De un lector:

Comey, Trump, la lucha en la cúpula y los intereses de la humanidad

13 de junio de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

12 de junio de 2017. Esta semana una gran parte de Estados Unidos, y del mundo, estuvo cautivada por lo que en muchos sentidos era un espectáculo sin precedentes: el recientemente despedido ex jefe del FBI James Comey dio testimonio ante el congreso y calificó de mentiroso al presidente de Estados Unidos — y Trump le devolvió la acusación al siguiente día en una rueda de prensa. ¿Cómo entender esto? ¿Y cómo desmenuzar los análisis en contienda para averiguar qué hacer? A luz de lo anterior, he estado reflexionando sobre los dos párrafos que la página web revcom.us empezó a postear hace poco:

Los demócratas, junto con el New York Times y el Washington Post, están buscando resolver la crisis con la presidencia de Trump de acuerdo a los términos del sistema actual y al servicio de los intereses de la clase dominante del sistema actual, que representan. Nosotros, las masas de personas, debemos avanzar a todo vapor y millones de nosotros debemos movilizarnos para resolver esto al servicio de nuestros intereses, al servicio de los intereses de la humanidad, los que son fundamentalmente diferentes y contrarios a los intereses de la clase dominante.

Esto, por supuesto, no significa que la lucha entre los de arriba es irrelevante o no tiene importancia; más bien, la manera de entender y abordar esto (lo que hay que explicar repetidamente a la gente, incluido por medio de la lucha que se necesita y se lleva bien), está en términos de cómo se relaciona con “la lucha desde abajo” y cuáles oportunidades puede ofrecer, para la movilización de masas de personas en torno a la exigencia de que el régimen en su conjunto tiene que largarse, por su naturaleza y acciones fascistas y por lo que está en juego para la humanidad.

Permítanme compartir con ustedes unas reflexiones sobre la semana pasada, en vista de ese contexto.

Un conflicto agudo en la cúpula

Primero, las audiencias revelaron y a la vez encubrieron contradicciones profundas. Poco debajo de la superficie subyacen unas cuestiones reales de legitimidad — es decir, el derecho del gobierno de hacer uso de la fuerza en las guerras y la represión interna, un derecho que esencialmente se da por sentado en tiempos normales. Como se ha señalado recientemente, si la población no cree que el presidente diga la verdad, está mucho menos dispuesta a luchar y morir en una guerra que él declarara. Jugar la carta del “mentiroso” podría tener consecuencias impredecibles. Hay riesgos reales.

Dos lados contrarios estaban chocando, y no hay ningún “gran y poderoso Mago de Oz” detrás del escenario moviendo palancas y creando efectos; esto es real. Un lado —los republi-fascistas agrupados alrededor de Trump y Pence— ha apostado al máximo por la reestructuración fascista de la sociedad de arriba abajo. Han decidido resolver dentro del campo de Trump los desacuerdos que tengan; esto es el hecho más saliente de la vida política en Estados Unidos y nada de lo que ocurrió en la última semana lo cambió. El otro lado —el Partido Demócrata, el New York Times y otros medios de comunicación liberales— se opone a esto, pero dentro de límites muy estrictos. Ninguno de los dos lados representa ninguna ruptura fundamental con la supremacía blanca, el patriarcado, ni el dominio imperialista — su pleito aborda cuáles formas eso debe tomar, y cómo se debe justificar o legitimar. El mero hecho de que los términos del debate abordan las cuestiones de si un lado está sacrificando intereses imperialistas centrales al tratar de acercarse a Rusia, de si una potencia extranjera ha interferido en la “santidad” de elecciones estadounidenses (mientras Estados Unidos históricamente no sólo interfiere sino cancela elecciones por todo el mundo — Irán en 1953, Guatemala en 1954, El Congo en 1961, Chile en 1973, Honduras en 2009, etc.) y de si el presidente no coopera como deba con la “comunidad de inteligencia” (en sí altamente represora y sanguinaria), enseña mucho sobre los confines dentro de los cuales estos senadores y comentaristas tratan de mantener las cosas: cabe repetir, confines acerca de cómo MEJOR dominar el mundo.

¿Qué son los intereses del pueblo?

Sin embargo, hierve a fuego lento todo un montón de asuntos sobre los cuales los fascistas de hecho están maniobrando con rapidez y determinación a fin de rehacer el “pacto social”, o las normas que legitima al gobierno a los ojos de la población. Este programa fascista impone los valores fundamentalistas cristianos tradicionalistas reaccionarios en las esferas públicas y jurídicas, en violación de la separación entre la religión y el estado y en contra de lo que la sociedad ha llegado a aceptar (¡por medio de mucha lucha!) sobre el papel y la autonomía de las mujeres como plenos seres humanos, y los derechos de la gente LGBTQ a la igualdad de derechos y la dignidad básica; el reforzamiento de las formas más despiadadas y abiertamente violentas del racismo para que de nuevo se vuelvan comunes en la vida en Estados Unidos, ahora realzadas por el Internet, junto con políticas en los campos de la educación, el cuidado médico y la vivienda que tienen efectos genocidas sobre las “minorías”; la satanización y persecución de los inmigrantes; una política mucho más abiertamente depredadora y chovinista en todo el mundo; la trituración de las protecciones ambientales que sí existen; la negación de la existencia de la realidad objetiva ante la cual se puede comprobar la verdad o la falsedad de declaraciones; y muchos otros atropellos. Todo esto se haría cumplir “cuando la clase burguesa (capitalista-imperialista) ejerza una dictadura abierta, la que gobierna por medio del uso del abierto terror y la violencia, pisotea lo que se supone son derechos civiles y legales, utiliza el poder del estado y moviliza a grupos organizados de golpeadores fanáticos para cometer atrocidades contra las masas populares, particularmente contra los grupos de personas que identifica como ‘enemigos’, ‘indeseables’ o ‘peligros para la sociedad’” (de “¿Qué ES el fascismo?”).

Por eso, los intereses más fundamentales de las masas populares —de la humanidad— exigen que este régimen sea sacado del poder.

Aquellas figuras de la clase dominante que se oponen a esto creen que semejante maniobra es extremadamente arriesgada y cuando menos tratan de desacelerarlo, mitigarlo o hasta prevenirlo porque creen que el régimen de Trump y Pence, tal como actualmente está constituido, corre el riesgo de un desastre estratégico — para su imperio. Pero no quieren oponerse a Trump de maneras que corran el riesgo de una mayor desestabilización y agitación generalizada desde abajo, lo que podría ser un riesgo aún mayor para el imperio, a su parecer. Por esta razón, tratan de limitar el conflicto a una gama muy limitada de cuestiones.

Al mismo tiempo, la camarilla de Trump y Pence ha intensificado sus ataques como respuesta, centrándose en sus rivales de la clase dominante — al despedir a Comey, continuar las amenazas de encarcelar a Hillary Clinton, etc. Puso esto en claro el discurso desafiante que dio Trump, mientras Comey daba testimonio, ante un público de clérigos fascistas cristianos. Hablando de los esfuerzos de la administración para ejercer más agresivamente el poder fascista cristiano en el “escenario público”, dijo: “Los intereses arraigados y las amargadas voces fallidas en Washington harán todo lo que puedan para tratar de detenernos en esta causa justa, para tratar de detener a todos ustedes. Mentirán. Obstruirán. Regarán su odio y su prejuicio, pero no nos retrocederemos de hacer lo que es correcto. Porque como nos dice la Biblia, sabemos que la verdad prevalecerá”.

En breve: el conflicto está agudo, hay muchísimo en juego, y la situación no está bajo el control de nadie. Pero dentro de la clase dominante la batalla se trata, en última instancia, de cómo mejor mantener y expandir la explotación y dominación, y no cómo ponerles fin… mientras para las masas de personas se trata de cómo sacar a este régimen del poder y avanzar para luchar y crear todo un mundo mejor.

¿Sobre qué términos se peleará esto?

Segundo, los demócratas están peleando sobre esto según términos que refuerzan más profundamente la legitimidad del sistema en conjunto, especialmente entre aquellos sectores de la población más atraídos a la justicia y la liberación. Ofrecen como héroes a los jefes del FBI y la CIA, así como estas mismas instituciones, pero al contrario su historia y sus roles de hoy día no han sido más que la carnicería más sanguinaria y fríamente calculada. (Lean “La sórdida historia y los grandes crímenes del FBI” y la serie Crimen Yanqui.) Tocan, como si fuera órgano de tubos, los refranes de la “grandeza de la democracia estadounidense” y la “ciudad brillante sentada sobre el monte” — mientras encubren la pura verdad de que las instituciones sagradas de Estados Unidos nunca han tenido grandeza, se fundaron sobre el genocidio y la esclavitud y se reforzaron por la guerra y el saqueo imperialistas.

En ese plan, han tratado de canalizar la indignación del pueblo contra el programa general de Trump y Pence hacia las elecciones, la presión en el Congreso, etc. Es significativo que, al mismo tiempo que las turbas en pro de Trump y Pence se envalentonan cada vez más en las calles, los liberales de la clase dominante dedican muchas energías a acorralar a la oposición (aislando a las personas como Kathy Griffin o Reza Aslan, por ir más allá de lo que para ellos son expresiones aceptables de oposición, denunciando a los estudiantes y otros que opongan una resistencia justa a los fascistas, por supuestamente “violar la libertad de expresión”, etc.). Lo hacen no solamente para aplacar a los fascistas sino para acorralar a la “resistencia” dentro de ciertos límites estrictos.

En efecto, los demócratas sí quieren por lo menos desacelerar la máquina fascista; pero no quieren hacerlo de una manera que corra el riesgo de que millones de personas se salgan de su control, aunque esto es la única manera de realmente PARAR la máquina. Esto se debe a que, tal como Obama dijo después de las elecciones, en última instancia, “todos estamos en el mismo equipo” — y los oponentes de su “equipo” no sólo son sus rivales en todo el mundo sino aún más esencialmente las masas de personas a que explotan, suprimen, embaucan y, de ser necesario, reprimen de manera violenta y despiadada.

Ilusiones letales

En este momento, “están explicando con paciencia” a los millones de personas que odian a Trump que esto “será un proceso largo… que requiere tanto la paciencia como el duro trabajo dentro del sistema para hacer que funcione”. Sin embargo, nos aseguran, “si simplemente confiamos en esto, el régimen será destituido o por lo menos se impedirá que haga un daño al extremo que requiriera una agitación social seria”. Mientras tanto, el monstruo inexorable fascista avanza arrollador; hace daños incalculables cada día que pase a los pueblos oprimidos dentro de Estados Unidos y por el mundo entero; y el peligro real de una guerra nuclear sigue acechando. (Unos pocos ejemplos de las últimas semanas: la gira de Trump por el Medio Oriente y la escalada de terror patrocinado por Estados Unidos en Yemen, el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el clima, el reino de terror contra los inmigrantes, la satanización de la gente LGBTQ, la mayor intensificación del terror policial.)

Son extremadamente perjudiciales las nociones que se promueven ahora de que en esencia se está frenando a Trump y Pence, o de que el régimen de alguna manera vaya a “implosionarse”, o de que el lado del pueblo esté ganando — nociones que están muy lejos de ser ciertas. Es como felicitar a una persona con cáncer en etapa 4, cuando la situación exige una búsqueda desesperada de un tratamiento.

La necesidad de luchar por los intereses de la humanidad

Sin embargo, a pesar de todos los límites que impongan los demócratas, aún andan en la cuerda floja; las cosas les podrían salirse de las manos. Y esto lleva al tercer punto, el más esencial: una crisis como la actual no es un momento para quedar en espera ni para dejar que las cosas se desenvuelvan como sea, sino que es una oportunidad poco común la que hay que aprehender. Es un momento para acciones — acciones que no obedezcan a los cálculos de uno que otro defensor del imperio, sino acciones que denuncien de manera contundente la naturaleza FASCISTA de este régimen, que exijan que SE LARGUE PERO YA y que aspiren a resolver esto “al servicio de los intereses de la humanidad, los que son fundamentalmente diferentes y opuestos a los intereses de la clase dominante”. En un momento en que se interrumpe la “rutina del día de trabajo” normal y la gente se arremolina en oficinas o hasta salen a un bar para ver las audiencias del Congreso — ese no es un momento para abandonar el campo de batalla sino para buscar las maneras para que mucha gente aproveche las oportunidades y cambie los términos, o en el acto o en las secuelas.

Cuando surjan divergencias agudas entre los gobernantes, se abren oportunidades potenciales para los gobernados. Una fuerza que por medio de sus acciones y palabras plantea lo que realmente está en juego —lo que significará este régimen fascista para la gente a nivel mundial, y lo que ya significa, en todas sus dimensiones— una fuerza que insiste en combatir esto al servicio de los intereses de toda la humanidad (y cumple con las implicaciones de eso) y no al servicio de la “conservación de los intereses de seguridad de Estados Unidos”— semejante fuerza puede tener un gran impacto para cambiar todo el cálculo político.

Aquí se puede hacer una analogía histórica: en los imperios esclavistas del “Nuevo Mundo” (que incluyen, por supuesto, a Estados Unidos), aquellos momentos en que saltaron a la palestra y se intensificaron las diferencias entre los gobernantes sobre cómo conservar mejor la esclavitud (o su dominio en general) eran los momentos en los que las personas esclavizadas y sus aliados podían palpar la debilidad de sus enemigos y la oportunidad de que fuera posible un mundo diferente y mejor. Más recientemente, en Estados Unidos en los años sesenta, el conflicto en la cúpula respecto cómo conservar mejor la opresión del pueblo negro (aunque en nuevas formas) y cómo defender mejor los intereses imperialistas estadounidenses alrededor del mundo, y cómo “manejar” otras agitaciones sociales, formó una parte de lo que sirvió para aumentar la lucha del pueblo. Por unos años cortos, la gente se zafó de los confines, hizo logros reales y ganó batallas, por lo menos durante un período hasta que el sistema —que permaneció intacto— pudiera reagruparse y restablecerse.

Los conflictos del tipo que ocurren en la actualidad podrían ofrecer semejantes oportunidades. Pero también lo contrario es cierto: si no se aprovechan estas oportunidades… si la gente sigue en una posición pasiva mientras el fascismo no se retrocede para nada, sino que se intensifica y redobla sus esfuerzos… pues las consecuencias para la humanidad serán graves.



 

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