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de Juan Rojo

21 de julio de 2025

Cover of Spanish pamphlet, U.S. domination of mexico

 

Una cosecha parásita imperialista: despiadadamente explotadora y atrincherada, Un aporte sobre las raíces históricas de la dominación estadounidense de México
de Juan Rojo
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De la redacción:

Nos enorgullece anunciar la publicación en esta edición de “Una cosecha parásita imperialista: despiadadamente explotadora y atrincherada… Un aporte sobre las raíces históricas de la dominación estadounidense de México”, de Juan Rojo. El análisis nuevo-comunista de la relación entre Estados Unidos y México de parte de Rojo hubiera sido bienvenido e importante en cualquier momento. Pero la publicación de la obra de Rojo ahora, en un momento en que el régimen fascista que actualmente gobierna a Estados Unidos insiste en poner la realidad patas arriba y en tachar de chivos expiatorios parásitos y criminales a México y especialmente a los mexicanos, es un estudio valioso y de importancia crítica de la realidad respecto a quiénes son los verdaderos parásitos y criminales. Recomendamos a nuestros lectores leerlo, estudiarlo y repartirlo.

Nota introductoria personal del autor:

Nací en el Este de Los Ángeles y crecí en el Sur Centro de Los Ángeles. Mis padres eran de México, y mi primer idioma es español. Desde una edad temprana era un joven curioso y al ir creciendo empecé a cuestionar por qué. ¿Por qué la policía trataba tan feo a los de nuestro barrio? ¿Por qué mi papá trabajaba tan duro pero no lo trataban con respeto? Se sentía que consideraban inferior a la gente de nuestro barrio y que, a personas como yo, chicanos, nos veían con desprecio, como si no valiéramos nada. Yo odiaba eso.

Abandoné la escuela secundaria y a los 17 años me alisté en el ejército. Estaba apostado en Francia durante el tiempo en que la gente en Argelia luchaba por su independencia de Francia, y se me abrieron los ojos de sopetón al ver de cerca la horrorosa brutalidad de la colonización francesa de Argelia. También supe por los soldados negros que no solamente en mi barrio sino en todo Estados Unidos la sociedad y la policía maltratan despiadadamente a los negros. Eso me ayudó a captar que hubo algo más sistémico detrás de lo que ocurría en mi barrio en Los Ángeles, aunque aún no entendía la verdadera historia que quedó oculta debajo de la superficie. Cuando se terminó mi servicio en el ejército, regresé a mi vida en Los Ángeles, donde no pude conseguir trabajo estable. El movimiento de derechos civiles estaba impactando al país entero, y dentro de poco las protestas contra la Guerra de Vietnam ya movilizaban a miles de personas en las calles. La rebelión de Watts en 1965 —en que nuestro barrio se encontraba en la zona la que patrullaba la guardia nacional— señaló cambios importantes en la resistencia popular contra esa opresión atroz. Ya que yo había estado en el ejército pude recibir dinero de la Ley GI para asistir al colegio. Pude aprender la historia mundial, explorar la filosofía, la historia del arte y la antropología cultural. También me entusiasmó aprender del movimiento estudiantil chicano y participar en él, donde podíamos hablar abiertamente sobre la cruel opresión que la gente de descendencia mexicana ha sufrido en Estados Unidos y sentirnos orgullosos por oponérsele. Y fue una época en que por todo el mundo las personas se ponían de pie por sus derechos y por la liberación. Era una época muy emocionante. Pero yo seguí siendo la persona que no dejaba de preguntar por qué. Aún me impulsaba esa búsqueda inquieta para conocer cuál era la raíz de todos los problemas —toda la injusticia— a fin de revelar lo que quedaba oculto debajo de la superficie y descubrir qué se podía hacer para ponerle fin. Yo quería la verdad, no explicaciones superficiales. Me encantó ser parte del movimiento chicano. Pero empecé a reconocer que los objetivos de ese movimiento quedaron muy cortos del tipo de solución radical la que yo creía necesaria. Yo quería ser parte de un movimiento que iba a poner fin a toda la opresión, no solamente para los chicanos sino para todas las personas tratadas como “algo menos” en Estados Unidos y en otras partes del mundo.

Siempre consideraré la mejor fortuna de mi vida el hecho de que mi activismo revolucionario y mi búsqueda inquieta por la verdad me impulsaron a hacer contacto con la Unión Revolucionaria (la organización que condujo a la formación del Partido Comunista Revolucionario en 1975). Mediante eso, en particular al aprender del enfoque de Bob Avakian, quien desempeñó un papel dirigente en la Unión Revolucionaria y luego desarrolló la nueva síntesis del comunismo, conocí un enfoque cabalmente científico de conocer el mundo y luchar por cambiarlo. Esto transformó completamente y enriqueció el camino de mi vida. Desde ese entonces, al asumir cada vez más conscientemente la dirección de Bob Avakian y el método que él ha forjado, solamente se me ha profundizado la determinación de contribuir lo máximo que yo pueda a hacer el tipo de revolución emancipadora la que he aprendido que es posible. Una revolución que finalmente ponga fin a toda forma de explotación y opresión, no solamente en Estados Unidos sino por todo el mundo. Tengo la esperanza de que, al aplicar este método científico del materialismo dialéctico e histórico a los temas y la historia importantes los que este ensayo cubrirá, yo logre inspirar a los jóvenes de hoy y pasarles la batuta para que asuman esta misma ciencia, esta dirección, este método y que ustedes pongan lo máximo que puedan, de cualquier manera que puedan, por esta misma misión emancipadora.

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Una cosecha parásita imperialista: despiadadamente explotadora y atrincherada

Como dice el dicho en México: “Pobre México, tan lejos de Dios, y tan cerca de los Estados Unidos”.

Por lo que concierne a la primera parte de ese dicho, pues nadie está más lejos ni más cerca a Dios que ninguna otra persona — por la simple razón de que no existe ningún dios1. Pero la segunda parte de ese dicho insinúa enfáticamente la larga y amarga historia del saqueo, explotación y dominación estadounidense de su vecino al sur — aunque no estar en la frontera estadounidense tampoco ofrece ninguna protección contra la agresión estadounidense global, desde Vietnam hasta Irak. 

Tal como un árbol cuyas ramas y hojas son visibles pero cuyas raíces están ocultas, algunos aspectos de la dominación estadounidense de México son aparentes y conocidos, pero sus raíces históricas están ocultas, enterradas y menos conocidas. Mi objetivo con este ensayo es ayudar a destapar y revelar un aspecto esencial de esto, como una chispa e inspiración a otros, para que todos conozcamos mejor la realidad de hoy — y qué hacer al respecto.

MAP of land lost by Mexico in the 1800s.

 

Una representación de las tierras que México perdió a raíz de su derrota en la guerra mexicano-estadounidense (1846-1848).   

Mucha gente sabe de la guerra mexicano-estadounidense de 1846 a 18482, en la que Estados Unidos se apoderó de grandes extensiones de territorio mexicano, incluidos los estados actuales de California, Nevada, Utah, Nuevo México, Arizona y partes de Colorado y Wyoming, además de Texas que ya se había declarado su “independencia” — una guerra en la cual jugaron un rol unos generales estadounidenses que se hicieron famosos después durante la Guerra Civil estadounidense. Lo que permanece oculto es la explotación despiadada de México en el período de la post Guerra Civil, que terminó desempeñando un papel crucial —históricamente— en la configuración de la realidad actual del imperialismo estadounidense, la subyugación y el empobrecimiento de México, y las relaciones entre los dos países.

La dominación de México tuvo un papel central en forjar el poderío militar y económico de Estados Unidos para que emergiera como potencia imperialista en el siglo 20. Al mismo tiempo, esta experiencia sirvió de laboratorio temprano —y un modelo versátil y adaptable— para la hegemonía opresiva y explotadora de Estados Unidos, que hoy se extiende por todo el mundo. 

Esta relación también desempeñó un papel crucial en el desarrollo capitalista del Oeste y el Suroeste, en la manera en que se desarrolló, en el impacto de los ferrocarriles regionales en “abrir el Oeste y el Suroeste” al desarrollo rápido de la agricultura, el comercio y la ocupación de tierras anteriormente mexicanas e indígenas — la despiadada explotación y el sangriento tratamiento, incluido el linchamiento, de la mano de obra mexicana en todo este proceso.

Lynching_of_Francisco_Arias_and_José_Chamales, Mexican immigrants, May 1877.

 

Cientos de jornaleros mexicanos fueron linchados en el Suroeste de Estados Unidos. En la imagen: el linchamiento de Francisco Arias y José Chamales, 3 de mayo de 1877.     Foto: John Elijah Davis Baldwin

En un momento en que el régimen fascista supremacista-blanco xenófobo de Trump y MAGA intensifica la satanización y los ataques contra los inmigrantes, mientras se queja ridículamente de que México “se aprovecha” de Estados Unidos, resulta aún más urgente y necesario conocer y propagar la realidad de la verdadera historia desconocida. 

Mi intención al elaborar este ensayo es basarme en toda una vida de buscar respuestas, de aprender y sacar conocimientos de nuevos estudios importantes, abordando y sintetizando todo esto con el método científico del materialismo dialéctico e histórico. Eso ayudará a revelar y popularizar las causas concretas de por qué la gente de México y sus descendientes dentro de las fronteras de Estados Unidos hoy están en una posición subyugada respecto al poder dominante de Estados Unidos. Y mostrará que un factor en el desarrollo estadounidense de su riqueza, identidad racial y cohesión social fue la subyugación del vecino al sur, y la manera en que todo esto opera en las dinámicas mayores del sistema del capitalismo-imperialismo estadounidense. Nada de eso fue predeterminado. No se debe a ninguna “naturaleza humana” inferior o superior de la gente de un país frente al otro. Ciertamente no se debe a la voluntad de algún dios o algunos dioses inexistentes. Pero sí hay razones científicamente determinadas.

Sencillamente, según el enfoque y entendimiento materialista dialéctico, como lo ha descrito Bob Avakian, el líder revolucionario y arquitecto del nuevo comunismo3, “en el mundo no ha existido ni existirá nada más que materia en movimiento; que toda la existencia, toda la realidad consta de materia en movimiento. De ahí parte el principio básico del materialismo histórico: que la actividad humana fundamental es la producción y la reproducción de la existencia material, es decir, de la comida, la ropa y así sucesivamente (y la reproducción de los seres humanos)”4.

Texas Border Patrol guard Mexican immigrants, 1948.

 

En Texas, la Patrulla Fronteriza retiene bajo fusil a unos migrantes mexicanos, 1948.    Foto: PD

Al aplicar el enfoque basado en la evidencia del materialismo histórico y dialéctico para descubrir las razones históricas subyacentes y las razones concretas de por qué y cómo las cosas se desarrollaron tal como lo hicieron, mi intención es no sólo arrojar luz sobre cómo hemos llegado a la posición en que nos encontramos hoy día y cómo eso se podría cambiar — también espero inspirar y estimular a otros a contribuir a esa exploración con respecto a la dominación estadounidense de México y asumir este mismo método científico para abordar las multitudes de problemas más amplios que confrontan a los oprimidos y a la humanidad en conjunto para conocer cómo llegamos a la situación en la que nos encontramos hoy en día y cómo podríamos cambiarlo concretamente en el camino hacia la eliminación de todas las relaciones de dominación y opresión en todas partes.

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Dicho eso, existe una necesidad real y oportuna de examinar esta historia entre México y Estados Unidos de una manera que no se ha hecho antes. En la introducción a su libro Imperio y revolución: Estadunidenses en México desde la Guerra Civil, John Mason Hart nota que su libro es la historia complicada de los estadounidenses en México como un precursor de acontecimientos mundiales. Los estadounidenses entraron en México mucho antes de que desarrollaran la capacidad de ejercer una influencia poderosa en extensiones más amplias del mundo. En ese sentido México servía de laboratorio para la política exterior y económica de Estados Unidos.

Una buena parte del contenido abajo se toma del libro de Hart, cuya investigación y estudio me han enseñado mucho. Algunos de los textos que siguen son citas directas y otros son paráfrasis; cualquier omisión de reconocimiento directo es mi responsabilidad y no refleja mi agradecimiento general y aprecio por esta obra importante.

Al fin de la Guerra Civil estadounidense, y al empezar a trasladarse una población estadounidense en expansión hacia el Oeste en busca de tierras y oportunidades, el gobierno mexicano batallaba por expulsar a las fuerzas de ocupación de Napoleón III de Francia. Anteriormente en ese siglo, Napoleón Bonaparte de Francia, con el objeto de juntar fondos para una guerra prevista con Gran Bretaña, había vendido Luisiana a Estados Unidos en 1803. Después los franceses fueron expulsados de Haití con la victoria de la revolución haitiana en 18045. Estando enfrascado Estados Unidos en la Guerra Civil, Francia aprovechó ese momento maduro y provechoso para tratar de establecer su presencia en México. Las tropas francesas iniciaron la ocupación de regiones de México en 1861, y nombraron a Maximiliano I como emperador con la esperanza de establecer un imperio de ultramar que no sólo proveyera mercados y materia prima sino bloqueara la expansión de Estados Unidos. Maximiliano I era un archiduque austriaco que se convirtió en emperador de México en 1864 tras un referendo espurio, hasta que lo ejecutó la República Mexicana en 1867.

El gobierno de Benito Juárez (presidente mexicano de 1858 a 1872, que encabezó el gobierno y las fuerzas armadas en la transición a la República Mexicana) resistía la agresión francesa con una extensísima guerra de guerrillas, y buscó ayuda en el norte. Se dieron cuenta de que la victoria de la Unión en la Guerra Civil estadounidense le brindó a México una oportunidad de procurar armas y municiones a Estados Unidos. Al mismo tiempo, Estados Unidos miraba hacia el sur, al interesarse más las élites estadounidenses en México. Eso fue el contexto histórico en que el período de la post Guerra Civil configuró profundamente las relaciones entre los dos países.

El gobierno de Juárez inició sus esfuerzos vendiendo bonos mexicanos a inversionistas estadounidenses. Agentes mexicanos llevaron a cabo sus esfuerzos en ciudades por todo Estados Unidos, con la bendición del gobierno estadounidense. Vendieron los bonos a gran descuento, avalados por tierras en México. Por tanto los mexicanos contaron con la ayuda de algunos de los banqueros y empresarios más poderosos e influyentes en Estados Unidos en la promoción de estos bonos muy rebajados. La compra de estos bonos, lo que ayudó a México procurar armas y municiones para combatir a los franceses, marcó las primeras etapas de la injerencia de Estados Unidos en México (después de la guerra mexicano-estadounidense). Al último los mexicanos lograron derrotar a Francia.

Se hizo añicos el sueño de un imperio francés que se extendía desde Europa hasta México. Pero no se le salió así al coloso del norte, como a veces se refiere a Estados Unidos en México. Para Estados Unidos, la derrota de Francia constituía una oportunidad. La atención que se centró en México posteriormente tenía una importancia clave, ya que le permitió a Estados Unidos establecer un control sobre la economía mexicana.

Cuando yo empezaba a convertirme en revolucionario y continuaba buscando las raíces de los horrores en el mundo, me impresionó profundamente algo que señaló Lenin, el gran líder revolucionario y teórico ruso — de que las guerras imperialistas no son meramente decisiones de “política”, o la expresión de alguna malicia particular, sino que las impulsa y dicta la necesidad de expandirse y dominar. Esto está vinculado con la competencia entre potencias imperialistas por recursos, mercados y control de regiones estratégicamente importantes, como las regiones ricas en petróleo o rutas comerciales, una competencia que subyace y conduce a conflictos y guerras. Como dice Lenin, un teórico y el autor en su obra clásica pionera El imperialismo: Fase superior del capitalismo: “A los numerosos ‘viejos’ motivos de la política colonial, el capital financiero [una característica del imperialismo — ndlr] ha añadido la lucha por las fuentes de materias primas, por la exportación de capital, por las ‘esferas de influencia’, esto es, las esferas de transacciones lucrativas, concesiones, ganancias monopolistas, etc., y… por el territorio económico en general. … cuando resultó que todo el mundo estaba repartido, empezó inevitablemente la era de posesión monopolista de las colonias y, por consiguiente, de lucha particularmente aguda por la partición y el nuevo reparto del mundo. … Los monopolios, la oligarquía, la tendencia a la dominación en vez de la tendencia a la libertad, la explotación de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles por un puñado de naciones riquísimas o muy fuertes: todo esto ha originado los rasgos distintivos del imperialismo que obligan a caracterizarlo como capitalismo parasitario o en estado de descomposición”6. Para los que quieren explorar, aprender y conocer científicamente más al respecto, recomiendo mucho REVOLUCIÓN #42, un e-mensaje de Bob Avakian, titulado El imperialismo — y la guerra imperialista: cuál es y cuál no es su motivación fundamental, su naturaleza y su papel, y cómo se le puede poner fin finalmente.

Con este conocimiento del proceso del desarrollo del imperialismo, he podido explorar la verdad sobre el verdadero proceso de la historia de la injerencia estadounidense en México. Y me enteré de la manera en que eso contribuyó a la expansión de la clase capitalista estadounidense y a su auge como una potencia imperialista contendiente.

Las décadas de 1860 y 1870

Railroad to Brownsville, Texas.

 

Una nueva etapa importante de la penetración de Estados Unidos en México surgió con el desarrollo de los nuevos ferrocarriles en México (alrededor de 1900).   

Al concluir la Guerra Civil, los capitalistas en Estados Unidos podían prestar su atención a la expansión hacia los territorios del Oeste y Suroeste, gran parte de los cuales Estados Unidos se le había robado a México. Pero también pusieron en la mira con febril fervor a la penetración al territorio de México. Para establecer su capacidad de controlar y dominar la economía de México al máximo posible, emprendieron el desarrollo de la infraestructura relevante. Hart escribe: “Los capitalistas estadounidenses líder reconocían que el establecimiento de un sistema ferrocarrilero era el primer paso hacia una infraestructura multidimensional moderna en México”7. Este paso requería la cooperación del gobierno mexicano en cierta medida, pero esa “cooperación” también se estableció como una relación desigual de dominación sobre el gobierno mexicano, de parte de los capitalistas estadounidenses. El proceso de competencia entre las diferentes agrupaciones capitalistas estadounidenses era un catalizador impulsor de la transformación del terreno mexicano, que al final integró a los diferentes sectores de los capitalistas estadounidenses en una red de dominación y saqueo.

Además de los ferrocarriles, Hart escribe: “La complejidad de la presencia estadounidense creciente en México durante fines de los años 1860 y los años 1870 incluía a empresarios y empresas importantes que estaban separados, hasta alejados en sentido geográfico, del sistema ferrocarrilero que pronto se extenderá por el país”8. El período posterior al desarrollo de la red ferroviaria presenció la transferencia masiva de riqueza y control, de la mano con el despojo de las tierras a millones de mexicanos, y la integración de los mercados regionales mexicanos con el mercado en Estados Unidos por medio de los ferrocarriles.

La segunda etapa: El Porfiriato

Porfirio Díaz asumió la presidencia en 1876 y, con algunas interrupciones, gobernó México durante unos 30 años, estableciendo el período conocido como El Porfiriato. Su enfoque en cuanto al papel de Estados Unidos en México abrió aún más la posición dominante de los grandes capitanes del capitalismo en Estados Unidos.

En 1883, un grupo de los capitalistas y políticos más prominentes de Estados Unidos se reunió con sus homólogos mexicanos en el salón de banquetes del Hotel Waldorf Astoria en la ciudad de Nueva York, lo que indicaba que se estaba gestando un gran salto en la penetración del capitalismo estadounidense en la economía mexicana.

Collis P. Huntington, uno de los industriales y financieros ferroviarios estadounidenses líder de su época, presidió la reunión. Los funcionarios mexicanos expusieron los argumentos a favor de una amplia participación estadounidense en el desarrollo de su economía, y los inversionistas estadounidenses negociaron el acceso a los abundantes recursos naturales de México. El programa de libre comercio, inversión extranjera y privatización del campo mexicano que acordaron esa noche ha influido en la relación entre las poblaciones y los gobiernos de Estados Unidos y México al día de hoy. Y fue el siguiente paso de los estadounidenses en una progresión que ha ampliado e influenciado las relaciones entre Estados Unidos y las naciones del tercer mundo en el siglo 21.

Los financieros estadounidenses entraron a México mucho antes de desarrollar la capacidad de ejercer una poderosa influencia en las regiones más alejadas del mundo. Pero los más poderosos entre ellos ya tenían una visión de liderazgo mundial. Como Karl Marx, fundador del comunismo junto con Federico Engels, declaró célebremente: “El capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”.

El capital invertido en México por Estados Unidos llegó correando sangre producida por el genocidio de los indígenas cuyas tierras se convirtieron en Estados Unidos, mediante su despojo; la sangre de los esclavos negros, cuyos cientos de años de esclavización fueron una gran fuente de la riqueza originaria de Estados Unidos, y la sangre de la clase trabajadora estadounidense.

Y ese capital dejó a México chorreando de la sangre del pueblo mexicano; las ganancias obtenidas y las lecciones aprendidas sirvieron a Estados Unidos en su futuro ascenso como potencia mundial.

El impacto del ferrocarril

Algunos quizá conozcan el ferrocarril transcontinental estadounidense9, pero lo que está escondido y menos conocido es el impacto de los ferrocarriles periféricos en la dominación estadounidense de México.

Mexicans travel by mule and wagon over bumpy roads.

 

A inicios de 1900, la principal forma de transportar productos en México era de carretas con mula. En la imagen, 1912.     Foto: LOC

Bajo la presidencia de Porfirio Díaz, surgió una nueva etapa importante de la penetración estadounidense en México con el desarrollo de nuevos ferrocarriles en México. En 1880, México contaba con menos de 640 kilómetros de vías férreas. La mayor parte del comercio aún se realizaba en mulas o carretas por caminos accidentados. Díaz sabía que México nunca tendría capacidad de participar en la economía mundial mientras el principal medio de transporte de sus mercancías fuera la carreta de bueyes.

Así, el desarrollo estadounidense de ferrocarriles en México fue una gran inversión, bien recibida por Díaz. No obstante, diseñaron dichos ferrocarriles para conectar de sur a norte, hacia Estados Unidos — para conectar las regiones ricas en recursos de México directamente con los importantes ejes económicos al norte de la frontera. Los estadounidenses tenían poca o ninguna intención de desarrollar mercados internos, compartir conocimientos técnicos o volver a invertir sus ganancias en el desarrollo social mexicano.

El Ferrocarril Central Mexicano estaba encabezado por el clan Rockefeller-Stillman. La línea del Sur Mexicano estaba a cargo de E.H. Harriman y el conglomerado Southern Pacific. Y el 80% de las acciones y bonos ferroviarios de México estaban controlados por otros importantes inversionistas estadounidenses, como Russell Sage, J.P. Morgan, la familia Guggenheim, Grenville Dodge, Collis P. Huntington y Henry Clay Pierce. Como resultado, para 1910, el 77% de las exportaciones minerales de México se enviaban directamente a los mercados estadounidenses. Al mismo tiempo, esos mismos ferrocarriles cobraban un 50% más por las mercancías transportadas dentro de México que por las que cruzaban la frontera norte hacia Estados Unidos, lo que retrasó el desarrollo económico interno del propio México.

Los patrones de inversión condujeron a enormes transferencias de riqueza. Para dar una idea de la magnitud y el alcance: entre 1900 y 1910, las minas de propietarios estadounidenses en México pagaron a los inversionistas 95 millones de dólares en dividendos — una cantidad que rebasó en un 24% las ganancias netas combinadas de todos los bancos estadounidenses con sede únicamente en Estados Unidos durante el mismo período. Las filiales mexicanas de Standard Oil pagaban dividendos anuales que ascendían al 600% de su inversión al año. Las empresas que negociaron concesiones petroleras durante el Porfiriato pagaron tan solo un 10% de impuestos sobre sus ganancias — un acuerdo inaudito en el resto del mundo productor de petróleo.

La exportación de riqueza mediante su extracción y repatriación a Estados Unidos —en contraposición al desarrollo local de México, una distribución más equitativa mediante salarios sostenibles, la redistribución fiscal y la reinversión— significó que las economías locales resultaron desbaratadas y destruidas en las regiones de México con alta inversión extranjera. Y el acceso a la tierra o el empleo sostenible disminuyó en relación con la población existente.

El valor de las exportaciones mexicanas no solo enriqueció a unos pocos inversionistas y especuladores en México, sino que también benefició a los consumidores estadounidenses y estimuló el desarrollo económico en Estados Unidos. Para 1918, el total de las exportaciones mexicanas ascendían a 183.6 millones de dólares, de los cuales 175 millones se destinaron al mercado estadounidense. Las ganancias obtenidas y las lecciones aprendidas por Estados Unidos marcaron el inicio de su ascenso como potencia mundial.

Para fomentar la inversión, el Congreso mexicano aprobó la Ley de Reforma Agraria de 1883, que otorgaba a las compañías de agrimensura un tercio de todas las tierras sin título de propiedad que localizaran y agrimensuraran. Los dos tercios restantes podían adquirirse en subasta. En 1893, Porfirio Díaz levantó los topes a la cantidad total de tierra que una sola compañía de agrimensura podía adquirir.

Los inversionistas se apresuraron a hacer sus inversiones, lo que impulsó una apropiación de tierras que transformó a México. Millones de mexicanos, entre ellos el 98% de las familias y comunidades rurales de México, se quedaron sin tierras. En su libro Malos Mexicanos, Kelly Lytle Hernández señala que, valiéndose de esta ley, el padre de William Randolph Hearst adquirió 3 millones de hectáreas de tierra y numerosas minas. Desde México, amplió sus propiedades mineras a América Latina y al resto del mundo, pero ninguna otra concentración de tierras ni ganancias de la minería igualó las propiedades de la familia en México. William Randolph Hearst heredó las propiedades de su padre y las utilizó para construir un imperio mediático en Estados Unidos. Se dice que, en cierto momento, Hearst dijo: “No sé por qué simplemente no podemos gobernar a México a nuestro antojo”.

Esta actitud de superioridad y privilegio no era exclusiva de este capitalista estadounidense. Existía todo un componente ideológico que tanto impulsaba como justificaba la toma y explotación de la tierra y del pueblo de México. En Imperio y revolución, Hart describe lo siguiente: “Había surgido una ideología estadounidense necesaria para apoyar el proyecto mexicano, pero en última instancia de mayor alcance y perdurabilidad. Las actitudes expansionistas hacia México, expresadas por el liderazgo político notablemente militar de Estados Unidos tras la Guerra Civil, reflejaban la creciente asertividad del pueblo estadounidense. Su actitud fue alentada por su victoria en esa gran lucha, sus logros contra los ‘salvajes’ en la frontera y los efectos del rápido desarrollo económico y tecnológico… Las afirmaciones de que los mexicanos eran ‘bárbaros’ y ‘semisalvajes’, de que ‘no podían gobernarse a sí mismos’ y de que su gobierno debía ser ‘tomado en mano' no solo cobraron aceptación, sino que validaron las ambiciones estadounidenses”10.

Al igual que las adquisiciones de Hearst y otros, la familia Guggenheim adquirió una participación mayoritaria en ASARCO (American Smelting and Refining Company), y para hacerlo, palanqueó las ganancias de sus minas y fundiciones mexicanas. Pronto controlaron el mayor sistema de minas y fundiciones de América del Norte. La Standard Oil de John D. Rockefeller y la Pan American Oil and Transport Company de Edward Doheny dominaban la industria petrolera mexicana.

Doheny, residente en Los Ángeles, controlaba el 85% de la producción petrolera después de que un pozo surtidor en Tampico, México, lo convirtiera en uno de los hombres más ricos en el mundo. Casi cada centavo de la fortuna de Doheny se extrajo de México. La ganadería, el cultivo de algodón y la madera eran otras industrias con importantes inversiones e inversionistas estadounidenses. J. P. Morgan, uno de los banqueros estadounidenses líder, poseía 1,4 millones de hectáreas en Baja California y controlaba concesiones de hasta 7 millones de hectáreas adicionales en todo México. El inversionista líder en Los Corralitos, un rancho ganadero de 400.000 hectáreas en el noroeste de Chihuahua, un tercio más grande que Rhode Island, era estadounidense. La Richardson Construction Company, con sede en Los Ángeles, adquirió 400.000 hectáreas de tierras forestales en Sonora, México. El senador republicano William Langer, de Dakota del Norte, poseía 300.000 hectáreas en Durango y Sinaloa.

El impacto de los ferrocarriles regionales en el desarrollo capitalista del Oeste y Suroeste de Estados Unidos

Map of the transportation systems run north to south, U.S. to Mexico, 1884.

 

Las grandes vías ferroviarias por el interior de México hacia la frontera norte con Estados Unidos eran de la propiedad y control de empresas estadounidenses.     Imagen: Departamento del Tesoro de Estados Unidos

El desarrollo económico del Oeste y Suroeste de Estados Unidos coincidió con la migración de la población mexicana hacia el norte. Ferrocarriles regionales como el Southern Pacific y el ATSF (Atchison, Topeka and Santa Fe Railway), que utilizaban mano de obra mexicana y de otros inmigrantes, integraron el Suroeste de Estados Unidos al desarrollo general de la economía estadounidense. La minería pasó de los metales preciosos a los metales industriales como el cobre y el carbón, tal como en Nuevo México, Arizona, Colorado y Oklahoma. Las minas de cobre en el Oeste aumentaron de tres en 1869 a 180 en 1909, y la minería de carbón, que utilizaba principalmente mano de obra mexicana, experimentó un auge en estos estados. El cultivo de cítricos y algodón prosperó gracias a la mano de obra barata en las instalaciones ferroviarias y a los proyectos de riego del desierto impulsados por la federal Ley de Tierras Nuevas de 1902.

La población de Texas casi se duplicó entre 1880 y 1900, alcanzando los tres millones. Ronald Takaki, autor de Un espejo diferente: Una historia de Estados Unidos a través de una perspectiva multicultural, señala que el ferrocarril y las fuerzas que representaba —la expansión de los asentamientos y la “civilización” blancos, y el mercado en expansión— dejó claro que los indígenas del “pasado” no tenían cabida en el Estados Unidos tecnológico.

El general Sherman, general de la Unión durante la Guerra Civil, dijo que los ferrocarriles posibilitaban que desplegaran soldados a distintos lugares bajo amenaza a un ritmo de 800 kilómetros al día, superando así en un solo día un viaje que antes requería un mes entero de penosa marcha. También dijo: “Un vasto dominio equivalente a dos tercios de todo Estados Unidos se ha hecho accesible al colono”. En este sentido, el uso del ferrocarril por parte del Ejército estadounidense fue un factor clave en las campañas militares contra los indígenas, quienes se resistieron a que los colonos blancos les arrebataran sus tierras tribales. Por lo tanto, el ferrocarril jugó un papel decisivo en la masacre genocida de los indígenas los que vivían en las tierras que los colonos deseaban.

Los ferrocarriles desempeñaron un papel crucial y dinámico en la colonización de las Grandes Llanuras y el Suroeste, impulsando la minería, la agricultura, la ganadería y el comercio — pero también en términos de los esfuerzos directos de los propios ferrocarriles para atraer colonos desde Europa y desde otros estados como Pensilvania y Nueva York. Por ejemplo, como se documenta históricamente sobre la colonización de Kansas, el cotidiano Wichita Eagle informa: “Los ferrocarriles, al tratar de vender los millones de hectáreas que les había otorgado el gobierno estadounidense... promovieron Kansas por toda Europa, Rusia y el resto de los estados en Estados Unidos. ‘Los ferrocarriles contaban con grandes privilegios, y la Corte Suprema los apoyó incondicionalmente’, declaró Robert Linder, profesor de historia de la Universidad Estatal de Kansas”11. Junto con la Ley de Asentamientos Rurales, la expansión de los ferrocarriles impulsó y aceleró la colonización. En Kansas, los registros de tierras escrituraron miles de hectáreas y entradas. Con el avance del ferrocarril de Santa Fe a través de Larned, Kansas, a partir de 1872, se produjo un crecimiento explosivo de los asentamientos gracias a su conexión con las redes ferroviarias más amplias. Tan solo en 1877, el registro de tierras de Larned repartió 59.000 hectáreas12.

La tierra había estado ahí a la espera; durante años cualquiera podría haberla tenido. Pero ningún colono la quería, debido que no había forma de mantenerse la vida sin un transporte barato, seguro y razonablemente rápido. El mercado no podía absorber los antiguos fletes, que a menudo superaban el costo de las propias mercancías. El ferrocarril cambió todo eso casi de la noche a la mañana.

Las diligencias y los vagones de mercancías se retiraron y desaparecieron a medida que las vías ferroviarias se ampliaban hacia el Oeste. Simplemente no podían competir. Un tren podía viajar a 32 kilómetros por hora y transportar toneladas de carga, algo imposible ni con diligencias ni con vagones de mercancías. La gente no podía subsistir como agricultores a lo largo de una ruta de diligencias; podía prosperar a pocos kilómetros de las vías del tren gracias al rápido transporte y la distribución a escala13.

El impacto del ferrocarril se puede apreciar en lo siguiente de Traqueros:14 para 1879, diez años después de que el ferrocarril transcontinental conectara el Este con el Oeste, la red ferroviaria de Estados Unidos alcanzaba los 148.000 kilómetros de vías operativas y tenía un valor de 5.400 millones de dólares. Y, por supuesto, el ferrocarril facilitó enormemente la integración del Oeste y el Suroeste en el Estados Unidos continental. Con la llegada de estos nuevos ferrocarriles, el costo del transporte se redujo lo suficiente como para que los operadores pudieran extraer minerales de menor calidad de forma rentable, algo crucial en ese entonces para la rápida industrialización de Estados Unidos. El método de minería a cielo abierto, perfeccionado por primera vez en la mina Cañón Bingham, en Utah, justo al sur de Salt Lake City, fue una de las minas de cobre a cielo abierto más grandes del mundo. Los mineros se referían a ella como “el yacimiento más rico del planeta”. Como ejemplo del impacto económico, la familia Guggenheim fue la primera en explotar el Cañón Bingham y lo cedió a la Kennecott Copper Company en 1910. Cuatro años después, Kennecott reportó que la mina había producido cobre por un valor superior a los mil millones de dólares.

El impacto de la mano de obra mexicana

Traqueros-track laborers-in Monterey, Mexico.

 

Los traqueros (trabajadores ferroviarios mexicanos): De 1880 a 1915 fue el apogeo de los programas de contratación de traqueros en Estados Unidos.     Foto: Museo Nacional de Historia Estadounidense

La proximidad de la industria cuprífera del Oeste de Estados Unidos a México hizo que fuera necesario que los capitalistas estadounidenses atrajeran a los intereses mineros mexicanos para que se modernizaran, tanto para acceder a los extensos recursos minerales del norte de México como para reclutar mano de obra mexicana calificada. Los trabajadores y las tierras mexicanos constituyeron la base de la minería a ambos lados de la frontera. No obstante, los oficios calificados tendían a ser el dominio de los trabajadores blancos importados desde el Este, mientras que los trabajadores mexicanos no calificados se importaban desde México.

El desarrollo económico del Suroeste de Estados Unidos coincidió con la migración de la población mexicana hacia el norte con Estados Unidos, y la estimuló e impulsó. Esta migración llevó a que aproximadamente un millón de personas se mudaran a Estados Unidos para 1920. Para 1910, 12 millones de personas en México vivían en zonas rurales donde la agricultura y la minería eran actividades prominentes, y se estima que el 98 % de esta población carecía de tierras, según Justin Chacón, autor de Radicals in the Barrio: Magonistas, Socialists, Wobblies and Communists in the Mexican-American Working Class [Radicales en el barrio: magonistas, socialistas, wobblies y comunistas en la clase trabajadora méxico-americana]15. Las personas migraban por el interior de México en busca de una manera de alimentarse a sí mismas y a sus familias. Si bien las exportaciones agrícolas aumentaron en un 200% entre 1876 y 1900, la producción de alimentos básicos disminuía cada año, lo que llevó a que millones cruzaran la frontera, so pena de extinción.

En el libro Radicals in the Barrio, Chacón estima que cientos de miles abandonaron su hogar para buscar trabajo en otros lugares. El desplazamiento económico, sumado a la Revolución Mexicana (1910-1920)16, la inflación y el aumento de precios, la hambruna, la sobresaturación de los mercados laborales disminuidos, el deterioro de las condiciones laborales y la violencia, llevaron a un millón de personas a mudarse a Estados Unidos para 1920.

Para 1930, más de 1.5 millones de mexicanos vivían en Estados Unidos, en su gran mayoría asentados en California, Texas, Arizona y Nuevo México. Esto desencadenó un desplazamiento masivo de la población hacia el norte desde el centro de México, que continuó a medida que el capitalismo estadounidense se volvía estructuralmente dependiente de la mano de obra mexicana para su acumulación de capital, sustento y crecimiento — una tendencia que continúa al día de hoy17.

Entre 1900 y 1940, por ejemplo, la totalidad de la población de los estados fronterizos de Estados Unidos con México aumentó de 6 millones a 14.5 millones, y la mayor parte de este crecimiento provino del centro y sur de México. La disminución de la población rural mexicana coincide con el crecimiento de la población mexicana en Estados Unidos y la expansión de la producción capitalista basada en la mano de obra mexicana en el Suroeste de Estados Unidos.

Mexicans building railroads, circa early 1900s.

 

De fines de 1800 a inicios de 1900, los trabajadores migrantes mexicanos superaban con creces a los demás grupos de jornaleros migrantes y nativos en las vías ferroviarias del Suroeste de Estados Unidos.   

En la tradición popular del Oeste de Estados Unidos, los chinos y los irlandeses construyeron los ferrocarriles, tendiendo vías, excavando túneles y construyendo caballetes y puentes. Esta imagen es en gran medida cierta para el ferrocarril transcontinental que se completó en 1869, pero no necesariamente para las décadas posteriores. Para la década de 1890, los ferrocarriles reemplazaron gradualmente a las cuadrillas chinas por mexicanas en las vías de la costa del Oeste. Para principios de siglo, la mano de obra inmigrante mexicana superó con creces a todos los demás grupos de trabajadores inmigrantes y nativos en las vías del Suroeste. Los ataques racistas contra los chinos y los mexicanos eran comunes, incluidos linchamientos, un hecho poco conocido18. Todo esto forma parte del contexto histórico peculiarmente estadounidense que enfrentamos actualmente, lo que incluye el resurgimiento manifiesto de la supremacía blanca y la horrorosa satanización y persecución de los inmigrantes en la época contemporánea por parte del régimen fascista de Trump.

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Lo que he escrito es solo la punta del iceberg de la verdadera historia de todo este período de penetración y explotación estadounidense a México y su población. Habré logrado mi objetivo si has aprendido algo nuevo con esta lectura, si has desarrollado una comprensión más profunda de las raíces históricas de la dominación imperialista de México por parte de Estados Unidos. Habré logrado mi objetivo aún más si te has inspirado para dar a conocer, explorar y seguir estudiando esta historia, y para aplicar y profundizar este método de análisis histórico científico, como parte y al servicio de cambiar radicalmente el mundo, de emancipar a la humanidad.

Nosotros, la gente del mundo, ya no podemos darnos el lujo de permitir que estos imperialistas sigan dominando al mundo y determinando el destino de la humanidad. Y es un hecho científico que no tenemos que vivir así. — Bob Avakian

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Bibliografía

Anderson, Gary Clayton, The Conquest of Texas: Ethnic Cleansing in the Promised Land 1820-1875 (Norman, University of Oklahoma Press, 2005).

Baumgartner, Alice L., South to Freedom: Runaway Slaves to Mexico and the Road to the Civil War (Nueva York, Basic Books, 2020). 

Chacón, Justin Akers, Radicals in the Barrio: Magonistas, Socialists, Wobblies, and Communists in the Mexican American Working Class (Chicago, Haymarket Books, 2018).

Garcilazo, Jeffrey Marcos, Traqueros: Mexican Railroad Workers in the United States 1870 to 1930 (Denton, Texas, University of North Texas Press, 2012).

Hart, John Mason, Imperio y revolución. Estadunidenses en México desde la Guerra Civil (México, Océano, 2013).

Hernández, Kelly Lytle, Malos mexicanos. Raza, imperio y revolución en la frontera (México, Fondo de Cultura Económica, 2023).

Marshall, James Leslie, Santa Fe: The Railroad that Built An Empire (Nueva York, Random House, 1945).

Jones, Reece, Nobody Is Protected: How the Border Patrol Became the Most Dangerous Police Force in the United States (Berkeley, California, Counterpoint, 2022). 

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Libros adicionales relacionados con el tema:

Behnken, Brian D., Borders of Violence & Justice: Mexicans, Mexican Americans, and Law Enforcement in the Southwest, 1835-1935 (Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 2022). 

Madley, Benjamin, An American Genocide: The United States and the California Indian Catastrophe (New Haven, Yale University Press, 2017).

Martínez, Mónica Muñoz, The Injustice Never Leaves You: Anti-Mexican Violence in Texas (Cambridge, Harvard University Press, 2018).

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NOTAS:
1. Para un análisis provocador, científico y emancipador de este tema, sugiero fuertemente ¡Fuera con todos los dioses! Desencadenando la mente y cambiando radicalmente el mundo (JB Books, 2009). [volver]
2. La guerra mexicano-estadounidense (1846-1848) fue un conflicto decisivo entre Estados Unidos y México, arraigado en la anexión estadounidense de Texas y alimentado por la ideología más amplia del Destino Manifiesto. La guerra se inició tras una escaramuza fronteriza cerca del Río Bravo y rápidamente se intensificó hasta convertirse en una invasión a gran escala del territorio mexicano. Estados Unidos, con sus fuerzas militares mejor equipadas y organizadas, obtuvo una victoria decisiva que culminó con la toma de la Ciudad de México en 1847. La guerra se finalizó formalmente con el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, mediante el cual México cedió una vasta porción de su territorio del norte —lo que hoy es California, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y partes de Colorado y Wyoming—, que abarcaba más de 1.3 millones de kilómetros cuadrados. La guerra sirvió de campo de pruebas para muchos oficiales militares que posteriormente tuvieron prominencia durante la Guerra Civil estadounidense. Entre ellos: Ulysses S. Grant y William T. Sherman por la Unión, y Robert E. Lee, Thomas “Stonewall” Jackson y Jefferson Davis por la Confederación esclavista. Aunque victoriosa, la guerra intensificó las tensiones internas sobre la expansión de la esclavitud a nuevos territorios, y contribuyó de manera importante a los conflictos regionales que estallarían en una guerra civil poco más de una década después. [volver]
3. Bob Avakian (BA) — La Biografía Oficial  [volver]
4. Avakian, Bob, “El materialismo histórico”, Obrero Revolucionario #1094, 11 de marzo de 2001. [volver]
5. La Revolución Haitiana (1791-1804) fue un exitoso levantamiento de esclavos liderado por figuras como Toussaint L’Ouverture y Jean-Jaçques Dessalines que condujo al establecimiento de Haití como la primera república negra independiente del mundo [volver]
6. V.I. Lenin, El imperialismo: Fase superior del capitalismo (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1975). “X. El lugar histórico del imperialismo”.
En relación con este artículo, Lenin, en el Prólogo a las ediciones francesa y alemana de la obra Imperialismo, escrito en 1916, describe como datos cruciales que evidencian el desarrollo del imperialismo: “el reparto de los ferrocarriles en todo el globo en 1890 y en 1913 (§ VII)”. Y agrega: “Los ferrocarriles constituyen el balance de las principales ramas de la industria capitalista, de la industria del carbón y del hierro; el balance y el índice más notable del desarrollo del comercio mundial y de la civilización democrático-burguesa. En los capítulos precedentes de este libro, exponemos la conexión entre los ferrocarriles y la gran producción, los monopolios, los sindicatos patronales, los carteles, los trusts, los bancos y la oligarquía financiera. La distribución de la red ferroviaria, la desigualdad de esa distribución y de su desarrollo, constituyen el balance del capitalismo moderno, monopolista, a escala mundial. Y este balance demuestra la absoluta inevitabilidad de las guerras imperialistas sobre esta base económica, en tanto que subsista la propiedad privada de los medios de producción”. [volver]
7. Hart, John Mason, Imperio y revolución. Estadunidenses en México desde la Guerra Civil (México, Océano, 2013), p. 106 (por la edición en inglés). [volver]
8. Hart, obra citada, p. 37. [volver]
9. El Ferrocarril Transcontinental, finalizado en 1869, fue un proyecto infraestructural transformador que conectó el Este con la costa del Pacífico de los Estados Unidos, y redujo drásticamente el tiempo para atravesar el continente y aceleró la expansión hacia el Oeste. Su construcción fue autorizada y subvencionada por una serie de leyes federales, en particular las Leyes del Ferrocarril del Pacífico de 1862 y 1864. Estas leyes otorgaron extensas tierras y préstamos con respaldo gubernamental a empresas privadas para incentivar la construcción. El Ferrocarril Central del Pacífico avanzó hacia el Este desde Sacramento, California, mientras que el Ferrocarril Unión del Pacífico avanzó hacia el Oeste desde Omaha, Nebraska, y finalmente se enlazó en Promontory Summit, Utah. Gran parte del trabajo fue realizado por inmigrantes, en particular trabajadores chinos en el Ferrocarril Central del Pacífico e irlandeses en el Ferrocarril Unión del Pacífico, en condiciones severas y a menudo peligrosas. Las concesiones federales de tierras ascendieron a más de 70 millones de hectáreas, concedidas no solo para vías férreas, sino también para el desarrollo especulativo. El ferrocarril transformó dramáticamente la economía y la geografía de Estados Unidos y así facilitó el comercio, los asentamientos y el desplazamiento de las poblaciones indígenas. También consolidó el papel de las asociaciones entre el gobierno y el sector privado en proyectos de desarrollo nacional a gran escala y sentó las bases para la futura influencia corporativa en la política estadounidense. [volver]
10. Hart, obra citada, pp. 41-43, POLITICS OF SUBJUGATION [LA POLÍTICA DE LA SUBYUGACIÓN]. [volver]
11. Mann, Fred, “The Story of Kansas, The settlement of Kansas: Railroad hype drew settlers”, The Wichita Eagle, 28 de enero de 2011. [volver]
12. Tanner, Beccy, “The Story of Kansas series, Homestead Act brought diversity to Kansas years ago”, The Wichita Eagle, 6 de febrero de 2012.  [volver]
13. Todo esto ilustra el análisis original de Marx y Engels de que las relaciones de producción cambian a medida que se desarrollan las fuerzas productivas, en una dinámica interrelación e interacción mutua. Las fuerzas de producción, lo que se requiere para producir bienes y servicios, incluyen, ante todo, a las personas —la fuerza de trabajo, el conocimiento colectivo de la sociedad, los niveles científicos, tecnológicos y organizativos, etc.— y los medios de producción: instrumentos de trabajo como herramientas, máquinas, tecnología, infraestructura de comunicaciones y transporte, y tierras, materia prima y recursos naturales que se transforman por medio de las personas que los trabajan. Estos son dinámicos y cambian constantemente a medida que las personas desarrollan nuevas herramientas y avanzan en sus conocimientos y tecnología. Las relaciones de producción, las relaciones sociales que rigen y determinan el proceso de producción, se determinan principalmente por quién posee los medios de producción y qué y quién gobierna y controla el proceso de trabajo y cómo se despliega la fuerza de trabajo, lo que, en consecuencia, rige la distribución de la riqueza, los productos manufacturados y los servicios ofrecidos, la distribución de salarios, ganancias, rentas, etc., y por la división del trabajo, es decir, la organización social del trabajo, en los lugares de trabajo y en la sociedad en general. Todo esto forma el núcleo del modo de producción, la base económica que en última instancia determina e interactúa dialécticamente (la interrelación dinámica de los aspectos contradictorios, en este caso, de la sociedad) con la superestructura de política, leyes, cultura, relaciones sociales entre sectores de la sociedad (tales como entre grupos étnicos, géneros, etc.), ideología e ideas (incluidas no sólo las ideas dominantes, sino también las ideas que desafían y se oponen al orden existente, etc.), etc
No se preocupen si este concepto les parece un poco complejo y difícil de entender; a mí también me costó cierto tiempo y trabajo, ¡pero valió el esfuerzo! Recomiendo fuertemente que consulte otra información sobre este tema y las diferencias radicales entre los modos de producción y sociedades capitalistas y socialistas, en Breakthroughs (Abriendo Brechas), El avance histórico hecho por Marx, y el nuevo avance histórico del nuevo comunismo, de Bob Avakian. [volver]
14. Jeffrey Marcos Garcilazo, Traqueros: Mexican Railroad Workers in the United States, 1870-1930 (Denton, Texas: University of North Texas Press, 2016), pp. 18-21. [volver]
15. Chacón, Justin Akers, Radicals in the Barrio: Magonistas, Socialists, Wobblies, and Communists in the Mexican American Working Class (Chicago, Haymarket Books, 2018), p. 9. [volver]
16. La Revolución Mexicana es una expresión amplia que describe los panorámicos cambios políticos y sociales a principios del siglo 20. Estados Unidos desempeñó un papel importante, incluido con el envío de soldados a México, según los dictados de sus intereses imperialistas, como por ejemplo una incursión en 1916 en un intento fallido de capturar a Pancho Villa, una de las figuras clave de la Revolución [volver]
17. Esto es cierto, ya sea mediante la mano de obra migrante mexicana en Estados Unidos o la súper explotación en las maquiladoras en México. En este último caso, “se importan” materia prima, máquinas, etc., desde Estados Unidos para producir productos que se ensamblan y fabrican en México a un costo de mano de obra inmensamente menor, y luego “se exportan” de vuelta a Estados Unidos, por el valor de cientos de miles de millones de dólares al año [volver]
18. En cierta medida, se conoce más acerca de los linchamientos de personas negras a manos de los supremacistas blancos en el Sur de Estados Unidos, aunque se conoce mucho menos que lo necesario, dada la grotesca historia de Estados Unidos. Lo que es menos conocido es el linchamiento de los mexicanos y méxico-americanos por motivos raciales, especialmente en Texas. Por ejemplo, las recientes investigaciones sobre el linchamiento de los mexicanos y méxico-americanos por motivos raciales entre 1880 y 1930 en Texas —el estado con la tasa más alta registrada de linchamientos de mexicanos— han encontrado niveles alarmantemente altos y han documentado los efectos de largo plazo, no solo el aterrorizamiento de la población, sino también los efectos económicos perjudiciales, etc. (La investigación combina datos del censo estadounidense con datos históricos sobre linchamientos). 
“Una estimación de investigadores para ese período calcula que ocurrieron linchamientos de ¡27,4 individuos mexicanos por cada 100.000 en la población! Nuevas investigaciones dan a entender que la violencia quizá también causara daños económicos y educativos de largo plazo a los niños en las comunidades donde ocurrieron los linchamientos”, según un informe de investigación realizada en la Universidad de Colorado “New research quantifies effects of lynchings of Mexicans and Mexican Americans on the wider community” [Nuevas investigaciones cuantifican los efectos de los linchamientos de los mexicanos y méxico-americanos en la comunidad más amplia], de Bradley Worrell, Colorado Arts and Sciences Magazine, 20 de septiembre de 2024. También recomiendo fuertemente “Linchamientos en masa mataron a latinos en todo el oeste. La lucha para recordar estas atrocidades apenas comienza”, de Simon Romero, New York Times, 2 de marzo de 2019. [volver]