
Richard Leakey, con los dos cráneos fosilizados de dos ancestros de los humanos descubiertos en 1977 cerca del lago Turkana, Kenia. Foto: Alamy
Richard Leakey murió en su residencia en Nairobi, Kenia, el 2 de enero a la edad de 77 años. Su muerte es una enorme pérdida para la gente del mundo, y es importante comprender lo que logró y por qué es significativo.
Leakey, autor de varios libros, incluido Nuestros orígenes, y coautor de La sexta extinción: El futuro de la vida y de la humanidad, y ampliamente conocido por su trabajo como conservacionista de la vida silvestre en Kenia (a lo cual volveré), fue un paleoantropólogo. La antropología, en sentido amplio, es el estudio de los seres humanos. La paleontología es el estudio de los fósiles. La paleoantropología es el estudio del desarrollo temprano de los humanos, incluido el camino evolutivo que condujo al surgimiento de la raza humana (homo sapiens). Se podría caracterizar a los paleoantropólogos como “cazadores de fósiles”, pero los fósiles que están buscando no son los de los dinosaurios, sino los de los primeros humanos y nuestros predecesores. Es un trabajo arduo, a menudo en condiciones difíciles, con no solo avances sino retrocesos y fracasos, como en la mayoría de las ciencias, pero al mismo tiempo valioso para la humanidad.
El apellido Leakey es uno de los más famosos de toda la antropología. Los padres de Richard, Louis y Mary, eran fervientes defensores de las teorías de Darwin sobre la evolución. Sus descubrimientos de fósiles, lo que incluye en la garganta del río Olduvai en Tanzania y el posterior descubrimiento por Mary Leakey de Homo habilis (el “creador de herramientas”), un antepasado de los humanos contemporáneos, que vivió hace unos 2 millones de años, contribuyeron a revolucionar nuestra comprensión de quiénes nosotros (humanos) somos como especie y donde nos originamos como especie, con ancestros comunes — provenientes del Gran Valle del Rift de África.
Apasionada curiosidad y ferocidad por la verdad
Richard Leakey creció en este entorno y desenterró su primer fósil cuando tenía cuatro años de edad. Después de abandonar la escuela secundaria, a los 20 años de edad comenzó a dirigir sus propios equipos en “excavaciones”. A lo largo de su carrera, sus equipos, incluida su segunda esposa, Meave, que trabajaban principalmente en la región del lago Turkana de Kenia, acumularon lo que se considera la colección más extensa y diversa de registros fósiles de homínidos1 que existe, lo que ayuda a llenar muchas lagunas en nuestra comprensión de la evolución de los ancestros de los humanos (homo sapiens) y que nos da una comprensión mucho más clara del proceso evolutivo.
Leakey entendió que los fósiles que su equipo y otros estaban excavando proporcionaban más evidencia irrefutable de la validez de la teoría de la evolución de Charles Darwin; que todas las especies vivas (incluidos los humanos) cambian con el paso del tiempo debido a la adaptación a los cambios en su entorno, y que algunos de estos cambios darán lugar al surgimiento de especies completamente nuevas. Esto lo llevó a repetidos enfrentamientos con los fanáticos fundamentalistas religiosos, que no podían aceptar la realidad científica de que no solo los humanos (científicamente llamados “homo sapiens”) estaban relacionados con los simios, sino que técnicamente nosotros mismos podríamos ser considerados “simios”, porque al remontarnos unos 5 millones de años, los restos fosilizados habían demostrado que los humanos y lo que hoy se conocen como los “grandes simios”, incluidos los chimpancés, tenían un ancestro común. Leakey se entusiasmaba al hacer explicaciones ante los públicos al impugnar a los fundamentalistas religiosos con la realidad de que los chimpancés comparten más del 95% de los mismos genes que los humanos.
Agradeció muchísimo y apoyó el trabajo de otros en este sentido. Después de leer La ciencia de la evolución y el mito del creacionismo2 de Ardea Skybreak, dijo que el libro es “…de enorme beneficio para mucha gente, especialmente para los maestros, que tienen amplias oportunidades de defender la ciencia contra las afirmaciones ridículas de los fanáticos religiosos y los fundamentalistas”.

A medida que los antropólogos continúan descubriendo nuevos registros fósiles, en diferentes partes del mundo, nuestro conocimiento del árbol genealógico de los homininos, que se remonta a casi 7 millones de años, incluido el del homo sapiens, el único miembro de la familia de los homininos que sigue vivo, sigue llegando a tener más claridad.
Aportes a los intereses de la humanidad
Estaba aún más apasionado acerca de popularizar otro aspecto de la evolución humana: el hecho comprobado de que todos los seres humanos son una sola especie (homo sapiens) y que, independientemente de si somos una tribu indígena en el Amazonas o en Nueva Guinea, africanos, asiáticos, indígenas americanos o europeos blancos, todos somos descendientes de un pequeño grupo de los primeros homo sapiens localizados en el África subsahariana, que emigraron de África y fueron a poblar el resto del planeta. Leakey contó con mucha ayuda de los avances científicos en la genética que lograron confirmar esto analizando los genes de poblaciones de humanos de todo el mundo. La investigación genética posterior confirmó que toda la humanidad se remonta a las primeras olas de migraciones que se iniciaron en África hace unos 125 mil años3.
Sobre la importancia de esto, Leakey escribió en una ocasión: “Creo que, si podemos hacer que la ciencia de los orígenes de la humanidad sea accesible y emocionante para todos, y mostrarle a la gente el asombroso viaje de la humanidad, podemos cambiar los paradigmas y cambiar el mundo”. En el momento de su muerte, estaba dirigiendo una iniciativa para construir un museo internacional en Nairobi para celebrar este viaje.

Para Richard Leakey, entender que todos somos una sola especie, de un ancestro común, abrió un potencial asombroso para la humanidad.
Leakey también estaba en contra de la ciencia “mala” o “basura” utilizada para justificar la opresión. La antropología temprana había desempeñado un papel en la justificación de la horrible y brutal conquista europea del África subsahariana — de que incluso los africanos (negros), que habían desarrollado sociedades altamente evolucionadas, eran de una especie inferior a los europeos blancos. Leakey pensaba que cuanta más gente en todo el mundo llegara a comprender que África —en particular, el África subsahariana— era la cuna de toda la humanidad, más inaceptable se vería ante los ojos del resto del mundo la continua explotación y brutalización de la gente en África.
A fines de la década de 1980, Leakey se alejó del trabajo cotidiano de la paleoantropología y centró su atención en otra pasión de toda la vida, la conservación de la vida silvestre. A menudo se le atribuye haber salvado al elefante africano y al rinoceronte negro africano de la extinción. Estos fueron los días tempranos de la conservación de la vida silvestre y se caracterizaron por enfoques erróneos, y en ocasiones gravemente dañinos, de la compleja relación entre las personas que se dedicaban en la caza furtiva y las fuerzas más grandes que estaban en juego4. Rebasa el ámbito de esta carta examinar todo eso. Su participación posterior en la política oficial de Kenia, su hogar de toda la vida, también fue problemática.
Sin embargo, eso no necesariamente disminuye los aportes científicos de Leakey y su compromiso con hacer que estos aportes y aquellos de otros científicos fueran más ampliamente conocidos y accesibles a las amplias masas de la gente. Fue intrépido en este sentido, estuvo dispuesto a poner en peligro amistades, avances profesionales e incluso su seguridad personal5 para luchar por lo que sabía que era cierto o por lo que entendía que se necesitaba. Hay mucho que apreciar en su ejemplo y lo extrañaremos.