Nuestros corazones están con el pueblo de Marruecos.
11 de septiembre de 2023. La noche del viernes 8 de septiembre, un potente terremoto sacudió a Marruecos, un país de 37 millones de habitantes situado en el extremo noroeste del continente africano. El terremoto azotó el sur del país, cerca de la histórica ciudad de Marrakech, de 1.000 años de antigüedad.
Esta es una región extensa y montañosa, con muchos pueblos pequeños, algunos de ellos ubicados en cañones escarpados. Muchas casas están hechas de barro, sin el soporte estructural necesario para resistir un terremoto de esta magnitud (estimada entre 6,8 y 7,2 en la escala de Richter). Para empeorar las cosas, se dice que los contratistas ignoran de rutina los códigos de seguridad de los edificios a fin de reducir costos. Se estima que en la zona afectada, viven 1,8 millones de personas.
El terremoto sacudió violentamente casas, edificios y carreteras. Al principio muchos pensaban que había explotado una bomba. Los videos muestran a personas que se salían corriendo de casas y edificios, montículos de escombros que llenaban las calles y bloqueaban los caminos, y muchas estructuras se colapsaban totalmente, y atraparon a las personas bajo piedras y barro. Miles de personas pasaron la noche a la intemperie, temerosas de las réplicas.
En el pueblo de Agadir, un tercio de la población murió, y sus tiendas, casas, restaurantes y plaza central fueron arrasados, y miles de personas fueron sepultadas bajo hormigón. Una mujer le dijo a la televisión estatal marroquí que su esposo y sus cuatro hijos habían muerto: “Mustapha, Hassan, Ilhem, Ghizlaine, Ilyes. Todo lo que yo tenía se ha ido. Estoy completamente a solas”.
Al cierre de esta edición, los informes indican que más de 2.000 personas han muerto y más de 2.000 han resultado heridas. Pero no hay duda de que estas terribles cifras aumenten en los próximos días1.
Los desastres naturales y el desastre de los órdenes sociales opresivos
Desastres naturales como este terremoto ocurrirán bajo cualquier sistema socioeconómico. Pero la forma en que ese sistema maneja esos desastres —ya sea que aproveche la creatividad y el entusiasmo de las masas y su capacidad para trabajar juntas, o si las reprima aún más en su objetivo de restaurar el orden— guarda una estrecha relación con cuál clase gobierna2.
Por ejemplo, en agosto de 2005, el huracán Katrina azotó a Nueva Orleáns y provocó inundaciones y devastación masivas. En medio de los peligros que plantearon la tormenta y sus consecuencias, muchas personas del común aceptaron el desafío de ayudar y salvar a otros. Esto se describe poderosamente en la película Trouble the Water, que muestra, entre otras cosas, un poderoso ejemplo de dos pequeños traficantes rivales que abandonaron su antagonismo para trabajar juntos para salvar a la gente con balsas caseras3.
A diferencia de Marruecos, que es un país oprimido y empobrecido, Estados Unidos es una potencia imperialista y el país más rico del mundo. No obstante, como escribimos en revcom.us sobre Katrina, en lugar de apoyar a las masas de personas en estos esfuerzos, el sistema las reprimió violentamente:
El artículo sobre el huracán Katrina en la serie Crimen Yanqui de revcom.us muestra que el horroroso sufrimiento humano y la muerte a raíz de la tormenta fueron un crimen de este sistema del capitalismo-imperialismo. No hubo ayuda para miles de personas desesperadas atrapadas en los tejados de las casas, sin nada que comer ni beber bajo un calor de 38ºC. Los cuerpos de pobres y negros quedaron abandonados durante días en el agua y entre los escombros, despedazados y en descomposición. La policía y la Guardia Nacional declararon “saqueadores” a las personas que buscaban comida y les dispararon. Los guardias dejaron a los prisioneros encerrados en sus celdas mientras huían. Más de 25.000 personas fueron arriadas como ganado al Superdomo y al Centro de Convenciones, sometidas a condiciones inhumanas y degradantes y a tratos brutales4.
El pueblo marroquí acude apresurado al rescate — el rey despliega el ejército
Los informes iniciales desde Marruecos señalan que las masas de personas respondieron valiente y colectivamente a este desastre. En condiciones peligrosas, la gente busca valientemente entre los escombros, excavando con sus propias manos e incluso trepando entre casas derrumbadas en cañones escarpados para rescatar a los sobrevivientes. Se han formado largas colas de personas que donan la sangre que se necesita con tanta urgencia para tratar a los heridos. Un marroquí habló de una “gran solidaridad” entre las personas que despejaban las carreteras, aunque muchos todavía estaban en shock.
Por otro lado, Marruecos es un país amargamente oprimido por el imperialismo y el feudalismo. Marruecos, colonizado a principios del siglo 20 por Francia y España, está hoy dominado por el imperialismo occidental. Y el gobierno de Marruecos ha sido uno de los aliados más cercanos de Estados Unidos fuera de la OTAN, incluso durante la llamada “Guerra contra el Terror”, que en realidad fue una guerra por un imperio global más grande.
El rey Mohammed VI, gobernante despótico de Marruecos desde hace mucho tiempo, ha desatado esfuerzos cada vez intensos para hostigar, brutalizar o encarcelar a cualquier oponente5. Ahora, tras el terremoto, ha desplegado las fuerzas armadas reaccionarias del país en la zona afectada, supuestamente para ayudar en los esfuerzos de rescate. Pero esta fuerza bien podría canalizar sus esfuerzos a suprimir la energía y la iniciativa de las masas.
Hay que apoyar al pueblo marroquí y hacer todos los esfuerzos posibles por rescatar a los que han sobrevivido y salvar a los heridos.
El desastre natural de Marruecos subraya una vez más la urgencia de luchar por un mundo donde la sociedad realice todo lo posible para hacer planes y preparativos para tales desastres y, cuando sea posible, prevenirlos, y movilizar a las masas de personas para hacerles frente cuando ocurran.