Los últimos 10 años fueron los más calurosos jamás registrados en la Tierra, y 2023 fue el año más caluroso registrado en nuestro planeta. 2024 está ahora en camino de romper ese récord de calor. El mundo ha entrado en un territorio peligroso e inexplorado, a medida que aumentan las emisiones de carbono de los combustibles fósiles, las temperaturas de la superficie del mar y, rápidamente, el sufrimiento humano a causa del cambio climático.
La Ley de Reducción de la Inflación (el nombre que se le dio a la legislación climática de la administración Biden) pasó a ser ley en agosto 2022. Biden-Harris y sus partidarios la han promovido como una pieza legislativa histórica que señala una transición audaz de la producción y el consumo de combustibles fósiles a la energía renovable. Nada más lejos de la verdad. Eso es lo que sostenía el artículo “El proyecto de ley climático imperialista de Biden: Desmentido por el panorama general” publicado en septiembre de 2022... y lo que ha pasado en los últimos dos años lo demuestra a gran escala y de modo demente.
El fascista Donald Trump que niega el cambio climático ha declarado su determinación de “a excavar, maldita sea, a excavar” y podría ganar las próximas elecciones directamente, o si no, se está preparando para robar o imponer violentamente una “victoria”. Pero “a excavar, maldita sea, a excavar” ha sido de hecho la política de la administración Biden-Harris. La producción de petróleo y gas natural en Estados Unidos se ha disparado.
La administración Biden-Harris ha aprobado casi 50% más licencias de perforación de petróleo y gas natural en tierras federales desde asumió el poder que la administración Trump aprobó durante sus primeros tres años. Bajo Biden-Harris, Estados Unidos ha reforzado su posición como el principal productor de petróleo y gas natural del mundo (la producción de petróleo y gas alcanzando niveles récord en 2023) y también ha convertido a Estados Unidos en el principal exportador mundial de gas natural.
Si bien las inversiones en fuentes de energía renovables, como la energía solar, han aumentado drásticamente en los últimos años, no se está produciendo una disminución, y mucho menos una “eliminación progresiva”, de los combustibles fósiles. La Ley de Reducción de la Inflación ni ordena ni hace cumplir ningún límite a la producción y las emisiones de combustibles fósiles. Y aquí estamos: ¡en 2023, los combustibles fósiles representaron más del 80% de la producción y el consumo de energía de Estados Unidos! Como lo expresa nuestro artículo de septiembre de 2022, la idea de que Estados Unidos es un líder mundial en la lucha contra el cambio climático es como intentar presentar a Estados Unidos como un líder mundial en la lucha contra el asesinato policial racista.
Nos enfrentamos a una emergencia ambiental en cascada. Pero la realidad del capitalismo-imperialismo (y en particular del imperialismo estadounidense) es que la energía renovable no es tan rentable como los combustibles fósiles. Y no es rentable reparar y salvar el planeta. Por eso, el desafío planteado en “El proyecto de ley climático imperialista de Biden: Desmentido por el panorama general” es más urgente dos años después, especialmente porque tantas personas están tragando las ilusiones mortales de la campaña de Kamala Harris:
Para aquellos que se preocupan por el planeta, no hay forma de eludir la pura verdad sobre los combustibles fósiles y el calentamiento global: para abordar con seriedad el cambio climático, habría que sacar del negocio a las empresas de combustibles fósiles, apoderarse de sus activos y dejar la mayor parte del combustible fósil en el suelo.
Y para que eso suceda, para que la sociedad interactúe con la naturaleza de manera sustentable, se necesita una revolución. Una revolución para derrocar este sistema... para crear un nuevo poder estatal y socializar la propiedad de los medios de producción... y para forjar una economía socialista planificada. Esta es la base económica radicalmente diferente que hace posible utilizar los recursos de la sociedad colectivamente y desencadenar a las personas para que se pongan a trabajar en torno a la emergencia ambiental al servicio de los intereses de la humanidad de todo el mundo y tengan una verdadera oportunidad (no una certeza) de salvar el planeta.
Esta revolución socialista liberadora no es una perspectiva borrosa y lejana. Es más posible en las condiciones de hoy, con crisis sociales y políticas que se multiplican, se intensifican y se superponen y que pueden estallar en masivos trastornos, con la clase dominante de los Estados Unidos “en guerra consigo misma”. Que la gente resulte envuelta en los “positivos” ilusorios del proyecto de ley climático de Biden ya sería bastante malo en tiempos normales. Pero en estos tiempos, ese pensamiento iluso es especialmente dañino. Es darle la espalda y desperdiciar la gran oportunidad de hacer una revolución que realmente podría transformar la relación de la humanidad con la naturaleza.