El 26 de noviembre en Washington, D.C., alguien disparó a quemarropa a dos soldados de la Guardia Nacional. Sarah Beckstrom, una mujer de 20 años, falleció, y Andrew Wolfe, un hombre de 24 años, sigue hospitalizado con heridas muy graves. Se ha acusado a Rahmanullah Lakanwal, un afgano de 29 años que combatió del lado estadounidense en la guerra en Afganistán, de asesinato en primer grado y otros tres delitos graves. Lakanwal se ha declarado inocente1. Fue baleado en el tiroteo y sigue en el hospital.
El tiroteo contra los dos miembros de la Guardia Nacional fue un acto atroz. Y como dijo Rechazar el Fascismo en un comunicado: “Los incidentes así no guardan relación alguna con la masiva lucha no violenta de millones de personas, la que se necesita para expulsar del poder al régimen fascista de Trump”. Pero Trump y los demás buitres del MAGA se apresuraron a aprovechar esta trágica situación para azuzar aún más el odio a los musulmanes y el sentimiento antiinmigrante en general, e imponer aún más restricciones a la inmigración proveniente del “tercer mundo”.
Aunque incluso la policía dice que no sabe qué motivó el tiroteo, Trump declaró que se trataba de “terrorismo”. Kristi Noem (jefa del Departamento de Seguridad Nacional) afirmó (sin pruebas) que Lakanwal había sido “radicalizado” por personas en la comunidad afgana en el estado de Washington. Dijo que urge “investigar” a toda esa comunidad. El senador republicano Tommy Tuberville tuiteó: “Debemos PROSCRIBIR INMEDIATAMENTE a todos los inmigrantes ISLÁMICOS y DEPORTAR a todos los islamistas que viven entre nosotros simplemente a la espera de atacar”. Trump solicitó que “se vuelve a investigar” a todos los afganos a los que se les había concedido asilo u otro estatus legal.
Trump también solicitó la expulsión de todos los inmigrantes somalíes, llamándolos “basura” y diciendo que deberían “volver al lugar de donde provinieron” y que “hay una razón por la que su país no vale nada”. Además, ordenó importantes operaciones del ICE contra los somalíes en la zona de Minnesota-St. Paul, donde viven más de 80.000 personas de origen somalí.
Con ese mismo despiadado espíritu xenófobo (odio hacia los inmigrantes), el asesor principal de Trump, Stephen Miller, publicó lo siguiente (en respuesta a las críticas a Trump por culpar a países enteros por el [supuesto] acto de una sola persona):
Esta es la gran mentira de la migración en masa. No solo se trata de importar a personas, sino de importar a sociedades. No ocurre ninguna transformación mágica cuando los estados fallidos cruzan fronteras. A gran escala, los migrantes y sus descendientes recrean las condiciones, y los terrores, de sus patrias rotas.
Cómo Estados Unidos “rompió” a Afganistán
Como dijo un novelista pakistaní al escuchar esto: “¿¡¡Quién rompió la patria!!?”.
¡Esa es precisamente la pregunta correcta! La respuesta comienza con el hecho de que Afganistán está “maldito” por su ubicación estratégica, que une Asia Central y Asia Oriental con el Medio Oriente. Por eso, las potencias imperialistas han luchado repetidamente por controlarlo. Gran Bretaña lo invadió tres veces en el siglo 19. En 1979, la antigua Unión Soviética, la que en ese entonces era un país socialimperialista (cuya potencia dominante ahora es Rusia) lo invadió para apuntalar a un gobierno amigo. En respuesta, Estados Unidos ayudó a organizar, armar y financiar a los ejércitos fundamentalistas islámicos para derrocar al gobierno prosoviético. Al menos medio millón de civiles afganos murieron, y las fuerzas fascistas teocráticas islámicas de Afganistán recibieron un enorme impulso. Esto formaba parte de los esfuerzos del imperialismo estadounidense por controlar toda la región de Asia Central y el Medio Oriente. Sí, todos estos países ya tenían todos los problemas con los que ya cuentan las opresivas sociedades de clases — pero para la segunda mitad del siglo 20, el imperialismo estadounidense ya era la potencia que principalmente determinaba las condiciones de quiénes gobernaban y quiénes no, y de qué sucedía y qué no sucedía en esos países.
En reacción a esto y a otros acontecimientos, surgieron en esta región movimientos políticos nacionalistas arraigados en el islam. Bob Avakian lo resumió en 2007 de una manera que explica mucho sobre las dinámicas internacionales de los últimos 30 años:
Lo que vemos en contienda, con la jihad por un lado [fundamentalismo islámico] y McMundo/McCruzada [el imperialismo occidental en creciente globalización] por el otro, son sectores históricamente anticuados de la humanidad colonizada y oprimida contra sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista. Estos dos polos reaccionarios se oponen, pero al mismo tiempo se refuerzan mutuamente. Apoyar a uno u otro de esos polos anticuados, acabará fortaleciendo a los dos.
Esta es una formulación muy importante y crucial para entender muchas dinámicas que impulsan el mundo en este período, pero tenemos que tener en claro cuál de “los dos sectores históricamente anticuados” ha causado más daño y representa la mayor amenaza a la humanidad: los sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista, y en particular los imperialistas estadounidenses.
La guerra de Estados Unidos contra el Talibán
Uno de los grupos de esos teócratas, el Talibán, llegó al poder en 1996 tras un período de guerra civil. Impusieron una opresión extrema a las mujeres, así como a las religiones minoritarias y otros grupos. En 2001, Osama bin Laden operaba desde una base en Afganistán para planear el atentado contra el World Trade Center en Nueva York. El Talibán se ofreció a negociar la entrega de bin Laden a Estados Unidos, pero en lugar de eso Estados Unidos aprovechó la oportunidad para invadir y ocupar Afganistán y derrocar al Talibán, y en su lugar, fraguó un gobierno títere corrupto y ampliamente despreciado. Estalló una guerra de Estados Unidos y su gobierno lacayo por un lado, y por el otro lado, el Talibán, la que llevó a un estimado de 241.000 muertes de civiles por la violencia, y de otros cientos de miles a causa del hambre y enfermedades provocados por la guerra.
Cuarenta años de guerra: generaciones que nacieron, vivieron y murieron rodeadas de muerte, destrucción, opresores brutales y ejércitos extranjeros. La agricultura quedó devastada y la economía cada vez más dependía de los gastos militares y otros fondos, casi todos procedentes o controlados por el imperialismo estadounidense.
Lo que realmente significa trabajar para los ocupantes estadounidenses
Ghulam muestra las cicatrices de las heridas de metralla que sufrió durante el bombardeo estadounidense a una boda en Kakarak en julio de 2002, en el que murieron 25 personas. Foto: AP
Aldeanos afganos se encuentran junto a un agujero en el techo de una casa en Kakarak, Afganistán, el 3 de julio de 2002, después de ser alcanzada por una bomba estadounidense. Entre 2004 y 2018, Estados Unidos lanzó más de 38.000 bombas sobre Afganistán. Foto: AP
12 de noviembre de 2008: Atifa Bibi, una colegiala afgana, se recupera en un hospital después de que dos hombres le arrojaran ácido en Kandahar mientras iba camino a la escuela. Foto: AP
Niños afganos juegan cerca de los escombros de una casa dañada después de que un dron estadounidense se estrellara en Jalalabad, al este de Kabul, la capital de Afganistán, en agosto de 2011. Para marzo de 2020, Estados Unidos ya había llevado a cabo más de 12.000 ataques con drones en Afganistán, matando a miles de afganos. Foto: AP
16 de octubre de 2015: Hospital de Médicos Sin Fronteras en Kunduz, Afganistán, después de que un ataque aéreo estadounidense matara a 42 miembros del personal y pacientes. “El ataque se llevó a cabo con el propósito de matar y destruir. No sabemos por qué”. Foto: AP
Familiares observan a los hijos muertos debido a un ataque aéreo estadounidense en Kandahar en 2009. Foto: AP
Personas inspeccionan los daños a la casa de la familia Ahmadi en Kabul, Afganistán, que fue destruida en un ataque con drones estadounidenses el 29 de agosto de 2021. Foto: AP
Cuerpos de civiles asesinados por un ataque aéreo estadounidense en Afganistán, 2009. Foto: RAWA
Durante la ocupación estadounidense, muchos miles de personas trabajaron por Estados Unidos, el gobierno proestadounidense o las ONG o empresas vinculadas a Estados Unidos. Algunas de estas personas eran hampones y gánsteres vinculados a uno que otro señor de la guerra con los que Estados Unidos se alió, pero algunos aceptaron estos trabajos para evitar el hambre, o por la creencia errónea de que Estados Unidos estuviera allí en realidad para ayudarlos a liberarse del yugo opresor del Talibán. Pero hacerlo también los puso en conflicto con muchos de sus familiares o vecinos que se oponían a la ocupación estadounidense al mismo tiempo que también odiaban al Talibán. Y corrían el riesgo de que el Talibán los mataran.
Rahmanullah Lakanwal fue uno de esos. Según se informa, Estados Unidos lo reclutó en 1992, cuando solo tenía 16 años, para la Unidad 03 de la Fuerza de Ataque de Kandahar, dirigida por la CIA. Estas Fuerzas de Ataque (también conocidas como “Unidades Cero”) eran, en realidad, escuadrones de la muerte que cometían crímenes de guerra contra el pueblo afgano. En 2019, Human Rights Watch (HRW — Observatorio de Derechos Humanos) informó de 14 incidentes documentados en los que estas Unidades llevaron a cabo redadas nocturnas, irrumpían en los hogares mientras la gente dormía ahí y masacraban a civiles, incluidos niños pequeños y ancianos, entre otros crímenes2.
Cuando Estados Unidos reclutaba a afganos para trabajar a su servicio, siempre les prometían “te protegeremos, te respaldaremos”. Pero luego, cuando Estados Unidos se retiró, no tomó medidas concretas para garantizar la seguridad de las decenas de miles de personas que habían trabajado con Estados Unidos, ya fueran profesores, soldados o líderes políticos. Brotó entre ellos una lucha desesperada por salir del país cuando el Talibán volvió al poder. Algunos miles de ellos lograron escapar y luego (como Lakanwal) los sometieron a un intenso proceso de verificación para demostrar, una y otra vez, que eran lo suficientemente “leales” como para entrar en Estados Unidos. Mientras tanto, el gobierno estadounidense trataba de desentenderse de ellos lo antes posible3.
No sabemos mucho sobre Lakanwal, pero una cosa que han contado sus amigos, familiares y trabajadores sociales es que parecía estar sufriendo una crisis nerviosa, pasaba semanas en una habitación oscura sin hablar con nadie, y desaparecía durante semanas en el coche familiar. Y, según se informa, esto estaba relacionado con su experiencia en la Unidad Cero.
Así que, cuando se trata de la pregunta “¿quién rompió la patria?”, está claro que fue el sistema imperialista, con su impulso inherente de que las potencias imperialistas como Estados Unidos y sus rivales repartan y vuelvan a repartir el mundo. Luego, cuando las cosas les salen mal, ¿tienen el descaro de volverse contra las víctimas de su carnicería y traición, cuestionar su humanidad y exigir que ellas sean expulsadas de la sociedad o relegadas a las sombras? Afganistán no es un caso único. En nuestra serie Crimen Yanqui, hay historias similares en todo el mundo, inclusive en más de uno de los 19 países no europeos a los que Trump ha prohibido ahora toda inmigración a Estados Unidos.
Ante la enorme crisis de ese mismo sistema, el sector fascista de la clase dominante imperialista —Trump, Miller, Vance y los demás— están en una misión para salvar ese sistema mediante una forma de gobierno fascista. En su opinión, una forma fascista de gobierno —arraigada en la supremacía blanca flagrante, abierta y violenta, en la dominación masculina de las mujeres y en la represión de las personas LGBT, y en el odio abierto y la persecución masiva a aquellos a los que consideran “extranjeros”; saturada de ignorancia anticientífica y cristianismo fundamentalista teocrático; y en la que se eliminan esencialmente el debido proceso y las libertades civiles— es la única cosa que puede salvar al imperio.
Ante esto, una vez más, los revcoms decimos:
¡En nombre de la humanidad, nos negamos a aceptar un Estados Unidos fascista!
¡Todo este sistema está podrido y ilegítimo!
¡Necesitamos y Exigimos: una forma completamente nueva de vivir, un sistema fundamentalmente diferente!