Ha pasado un año desde el impresionante levantamiento tras el asesinato de Jina, pero no hemos olvidado cómo este levantamiento, con gran fuerza y vigor, sacudió los pilares políticos e ideológicos de la República Islámica. Se han producido grandes cambios en la perspectiva y las opiniones de la gente, pues una vez más se demostró que las mujeres son una fuerza clave para la revolución comunista en Irán.
No olvidemos que [el Líder Supremo] Jamenei y su banda evaluaron la rebelión de las mujeres como “la amenaza más grande” para su pútrido régimen. Los pilares teocráticos del régimen fascista estaban de luto por los humillantes golpes que ha sufrido el régimen, y lloraron por el “pecaminoso” desvelo de las mujeres. Juraron asesinar y ser asesinados, diciendo que eso les ayudaría a llegar a Medina, a la Ciudad Santa del Profeta. Son golpeadores fascistas educados en el fanatismo religioso y la superstición.
No olvidemos que durante el levantamiento en torno a Jina, los reformistas del régimen actuaron descaradamente de acuerdo con las directrices de Jamenei sobre las “líneas rojas”, mientras se presentaban como “opuestos a la excesiva brutalidad del régimen contra las mujeres en la sociedad”. Nunca debemos dar oportunidades para los engaños de los reformistas, que siempre ocultaron los puñales que utilizaban para apuñalar a la gente por la espalda.
Nunca debemos olvidar que el comandante Salami, jefe de los Guardianes de la Revolución (IRGC) dijo: “Somos despiadados contra el enemigo”. ¡Hemos visto y sentido esa conducta despiadada! Durante el levantamiento en torno a Jina, hubo masacres continuas y unilaterales en [las zonas oprimidas de] Kurdistán y Beluchistán y en las calles de todo el país. Jamenei dijo que la República Islámica puede “¡hacer arrugar a sus oponentes!”. Durante 45 años, han intentado “arrugar [a nosotros] como si fuéramos de papel”, pero siguen teniendo pesadillas recurrentes sobre un día en que ya no puedan “arrugar” [a sus oponentes]. ¿Cómo podemos hacer realidad la pesadilla de la República Islámica?
La columna vertebral de la República Islámica, como la de cualquier otro gobierno reaccionario, es su monopolio de la violencia organizada; y esta columna vertebral (que incluye al IRGC, el ejército, las fuerzas del orden y el Basich [fuerzas paramilitares]) es muy fuerte. Esto es un hecho. Si esta fuerza militar no es aplastada, el sistema que rige la República Islámica —y todo su aparato de opresión y explotación— no podrá ser derrocado. Esta es otra realidad. Diversas corrientes políticas y clases adoptan diferentes enfoques ante estas dos realidades. Veamos algunos ejemplos.
El grupo de Reza Pahlaví [monárquico proestadounidense] piensa que es “imposible” aplastar a las fuerzas militares de la República Islámica y su “solución” es intentar reclutar dentro del IRGC [Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica]. El decreto “imposible” de Reza Pahlaví está estrechamente ligado a la opinión de que es innecesario derrotar a las fuerzas militares de la República Islámica. De hecho, el grupo de Reza Pahlaví tiene un interés de clase en preservar al IRGC, porque le sería imposible manejar una sociedad llena de profundas divisiones sociales y de clase sin una fuerza militar reaccionaria como el IRGC. Considera “peligroso” cualquier intento de aplastar la columna vertebral militar de la República Islámica, porque su objetivo es preservar el marco del sistema de clases de opresión y explotación capitalista.
Otro ejemplo es el MEK [fascistas proestadounidenses Moyahedin-e Jalq]. Ellos también consideran que es “imposible” derrotar a las fuerzas militares de la República Islámica sin la ayuda del imperialismo estadounidense e Israel. Su esperanza es que estos gobiernos lleven a cabo un “cambio de régimen” apoyándose en las unidades de milicias armadas especializadas del MEK (que han sido estacionadas y entrenadas en bases de diversos rincones del mundo), así como en las “células de resistencia” [del MEK] dentro de Irán1. Esta [estrategia] también equivaldrá a preservar los marcos del sistema de clases de opresión y explotación capitalista.
Hay algunas fuerzas políticas de la oposición que desean derrocar totalmente a la República Islámica, pero lo consideran un “cuento de hadas” e “imposible” que la revolución comunista y la guerra revolucionaria derroquen a la República Islámica con el objetivo de establecer un gobierno socialista. Por un lado, sí ven una serie de hechos [sobre la lucha], pero sacan conclusiones erróneas al respecto. En lenguaje científico, esto se llama “utilizar una hipótesis no válida para evaluar la evidencia”. La realidad que ven es que [el pueblo] ha tenido fracaso tras fracaso, ¡y de ahí concluyen que por lo tanto no se puede hacer! Pero Mao observó esta realidad y concluyó: “Luchar, fracasar, luchar de nuevo, fracasar de nuevo, volver a luchar… hasta la victoria. [Ésta es la lógica del pueblo....]”. [Mao Zedong, “Desechar las ilusiones, prepararse para la lucha”, Obras escogidas, Tomo IV, pág. 446].
A lo largo de la historia hemos visto que pequeñas fuerzas revolucionarias lograban derrotar a ejércitos grandes y poderosos. Lo vimos en la guerra de Vietnam. Antes de eso, vimos el triunfo de la revolución socialista en Rusia (1917-1956) y la revolución socialista en China (1949-1976). Cada logro serio de la historia que se ha basado materialmente en la realidad ha progresado a través de altibajos, fracasos y [éxitos] hasta su conclusión. El régimen es fuerte y el enemigo tiene los dientes afilados, pero ese hecho no puede llevarnos a la conclusión de que deberíamos volver al [camino de la] “revolución pacífica” que no consigue nada, ¡e incluso es peor que nada!
La mayoría de las corrientes de izquierda y progresistas están esperando que alguna “mano invisible” provoque la “caída” de las fuerzas de supresión del régimen, o tienen la extraña expectativa de que se produzca un levantamiento espontáneo del pueblo. Durante el levantamiento en torno a Jina, oímos constantemente el lema “¡La calle ganará!” Pero, sobre la base de una comprensión científica de la situación, estaba claro desde el principio que “La calle no puede ganar”, porque se enfrenta a un gobierno (es decir, a una fuerza organizada) que está armado hasta los dientes. Los levantamientos espontáneos (o “la calle” y las “redes”), por muy extendidos y continuos que sean, nunca podrán superar sus limitaciones inherentes y convertirse en un ejército organizado con una estrategia y una doctrina militares capaces de hacer avanzar una guerra para aplastar a las fuerzas militares de la República Islámica. Las fuerzas militares de la República Islámica están organizadas. Tienen una estrategia y una doctrina militares, y cuentan con un cuartel general que analiza y evalúa constantemente el campo de batalla y emplea tácticas políticas y operativas para hacer avanzar su estrategia que exige la aniquilación de los revolucionarios y hacer retroceder a golpes cualquier forma de oposición. Los levantamientos espontáneos, “la calle” y las “redes” son incapaces de hacer frente a una fuerza semejante.
Todo el proceso de desarrollo y triunfo de una revolución es muy difícil. Entre los combatientes —[incluidos] aquellos que tienen ganas de ver que el pueblo triunfe— aparecen ciertas tendencias que con el tiempo pueden resultar en la rendición o en quedarse contentas con la ilusión de que la victoria de la revolución es “inevitable”. En lugar de desesperarse, debemos sintetizar científicamente la experiencia adquirida a un alto precio. Debemos comprender científicamente la necesidad de la revolución, y al evaluar científicamente los obstáculos en ese camino, podemos trazar una hoja de ruta para destruir al régimen de la República Islámica y avanzar sobre esa base. Nuestro partido representa la experiencia teórica y práctica de más de 150 años de movimiento comunista. Bob Avakian escribe: “También es cierto que los poderes gobernantes de este sistema, con la maquinaria de muerte y destrucción que blanden para reforzar este sistema, sí son muy poderosos. Pero, una gran parte de por qué les cuesta trabajo a las personas imaginar que realmente podríamos derrotarlos es su incapacidad de concebir una situación que sea radicalmente diferente al funcionamiento ‘normal’ de este sistema, una situación donde, para grandes sectores de la sociedad, se quiebre o se debilite muchísimo el ‘control’ de la clase dominante sobre la gente — su capacidad de controlar, manipular e intimidarla. En lo fundamental, las personas no pueden imaginar esto porque no abordan las cosas con un punto de vista y método científicos”. (Avakian, Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución, verano de 2018)
El conocimiento científico nos dice que la revolución comunista no sólo es una necesidad vital para nuestra sociedad y el mundo, sino que es posible, y que la guerra revolucionaria es necesaria para que tenga éxito.
Hoy2, sin poner la cuestión de esta necesidad y sin desafiar la postura de cada fuerza política al respecto, será imposible trazar líneas claras de demarcación entre la revolución y la contrarrevolución, entre la revolución y la reforma y, en consecuencia, entre los revolucionarios y los reformistas y repolarizar positivamente la escena política. De hecho, desde el principio del descubrimiento y desarrollo de la ciencia del comunismo para la revolución proletaria en la era capitalista, ésta ha sido una clara línea de demarcación entre el marxismo y el revisionismo en el movimiento comunista internacional.
En el documento “Estrategia del camino a la revolución en Irán”, basado en el estudio científico de la sociedad iraní bajo el dominio de la República Islámica y la experiencia de la revolución socialista en Rusia y especialmente en China, así como la experiencia del levantamiento armado de Sarbedarán [en Amol] en 1981 bajo la dirección de la Unión de Comunistas de Irán para derrocar a la República Islámica, y también la experiencia de la guerra de los Peshmergas revolucionarios en Kurdistán, nuestro Partido ha esbozado la estrategia general que podría “arrugar como papel” al régimen de la República Islámica. Las experiencias de los levantamientos de diciembre de 2017 y octubre de 2019, y las diversas luchas en Kurdistán, Juzestán y Beluchistán, y específicamente la experiencia del levantamiento en torno a Jina, han demostrado una vez más la justeza de este marco general y el verdadero potencial para cercar y destruir los instrumentos de coacción de la República Islámica en todo el país.
Si no necesitáramos una revolución real, el derrocamiento violento de este gobierno no sería necesario. Si tal revolución no fuera posible, el intento de derrocar a este gobierno sería inútil. Bob Avakian escribe: “Una revolución implica una fuerza de millones de personas, de muchos diferentes sectores de la sociedad y organizadas para una lucha total para derrocar este sistema y reemplazarlo por un sistema económico y político radicalmente diferente y mucho mejor, un sistema socialista, que se base en satisfacer las necesidades de la gente y en llevar adelante la lucha por un mundo comunista donde por fin se ponga fin, por todas partes, a la explotación, la opresión y la destrucción del medio ambiente que están integradas en este sistema del capitalismo-imperialismo. Cualquier cosa menos que esta revolución no lidiará para nada con la raíz de todos los problemas ni conducirá hacia la verdadera solución”. [de Una Declaración, un Llamamiento a que se organice ahora PARA UNA REVOLUCIÓN REAL, citada por Bob Avakian en Algo terrible, O algo verdaderamente emancipador: Crisis profunda, divisiones crecientes, la inminente posibilidad de una guerra civil — y la revolución que se necesita con urgencia, Una base necesaria, una hoja de ruta básica para esta revolución, diciembre de 2021. Énfasis añadido por Avakian].
¿Cómo forjamos el camino?
Sólo un ejército revolucionario puede derrotar a los ejércitos reaccionarios y llevar la revolución a buen puerto. Y en esencia, un ejército revolucionario se crea transformando el movimiento político revolucionario en una organización militar. En una determinada etapa, cambia lo que antes había sido una lucha política y sigue avanzando por otros medios. En palabras de Lenin “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Los combatientes revolucionarios y las organizaciones de masas comprometidas en la lucha política bajo la dirección del Partido Comunista, en un momento dado, harán una transición a librar una guerra revolucionaria sobre la base de la evaluación de la situación que haga su cuartel general.
El propio sistema, por medio de su funcionamiento, genera tantos individuos y tendencias antisistema que ayuda a la fuerza revolucionaria a no desintegrarse y a crecer de pequeña a enorme. Uno de los tres factores relacionados con la formación de la “situación revolucionaria” está relacionado con esto: las contradicciones al interior de la clase dominante se vuelven tan antagónicas que ésta ya no puede funcionar a la vieja usanza, y ellos ya no pueden gobernar sobre el pueblo a la vieja usanza.
Al interactuar con estas condiciones, una pequeña fuerza revolucionaria puede pasar rápida y progresivamente por varias etapas y convertirse en una fuerza militar coherente que puede crecer cuantitativa y cualitativamente por medio del combate con las fuerzas enemigas.
Por lo tanto, un movimiento para la revolución [en Irán] debe construirse hoy llevando a cabo tres cosas simultáneamente: 1) acelerar la lucha política contra el estado [islámico] e influir en la escena política, 2) cambiar el modo de pensar de la gente, especialmente sobre la necesidad y la posibilidad de la revolución, y 3) ampliar y consolidar las fuerzas del Partido.
Una parte importante de forjar el camino y acelerar la situación para que podamos iniciar una guerra revolucionaria con altas posibilidades de triunfo es de popularizar y promover el pensamiento estratégico sobre la Guerra Revolucionaria. Un gran número de jóvenes debería asumir conscientemente el pensar estratégico al respecto: aquellos que formaron el núcleo de la resistencia en el levantamiento en torno a Jina en los barrios marginales y no marginales de las grandes ciudades y los pueblos pequeños. Los estudiantes que quieran ponerse activamente del lado de la rebelión de los oprimidos y explotados de la sociedad contra este régimen despreciable y el despiadado sistema capitalista imperialista tienen un papel importante en forjar este camino, y deberían comprometerse con él. Deberían salirse del “espacio seguro” proporcionado por el régimen que los separa del pueblo, deberían dejar de preocuparse por teorías no revolucionarias y estériles y, en su lugar, convertirse en una parte activa del desarrollo de la teoría necesaria para aplicar con éxito esta estrategia. Hace falta entrenarlos como “comandantes estratégicos” de la revolución, junto con los jóvenes que no tienen ni “espacios seguros” ni futuro en esta sociedad.
El éxito en estos preparativos es la clave para iniciar una guerra revolucionaria. Porque la guerra revolucionaria avanzará necesariamente en frentes separados y en diferentes zonas, y sólo puede convertirse en lo que es de hecho una guerra nacional, si cuenta con la dirección de “comandantes estratégicos”. Los comandantes estratégicos son aquellos que conocen el contenido de la revolución, se comprometen a llevarla a cabo y se guían por un plan central unificado y un método unificado de pensamiento estratégico, bajo la dirección de un solo cuartel general. Una de las características más importantes de estos “comandantes estratégicos” es que examinan todos los problemas con perspicacia crítica y creatividad arraigadas en el pensamiento científico, resumen constantemente la teoría y la orientación estratégica para resolver los problemas y la traducen en política, despliegue de fuerzas y elevación del nivel de rendimiento. La revolución, especialmente la revolución comunista, es el acto de las personas conscientes de su objetivo político y social; conocen la hoja de ruta y la aplican de una manera paso a paso, organizada, bajo una dirección estratégica unificada.
La guerra revolucionaria tiene varias características, pero la más importante es el pueblo y su conciencia. Las personas que han surgido de las capas más bajas y oprimidas de la sociedad deberían convertirse en la columna vertebral de esta guerra, y llevarla a cabo junto a otras capas sociales que no han sido oprimidas y explotadas en el mismo grado. Pero todas éstas deberían ser conscientes del objetivo, y comprometerse con el objetivo, de crear una sociedad libre de toda forma de opresión y explotación que, en última instancia, beneficiará a toda la humanidad. Como dice el camarada Avakian: “Para aprovechar la oportunidad poco común de hacer una revolución, es necesario reconocer la situación que enfrentamos por lo que realmente es: es necesario que las personas levanten la cabeza y amplíen sus aspiraciones, que vean más allá de lo que está en su entorno inmediato, rompan con las ilusiones y las ‘soluciones’ falsas, y adopten el método científico del nuevo comunismo para obtener una comprensión básica, y seguir profundizando su comprensión, de lo que realmente está ocurriendo, de lo muy grueso de lo que está en juego en todo esto, y de no sólo las posibilidades muy negativas sino también las posibilidades muy positivas para el cambio radical que existen en todo esto”. [Avakian, “Este es un momento poco común en que la revolución se vuelve posible — Por qué es así, y cómo aprovechar esta oportunidad poco común”].
Apéndice: Guía para el trabajo teórico sobre la cuestión de la guerra revolucionaria en Irán
Para participar en los debates sobre la estrategia de la guerra revolucionaria en Irán y servir para que sean lo más detallados y científicos posible, consulte los siguientes documentos:
El camino estratégico hacia la revolución en Irán, Seis escritos militares de Mao Zedong, y los documentos: “Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución” (Bob Avakian, verano de 2018), “Construyendo el movimiento para la revolución” y la Segunda parte de la obra Los pájaros no pueden dar a luz cocodrilos, pero la humanidad puede volar más allá del horizonte, publicados en Haghighat nº 74, enero de 2016.
En “Construyendo el movimiento para la revolución”, Bob Avakian escribe sobre la estrategia militar de la revolución en los países del llamado tercer mundo. [Los pasajes que se presentan a continuación son de la sección “Los países del tercer mundo” en la Segunda parte].
Hoy, en todos los países del tercer mundo,
tenemos la cuestión del campo (en un sentido literal, o quizás figurado) como el “centro de gravedad” para la lucha total por el poder — al principio, y por lo menos durante cierto período. Ahora bien, lo que quiero decir con el sentido literal o quizás figurado es que, cuando Mao desarrolló la teoría de la guerra popular prolongada y de cercar las ciudades desde el campo, la planteó y la aplicó en un sentido literal — lo cual era correcto: la guerra popular prolongada concretamente se basaba en las grandes masas del campesinado y se inició en las zonas más remotas donde era menos intenso y menos constante el alcance del poder estatal reaccionario, así creando la posibilidad de establecer zonas de apoyo y con el tiempo, bases de apoyo bajo el control de las fuerzas revolucionarias. Pero también puede haber una aplicación creativa de este concepto de cercar la ciudad desde el campo.
Ahora bien, tenemos que tener cuidado con las aplicaciones creativas — en muchos casos lo que se ha hecho en nombre del “desarrollo creativo” o la “aplicación creativa” ha resultado en todo tipo de problemas — dicho “desarrollo y aplicación creativos” de la teoría comunista ha sido el distintivo del revisionismo, o por lo menos la racionalización del revisionismo. La creatividad revisionista y los enfoques al estilo no tienen nada de bueno….
Así que, esto es algo al cual hay que explorar: el “campo en un sentido figurado”, en el sentido de zonas de concentración de masas aunque no sean el campo literalmente, por lo menos en el sentido “clásico”, pero que son lugares donde la clase dominante reaccionaria no concentra su poder, o no lo puede reforzar tan efectivamente. ¿Esas zonas podrían ser una base para un comienzo y además servir para el desenvolvimiento estratégico de la situación, como la base para un comienzo?
También, en muchos casos está la cuestión de si el campo, en el sentido literal, sería el “arrancadero” inicial, aunque más adelante el “centro de gravedad” cambiara a las zonas urbanas, o incluso si desde relativamente temprano se pusiera más énfasis en las zonas urbanas que en la teoría clásica, como por ejemplo en los escritos de Mao sobre la estrategia de la guerra popular prolongada. También está la cuestión de si habría una necesidad, especialmente tras la intervención de fuerzas externas poderosas —potencias reaccionarias y/o imperialistas— de retroceder al campo, al menos en algunos casos, como el centro principal o incluso casi exclusivo de la lucha durante cierto período de tiempo.
Cabe repetir, hay que analizar todo eso sin las trabas de las convenciones — pero no sin la ciencia y sin abandonar un enfoque materialista y los objetivos estratégicos que deben ser el meollo de toda la lucha en primer lugar….
Donde existan las condiciones en que sea posible librar ese tipo de lucha y el avance de la revolución lo requiera, sólo por medio de librar esa lucha será posible ganarse plenamente a algunas fuerzas para que se alejen de los varios programas reformistas, así como desarrollar en general la lucha en oposición al orden establecido reaccionario y las fuerzas reaccionarias. Es importante entender esto: cuando las condiciones objetivas se hayan dado, o ya existan, si no se da un importante avance inicial por lo que se refiere a librar este tipo de lucha, no solamente las fuerzas reaccionarias sino también las reformistas retendrán o recuperarán la iniciativa. En el lado positivo, una vez que existan tales condiciones respectivas, al establecerse un polo claro encarnado en un inicio activo de la lucha por el poder, sería posible catapultar la base para la repolarización a un nivel diferente.
Luego, cuando en dicha situación las fuerzas revolucionarias tendrían “presencia” —una vez que hayan logrado derrocar los intentos de aplastarlas al comienzo y hayan logrado avanzar—, se les plantearía el reto de cómo continuar hacia una situación en la cual la cuestión de la toma del poder a nivel nacional esté a la orden del día no sólo como un objetivo estratégico general sino en lo inmediato — cómo llegar a la conclusión o al “acto final”. En esta conexión, puede que sean pertinentes y aplicables algunos aspectos del texto “Sobre la posibilidad de la revolución”, aunque éste se enfoca en los países imperialistas y no tanto en los países del tercer mundo ocupados por el imperialismo o dominados de otras maneras por el mismo.