la propiedad de otro hombre) e incluso esperada y promovida. En muchas sociedades la regla es que es de esperar una necesidad intrínseca (y un “derecho”) del hombre de frecuentes e incluso múltiples contactos sexuales. Esto ha influenciado todo tipo de contacto social/sexual: desde el “lecho nupcial” (los “derechos conyugales” del marido que han llevado a que se mantenga y se tolere en muchos países hasta hoy la violación marital), la poligamia, el concubinato y la históricamente común violación de las esclavas, las siervas y también los vencidos como botín de guerra, hasta la prostitución extendida y la enorme “industria del sexo” a nivel mundial en la época moderna “al servicio” de los hombres.

Las actitudes sociales dominantes así como los códigos legales relativos a las diversas formas de homosexualidad masculina realmente han variado algo a lo largo de la historia y en las diferentes sociedades de clases en todo el mundo, y esto posiblemente refleja la mayor libertad que en general se ha permitido en la actividad sexual masculina. A veces, como con los antiguos griegos mencionados anteriormente, algunas formas se han generalizado y han sido vistas de manera favorable si bien reflejando claramente y entrelazadas con la completa subordinación de la mujer en esa sociedad. Incluso en épocas muy recientes, ha habido culturas (algunas no industriales) en las que, especialmente entre los adolescentes, es de esperar y se tolera el adoctrinamiento y la experimentación sexuales entre varones, aunque no se promueva totalmente, como parte del paso a la edad adulta —aun cuando esto es visto principalmente como el paso a la “normal” heterosexualidad. (El estímulo de esto por lo general está vinculado explícitamente con la necesidad de mantener “pura” hasta el matrimonio a la población adolescente femenina.)11

Pero desde el surgimiento de la sociedad de clases, incluso donde ha habido culturas que “permitían” o “esperaban” o “toleraban” una cierta cantidad de sexo homosexual masculino, practicado ampliamente o al menos en determinadas situaciones, lo más frecuente ha sido que el sexo homosexual (masculino o femenino) ha estado técnicamente prohibido en la ley o en la religión predominante, etc. Muchas veces era motivo de horrenda persecución e incluso la muerte para los acusados de su práctica, y esto estaba ligado por lo general a la reivindicación de un código moral atado a la familia patriarcal. Si bien no podemos hablar de esto en toda la extensión ni de todas las variaciones en la aplicación de esta tendencia general a nivel mundial (así como de las excepciones a esta tendencia general), es importante recalcar que el código moral y la norma histórica ligados a la tradición judeocristiana en particular están llenos de tales proscripciones, y la historia de Europa está llena de persecuciones, inquisiciones, quema de brujas, etc., que incluían específicamente como blanco a aquellos que practicaban la homosexualidad o eran simplemente acusados de su práctica o promoción12.

Al hablar de las condiciones en Estados Unidos hoy, en el apéndice del nuevo Borrador del Programa sobre “La revolución proletaria y la emancipación de la mujer” (pp. 103-104) sintetizamos:

Durante las últimas décadas, ha dejado de funcionar de manera significativa el “modelo” de la familia nuclear tradicional. La mayoría de las mujeres ahora trabaja y ya no son amas de casa de tiempo completo. El 50 por ciento de los matrimonios acaban en divorcio. Es frecuente que las familias de inmigrantes existan a un lado y otro de la frontera. Muchas mujeres son cabeza de familia, y uno de cada tres niños nace “por fuera del matrimonio”.

El cambiante papel de la mujer y la familia y la necesidad de la economía imperialista mundial de arrastrar a más mujeres a la fuerza laboral entran en conflicto con la necesidad del imperialismo de imponer los valores tradicionales y mantener la cohesión de la familia. Estos cambios y necesidades contradictorias del capitalismo son como dos placas de la corteza terrestre en colisión —capaces de producir grandes terremotos y convulsiones.

De este embrollo están surgiendo movimientos reaccionarios que buscan llevar a la mujer a la sumisión y obediencia a la autoridad del hombre. Pero así también están surgiendo la indignación y la rebeldía de la mujer en toda la sociedad —y la lucha del proletariado por la emancipación, lo cual puede y tiene que desencadenar la intensa furia y el potencial de la mujer como una fuerza poderosa para la revolución.

Parte clave de estos movimientos reaccionarios por llevar a la mujer a la sumisión y la obediencia es una visión reaccionaria y puritana hacia la sexualidad y la veneración de la pureza del “lecho nupcial”. Un componente relacionado y muy central a este embate reaccionario es un ataque a los homosexuales y la homosexualidad como algo “antinatural”, “pecaminoso” y una afrenta a la sagrada familia. Y, junto con esto, están los extendidos ataques contra los homosexuales masculinos en general por no ser “viriles”, o incluso por ser “hombres que actúan como mujeres” así como ataques a las lesbianas por “violar el apropiado papel de la mujer” —subordinada a un hombre en una relación intima o sexual así como subordinada a los hombres en general en la sociedad.

Como señalamos en 1988: “un asunto grueso en todo esto es obviamente la promoción de la familia nuclear, esa bien probada institución para reprimir a la mujer (y también a los hijos). Y sirve al propósito de desatar una mentalidad de chusma perseguidora, buscando liberar a la nación de todo lo que se considera ‘desviado’ y socava la voluntad y la fuerza nacionales. Tales campañas de moralidad constituyen actualmente un importante elemento de la grotesca cruzada por ‘restaurar el orgullo’ en la nación y unir a la gente en torno a todas las necesidades reaccionarias que tiene a mano el imperialismo estadounidense”. Desde ese entonces, si bien la tolerancia y la aceptación hacia la homosexualidad en la sociedad estadounidense es en general mayor que en el pasado, también hemos presenciado una intensificación del tipo de atmósfera reaccionaria anteriormente mencionado así como importante aumento en los ataques violentos contra los homosexuales (al igual que contra los transexuales) incluyendo asesinatos —todo lo cual ha ido de la mano con un aumento del fanatismo religioso y con los intentos oficiales del gobierno por eliminar cada vez más la separación entre la Iglesia y el estado, promover todo tipo de oscurantismo religioso y darle posiciones de influencia y respaldo de alto nivel a una variedad de iniciativas fascistas cristianas.

Tan recientemente como en 1986 la Corte Suprema de Estados Unidos, en el caso Bowers vs. Hardwick, defendió el derecho de los estados con leyes de “sodomía” a hacerlas cumplir incluso cuando el sexo homosexual sea consensuado13. En los pocos estados donde se promulgaron leyes para permitir el matrimonio gay, se organizaron vitriólicas y reaccionarias contraofensivas para revertir esto. Y en septiembre de 1996, el presidente Clinton firmó la reaccionaria “Ley de Defensa del Matrimonio” que define el matrimonio como “la unión legal entre un hombre y una mujer como marido y mujer”, especificando dentro de la ley federal que ningún estado estaría obligado a reconocer matrimonios de personas del mismo sexo realizados en otros estados y volviendo vinculante esta definición de matrimonio para todas las agencias y programas federales (por ejemplo, el IRS [impuestos], el Seguro Social y Medicare, etc.).

La burguesía laica así como las autoridades religiosas practican todo tipo de actividad sexual entre ellos, pero estos hipócritas a menudo tratan de restringir y regular —y a menudo de forma brutal— las prácticas sexuales entre las masas como parte de imponer y preservar la familia patriarcal, los valores religiosos tradicionales y la imposición de roles de género y el ejercicio del derecho masculino. Y por desgracia esta discriminación y violencia dirigidas contra los homosexuales, en últimas inspiradas (y promovidas) por la burguesía, a veces las llevan a cabo personas de las mismas filas del pueblo14.

Todo esto sólo sirve a los intereses del enemigo de llevar a cabo una atroz represión y crear un ambiente reaccionario, de fortalecer la opresión de la mujer y de mantener al pueblo dividido y enfrentado entre sí. La sociedad estadounidense se ha caracterizado no sólo por la abierta persecución a las lesbianas y los gais, sino también por el alejamiento de muchos homosexuales de sus familias, el aislamiento social en general, y el ocultamiento de la condición homosexual —todo lo cual causa muchísimo dolor y angustia personal, como se refleja, por ejemplo, en las altísimas tasas de suicidio entre adolescentes gay en Estados Unidos hoy. Todo esto es completamente contrario a los intereses del proletariado y, para citar un pasaje de nuestro Borrador del Programa resaltado al comienzo de este documento:

El proletariado revolucionario se opone rotundamente a los ataques contra la homosexualidad por parte de fuerzas reaccionarias como los fundamentalistas religiosos, y a toda agresión física, discriminación y represión gubernamental contra los homosexuales: algo muy común y enconado hoy en Estados Unidos. En la nueva sociedad se proscribirá la discriminación a los homosexuales y se luchará contra ella en toda esfera, incluida la de las relaciones personales y familiares.

En un asunto sobre el que volveremos más adelante, la cita anterior tiene pertinencia en la sociedad socialista en todo lo relacionado con las leyes y prácticas reales del estado proletario, incluso de forma más importante, para el proceso que se emprenderá para transformar las relaciones sociales.

La cultura moderna de gais y lesbianas en la sociedad estadounidense

Como se mencionó anteriormente, consideramos que es importante no subestimar el grado en que todas las relaciones sexuales en el mundo de hoy siguen teniendo el sello de los miles de años de opresión sistemática a la mujer. Y esto es cierto independientemente del grado en que los individuos puedan ser conscientes de esto. Esto no quiere decir que en términos de individuos —y de relaciones íntimas y sexuales del individuo— las atracciones y las prácticas de la gente sean equivalentes “uno a uno” con el hecho de que los factores sociales, y en particular la opresión de la mujer, juegan un importante papel en influenciarlas. En otras palabras, aun cuando las relaciones sociales y las ideas correspondientes que oprimen a la mujer son un factor decisivo en influenciar la atracción sexual de la gente, etc., esto es complejo. Y, por ejemplo, sería burdamente reduccionista decir: ya que la opresión de la mujer tiene un importante papel en influenciar las atracciones y las prácticas sexuales de la gente, por tanto toda relación sexual de un individuo (y sea heterosexual u homosexual) es por definición y en esencia una expresión —y más que eso, una expresión consciente— del deseo de oprimir a la mujer (o complicidad con esa expresión). Pero, sin caer en el burdo reduccionismo de ese tipo (o de cualquier otro), podemos y debemos reconocer y subrayar el papel decisivo que juega la opresión de la mujer —en la sociedad burguesa y todas las demás sociedades caracterizadas por relaciones de explotación y opresión— en influenciar las relaciones sexuales e íntimas de todo tipo. Es por eso que en el nuevo Borrador del Programa escribimos:

Las relaciones íntimas y sexuales entre hombres y mujeres en la sociedad burguesa son en gran medida reflejo de la ideología de supremacía masculina y “derecho masculino” y están dominadas por ésta; existen en el marco general de las relaciones sociales en las que la opresión de la mujer es parte integral y fundamental y están influenciadas por ellas. Todo esto es algo por lo que el proletariado movilizará a las masas a transformar radicalmente en el proceso de eliminar la opresión de la mujer y todas las formas de opresión y explotación. En el ámbito de las relaciones íntimas, la sociedad socialista alentará al pueblo a luchar por normas que sean compatibles con la eliminación de la opresión de la mujer y contribuyan a eliminarla. (“La revolución proletaria y la emancipación de la mujer”, p. 106)

¿Esta caracterización general de las relaciones sexuales entre hombres y mujeres y de la tarea para el proletariado al respecto se aplica también a las relaciones y prácticas sexuales homosexuales? Creemos que sí. Algunas personas ven las relaciones homosexuales como una alternativa a la familia nuclear moderna o ven a los involucrados en estas relaciones como “proscritos sexuales” de la heterosexualidad tradicional. Pero habría que preguntar cuál es el carácter de esta salida en el contexto de la actual sociedad de clases patriarcal, y sostenemos en el Borrador del Programa que es importante comprender que:

las relaciones homosexuales no escapan ni existen por fuera de las relaciones familiares y sexuales predominantes y de su correspondiente ideología de supremacía masculina que oprime a la mujer en esta sociedad. En muchos sentidos, la perspectiva que caracteriza a la cultura gay masculina en la sociedad burguesa no se aparta del derecho masculino sino que de hecho tiene elementos que constituyen una concentración de éste. (p. 106)

Si bien muchas personas, ya sea homosexuales, heterosexuales o bisexuales, aspiran a tener relaciones íntimas y sexuales basadas en el amor mutuo y el apoyo emocional sobre una base esencialmente generosa, igualitaria y sin explotación, y si bien muchas personas logran esto incluso bajo la actual estructura social, también es el caso que estos intentos tienen que ir en contra de —y la mayoría de las veces son frustrados por— la abrumadora influencia y la fuerza de la costumbre de las relaciones sociales patriarcales y los valores del derecho masculino que impregnan la cultura de la sociedad capitalista en general.

La cultura predominante alrededor de la vida gay no constituye una ruptura con la obsesión de esta sociedad con la mercantilización de la más íntima de las relaciones sociales y la cosificación sexual de la gente (aun cuando, en este caso, los hombres son el objeto sexual) incluyendo una obsesión con la estética de lo joven y lo “bello” —donde la autoestima se reduce y se centra en ser una mercancía sexual exitosa. Otro ejemplo es la búsqueda o la preferencia por el sexo anónimo casual —lo cual es una actividad sumamente promocionada de “macho americano” (sea “gay” o “hetero”). Si bien, por supuesto, no es una característica universal de los hombres homosexuales, hay una tendencia en la comunidad gay hacia tales actividades y por ir a los extremos. Y no es precisamente raro en algunos sectores denigrar de las mujeres (o del cuerpo de la mujer) así como otras expresiones de misoginia. ¡Tales prácticas y sentimientos están lejos de ser una salida al derecho masculino!

Como se planteó anteriormente, la práctica de la homosexualidad masculina en la sociedad estadounidense moderna es variada y compleja. De ninguna manera toda la homosexualidad masculina se caracteriza por las prácticas o sentimientos como los descritos anteriormente. Incluso en la medida en que hay importantes adeptos de este tipo de tendencias en muchas comunidades gay esto no puede separarse por completo de la sociedad estadounidense en general ni del hecho de que los homosexuales en esta sociedad han sido marginados, condenados al ostracismo social, y discriminados incluso en las relaciones personales y familiares. En esta sociedad domina el capital y la tendencia espontánea es a reducir todo y a todos a una mercancía —incluyendo la mercantilización del sexo. Y es realmente difícil determinar qué es inevitable como producto de una relativamente autónoma “comunidad de hombres” sexual bajo condiciones de patriarcado, o qué podría ser muy diferente en una sociedad más abierta en la que la homosexualidad no es estigmatizada y la personalidad de la gente y sus hábitos sexuales no se forman ocultándolos, apartándolos del resto de la sociedad y perseguidos por ésta. Pero aún más importante es la pregunta: ¿cómo será afectado todo esto en una sociedad en la que toda la sexualidad se transforma en la lucha contra el más fundamental sometimiento de la mujer? Todo eso tendrá profundos e incluso inesperados efectos sobre todas las relaciones íntimas, incluyendo las prácticas sexuales homosexuales.

El lesbianismo es también un fenómeno diverso, y si bien puede haber algunas tendencias actuales entre algunas lesbianas que rayan en celebrar lo hedonista, podríamos afirmar que lo que más caracteriza el fenómeno es que:

El lesbianismo es en muchos sentidos una respuesta a la opresión de la mujer en la sociedad de clases, pero por sí mismo no constituye una solución fundamental a esta opresión. (Ibíd.)

Al hacer esta afirmación, no sólo estamos hablando sobre la tendencia lesbiana radical consciente que existe y que fue aún mucho más común en los años 60 y 70, ni estamos sólo tratando de captar el hecho evidente de que un mayor número de lesbianas que gais en la actualidad caracterizan su orientación sexual como más de una opción (o que parece que la identificación como bisexual es mucho más común entre las mujeres y parece ser que es una tendencia creciente entre las jóvenes, etc.). Si bien la cita anterior del Borrador del Programa abarca sin duda tales aspectos del lesbianismo moderno, como se mencionó anteriormente, hay muchas lesbianas que experimentan sus primeras atracciones sexuales como atracción por el mismo sexo y siguen siendo atraídas sólo por las mujeres, y no hay ningún aspecto de ser lesbiana que les parezca como de elección. Pero la sexualidad femenina en general es moldeada claramente por vivir en una sociedad en la que las mujeres no son iguales a los hombres y en la que una vida dedicada a una relación heterosexual tradicional puede ser limitante y opresiva.

Al igual que con la homosexualidad en general, dudamos de que haya una sola vía o razón, o “causa” para el deseo homosexual y para la conformación de pareja entre mujeres. Pero sí sabemos que muchas mujeres, independientemente de si perciben su orientación sexual ante todo como una elección, han expresado diversas actitudes y sentimientos que sugieren que sus relaciones con mujeres son una alternativa real a las relaciones con hombres las cuales son insatisfactorias e insolidarias en lo sexual y de otras maneras, o que ellas prefieren la intimidad y la compañía de mujeres a cambio de la de hombres, o que prefieren relacionarse exclusivamente con mujeres, al menos transitoriamente con el fin de evitar las verdaderas molestias y la subordinación que son parte integral de muchas relaciones heterosexuales en la sociedad actual.

Son sentimientos comprensibles. Históricamente, las relaciones y redes sociales de las lesbianas han promovido y apoyado a algunas mujeres para que vivan y operen por fuera de los roles tradicionales o como un refugio seguro de relaciones hombre/mujer que han sido abusivas emocional o físicamente. Pero si bien esto puede significar una mejora individual para algunas mujeres, también es cierto que, como señaláramos en el artículo de 1988, las relaciones más amplias en la sociedad sin embargo se reflejan en cierto grado y de una u otra manera en las relaciones lésbicas. Y, lo que es más fundamental, la práctica del lesbianismo no resuelve el problema general de la opresión de la mujer en su conjunto, en la sociedad estadounidense y en todo el mundo.

Desde luego, muchas lesbianas no afirmarían lo contrario —y nuestro propósito no es que las parejas del mismo sexo constituyen por definición un programa político e ideológico— ni que las lesbianas (o los varones homosexuales) no pueden ser revolucionarios o comunistas revolucionarios que dedican su vida a las metas del proletariado internacional (una cuestión que abordaremos con más detalle un poco más adelante en este documento). Por otra parte, la consciencia feminista o la reformista, y la política de identidad (lo que también abordaremos de nuevo más adelante), no son lo mismo que una crítica revolucionaria cabal del problema, ni tampoco corresponden a la concepción y la misión histórica del proletariado de liberar a toda la humanidad.

La homosexualidad y el socialismo y el comunismo

¿Cómo serán las prácticas sexuales en el futuro? ¿Existirá todavía la homosexualidad en el socialismo y el comunismo?

No se sabe. Una respuesta clara a estas preguntas tendrá que esperar por una comprensión científica más completa de todos los factores que intervienen en la formación de la orientación sexual de una persona, y también por la experiencia acumulada del socialismo, para revelar los efectos que todas las transformaciones radicales de las relaciones sociales tradicionales y de las ideas correspondientes tendrán en cómo las personas se relacionan entre sí, incluso en términos de atracción sexual, de amor, de la base para los lazos personales e íntimos, etc. Probablemente el sexo y cómo lo practica la gente sufrirán todo tipo de grandes cambios y tendrán “significados” sociales completamente nuevos para la época en que lleguemos al comunismo, y se pondrán en tela de juicio y se transformarán radicalmente todo tipo de conceptos viejos y tradicionales sobre el sexo, la sexualidad, los roles de género —y por supuesto la posición el estatus social en general de la mujer. La sociedad socialista, que es un período de transición hacia el socialismo, probablemente contendrá una combinación de relaciones e ideas viejas y nuevas inclusive con respecto a todas las formas de sexualidad, a los roles de género, a la familia, etc.

Sólo el tiempo y la experiencia social acopiada nos dirán si bajo estas nuevas condiciones se aumentará o disminuirá cuantitativamente la práctica de la homosexualidad o si se mantendrá más o menos igual.

Como se analizó anteriormente, consideramos que iría contra los intereses del pueblo y de la revolución que el estado socialista tuviera como una meta o “misión” el tratar de “eliminar” la práctica de la homosexualidad en general o el tratar de “reformar” a un individuo alejándolo de su homosexualidad. Es importante entender que aun cuando esta expresión secundaria de la sexualidad humana fuera de alguna manera a “extinguirse” o desaparecer por sí sola en el socialismo (lo cual en todo caso parece muy poco probable), esto en sí mismo no contribuirá a la plena emancipación de la mujer. Como se mencionó anteriormente, algunas expresiones de la homosexualidad (y en especial algunas expresiones de la homosexualidad masculina en el mundo de hoy) pueden a veces constituir manifestaciones muy evidentes del derecho masculino (y de esa manera contribuir a la opresión de la mujer), pero incluso las más atrasadas y socialmente inaceptables de estas prácticas o “cuadros” no son la “causa” de la opresión de la mujer. Como hemos recalcado, en el socialismo, a medida que se desafían y erradican activamente las bases materiales de la opresión de la mujer, y que la ideología correspondiente es amplia y profundamente desafiada, criticada y trasformada, es probable que veamos muchísimas transformaciones en la manera en que la gente establece relaciones y prácticas íntimas, especialmente en la medida en que cada vez más mujeres exijan cada vez más ser tratadas con auténtico amor y respeto por parte de su pareja y se sientan animadas y respaldadas en estas demandas por la cambiante atmósfera de la época y por la popularizada y extendida promoción de nuevos valores por el proletariado en el poder.

En términos de evaluar cualquier práctica de la sexualidad desde una perspectiva revolucionaria, es lógico preguntar: ¿Ayuda a la gente a establecer lazos basados en el amor mutuo y el apoyo emocional y físico esencialmente sobre una base de igualdad y libre de explotación? ¿O establece lazos de dominación o degradación y abuso físico y emocional sobre una base esencialmente de egoísmo, explotación y desigualdad? Un tipo de práctica puede beneficiar a la gente y ayudarla en términos de su participación en la vida y la transformación revolucionaria omnímoda de la sociedad. El otro tipo de práctica puede perjudicar a la gente, minar su fuerza, y haría más difícil asumir la transformación revolucionaria omnímoda de la sociedad. Es por eso que en el nuevo Borrador del Programa planteamos:

La visión de que en una relación íntima la pareja debe ser devaluada, dominada, maltratada o tratada como una propiedad es reflejo de la opresión de la mujer en la sociedad, y estas formas del derecho masculino, tanto en las relaciones heterosexuales como en las homosexuales, serán blanco de crítica y transformación. (p. 106)

Si bien en la nueva sociedad no será el caso que “todo vale” con respecto a las prácticas sexuales, se adoptarán enfoques muy diferentes para lidiar con diferentes tipos de contradicciones. Por ejemplo, prácticas como la violación y el acoso sexual, sean homosexuales o heterosexuales, no serán toleradas y serán reprimidas por el estado proletario. Sin embargo, muchos otros tipos de contradicciones en el seno del pueblo serán tratados de manera no antagónica, mediante la crítica y el estímulo a la transformación de prácticas y concepciones atrasadas. El estado proletario y el partido revolucionario dirigirán al pueblo a facultar más a las víctimas de abuso emocional y físico para levantarse y resistir. Y a la vez que se protegen importantes derechos individuales y se combate toda tendencia entre el pueblo hacia el desarrollo de mentalidades de pogromos, se dirigirá a las masas a discutir, criticar y luchar por transformar las concepciones y prácticas que vayan claramente en detrimento de la salud y el bienestar de los individuos o de la sociedad en general.

En materia de sexualidad, la revolución socialista se centrará sinceramente en la lucha por la completa emancipación de la mujer, en todas las esferas de la vida. Y si bien las expresiones y prácticas particulares tanto de heterosexuales como de homosexuales seguirán siendo cuestionadas y criticadas cuando constituyan expresiones de derecho masculino o supremacía masculina, el objetivo global será la construcción de un tipo completamente nuevo de sociedad de tal manera que se menoscabe drásticamente y en últimas se elimine del todo la base material para el sometimiento de la mitad de la humanidad y que se pueda movilizar cada vez más a las masas tanto de hombres como de mujeres a rechazar todas las viejas ideas que han acompañado y servido a apuntalar y reforzar el sometimiento de la mujer. Esto revolucionará drásticamente las relaciones dominantes entre hombres y mujeres, y el carácter de todas las relaciones sexuales a su vez llegará a reflejar estas transformaciones.

Como planteamos en el nuevo Borrador del Programa (p. 197):

Con el desarrollo de la revolución socialista y el avance al comunismo a nivel mundial, por primera vez en miles de años la gente será verdaderamente libre de la subyugación de la mitad de la humanidad —que ha marcado y corrompido las relaciones sociales y sexuales desde que surgiera la propiedad privada y, junto con ella, la subordinación de la mujer al hombre.

“En muchos sentidos, y particularmente para los hombres, la cuestión de la mujer y el querer eliminar por completo (o preservar) las relaciones de propiedad y sociales existentes, con su correspondiente ideología, que esclavizan a las mujeres (o quizá ‘solo un poquito de ellas’) es un criterio de prueba entre los mismos oprimidos. Es una línea divisoria entre ‘querer ser parte’ o realmente ‘querer zafarse’: entre luchar por acabar con toda la opresión y explotación —y la mismísima división de la sociedad en clases— o por conseguir una tajada en última instancia”.

Bob Avakian, presidente del PCR, Estados Unidos

Algunas cuestiones particularmente importantes:

Roles de género

Al igual que hoy, durante todo el proceso de transformación revolucionaria de la sociedad seguiremos cuestionando las concepciones tradicionales sobre roles de género, que reflejan y refuerzan la opresión de la mujer, y que distorsionan y limitan la vida y las contribuciones tanto de hombres como de mujeres. Las rígidas y limitantes definiciones de roles de género no tienen ningún sentido para el proletariado revolucionario: La lucha por revolucionar toda la sociedad en consonancia con los intereses objetivos del proletariado, y en últimas de la humanidad en su conjunto, lanzará al viento los papeles tradicionales de género de manera que dejarán de tener sentido expresiones como “actuar como un hombre” o “actuar como una mujer”. Como decimos en el Borrador del Programa:

La moral de la nueva sociedad no tolerará y combatirá la misoginia (el odio a las mujeres) y la misandria (el odio a los hombres).

Serán destruidos y transformados los viejos roles de género, que tienen tras de sí el peso de miles de años de tradición y que están basados en una opresiva división del trabajo entre hombres y mujeres. La gente ya no tendrá que soportar las ridículas y anticientíficas ideas de que las mujeres que son agresivas, independientes y extrovertidas, o atléticas son “demasiado masculinas”; o que los hombres que aspiran a ser creativos, sensibles o dedicados a la crianza son afeminados”.

Estas cualidades en los seres humanos serán apreciadas y fomentadas entre las personas de ambos sexos, y los niños que se críen no tendrán que sentir que no encajan en definiciones de género ya obsoletas y que objetivamente constituyen un obstáculo para el desarrollo de la humanidad hacia una etapa completamente nueva en la historia. La misión de la sociedad socialista es crear un tipo completamente nuevo de sociedad y moralidad para que algún día la gente pueda mirar hacia atrás y preguntarse cómo pudieron existir alguna vez cosas como estos “roles de género tradicionales”. (p. 107)

Si bien los roles de género han sido forjados durante siglos tanto por necesidad objetiva como por el surgimiento de la estructura de familia patriarcal y de la propiedad privada, es muy importante entender que ya no existe ninguna necesidad objetiva de una división del trabajo opresiva —y que lo que está frenando la eliminación de esta opresiva división del trabajo es la actual organización de la sociedad. Hoy ya es posible la plena participación de la mujer en la sociedad en igualdad de condiciones y que tanto hombres como mujeres y la sociedad en su conjunto se encarguen de la crianza de los niños. En nuestra especie no existe ninguna condición biológica que determine que los roles de género existentes sean innatos e inalterables.

A lo largo de la historia y sobre todo hoy ha habido gente que está profundamente insatisfecha con las limitaciones y restricciones de estos roles de género, así como con la rigidez con que los imponen —incluyendo el hecho de que ni siquiera físicamente la gente se adapta al “ideal” de lo que se considera masculino y femenino.

Qué papel juega todo esto en el desarrollo de la orientación sexual es un tema que aún está en las etapas iniciales de investigación y comprensión científicas. Los diversos estudios son poco concluyentes al respecto y, como ya hemos planteado, no se ha encontrado una clara correlación entre el comportamiento “atípico” de género y la homosexualidad, así que no sabremos cómo se manifestará todo esto en una sociedad “neutral en cuanto a género”15 ni qué impacto tendrá tal tipo de sociedad en la orientación sexual per se, hasta que los humanos hayamos tenido la oportunidad de vivir de esta manera Pero sí sabemos y podemos decir lo que dijimos en el nuevo Borrador del Programa sobre los roles de género en general.

Recientemente ha surgido un movimiento por los derechos de los transgeneristas (personas que viven o “pasan” como del sexo opuesto así como personas que realmente se convierten en transexuales mediante una intervención médica y quirúrgica). Esta tendencia es algo que nuestro partido necesita entender mejor. Podemos suponer que esto será algo que tendrá que abordar el nuevo estado proletario. Es claro que las personas que sienten profundamente que no “encajan” en el sexo biológico con que nacieron —o que son sicológica y socialmente del sexo contrario— necesitan ser tratadas con compasión y comprensión, y no deben sufrir discriminación, castigo u ostracismo social si deciden vivir como el “género opuesto”. Pero el cómo se sienten los individuos también estará interpenetrado con el examen general de los roles de género y su revolucionarización —incluyendo la lucha ideológica sobre los roles de género y sociales que son atrasados u opresivos hacia la mujer y el pueblo más en general.

Política de identidad

La política de identidad es una tendencia muy influyente hoy entre la gente radical o progresista, en especial los jóvenes. Los individuos y fuerzas sociales que defienden este punto de vista más o menos ven intereses distintos y aparte basados en las diferencias en raza, cultura, etnia, género, orientación sexual, o lo que decidan que es su posición o “grupo” en la sociedad. Con esta concepción, la gente ve cada situación u opresión como única y por tanto consideran necesario que cada grupo tenga su propia ideología y programa especial. Con esta concepción, la visión y unidad más amplias que pueden concebirse y lograrse son para que cada “grupo identitario” actúe en coaliciones a corto plazo a la vez que insiste en sus propios intereses por encima de todos los demás.

En cambio el proletariado ve un enemigo común y además una fuente común en toda esta opresión y ve la solución real en una revolución cabal, dirigida por el proletariado y su vanguardia, que en este momento de la historia puede en realidad representar los intereses fundamentales de toda la humanidad.

Buena parte de la política de identidad está condicionada en última instancia por la concepción de que no se necesita, o al menos no es posible, una revolución, por lo que le toca a cada grupo de interés encontrar o abrirse un espacio [acomodarse] en la actual configuración de la sociedad, con el fin de perseguir sus propios intereses particulares. En lo fundamental, ésta es una tendencia reformista. Algunos activistas gais y lesbianas han trabajado con estas políticas para crear redes y estructuras de apoyo (por ejemplo en relación con el SIDA o con cuestiones de igualdad de derechos) y abogar por comunidades en las que los homosexuales puedan expresar sin riesgos su orientación sexual. En todo esto hay mucho que el proletariado debe aprender y apoyar, en especial cuando la gente se ha unido en contra del statu quo, pero esta política y en general esta concepción también pueden tener un efecto conservatizador que baja las miras y las aspiraciones del pueblo, sobre todo cuando la gente está dispuesta a aceptar algún “espacio” y algunas reformas a cambio de ser complacientes con todas las horrendas y anticuadas relaciones sociales que constituyen la base de la sociedad burguesa y que hoy son responsables de indecible miseria en todo el mundo que es completamente innecesaria. Hoy en día, las grandes corporaciones hacen generosas donaciones a organizaciones sin ánimo de lucro y emplean organizadores de tiempo completo para que hagan su trabajo entre diferentes grupos —siempre y cuando la política se mantenga dentro de ciertos límites y no se ponga en tela de juicio nada que sea fundamental.

¿Nuestra meta debe ser poner fin a la subordinación de todas las mujeres, y liberar a toda la humanidad, o estar satisfechos con que algunas mujeres demanden unas cuantas prerrogativas históricamente reservadas a hombres privilegiados y con que grupos que han sido discriminados y “marginados” logren alguna “expresión” dentro de una subcultura y comunidad autolimitada? ¿Debemos tratar de encontrar soluciones individuales y andar tras ilusiones como la “paz interior”, o armar el tierrero colectivamente y, con la dirección del proletariado, unir a todos los que se pueda unir, destruir la vieja sociedad y construir una nueva con la meta de erradicar y abolir toda forma de opresión?

Los homosexuales en la lucha por la revolución y la cuestión de la afiliación al partido

¿Pueden los homosexuales ser aliados progresistas revolucionarios o incluso comunistas revolucionarios y miembros del partido revolucionario de vanguardia? La respuesta en ambos casos es sí. Como todo el mundo, los homosexuales no son objetivamente definidos por sus prácticas sexuales (ni reducibles a ellas), y las personas homosexuales objetivamente contribuyen a la sociedad de muchas maneras diferentes. Y si bien algunos homosexuales son muy estrechos y conservadores en sus opiniones políticas sociales, otros pueden ser muy comprometidos en la lucha contra las diversas formas de injusticia y opresión. Muchos jóvenes homosexuales son parte de la nueva generación de activistas que buscan soluciones radicales y desean desafiar y transformar las bases mismas de la sociedad. Algunos están gravitando en torno al movimiento revolucionario, y ansían el futuro socialista y comunista descrito en el nuevo Borrador del Programa de nuestro Partido e inspira a otros a hacer lo mismo.

Todo el que quiera en serio derrocar a la clase burguesa con el propósito de establecer una sociedad socialista y hace avanzar a la humanidad hacia un futuro auténticamente comunista, en el que la opresión y la explotación ya no existan, también debe querer unirse al partido revolucionario de vanguardia. Para citar el nuevo Borrador del Programa:

Constantemente el Partido tiene que llevar a sus filas a quienes se dedican a la causa de la revolución proletaria internacional, que asumen seriamente el arma de marxismo-leninismo-maoísmo [MLM] e implementan la línea y las tareas del Partido entre las masas. Los miembros del Partido deben atraer a aquellos cuya dedicación no sea a sus mezquinos intereses personales, sino a la misión histórica del comunismo.

Para lograr la victoria, el Partido tiene que estar compuesto por aquellos que encarnan las mejores cualidades del proletariado y están preparados para grandes sacrificios, la cárcel o incluso la muerte a manos del despiadado enemigo. Pero, mucho más fundamental, tienen que guiarse por la grandeza de espíritu característico del proletariado. Tienen que estudiar con vigor y aplicar activamente la ciencia del MLM y estar preparados para ir contra toda corriente que se oponga al MLM. Tienen que ser combatientes de vanguardia entre las masas y estar dispuestos a aceptar cualquier puesto, cumplir cualquier tarea que sirva a la revolución —no sólo en este país sino a nivel internacional.

El Partido debe estar conformado por personas cuya vida está dedicada a la lucha revolucionaria del proletariado internacional y al logro de su misión histórica: el comunismo en todo el mundo. (“El partido y las masas”, p. 39)

Los aspirantes a ser admitidos al Partido que sean homosexuales deben cumplir los mismos requisitos y normas que los demás. Tienen que dedicarse sinceramente a servir a los intereses del proletariado internacional y en últimas de toda la humanidad, poniendo estos intereses por encima de los intereses de cualquier individuo, grupo de interés especial, o subsector de la sociedad. Por tanto se espera que los aspirantes se movilicen más allá de cosas como el nacionalismo, el anarquismo, el feminismo, o la “política de identidad” sexual en el proceso de dar el salto a convertirse en comunistas y miembros del Partido.

Los miembros del Partido también tienen que tener un nivel de moral y disciplina proletarias más elevado que las masas, incluso que las masas que están activas en el movimiento revolucionario en general. Esto hace parte de reconocer y asumir las responsabilidades de ser líderes de las masas y de representar y encarnar el liderazgo de la vanguardia. (Los interesados en saber más sobre el contenido de esto pueden estudiar el apéndice “La moral proletaria: Una ruptura radical con las cadenas de la tradición” y los puntos de disciplina para miembros del Partido, en el nuevo Borrador del Programa.)

La solicitud de admisión de un individuo al Partido es algo sumamente serio. Esto lleva a un proceso de trabajo político más sistemático bajo la dirección del Partido y de discusiones sobre la línea política e ideológica general. De esta manera, tanto el individuo como el Partido pueden asegurarse de que el aspirante está dispuesto y preparado para hacer el tipo de compromiso político e ideológico serio requerido para unirse a la disciplinada colectividad de un partido comunista revolucionario.

Nuestro antiguo análisis sobre la cuestión de la homosexualidad:
qué era correcto, qué estaba mal, cómo llegamos a reconocer nuestros importantes errores, qué podemos aprender de todo esto

Como muchos saben y como se explica al comienzo de este documento, el desenvolvimiento de la línea de nuestro Partido sobre la homosexualidad ha sufrido un proceso de cambio y desarrollo en los últimos años. Este proceso reflejó en parte algunos de los debates y controversias sobre los orígenes y características de la homosexualidad que se han dado durante años en la sociedad estadounidense y en la historia del movimiento comunista internacional. Ha habido un claro proceso de continuo aprendizaje y síntesis por parte nuestra, llevando a una importante contextualización, desarrollo y aclaración de nuestra línea sobre esta cuestión, que puede verse si se compara la posición expresada en el viejo Programa del Partido (publicado en 1981) con el posterior artículo de la revista Revolución (que apareció en 1988). Al mismo tiempo, la posición de nuestro Partido sobre esta cuestión sigue siendo polémica y ha sido objeto de críticas en los últimos años, incluyendo críticas planteadas por jóvenes activistas de inclinaciones revolucionarias de la nueva generación incluyendo muchos que han asumido el MLM y que trabajan con nuestro Partido y se han unido a éste. Hemos respondido a esto escuchando lo que nuestros críticos han estado diciendo y reexaminando ciertas suposiciones subyacentes; y, como se mencionó al comienzo de este documento, hemos llevado a cabo nuevos ciclos de investigación social y científica con el fin de tratar de entender mejor este fenómeno social en algunos de sus detalles y en conjunto, su probable origen, su historia social, sus diversas manifestaciones hoy en día y sus aparentes efectos e implicaciones.

Si bien siempre nos hemos opuesto firmemente a toda represión, maltrato y violencia contra los homosexuales, como lo expresamos en nuestro viejo Programa de 1981, ese Programa tendía a tratar el bastante extendido fenómeno de la homosexualidad en EEUU como reflejo de la descomposición y decadencia imperial, y aunque no mostraba a los homosexuales como enemigos, sí los consideraba como gente a la que era necesario reformarle su concepción atrasada y cuya práctica homosexual había que remodelar. Esto era incorrecto. Desafortunadamente, en esto concordábamos con una tradición histórica de larga data dentro del movimiento comunista internacional16, así como con algunos prejuicios sociales y culturales que tendían típicamente a echar la homosexualidad en el mismo saco con problemas sociales como la prostitución y la drogadicción.

Nuestro punto de vista sobre este tema también fue producto de la crítica y oposición a las más degradantes y abusivas prácticas sexuales (que las hay) realizadas por algunos homosexuales, y a cierta misoginia hacia las mujeres (incluso lesbianas) por parte de algunos hombres homosexuales. Además, las masas básicas, en las que se asienta y trabaja nuestro Partido y sobre las que se basa como una fuerza decisiva para la revolución, tienen muchísima experiencia en las cárceles estadounidenses y con la extendida utilización del sexo homosexual (incluyendo la violación) para establecer jerarquías de poder sobre los presos y algunas veces por fuera de la cárcel (aunque la mayoría de estas violaciones son perpetradas principalmente por hombres que se consideran heterosexuales). Todas las cosas negativas de las que hablamos realmente existieron (y existen) y objetivamente eran conflictivas social y políticamente para quienes buscan hacer la revolución en todas las esferas y como parte de eso cuestionar en sus cimientos la subyugación de la mujer. Los puntos de vista de nuestro partido en esa época también estaban influenciados por las raíces y la historia del movimiento revolucionario contemporáneo en EEUU, incluyendo los “desplazamientos” y “reflujos” políticos objetivos que para mediados de los años 70 habían llevado a muchos activistas sociales a rebajar sus aspiraciones revolucionarias en general y a alejarse de la visión más amplia y omnímoda de la lucha por la revolución, para a cambio centrarse en cuestiones cada vez más estrechas y particulares, incluyendo diversas formas de “política de identidad” sexual y de otros tipos (y parte del contenido de nuestro artículo de 1988 en la revista Revolución cuestionaba esto).

Si bien el proletariado revolucionario en el poder movilizará y se apoyará en las masas para abordar, de forma totalmente diferente a como lo hace la burguesía, problemas como la prostitución y la drogadicción, como hemos llegado a comprender más profundamente, los diversos aspectos negativos específicos del fenómeno de la homosexualidad en nuestra sociedad no dan para relegar la orientación y las relaciones homosexuales per se a un “problema social” del mismo modo que la muy real existencia de la violación heterosexual y el maltrato a la esposa o a la novia no dan para tratar la orientación y las relaciones heterosexuales per se como un “problema social”.

En el artículo de 1988 en Revolución, si bien no se critican explícitamente el texto y el contexto de cómo nuestro viejo Programa del Partido analizó la cuestión, sí tratamos de aclarar que nuestro punto de vista no era que la homosexualidad era un problema social análogo a la prostitución, y dejamos muy en claro que nunca hablamos de redadas o coerción para impedir que la gente practicara la homosexualidad. Por el contrario, hicimos la analogía con la religión: algo que permanecerá en la sociedad socialista y que la gente tendrá el derecho a practicar17, pero que a la larga perderá su atractivo y su papel social. Aunque la de la religión podría considerarse una “mejor” analogía, sin embargo tampoco es correcta. Esta analogía supone que una vez que en la sociedad socialista engrane por completo la lucha por la emancipación de la mujer y la transformación de la familia patriarcal, y al igual que la religión, a la larga en algún momento se “extinguirá” la homosexualidad. Esto no es probable, y no es una conjetura científica que se pueda hacer. En esto fuimos mecanicistas al pensar que las formas secundarias o “marginales” de las relaciones y prácticas sexuales perderían su base a medida que se transformaran las relaciones sociales características de la sociedad de clases. En realidad no consideramos que en este momento haya una base para hacer tal conjetura, y sospechamos que es probable que el complejo fenómeno que es la homosexualidad seguirá siendo al menos una forma secundaria de la expresión sexual durante el período socialista. Y, en un punto al que volveremos más adelante, fuimos unilaterales acerca de la práctica de la homosexualidad en el mundo moderno.

A pesar de estos graves errores y limitaciones, hubo varios importantes aspectos positivos en el artículo de 1988 en Revolución. Tal vez el aspecto positivo más importante a defender de ese artículo es el enfoque —que no es tan común y que seguimos considerando muy correcto y decisivo— de luchar por “situar” toda discusión y valoración de las prácticas sociales de la sexualidad humana (incluyendo todas las formas de homosexualidad) en relación con la cuestión de la mujer: la opresión de la mujer y la necesidad estratégica de luchar por la plena emancipación de la mujer como parte de la transformación revolucionaria de toda la sociedad.

Esto contrasta con una orientación que pone la “sagrada soberanía del individuo” por encima de todo lo demás. Este punto de vista está muy extendido en la sociedad estadounidense, que tradicionalmente ha pregonado las virtudes del individualismo extremo, y esto se relaciona bastante con muchos de los enfoques que se plantean sobre la homosexualidad. Esta “sagrada soberanía del individuo” por encima de todo lo demás —en particular por encima de los intereses más amplios de la sociedad— está en oposición a la correcta posición MLM, la concepción materialista dialéctica e histórica, que reconoce la importancia decisiva de la base social y la importancia social y el papel de todas las relaciones humanas e ideas, incluyendo las relaciones sexuales y las ideas correspondientes.

De acuerdo con estos mismos criterios y reexaminando cuidadosamente las críticas y comentarios que otros han planteado así como los debates, controversias y las exploraciones científicas en la sociedad sobre este asunto, hemos llegado a una ruptura completa con nuestras anteriores ideas erróneas sobre esto. Al hacerlo hemos aprendido mucho, haciéndonos caer en cuenta que habíamos subestimado la diversidad y complejidad de este fenómeno.

En la historia social de la homosexualidad masculina, e incluso en su práctica moderna, hay muchas cosas que reflejan el sometimiento y la subordinación del sexo femenino en la sociedad de clases. ¿Cómo podía ser de otra manera dado el carácter particular de nuestra sociedad actual y de toda la historia de las relaciones de clase en todo el mundo? Sin embargo, en el artículo de la revista Revolución fuimos, de cierta manera, simplistas y lineales en nuestro análisis de esta historia en la sociedad de clases. También hicimos un análisis y evaluación mecanicistas: del reconocimiento del hecho de que el sometimiento y la subordinación históricos de la mujer se refleja claramente en parte de la historia social de la homosexualidad masculina y en parte de su expresión social hoy, dimos el salto a concluir incorrectamente que la práctica individual de la homosexualidad masculina es inevitablemente reflejo de esos sometimiento y subordinación históricos y actuales de la mujer, y de hecho contribuye a esto.

Además, sosteníamos que debido a que la homosexualidad no era la práctica sexual dominante y esperada en la sociedad, y debido a que la gente tiene que tomar una decisión más consciente de practicarla en una sociedad en la que aún no es aceptada, hacerlo constituía una “declaración ideológica” consciente. Y sosteníamos que “el contenido de esta ‘declaración’ o posición ideológica expresada a través de la homosexualidad en el mejor de los casos no representa ninguna ruptura profunda o completa sobre la cuestión de la opresión de la mujer y en el peor contribuye a ella”. (Revista Revolución, 1988, p. 46) Esta caracterización de la homosexualidad en general como una declaración ideológica consciente, y la lógica detrás de esta caracterización, es incorrecta.

Por otra parte, un importante aspecto positivo del artículo de 1988 en Revolución, junto con el centrarse en la cuestión de la mujer como crucial en la valoración de todas las relaciones y prácticas sexuales, es que el artículo ponía énfasis correctamente en combatir las explicaciones deterministas biológicas de la homosexualidad (o de cualquier comportamiento humano complejo). El artículo identifica la base de la homosexualidad como derivada más probablemente de una combinación de factores biológicos y factores sociales, y dentro de eso enfatiza correctamente la primacía de los factores sociales en la formación y expresión de todo comportamiento social complejo. Al mismo tiempo, el artículo subestimaba la complejidad de las formas en que la gente desarrolla y experimenta la atracción sexual y se involucra en relaciones y prácticas sexuales, incluyendo la interacción dialéctica entre los factores sociales y los diversos factores biológicos que pueden influenciarlas. Por tanto, aun cuando el artículo correctamente identificaba a los factores sociales como lo principal y decisivo en esto (al igual que en todo comportamiento humano complejo en general), terminaba simplificando y generalizando en exceso las maneras en las que todo esto se manifiesta en individuos específicos (así como a nivel social) y, de nuevo, tendía a reducir las relaciones y prácticas homosexuales a una declaración ideológica consciente —cuando, como hemos llegado a comprenderlo más a fondo, hay una gran variedad de maneras en las que esto se desarrolla y se manifiesta entre la gente y es muy probable que no haya una sola “causa” o “razón” simple e inalterable, ya sea social o biológica. En algunos casos, esto toma forma como una elección consciente, mientras que en otros parece que no se presenta para nada como “elección” sino más bien como algo esencial de su ser e identidad. Una vez más, todo esto es complicado —más complicado de lo que se reconocía en el artículo de 1988 en la revista Revolución.

Los activistas de inclinaciones revolucionarias, sean “heteros” o “gais”, y los filósofos y teóricos que son homosexuales y han estudiado e investigado ampliamente la cuestión de la sexualidad humana, también han reflexionado sobre la cuestión de cómo serían las atracciones, actitudes y valores sexuales de los hombres (sean homosexuales o heterosexuales) en una sociedad en la que la mujer no sea devaluada. (¡Y por supuesto la misma pregunta podría hacerse sobre la atracción sexual en las mujeres!) Esto es algo que los seres humanos sabrán en últimas con certeza cuando la humanidad avance al comunismo, con la abolición de todas las relaciones de opresión y explotación18. Y, como hemos visto, ha habido muchas transformaciones, aunque parciales, de las relaciones sexuales bajo la dominación de la burguesía. Incluso suponiendo que la orientación sexual y todos los gustos sexuales son en gran medida un producto de las influencias sociales, sería por lo menos un camino complejo y no necesariamente directo en cuanto a cómo un valor social o una influencia cultural hace el recorrido hasta la autoconciencia sexual de un individuo, y por lo tanto es erróneo reducir las cosas a una declaración ideológica consciente como si este proceso fuera una simple relación uno a uno.

Pero, de nuevo, consideramos que también sería un error simplemente reducir el asunto, o nuestros errores, a la cuestión de si hay o no elección (o qué tantas opciones podría haber) con respecto a la orientación sexual. En primer lugar, parece que hay una cantidad considerable de variación en esta cuestión de la elección. Y si algo se presenta o no como cuestión de elección a un individuo eso no resuelve la cuestión de su contenido social ni de si la sociedad debe tener algo que decir al respecto. Como hemos señalado anteriormente, hay varias cosas que la gente puede hacer sexualmente, así como de otras maneras, que son perjudiciales para la sociedad. Y podría ser el caso, con respecto a algunas de estas, que por cualquier razón un individuo pudiera considerarse incapaz de elegir no hacerlas. (Por ejemplo, algunos habituales maltratadores de mujeres alegan que no pueden controlarse). Pero incluso una sociedad más justa todavía tendía un interés objetivo en restringir e incluso reprimir ese dañino comportamiento.

La homosexualidad de por sí de ninguna manera pertenece a esta categoría, aunque desafortunadamente en la sociedad actual no es un punto de vista inusual ponerla en esta categoría. Al igual que las relaciones heterosexuales en esta sociedad, las relaciones homosexuales modernas suelen reflejar en su práctica mucha de la podredumbre de la sociedad y con sus propias particularidades, pero la homosexualidad, si bien es un fenómeno variado y complejo, no debe ser vista ni tratada, en esencia y en lo fundamental, como algo negativo. En pocas palabras, volviendo a los criterios que consideramos correcto aplicar al analizar las prácticas sexuales humanas, no creemos que sea correcto ver la homosexualidad per se —incluyendo la homosexualidad masculina— como un obstáculo objetivo para la completa emancipación de la mujer. En la moderna cultura gay masculina estadounidense hay expresiones que no sólo reflejan sino que pueden describirse como un reflejo concentrado de las desigualdades entre el hombre y la mujer, pero esto no define el fenómeno en su conjunto, e incluso las más nítidas expresiones de esto en la cultura gay masculina no constituyen la fuente de la ideología machista ni constituyen la relación social clave que perpetúa materialmente la opresión de la mujer.

Consideramos que hemos sido correctamente criticados por pintar la práctica de la homosexualidad, tanto masculina como femenina, con brochazos muy burdos. Por la época del artículo de Revolución de 1988 ya teníamos una comprensión más equilibrada del fenómeno social en general, y en ese artículo reconocimos que hay muchos hombres homosexuales que no son parte de las expresiones más decadentes, que hay hombres homosexuales que luchan contra la visón misógina y algunos que son combatientes de primera línea en las luchas progresistas y revolucionarias, incluyendo en lo referente a la cuestión de la mujer. Pero la preponderancia dada en el artículo de Revolución a la descripción y análisis del ambiente homosexual masculino —centrando en los aspectos más atrasados— en realidad contribuyó a llegar a conclusiones demasiado generales y amplias que sólo podrían servir para disuadir a los hombres homosexuales de romper con las expresiones atrasadas. Y esta caracterización fue desalentadora para algunos de los avanzados políticamente porque podría interpretarse como que la única manera de romper totalmente con la misoginia y con una concepción burguesa sería adoptando una orientación heterosexual.

No obstante, nuestro análisis sobre el lesbianismo en el artículo de Revolución parece acertado en algunos aspectos, pero centra unilateralmente en el lesbianismo como una forma consciente y a la larga demasiado conservadora de escapar o de resistir a la opresión de la mujer por el hombre. Si bien es correcto deslindar la concepción del feminismo radical de la posición cabalmente revolucionaria y criticar un programa político e ideológico que pretenda que el lesbianismo es una respuesta a la opresión de la mujer, la práctica del lesbianismo en sí misma no necesariamente constituye una declaración ideológica o un programa político, ni reformista ni de cualquier otro tipo. Nuestro Partido hace años fue testigo de cómo algunas feministas militantes acudieron al lesbianismo en un intento por alejarse de relaciones de dominación masculina y luego pasaron a perder su filo radical. Este fenómeno también coincidió con un reflujo general que surgió tras la oleada de lucha de finales de los 60 y comienzos de los 70, y generalizamos demasiado al respecto. Si bien se jala a toda la gente a conformarse con la paz personal y la supervivencia y el progreso individuales, y tales jalones afectan también a las lesbianas, tendimos a presentar la situación como si hubiera algo inherente en la orientación sexual de las lesbianas que les impidiera a los individuos elevarse por encima de estos jalones. De nuevo, esto estaba ligado con considerar que la homosexualidad constituía en esencia y en general una declaración ideológica consciente.

La anterior autocrítica no debe opacar el hecho de que en ese artículo de Revolución de 1988 hay muchas cosas que vale la pena preservar. De hecho, como se mencionó antes, a más de lo crucial de poner el centro en la cuestión de la mujer con respecto a todas las relaciones y prácticas sexuales, hay todavía mucho de valor que puede recabarse del análisis y crítica que se hace en el artículo de Revolución al determinismo biológico (una tendencia inquietantemente dominante hoy día), de la aplicación que hace el artículo del materialismo dialéctico e histórico a la cuestión de la sexualidad humana, así como de algunas de las reflexiones abiertas sobre qué tan diversas expresiones de la sexualidad humana podrían coexistir en la futura sociedad comunista pero que tendrían diferente significado e impacto al que tienen hoy.

Para quienes pudieran alegar que nos tomó demasiado tiempo revisar esta cuestión, podríamos decir: si bien puede haber algo de cierto en eso, se requiere tiempo para desentrañar lo que es correcto de lo que es erróneo, y también para reconocer aspectos sobre los que no se conoce lo suficiente para adoptar una posición clara. Y no serviría de nada si simplemente atendemos a la moda y nos apresuramos a tratar de “corregir” una anterior posición simplemente adoptando lo que sea popular en un momento dado, y sin estar muy convencidos de que la nueva posición en verdad corresponda mejor a la realidad material y represente una avance con respecto a la anterior. La búsqueda de la verdad con la firmeza de propósito y método debidos, es un proceso que tiene que hacerse bien, y esto requiere tiempo y recursos. Y el proceso de forjar un nuevo Borrador del Programa constituyó una importante coyuntura para mirar en retrospectiva y llevar a cabo una revisión seria.

Lo cual nos lleva al segundo punto: somos un partido revolucionario, lo que necesariamente implica que tenemos una agenda amplia y compleja. No somos activistas de “un solo asunto” (con respecto a éste o cualquier asunto único), y tampoco podemos actuar como lo hace un científico natural, un historiador o un científico social particular, aunque abarcamos e investigamos todas estas disciplinas y más. Somos un partido revolucionario y como tal buscamos trabajar con disciplina colectiva para aplicar el método científico del materialismo dialéctico e histórico y la concepción y el método científicos del marxismo-leninismo-maoísmo en su conjunto a todas las esferas de la vida humana y a todas las principales cuestiones de la actualidad, en la medida en que luchamos sin pausa por una mejor comprensión de la realidad, más precisa y más omnímoda. Y hacemos esto no para entender las cosas por el simple hecho de entenderlas, sino preferentemente para tratar de encontrar las formas de dirigir concretamente al pueblo hacia la conquista del poder y la transformación revolucionaria de toda la sociedad. Tratamos de no trabajar gradualmente aquí y allí, por retazos, sino de relacionar todo lo que hacemos con los objetivos estratégicos generales de prepararnos y preparar a las masas para la conquista revolucionaria del poder y para construir un tipo de sociedad completamente nuevo, al mismo tiempo que contribuimos en nuestra máxima capacidad a la revolución mundial.

Parte del arte de la revolución es reconocer que nunca se puede hacer todo lo que en un momento dado objetivamente clama porque se haga, ni se pueden hacer todas las cosas igual de bien ni con el mismo grado de atención. Implica reconocer y atender correctamente la libertad y necesidad relativas, y su relación dialéctica, en cada momento, saber cómo definir los objetivos estratégicos y establecer prioridades, y desplegar el trabajo que se emprenda por diferentes rutas de manera que esté en correspondencia al máximo posible con esas prioridades y siempre con la mira en cómo encajar todo esto en los objetivos estratégicos generales.

No es fácil hacer todo esto. Y a medida que el trabajo en general y las responsabilidades del liderato revolucionario continúan creciendo, un partido revolucionario necesita siempre más manos, más mentes, más recursos de todo tipo, para afrontar los nuevos retos y exigencias.

La cuestión aquí es que es importante tener todo esto en mente y entender que, aunque un asunto (como el de la homosexualidad) sea objetivamente importante, siempre hay muchos otros asuntos que son por lo menos tan urgentes e importantes para el avance de la revolución en general.

Por último, desde el punto de vista de afinar nuestra metodología en el enfoque de esta cuestión, y del correcto tratamiento de las contradicciones en el seno del pueblo alrededor de ésta, es importante tener presente que sin duda seguirán la discusión y las diferencias con respecto a esta cuestión, y que sin duda seguiremos aprendiendo cosas nuevas en el curso de ese proceso. En los últimos años el Presidente de nuestro Partido ha escrito ampliamente sobre la importancia estratégica de trabajar por mejorar continuamente la forma de manejar todo este tipo de contradicciones —no sólo ahora sino también después de la conquista del poder y durante todo el período socialista. Estos mismos escritos también han hecho hincapié en la crucial importancia de que el partido desarrolle una auténtica y continua apertura hacia nuevas ideas y una cierta flexibilidad no dogmática en el tratamiento al disentimiento o a otros tipos de diferencias entre las masas19. Todo esto es muy pertinente para la búsqueda de la verdad en general incluyendo con respecto al asunto que nos ocupa. De hecho, la aplicación de este tipo de enfoque metodológico ha sido importante para permitirnos reexaminar críticamente todo nuestro trabajo anterior sobre la cuestión de la homosexualidad y para estar dispuestos y ser capaces de reconocer algunos errores importantes, así como para al mismo tiempo reconocer algunos aspectos clave correctos a mantener y algunos aspectos esenciales de metodología correcta que es crucial comprender y aplicar más cabalmente.

Esperamos que nos envíen comentarios, críticas, sugerencias, etc., y los invitamos a participar en la discusión de este documento y en el proceso de finalización de nuestro nuevo Programa del Partido.

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NOTAS:

1. También esperamos que contribuyan a la exploración y discusiones a más largo plazo sobre la base material y los impactos sociales de las diversas formas de expresión sexual humana en la actual sociedad estadounidense y también desde una perspectiva histórica e intercultural. [volver]

2. Al lector no familiarizado con la concepción y los objetivos de nuestro Partido, le puede ser de utilidad lo que los maoístas llamamos “Las 4 todas”, que se han extraído de un resumen que hiciera Marx sobre lo que tiene por objeto establecer y a lo que conduce la revolución comunista: abolir todas las diferencias de clase; abolir todas las relaciones de producción en que estas diferencias de clase se basan; abolir todas las relaciones sociales que corresponden a estas relaciones de producción; y revolucionar todas las ideas que resultan de estas relaciones sociales. [volver]

3. Hasta hace tan poco como la década de 1880 se creía que las mujeres en las sociedades humanas primitivas habían sido siempre esclavas de los hombres. Engels rompió con esta tradición en su libro de 1884 El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, reexaminó los descubrimientos realizados por Bachofen (quien rastreó el histórico “derrocamiento del derecho materno”) y por el antropólogo Henry Louis Morgan (quien estudió diferentes sistemas tribales). Engels manifestó que probablemente no era el caso en las primeras formas de organización social humana que las mujeres fueran esclavizadas por los hombres. En particular, Engels analizó cómo se habían dado importantes cambios históricos en las relaciones sexuales y la institución de la familia en diferentes coyunturas históricas, y cómo estos cambios siempre habían estado asociados con importantes cambios en las actividades productivas de una sociedad. Esto representó un verdadero avance en la comprensión. Si bien Engels no tenía razón en todos los detalles sobre el pasado de las sociedades humanas (y aunque desafortunadamente también reflejaba los prejuicios tradicionales de su época en su punto de vista sobre la homosexualidad), el método histórico y materialista que aplicó para analizar las cuestiones de la sexualidad y la familia, y el núcleo básico de su síntesis, se han mantenido extraordinariamente bien, incluso a la luz de los mayores avances en la comprensión proporcionada por los modernos estudios históricos y antropológicos.

Para más información sobre las contribuciones de Engels y de los antropólogos modernos y para entender desde un enfoque materialista histórico el proceso general y las bases para el derrocamiento en todo el mundo del “derecho materno” y del sometimiento histórico de la mujer, véase el libro de Ardea Skybreak De pasos primitivos y saltos futuros (Capítulo 3, especialmente pp. 117-128 y 130-134). [volver]

4. Hoy en día la familia patriarcal está mostrando enormes tensiones. Incluso en las últimas décadas hemos sido testigos de cambios bastante importantes en las reglas que se aplican al matrimonio y la familia en países como EEUU. Las relaciones sexuales premaritales y la unión libre a largo plazo han pasado a ser mucho más aceptadas de lo que solían ser, a pesar de los repetidos e intensificados ataques de las fuerzas reaccionarias para reafirmar a cada vuelta la “moral y los valores tradicionales”. Éste es un buen ejemplo de un importante asunto planteado por Engels: Al igual que los sistemas políticos, jurídicos, religiosos y filosóficos en general, a medida que la familia experimenta cambios, los códigos y costumbres morales tienden a osificarse. Y si bien estas costumbres tradicionales se mantienen, a menudo por la fuerza, los desarrollos reales de la familia las superan. [volver]

5. En este documento utilizamos el término “pederastia” no como sinónimo de “pedofilia”, sino como un término técnico utilizado para describir un tipo de relación y costumbre sexual entre dos varones cuando uno de ellos es un adolescente o un joven considerablemente menor que el otro partícipe. Históricamente, por lo general el partícipe de más edad jugaba el papel de “hombre”, mientras que el papel del partícipe más joven era más análogo al de la “mujer” y más el objeto pasivo del placer sexual del varón de más edad (es decir, históricamente las relaciones eran por lo general muy desiguales). En la sociedad moderna pedofilia hace referencia al deseo sexual que siente un adulto hacia un niño y a veces se utiliza para referirse a una patología o enfermedad en la que un adulto (casi siempre varón que por lo general se considera como heterosexual) tiene intensos y recurrentes deseos sexuales hacia niños y/o niñas prepúberes. [volver]

6. También es importante tener en cuenta de que la práctica (y el propósito declarado) de la homosexualidad masculina en la antigua Grecia variaba considerablemente entre diferentes períodos de tiempo y diferentes ciudades-estado. Se ha sugerido, por ejemplo, que pudo promoverse en parte como una forma de control de la natalidad en la antigua Creta, y que se institucionalizó como un componente integral de la organización militar sexualmente segregada y “ultra masculina” en Esparta y Tebas (en parte porque se consideraba que las unidades de soldados donde también se encontraban los amantes podían combatir con más audacia y valentía con y para el otro). En la sociedad ateniense tardía, se puso mucho énfasis en el amor entre hombres física y emocionalmente maduros y muchachos jóvenes (quienes eran seleccionados como ideales de la perfección moral y física masculina) a quienes los hombres también podrían servir de tutores e iniciar culturalmente en las maneras de la sociedad civilizada. También parece que incluso donde una forma de homosexualidad era una práctica generalizada, como en el ejemplo de pederastia ateniense descrita anteriormente, hubo también formas secundarias de actividad homosexual que estaban en desacuerdo con esta práctica imperante. [volver]

7. Y de hecho los nazis “cubrieron sus apuestas” sobre la cuestión de naturaleza versus crianza. Establecieron muchas medidas en ambos sentidos para erradicar la homosexualidad (que consideraban perjudicial para la sociedad): En cuanto a las influencias sociales, prohibieron que los homosexuales enseñaran o tuvieran otros cargos en los que pudieran influenciar a los niños; desde la perspectiva de una base biológica, tomaron medidas draconianas para impedirles a los homosexuales reproducirse y para supuestamente “limpiar” el pool genético reunieron a los homosexuales y los enviaron a campos de concentración, experimentaron con muchos de ellos (se dice que mediante la manipulación hormonal y en algunos casos, la castración), les hicieron trabajar literalmente hasta la muerte y, por último, mataron a un gran número de ellos. (Para más información sobre la cuestión de la persecución nazi a los homosexuales, véase Haeberle 1981 y Mondimore 1996, pp. 212-218.) [volver]

8. Para citar sólo un ejemplo: parece que a los niños humanos, incluso a los niños sordos, se les debe enseñar un idioma —cualquier idioma, incluso el lenguaje de señas, que tenga una sintaxis y una gramática completas— en sus primeros años de vida*; pero si se deja pasar una especie de “ventana crítica de desarrollo”, si no han tenido la oportunidad de adquirir un lenguaje parece que perderán de manera permanente la capacidad de hacerlo por completo, y además serán en general mentalmente discapacitados. (*Si bien parece que hay acuerdo general en que existe una “ventana crítica de desarrollo” en relación con la adquisición del lenguaje, hay algunas diferencias significativas entre los investigadores respecto a la amplitud de esta ventana, pues algunos investigadores sostienen que ésta se extiende hasta principios de la adolescencia.) [volver]

9. Si bien las teorías sobre las posibles bases biológicas de la homosexualidad han sido lo más popular (y popularizado de manera sensacionalista) en el último par de décadas, también existe un importante cuerpo de trabajo dedicado a explorar las teorías de los posibles factores sociales (o “experimentales”) que podrían estar involucrados en lo que se ha propuesto como “construcción social” de la homosexualidad (véase por ejemplo Stein, 2000, para una discusión de parte de estos trabajos). Por ejemplo, se han realizado numerosos estudios sociales (a menudo con entrevistas a homosexuales que tratan de recordar sus primeras historias y experiencias formativas) diseñados para evaluar la posible influencia en el desarrollo de las orientaciones sexuales de cosas tales como las primeras experiencias sexuales, la dinámica familiar, o conductas relacionadas con el género en la infancia.

Al igual que en el campo de la biología, muchos de estos estudios son empañados por dudosas hipótesis de trabajo, problemas con los métodos de muestreo, subjetividad probablemente inconsciente por parte de las personas entrevistadas (en su intento por recuperar las historias de su infancia y adolescencia a través del prisma distorsionado de sus percepciones ya como adultos), y un problema global con, de nuevo, centrarse de manera reduccionista en la búsqueda de causas únicas y directas específicas de la orientación homosexual, a cambio de una posible “mezcla” de influencias que interactúan —lo cual parece más probable que sea el caso, pero es más difícil de estudiar. Al igual que la investigación biológica, la investigación social hasta ahora no ha podido identificar ningún factor causal claro y directo que pueda subyacer al desarrollo de la orientación homosexual.

Aunque muchos homosexuales informan haber mostrado en su infancia comportamientos “atípicos de género” y no “apropiados”, poco se puede sacar en este momento de esta correlación bastante débil, porque no hay evidencia real que sugiera que los comportamientos atípicos de género en la infancia pudieran tener un efecto causal sobre la formación de la atracción sexual. Además, muchos homosexuales informan que de hecho en su infancia no tuvieron comportamientos “atípicos de género”, y hay muchos heterosexuales, tanto hombres como mujeres, que informan haber tenido comportamientos “atípicos” (véase de nuevo Stein 2000 y también Murray 2000). Aquí también queda mucho por aprender mediante mayor investigación, pero en este ámbito de la investigación social (al igual que en el campo de la investigación biológica), para progresar parece que deberán abordarse importantes problemas conceptuales y metodológicos. (Para referencias valiosas y algunos intentos interesantes para empezar a lidiar con algunas de estas dificultades conceptuales y metodológicas, véase Fausto-Sterling 2000 y Stein 2000.) [volver]

10. No todos los detalles han sido practicados por igual o idénticamente en todas las sociedades de clases. Por ejemplo, si bien la mutilación genital se encuentra extendida hoy día en muchas partes del mundo, nunca se practicó en algunas sociedades de clases. Históricamente algunas culturas más que otras pueden haber proscrito y perseguido la práctica del lesbianismo, etc. Después de todo, la familia y la cultura que la rodea son instituciones creadas por el hombre. El asunto general de la opresión de la mujer y la forma en que la familia patriarcal históricamente y en todo el mundo se ha traducido en monogamia obligatoria para las mujeres (independiente de la forma de hacerla cumplir) se mantiene en general. Por supuesto no todas las mujeres individualmente han desempeñado el papel de esposa y madre. Pero estas relaciones patriarcales fundamentales influencian todos los roles femeninos aprobados (p. ej., las mujeres solteras permanecen como esclavas domésticas en el hogar de sus padres) e incluso los “no tan aprobados” (p. ej., la prostitución). [volver]

11. Véase, por ejemplo, Murray 2000 para una amplia descripción intercultural de muchas diferentes formas de expresión de la homosexualidad a través de la historia y a lo largo del mundo. [volver]

12. Si bien está fuera del alcance de este documento hacer un análisis exhaustivo de esta historia, recomendamos al lector el libro de Byrne Fone, Homofobia: una historia [Océano 2009] en el que encontrará un esclarecedor análisis de este legado judeocristiano, de la historia de Europa en general y mucho más. [volver]

13. En EEUU, 6 estados prohíben la “sodomía” consensuada (por lo general definida en estas leyes como cualquier relación sexual “oralgenital” y “anal-genital” entre personas del mismo sexo. Además, otros 17 estados y Washington DC prohíben la “sodomía” consensuada entre adultos, sea heterosexual u homosexual. ¡La máxima pena por “sodomía” consensuada en EEUU se aplica en el estado de Georgia y es de 20 años! Por lo común estas leyes no se aplican de forma general, sino que se utilizan sólo ocasionalmente y de forma selectiva para hostigar —y en los estados que penalizan tales actos tanto para heterosexuales como para homosexuales, generalmente sólo los homosexuales son objeto de la acción penal directa ocasional. Incluso en estados donde estas leyes no se utilizan a menudo directamente para encausar penalmente, los reaccionarios citan la existencia de ellas como la lógica y la justificación para negar la protección contra la discriminación, los derechos del matrimonio y negar la custodia de los hijos, etc., etc. Los que han estudiado ampliamente la violencia perpetrada contra los homosexuales y las injusticias que enfrentan las lesbianas y los gais han sintetizado que la existencia de tales leyes contribuye significativamente a crear un ambiente que tolera e incluso fomenta la violencia y otros maltratos y abusos contra los homosexuales en Estados Unidos. (Véase Nussbaum 1999, pp. 184-210.) [volver]

14. “Los gais, lesbianas y bisexuales son blanco de violencia en Estados Unidos. En una encuesta reciente, el 24% de los hombres gay y el 10% de las lesbianas reportaron haber recibido alguna forma de ataque criminal debido su orientación sexual durante el año anterior (en comparación, las tasas de ataques contra la población en general en un área urbana comparable que es del 4% para las mujeres y el 6% para los hombres) (Nussbaum 1999, p. 190, nuestra traducción). Véase también Violence Against Lesbians and Gay Men, de Gary David Comstock. [volver]

15. Sociedad “neutral en cuanto a género”: una sociedad en la que un género ya no está subordinado y ya no existen roles de género asignados o socialmente establecidos para un género en particular que reflejen esta subordinación. [volver]

16. Varios activistas progresistas y revolucionarios nos han planteado preguntas sobre la historia del movimiento comunista internacional acerca de la cuestión de la homosexualidad, y específicamente sobre algunos de los cambios de políticas en la Unión Soviética en la década de 1930. Consideramos que esto es una cuestión importante, pero por razones de espacio así como de tiempo adecuado para la investigación no podemos adentrarnos más en eso en este documento. Tal evaluación también será un componente de nuestros esfuerzos a más largo plazo sobre esta cuestión. [volver]

17. Véase el folleto de Clark Kissinger “Cómo acabó con la droga la China revolucionaria”, 1988. [volver]

18. Como señalara Engels, hay muchas cosas que simplemente aún no se puede saber cómo serán en el futuro, y la respuesta a lo que será nuevo en las relaciones sexuales humanas sólo quedará clara “cuando haya crecido una nueva generación: una generación de hombres que nunca se hayan encontrado en el caso de comprar a costa de dinero, ni con ayuda de ninguna otra fuerza social, el abandono de una mujer; y una generación de mujeres que nunca se hayan visto en el caso de entregarse a un hombre en virtud de otras consideraciones que las de un amor real, ni de rehusar entregarse a su amante por miedo a las consideraciones económicas que ello pueda traerles. Y cuando esas generaciones aparezcan, enviarán al cuerno todo lo que nosotros pensamos que deberían hacer. Se dictarán a sí mismas su propia conducta, y, en consonancia, crearán una opinión pública para juzgar la conducta de cada uno. ¡Y todo quedará hecho!”. (Engels, 1971, p. 73) [volver]

19. Recomendamos firmemente leer los ensayos de nuestro Presidente que hablan sobre estas cuestiones, incluyendo los reimpresos en los números 1087, 1088 y 1089 del periódico Obrero Revolucionario. También leer el Borrador del Programa —en particular las discusiones sobre el partido de vanguardia, y especialmente el papel del partido en la sociedad socialista, y de la dictadura del proletariado y la superestructura en la sociedad socialista— el cual refleja esta misma perspectiva enfoque básicos. [volver]

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