Asistí a una reunión de un grupo pro Palestina en la ciudad donde vivo, sin saber de antemano cómo sería. Estaba programada una presentación por un palestino de otra ciudad. Asistieron unas 50 personas, jóvenes y de mediana edad con una que otra persona de la tercera edad. Reconocí a unas pocas: una mujer de la Flotilla de Gaza que conocí brevemente como en 2014, y una israelí anti-sionista que encabezó la lucha —sin éxito y a gran costo personal— para excluir productos israelíes de una tienda local de abarrotes y que asistió a una presentación sobre Palestina que yo di en la casa para unos amigos.
La presentación oficial era la historia personal del tipo palestino. Invitaron a hacer preguntas, y yo quisiera haberlas anotado para acordarme mejor del tono general, pero las dos declaraciones del presentador que me llamaron la atención eran: Hamas es de “los buenos” porque cuenta con el apoyo del 90 por ciento de los palestinos, y que “se enviaría a los sionistas derechistas de regreso a sus lugares de origen”.
Mi pregunta se centraba en Hamas y abordó lo siguiente: Hamas es anti-mujer y anti-ciencia y no es un vehículo para la liberación palestina; el hecho de que 90 por ciento lo apoyara (dudo de que el apoyo le sea tan alto) no significa que es cierto, pues un 50 por ciento de Estados Unidos apoya a Trump, ¿eso significa que él tiene la mitad de la razón?; Hamas no es lo mismo que el Estado Islámico pero la teocracia ¿no está encaminada por ese rumbo?; sin aceptar todas las necedades y mentiras sobre violaciones, mutilaciones, etcétera, Hamas sí asesinó a civiles y tomó de rehén a civiles, y estos son crímenes de guerra (obviamente, debí haber añadido que por horrorosos que hayan sido estos crímenes, no están a la altura de los crímenes sionistas o estadounidenses).
El presentador se hizo el sorprendido de que yo criticara a Hamas y se preguntó sobre “de dónde sacaría yo mi información”. De ahí comentó largamente de que Hamas era una organización de servicios sociales que, repitió, contaba con un apoyo abrumador. Tampoco creía que Hamas haya cometido los crímenes de guerra y ofreció en forma muy confusa cuál era su “misión”. Como yo suponía que no me iba a dar la oportunidad de hacer otra pregunta, grité: “¿Querrías vivir bajo Hamas?” Cuando me contestó que sí, le pregunté si su esposa iría a querer vivir bajo su autoridad, y volvió a contestar que sí. Uno de los facilitadores dijo que había vivido bajo el gobierno de Hamas cuando él dirigía una escuela de la ONU ahí y llegó a un acuerdo con Hamas según el cual no intervenían. De ahí alguna mujer dijo que yo tenía que “descolonizarme la mente”, lo que supongo que era una crítica. Definitivamente estaban presentes seguidores de Hamas: ¡agitaban los dedos cuando se pronunciaba el nombre de Hamas!
Después se puso más interesante. La israelí anti-sionista definitivamente quería que nos reuniéramos, y su esposo recomendó varios libros que yo debiera leer, y me texteó bastante esa noche. Un joven muy pensador me dio las gracias por hacer las preguntas y dijo que tiene preguntas semejantes. El presentador no tenía ganas de extenderme la mano pero por las otras personas alrededor se sentía obligado a hacerlo, y le pregunté qué quería decir él al decir que enviarían a los sionistas derechistas de regreso. Le pregunté, ¿adónde? Contestó: “Polonia o dondequiera que provinieran”. Dije que ellos han estado ahí durante generaciones, y enviarlos de regreso a su lugar de origen ¿no equivaldría a una limpieza étnica? Se molestó y murmuró algo sobre la reeducación.
Seguramente daré seguimiento con algunas de las personas que conocí.